La primera vez que Miguel Angel Quintana asistió una función de ballet se sintió en las nubes. Desde entonces, pinta en estado de éxtasis paisajes de bailarinas y bailarines que le provocan insomnio. Una leyenda viva inspiró los primeros cuadros, la impresión de ver a Alicia Alonso aquella noche saludar al público desde un balcón y el Gran Teatro de La Habana rendido a sus pies, corroboró el poder de seducción de las estrellas.
Cuando las luces apuntaron a la mística y el Ballet Nacional de Cuba (BNC) danzó Giselle, el joven creyó finalmente en otros mundos. Los bailarines, los vestuarios, la música, la dramaturgia, la escenografía, todo le atraían. “El ballet es una manifestación artística muy completa donde predomina la estética y eso me motiva”, confesó.
La primera exposición personal en 2012 exhibió destellos de su fascinación por la danza. Las obras devolvían a la escena a la máxima figura femenina del ballet cubano, imaginaban a la Alonso en Giselle y Carmen. Según el pintor de 29 años de edad, Alicia lo sacó de un gran bache sentimental y le transmitió la certeza de que nunca más podrá abandonar la plástica.
Las discípulas de la prima ballerina assoluta cubana no tardaron en llegar al lienzo. Loipa Araújo, Viengsay Valdés, Anette Delgado, Yanela Piñera y Sadaise Arencibia comenzaban a poblar la mente de Miguel Angel con iconos, gestos, emociones, mientras él disfrutaba de cada foto puesta en sus manos, video y actuación en vivo.
Los llamados balletómanos (fanáticos del ballet), por lo general, admiran a una u otra bailarina por ciertas capacidades y cualidades que consideran exclusivas del ser admirado, al tiempo que rechazan a otras por sus carencias técnicas o dramáticas. Para un artista de la plástica como Quintana, el disfrute llega con la diversidad de posibilidades que cada persona en escena es capaz de ofrecer, además de la integración de los personajes con luces, escenografía, vestuario. Las carencias se transforman en caminos y las personalidades distintas en paisajes de galaxias singulares.
Desde la perspectiva del pintor, cada bailarín merece el aplauso por el mero hecho de transportarnos de sitio y época. En su próxima exposición, titulada “Sublimar recuerdos y realidades”, Quintana brindará colores al baile de figuras ya mencionadas y otras más frescas como Grettel Morejón, Camilo Ramos, José Carlos Lozada, Dani Hernández, Mónica Gómez, Víctor Estévez y algunos bailarines del cuerpo de baile de la compañía.
El luthier prefiere obras con una trama que exija a los bailarines interpretación y justifique la proeza técnica.
“No puedo separar el movimiento y la expresión de la personalidad del bailarín; pues la personalidad imprime mejor movimiento y expresión”, advirtió el joven pintor autodidacta, enfrascado en atrapar segundos de supremo goce estético para bailarines y público.
También exhibirá obras alusivas a dos maestros imprescindibles de la escuela cubana de ballet, Fernando Alonso –cofundador del BNC y creador de la metodología académica- y Ramona de Sáa, directora de la Escuela Nacional de Ballet, por la deuda que siempre tendremos con estos pedagogos. “Mi exposición no estaba completa sin ellos porque es justo homenajear a las raíces”, aseguró.
Una foto en particular de la maestra de Sáa, más conocida como Cheri en todo el orbe, le impulsó a trabajar casi 20 horas seguidas. “Si paraba, tenía miedo de que se me escapara la idea”, contó este apasionado de los fondos azules.
La Galería L, ubicada en el interior de la Facultad de Economía de la Universidad de La Habana, acogerá el próximo 6 de diciembre, desde las 5:00 p.m., más de 25 cuadros de Quintana en tributo al 65 aniversario de la fundación del BNC, la más reconocida compañía artística del país, y el 70 aniversario del debut de Alicia Alonso en Giselle.
Con un curioso estilo de mosaico, el creador de la plástica plantea su admiración hacia los bailarines y en parte, intenta compartir con ellos las sensibilidades que le transmiten. Fotografías de Nancy Reyes y Gabriel Dávalos han sido un apoyo vital.
La humildad y el ansia de conocimientos acercarán a Quintana cada día más a la danza; pues se ha propuesto explorar todos los estilos y a los danzantes desde su formación hasta la cúspide profesional. Esa meticulosidad y su destreza para observar y escuchar a otros le ayudarán probablemente a cumplir el sueño de crear escenografías para nuevas obras coreográficas o clásicos.
Si alguien pusiera en sus manos la oportunidad de recrear Giselle, la sensación de andar entre nubes regresaría, como aquella vez en la que su padrino Pedro Antonio le llevó al teatro a descubrir el ballet.
A principios de 2013, La Habana resplandeció en 15 cuadros de Quintana que apelaban a la simbiosis entre lo cubano y lo universal, confluyentes en la arquitectura y estilos de vida de la capital de esta isla. La galería Ciudades del mundo acogió aquella segunda exposición en la que para ver la catedral habanera al derecho se necesitaba tomar un espejo y situarse de espaldas al cuadro. El artista decidió concluir el año con otra muestra de universalidad y cubanía, apreciadas en bailarines que representan y sueñan. En los nuevos cuadros de Miguel Ángel Quintana, algunos instantes de ilusiones se impondrán a lo efímero y ayudarán a prolongar el placer.