Regreso a Ítaca tuvo por fin su premier en Cuba, cinco meses después de haber sido excluida del programa del Festival del Nuevo Cine Latinoamericano en diciembre pasado.
Quienes no consiguieron verla en una de estas concurridas proyecciones del Festival de Cine Francés -y dado que es muy probable además que no llegue a los cines de estreno del ICAIC- podrán buscarla en el Paquete Semanal, donde ya circula en copias piratas, y suscita debates.
El tema de la emigración atraviesa el argumento, como en tantos otros grandes y medianos títulos de la cinematografía cubana, comenzando por la icónica Memorias del subdesarrollo (Tomás Guitérrez Alea, 1968), donde el personaje principal, Sergio, sufre los conflictos de las despedidas y el desarraigo.
Luego de la polisémica obra de Titón pasaron casi dos décadas para que otro director se inspirara en el tema. En 1981 con Polvo rojo, de Jesús Díaz, regresa el tópico. Localiza en Moa, en un pueblo de mineros la emigración de muchos ante el cierre de una planta de níquel mientras explora los conflictos individuales y la lucha de clases en la naciente Revolución.
Cuatro años más tarde el mismo realizador propone Lejanía, centrada precisamente en el regreso de una mujer, luego de diez años de ausencia y de incomunicación con su hijo, de quien la separa un inmenso abismo plagado de divergencias. El controvertido y complejo tema es abordado con gran naturalidad y se evidencia la experticia del cineasta.
En los noventa vuelve con más fuerza el conflicto migratorio en algunos de los filmes realizados en tan complejo momento de nuestra historia: en casi todos los casos forma ya parte natural de los contextos en que se desenvuelven las tramas. Por solo citar algunos, hay que recordar en 1993 Fresa y chocolate, también de Gutiérrez Alea; Madagascar, de Fernando Pérez; y Reina y Rey, de Julio García Espinosa, estas dos últimas de 1994.
La Muestra de Nuevos Realizadores del ICAIC también ha exhibido y destacado materiales que retoman este conflicto sociopolítico, como el largometraje Lejos de la Habana, de Maikel G. Ortiz, estrenado en la edición del pasado año.
Regreso a Ítaca, con guión del novelista Leonardo Padura no constituye la primera obra en que un realizador foráneo discursa sobre el éxodo de los cubanos. Le precedieron Cosas que dejé en La Habana (1997), de Manuel Gutiérrez Aragón y Habana Blues (2005), de Benito Zambrano ambos españoles estrechamente vinculados con el cine cubano.
En esta travesía a Ítaca francocubana, se presenta a Amadeo, una suerte de Ulises criollo a través de quien hablan “las frustraciones de una generación rota” según declaró a OnCuba el guionista.
Yoenis: ¿Quedarse aquí?
Amadeo: Pues sí
Yoenis: Já..¡eso es jodedera de ustedes, caballeros!…¿de verdad quedarte aquí?….¡¿y por qué?!
Amadeo: Bueno, porque sí. Porque yo soy de aquí y porque quiero quedarme.
Yoenis: …pues yo quiero irme.
Tanto los intérpretes como cada uno de los integrantes del staff pueden haberse identificado con las historias contadas, pues cristalizan los logros e infortunios de toda su generación. El filme adquiere una inusitada intensidad cuando transmite la rendición espiritual o la ira enconada de quienes vivieron esos años.
“Mi madre la vio dos veces y creo que lloró, también, dos veces,” comentó en su cuenta de Facebook una joven periodista de Ciego de Ávila. “Mi madre tiene la edad de los protagonistas del filme. Mi madre no sabe mucho de cine, no se fue de Cuba, pero sintió tironazos en esa zona indefinida que la gente llama alma.”
Rafa: Es que hicimos todo creyendo, y ahora nos dimos cuenta que no, que estamos muy jodíos. Eso es. Porque ni tú, que siempre fuiste el creyente vanguardia de todo el municipio de Centro Habana piensa de la misma forma ahora.
Aldo: Rafa, no me jodas. No hables por mí (…) Óyeme bien lo que te voy a decir: yo necesito creer en algo, porque si no mejor me ahorco pa´l carajo.
