Para el académico cubano-mexicano Rafael Rojas, el árbol de las revoluciones ya no dará más frutos en América Latina porque los cambios políticos en la región en el siglo XXI están y estarán relacionados con procesos democráticos.
“Está dando frutos, pero dentro del marco democrático que sigue siendo generalizado. Incluso los regímenes que se mueven hacia el autoritarismo no pueden abandonar los métodos democráticos, tienen que acudir a elecciones, a plebiscitos”, aseguró el historiador en una entrevista con la agencia española Efe.
Rojas acaba de publicar el ensayo El árbol de las revoluciones, editado por Turner, una obra en la que recorre diez revoluciones del siglo pasado: la mexicana, la nicaragüense de los años veinte, la cubana de los treinta, el Varguismo brasileño, el Peronismo argentino, la guatemalteca de 1944 a 1954, la boliviana de 1952, la cubana de 1959, la chilena de 1970-1973 y la sandinista de Nicaragua.
“Hay una caracterización del legado de la tradición revolucionaria de América Latina en el siglo XX. Me interesó diferenciar las revoluciones y dentro de cada una, su multiplicidad de actores, sujetos, ideas, programas, discursos y prácticas”, dice.
El libro parte de la idea de que las revoluciones latinoamericanas, a partir de la mexicana de 1910, vienen de una radicalización del republicanismo de fines del siglo XIX, en coincidencia con el relanzamiento de la hegemonía de Estados Unidos, después de la guerra de 1898.
A partir de ahí, el doctor en historia hace un retrato de los procesos revolucionarios y destaca que aunque cada caso tiene características propias, se puede hablar de ideas comunes.
“La Reforma Agraria es algo afín a casi todas las revoluciones, el tema de qué tanto rol económico puede desempeñar un Estado, qué grado de control ejerce sobre los recursos naturales o las fuentes energéticas, la alfabetización y las políticas educativas son constantes en todos los casos”, explica.
Rojas reconoce que una serie de metodologías del régimen de Cuba se expandieron a América Latina, sin embargo, en los procesos que vinieron después hay un alejamiento del modelo institucional y constitucional de la isla.
“Allende no propuso cambiar en Chile la Constitución de 1925 y los sandinista produjeron en 1987 una Constitución distinta a la cubana, pluripartidista, de economía mixta con participación de la Iglesia, con derechos sociales y político, con respeto a los derechos humanos, un término que en Cuba no se incluye”, agrega.
VERBORREA REVOLUCIONARIA
El ensayo del académico diserta sobre la verborrea alrededor del concepto de Revolución, un término manoseado, y recuerda que a muchos golpes de Estado o de movimientos conservadores o de derechas se les llamó Revolución, como sucedió con el dictador Fulgencio Batista con su golpe militar en La Habana en 1952.
Al referirse al proceso cubano, acepta que en él se produce una manera metafórica de manejar la idea de Revolución, al punto de que no solo se identifica con otros conceptos que tienen otro significado, como socialismo, patria, nación e independencia, sino que también se adjudica el término a una especie de presente continuo o eterno.
“La Revolución es eterna, según el significado cubano. Eso es único. En los demás casos se manejó un concepto efímero de Revolución”, señala el escritor que también se refiere a la defensa del mito revolucionario en Cuba que impide hacer cualquier análisis.
“Está ese atropello semántico de llamar Revolución a lo que está sucediendo; desde el punto de vista de la historia académica es desconcertante. Hay una resistencia a llamarle sistema político a lo que se está definiendo y luego hay un reemplazo del orden institucional por los símbolos, lo iconos y el mito”, afirma.
Según el historiador, cuando se habla de Cuba en ciertos sectores, lo que hay que defender es el mito de la Revolución originaria y no el orden institucional actual.
“En cualquier caso se está escamoteando, ocultando el orden institucional, el modelo de partido único, de ideología de estado o ciertas dimensiones de la realidad cubana. Como es inocultable el embargo y sus efectos, es inocultable la represión, pero si hablas de represión en Cuba desfiguras el mito”, concluyó.
Gustavo Borges/Efe.