El pasado domingo 3 de julio amanecimos con la noticia de que el Maestro Peter Brook había muerto. No parecía posible. Nos dimos cuenta de que, hasta ahora, para nosotros, él era, sencillamente, alguien ajeno a la muerte.
Había estado ahí para todas nuestras generaciones de teatristas. Primero, nuestros Maestros, los fundadores del teatro contemporáneo cubano. Los que en la década del cincuenta le terminaron de dar rostro a nuestro modo esencial de hacer el Teatro. Luego, había estado alentando, sin saberlo, las diversas herejías de los años sesenta. Tanto para quienes habían buscado una comunidad lejana de público virgen que no conocía el Teatro como para quienes en el propio centro de la capital se habían atrevido a examinar con sumo rigor las prácticas y postulados que proponían las vanguardias occidentales en su quehacer.
Más tarde estuvo para mi generación y, posteriormente, fue redescubierto por las que vinieron detrás.
Algo curioso sobre él es que, en medio de generaciones y promociones que acostumbran a desafiar a sus precedentes, la fascinación se ha mantenido intacta.
Tuvimos un regalo en medio de uno de los Festivales de Teatro de La Habana. Mediante nuestro Centro Cubano del Instituto Internacional de Teatro (ITI) viajó a Cuba su hijo, Simón, presentó el documental El funambulista, realizado por él, que recoge una clase práctica de su padre. Fueron momentos inefables, la pantalla nos acogía dentro del salón de clases y la alegría de la creación y el descubrimiento que inundaban aquel espacio nos embargó a todos con su magia.
https://youtu.be/8Aaq7ShqXKs
Una y otra vez volvemos sobre su texto clásico El espacio vacío, las imágenes del Mahabharata y las transcripciones de sus talleres que existen en internet. Siempre encontramos nuevos significados en sus palabras que, a la vez, nos resultan muy cercanas.
Continuaremos el diálogo con él a través de esas huellas siempre elocuentes y, sobre todo, lo continuaremos en la práctica del salón de clases y el salón de ensayos. Allí, en el trabajo del actor, en la perfección de su pauta, en la creencia plena está la clave.