Una opinión bien distinta la aportó otra periodista cubana, también nacida a finales de los 80: “Regreso a Ítaca” me aburrió desde el minuto cuatro. Y aun desde la esperanza de que se esfumara el aburrimiento con un mínimo giro de noticia, de frescura, de inteligencia, no hice más que adivinar y acertar, adivinar y acertar, prever, prever, oír ‘una vez más’ frases repetidas, predecibles, con cuatro ‘palabras sucias’ cada tres dichas, a la fuerza. Una película todo directa, todo lugar común, pretendido mapa sociológico armado con pinzas al amparo de los dramas cubanos harto cinematografiados. No está mal que sean los mismos, pero sí que revuelvan el discurso. Conflictos traídos por los pelos, arrastrados porque tenían que estar presentes como si de pase de lista se tratara.”
“Es una película impresionante”, opinó el guionista cubano Eduardo del Llano. “Parece liviana y se va enredando. Excelente ritmo para ese tipo de historia, extraordinarias actuaciones –en especial la de Néstor Jiménez-, conmovedora. Después de la insufrible 7 días en La Habana, Padura nos entrega al fin un guión sólido y a la altura de su talento.”
En Regreso… se van desnudando uno a uno los personajes y el cineasta supo escucharlos mientras los dejó respirar y desplazarse con soltura. Las actuaciones son las mayores fortalezas del filme que exhibe al malecón capitalino como telón de fondo. Tal parece que fueron registradas con una pequeña cámara oculta debido a la naturalidad de los gestos, las frases y hasta las miradas entre los actores. Diversas miradas sobre Cuba confluyen en esa azotea captada por la perspicaz fotografía de Diego Dussuel, que logró atrapar la esencia de las derruidas fachadas.
Eddy: ¿Por qué carajo te fuiste?
Amadeo: Porque tenía miedo.
Eddy: ¿De qué miedo tú me hablas?
Amadeo: Del mismo miedo que convirtió a Rafa en un alcohólico, del mismo miedo que no lo dejó volver a pintar como pintaba. De ese mismo miedo por el que tú dejaste de escribir, Eddy.
Eddy: Nananana…eso no es así. Yo nunca iba a ser un buen escritor.
Amadeo: ¡Tú hubieras sido el mejor de todos, y eso tú lo sabías bien! Lo que pasa es que le cogiste miedo a lo que tenías metido en tu cabeza, como este y como yo.
“En tiempos como los que vivimos, en que la crisis económica mundial afecta más que a nadie a los emigrantes hemos presenciado el fenómeno de los que regresan, muchos están regresando a vivir a su país luego de años en el exilio. No hay nada como la tierra de uno, es duro sentirse extranjero para siempre. Por eso entiendo muy bien al personaje que retorna”, nos comentó Eduardo, un cuentapropista de unos cuarenta años que acudió al cine con sus hijos.
Sobre este largometraje OnCuba dialogó con su máximo responsable, Laurent Cantet.
“Nuestro filme no pretende ser un gran espectáculo, solo trata de condensar momentos de intimidad que aspiro dejen un eco en quienes lo aprecien. Quiero que el espectador comparta estos minutos de tristeza y alegría entre estos cinco amigos. Quisimos desarrollar la mirada de una generación pero sobre todo hablar de la amistad”, expresó el también director del laureado filme Recursos humanos.
¿Por qué decidió filmar un texto de Padura?
Porque Padura me motivó muchísimo desde que trabajamos juntos en 7 días en la Habana. Ya había leído casi todos sus libros y tuvimos gran complicidad. Esto me dio la posibilidad de adentrarme y conocer el contexto y la realidad cubana. Esta gran relación de amistad y admiración justamente propició que trabajáramos esa historia del exiliado cubano que decide volver a Cuba y empezamos a escribir a cuatro manos, porque en quince minutos no se podía contar esa historia. En noventa y cinco a veces creo se me quedó algo por transmitir.
¿Cuán complejo resultó para un cineasta francés entender y captar en un filme la realidad cubana?
Al ser un director extranjero no asumí el conflicto desde una forma turística, ni folklórica como la mirada del otro que no se involucra. Mi objetivo fue captar el tema desde la forma más auténtica y profunda posible. A esto contribuyó mucho Padura y por supuesto los actores que dotaron al filme de gran veracidad y credibilidad.
El público cubano esperaba con ansias disfrutar de la película. Con su retirada del programa oficial del Festival del Nuevo Cine Latinoamericano comenzó a tejerse la leyenda sobre la censura de la cinta. ¿Qué sucedió realmente?
Hubo algún malentendido, alguna mala interpretación que ni quisiera recordar. Para mí lo más importante es que ya el público cubano ha podido ver un filme dedicado especialmente a él. Fue un momento muy triste que ya pasó y esta alegría borró definitivamente el dolor que me causó esta retirada del filme del evento en diciembre pasado.
