La cita estuvo prevista para el viernes 30 de noviembre, a las cinco de la tarde en 17 y D, en medio del Vedado habanero. No estábamos convocados para tomar el té como formales ingleses en medio de un incipiente invierno caribeño, al contrario, la invitación era para disfrutar de la música de Raúl Paz, invitado especial a la peña que cada mes organizan los estudiantes de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana.
En esta ocasión los muchachos cambiaron el aula tradicional de los altos de la Facultad de 23 y G; donde desde el inicio ocurren estos encuentros trovadorescos, salpicados de chistes, mensajes anónimos, animación irreverente y mucha energía positiva, por el patio de la Sociedad Cultural José Martí.
Hasta allí llegó Raúl Paz, lleno de intrigas más que de certezas. Le interesaba mucho el encuentro con un grupo de estudiantes universitarios, pero al mismo tiempo no sabía lo que la suerte le depararía al desconocer la dinámica de este tipo de encuentros.
Otra de las presiones que latía en el aire era su falta de pericia para tocar con una banda de pequeño formato como la que esa noche le acompañaba, según confesó en algún momento de la peña. Pero valieron más las ganas de cantar y el ambiente fraternal que auguraban los rostros atentos de las muchachas y muchachos congregados para escucharlo.
Y así estaban las cosas. Raúl Paz, de frente a las luces y a nosotros, listo para desenfundar canciones, para callarnos o hacernos gritar de entusiasmo, para provocar nuestros aplausos, para que llenáramos el aire con un coro desafinado, desvergonzado, pero rebosante de alegría.
Fueron llegando las canciones que tiene recogidas en varios discos, sus historias, el hecho fortuito o esencial que las hizo nacer, como el amor, la amistad, la responsabilidad con el ser humano. Se hicieron voces, palmas, risas, Mulata, Tú y yo, Mama, Carnaval, Distancia, En casa, entre muchas otras.
Y de esta manera llegaron también las preguntas para Raúl Paz, interrogantes de sus seguidores, muchas de ellas fáciles de responder, otras menos complacientes y que tocaron lugares importantes dentro del cantautor.
Una de ellas lo hizo responder que la decisión que más le había costado tomar en la vida fue marcharse del país, aunque en su caso fue para estudiar música en Francia. Según expresó, esa decisión de irse, impulsada por cualquier circunstancia, nunca es fácil. Por eso opinó que no se debe juzgar a la ligera, ya que los que se van, se van de un hogar, de un país, de un amor y eso no es algo sencillo.
Cuando le preguntaron por qué había regresado, no le tomó mucho tiempo responder, sólo dijo que esta es su tierra, a la que pertenecen todos los que tomaron decisiones similares, y eso es algo que no se puede impedir. Además necesitaba que los cubanos residentes en la Isla conocieran su proyecto musical porque se le estaba cumpliendo de alguna manera el refrán de que no era profeta en su tierra. Ya Europa, donde inició su carrera musical, lo conocía y por eso era tiempo de regresar a casa y cantar para los suyos.
Cantando fue haciéndose la noche. Cantando fue descubriéndose un poco ante los jóvenes. Entre canciones agradeció la invitación. En alguna esquina de seguro encontró a algunos vecinos del barrio que se sumaron a la fiesta y rieron y disfrutaron como los que más.