Comienzo por el final, que es también un principio. El principio de algo que todavía podría ser más que el concierto emotivo e inmensamente hermoso que fue.
Mientras los artistas se abrazaban sobre el escenario, entre vítores y una cerrada y más que merecida ovación del público, alguien desde la platea gritó “¡Viva Cuba!”. Y alguien más lo imitó. Y alguien más.
No fueron exclamaciones extemporáneas, impostadas. Fueron expresiones nacidas genuinamente tras dos horas de canciones, de nostalgias y redescubrimientos, de belleza y sensibilidad. De lágrimas, que de seguro también las hubo.
Los aplausos siguieron hasta que esa emoción aligeró su peso, hasta que la atmósfera cargada de música —de alegría y dolor— se hizo lo suficientemente soportable y vital como para salir andando del Teatro Martí y perderse en la noche habanera.
Muchos se resistieron a marcharse enseguida. Ralentizaron su salida de la sala, del vestíbulo, de los jardines del teatro, mientras rumiaban la maravilla que acababan de presenciar. Mientras confirmaban que la música, más que una asociación armónica y melódica de sonidos bien puede ser, porque anoche lo fue, el sentir de un país.
Convocados por el joven y talentoso pianista Rodrigo García —alguien que a su indiscutible virtuosismo une la fina capacidad de reunir y articular con preciosismo a muchos otros artistas— un grupo de notables músicos protagonizó este miércoles un fabuloso homenaje a la canción trovadoresca. Pero, sobre todo, a Cuba.
El Festival Internacional Jazz Plaza fue otra vez el contexto y el pretexto; un generoso espacio de confluencias que permitió a Rodrigo y sus invitados desbordar los límites genéricos y regalar a los afortunados asistentes un recuerdo para toda la vida.
Fue un tributo desde la memoria —la que fue y también la que quedará a partir de anoche— a esa mayúscula expresión de cubanía que es la Nueva Trova. Y fue también un repaso a la historia reciente de Cuba, a íconos musicales que derrotan cualquier debate, a sentimientos que afloran desde bien adentro sin importar donde se esté.
De Pablo Milanés a Silvio Rodríguez, de Santiago Feliú a Gerardo Alfonso, de Frank Delgado a Carlos Varela, estuvieron allí, en el Martí, con sus canciones. Pero no con cualquiera de sus canciones —que en ningún caso son canciones cualesquiera—, sino con temas elegidos por Rodrigo, según dijo, a partir de su mapa personal, que es el de muchos, el de tantos, e hilvanados sabia y emotivamente a lo largo del programa.
“Los días de gloria”, de Pablo —para dar nombre y abrir el concierto—; “Canción en harapos”, de Silvio; “Generación”, de Santiago; “Quisiera”, de Gerardo; “La otra orilla”, de Frank; y “Mi casa.cu”, de Tony Ávila, estuvieron entre las canciones interpretadas y evocadas por unos músicos conectados hasta la médula con cada tema, con el significado mayor del homenaje.
Rodrigo y Aldo López-Gavilán al piano, Daiana García con la Orquesta de Cámara de La Habana, Yasek Manzano con el fliscorno, Niurka González con la flauta, Janio Abreu con el clarinete, y Dayron Ortiz con la guitarra, brillaron como instrumentistas, como lo hicieron con su voz Eduardo Sosa, Rochy, David Torrens, Laritza Bacallao y un sorprendente Kiko Ruiz, que electrizó al auditorio con “Sábanas blancas”.
En extremo emotivo fue también escuchar a Diego Gutiérrez cantarse a sí mismo —fue el único de los compositores escogidos que subió al escenario, aunque hubo otros en la sala como espectadores— y a toda Cuba “Como antes”, un tema que sobrecoge por su lirismo y su franqueza. Como también lo fue la rotunda versión de la Bacallao de “No olvides que una vez tú fuiste sol”, de Augusto Blanca.
El cierre del concierto escaló más, si fuera posible, la emotividad. X Alfonso, que ya había asumido con intimismo “Iceberg”, de Santiago Feliú, cantó el sincero dolor de “Foto de familia”, de Varela, un clásico que desnuda la humanidad inocultable por las distancias y las ideologías.
Y ya no quedó nada más por decir, por cantar. Solo el aplauso y el abrazo de los músicos; solo los gritos de “¡Viva Cuba!” que nacieron espontáneos en la platea.
El concierto, dijo Rodrigo García, será un DVD. Pero también podría ser un punto de partida para otros conciertos, para otros homenajes, para otras canciones. Y ojalá lo sea, porque aun con todos los problemas y carencias, con todas las angustias y partidas, Cuba, los cubanos, también merecemos la memoria. Y la belleza.
Niurka González durante el concierto “Los Días de Gloria”, en el Teatro Martí de La Habana. Foto: Otmaro Rodríguez.