¿Cuál es la Cuba que muestra Regreso a Ítaca?
Lo que más me interesó de la cinta fue la visión humana que en ella damos sobre Cuba. Es la Cuba más humana, la que más se parece a su gente. Y quise darles la palabra a los mismos cubanos.
¿Durante el rodaje hubo algún tipo de control o crítica por parte de las instituciones nacionales?
Para nada, fue muy fácil el rodaje. Presentamos el proyecto al ICAIC y de inmediato nos dieron la autorización para comenzar a rodar y aportaron técnicos y servicios y nadie estuvo pendiente de lo que hicimos, al menos para censurar.
El filme sorprende por su naturalidad y parece dirigido por un director cubano. ¿Cuán universal le parece la temática que aborda?
Te agradezco mucho tu comentario porque en realidad fue un gran desafío lograrlo, porque Cuba es un país muy difícil de entender para los que somos de afuera. Los personajes se desarrollan en un contexto social complejo aunque el tema es muy universal. Yo mismo me identifico y me reconozco con los conflictos de estos seres humanos, sobre todo en lo referente a la pérdida del idealismo por culpa del paso del tiempo.
¿En qué trabaja ahora?
Estoy enfrascado en la escritura del guión de lo que será mi próximo filme. Este será netamente francés, una historia contemporánea de mi país.
¿Volverá a rodar en Cuba?
Por ahora no tengo ningún plan concreto, pero nunca excluyo la posibilidad de mis proyectos. Estoy muy atado a esta tierra y a su gente. He venido casi una veintena de veces y me siento muy bien aquí. Este festival me permite constatar la cinefilia de este público, algo que me da ganas de seguir haciendo cine. Aún recuerdo hace unos años cuando presentamos aquí La clase. La mayor proyección de este filme en el mundo tuvo lugar en Cuba, lo que me hizo sentir muy orgulloso y feliz de poder compartir con este espectador tan inteligente y siempre expectante.
Nunca había visto nada igual, que guión tan original, eh? no me esperaba esto, una película cubana sobre la emigración, que sorprendido me he quedado……..
Gracias a San Internet pude ver el filme.
Termine llorando, algo q hice varias veces durante el tiempo q dura la pelicula.
Llorando de rabia, de impotencia, de dolor. Llorando al pensar en cuantas personas vieron su vida echa mierda por causa de algunos q se creyeron poseedores de la verdad absoluta, q se sintieron dueños de nuestras vidas y nuestros pensamientos.
Recientemente me entere q uno de esos q intento, sin lograrlo, joderme la vida alla en Cuba, estaba viviendo tranquilamente en Hialeah. La persona q me lo comento me pregunto: quieres q te diga donde?
Y le conteste: Mejor no, porque yo deje todo eso atras hace mucho tiempo y no quiero amargarme la vida.
Tal vez algun dia lo vea por ahi y pueda mirarlo a los ojos. Con eso me basta.
No me sorprende la opinión de la periodista nacida a finales de los 80. Para comprender y sensibilizarse con esta película hay que haber nacido a finales de los 50 o en los 60. Es la generación de los actores que encarnan los personajes. Creo que cualquiera de esa edad entiende perfectamente y siente en carne propia lo que se plantea, que está expresado magistralmente. A pesar de transcurrir en solo dos locaciones el diálogo atrapa. Es de la mejores películas cubanas de los últimos tiempos.
Cora, coincido con usted, la edad tiene mucho que ver con la interpretacion de los sucesos, de los reales y de los recreados por las artes. Unase a ello la sensibilidad, gustos y hasta la militancia politica de cada persona. A reserva de origenes ideologicos o de motivaciones economicas, el desarraigo familiar causado por la emigracion ha marcado fuertemente a la sociedad cubana. Tamano suceso justifica que sea motivo frecuente en la literatura y en las artes visuales. No entenderlo es ceguera de los sentimientos. Saludos.
No soy de esa generación. Mis padres lo son…un pelín más viejos, pero lo son.
Hablo mucho con ellos y estoy al tanto de las muchas cosas que se hicieron y deshicieron por aquella época. No es lo mismo que vivirlo, claro, pero realmente me tocó la película y lo mucho que dijo: de lo irrecuperable en las vidas de tanta gente, del desencanto al ver desmoronarse todo un sistema de creencias, del aferrarase a esas creencias (contra todo instinto lógico) porque sino te vuelves loco.
Padura se me va pareciendo a Confucio…hasta con el cuello chino!