Los dibujos animados han formado parte de la vida de los cubanos durante décadas. Basta preguntarle a cualquier natural de esta isla para confirmarlo, o asomarse subrepticiamente a un hogar, lo mismo de La Habana que de Jatibonico, para ver a grandes y chicos “enganchados” por igual.
No se trata, sin embargo, de una exclusividad de Cuba, sino de un rasgo de nuestra época, de una experiencia audiovisual que emparenta a los que aquí nacimos con millones y millones en todo el mundo. Aunque, como es lógico, tenga sus cubanísimas peculiaridades.
Desde Blancanieves hasta Pokémon, desde Asterix y Obelix hasta Deja que te coja, incontables muñequitos –como los llamamos en la isla– estadounidenses y europeos, japoneses y rusos, han pasado por las pantallas de Cuba, encandilando a diferentes generaciones y grabándose en la memoria colectiva. Pero, unos en especial han calado profundo entre nosotros: los cubanos.
Su éxito estriba en una fórmula que combina la gracia criolla, el lenguaje coloquial, una visualidad sencilla, pero efectiva, y hasta cierta dosis de didactismo.
No todos lo han conseguido, claro. No pocos “ladrillos” han pasado por las pantallas sin penas ni glorias o, peor, con muchas penas.
Otros, en cambio, han saltado las vallas del entretenimiento momentáneo, para colarse en el imaginario nacional. Sus frases se repiten día tras día, incluso cuando algunos ya no se transmiten, y hasta han mutado su sentido original, ganando en polisemia y enraizándose para siempre en esta isla. Son los clásicos.
Entre ellos les propongo un top five por su influencia en el habla cotidiana de los cubanos. Pueden estar de acuerdo o no en el orden, o pensar que falta o sobra alguno en la lista, pero más que un ranking infalible este es un homenaje a una obra audiovisual que ha marcado indiscutiblemente como personas a quienes crecimos en Cuba.
1-Elpidio Valdés
El primero de ellos, por derecho propio. Al coronel mambí creado por Juan Padrón hace casi cinco décadas, nadie le discute la primacía. Sus peripecias, su humor, sus compañeros de aventuras y hasta sus enemigos, integran un conjunto entrañable que se resiste al paso del tiempo. Pero lo mejor son sus frases.
Desde el “eso habría que verlo, compay” del propio Elpidio, que responde al eterno deseo de sus antagonistas de hacerlo “puré de talco” o “picadillo” en “la próxima aventura”, hasta el “pártelo, Jabao”, que le ordena el rayadillo Mediacara a su francotirador estrella, servirían para armar una antología. Un arsenal al que los cubanos solemos echar mano en las más diversas circunstancias.
Así, no es nada extraño que alguien brinde un trago con la frase “Tócate, María Silvia”, que le dice el borrachín Cortico a la capitana mambisa. O que cite el “Qué susto, Josú”, del Coronel Andaluz después de algún sobresalto. O que ante los devaneos del clima u otro problema comente “!Qué país¡” como el atribulado General Resóplez. O que ante una duda pregunte “Permiso, ¿qué ha tocado ese?”, y a la hora de salida grite voz en cuello “si se oye clarito, clarito: ¡¡¡retirada!!!”.
2-Vampiros en La Habana
Del propio Padrón es este otro audiovisual antológico, un filme –o en realidad dos, aunque el primero es insuperable– que también dejó personajes, escenas y frases únicas, que despiertan una sonrisa y hasta una carcajada cuando se les evoca.
¿Cuántos cubanos no han dicho con picardía “Vaya, gallego”, y no necesariamente a un natural de Galicia que habla por teléfono, como en la película? ¿Cuántos no han gritado “¡¡¡Enfermera!!!” como el paciente al que le chupan de golpe la sangre mientras recibe una transfusión en el hospital? ¿Y cuantos, como el Niche, no han proclamado orgullosos “¡Lo maté, tigre, lo maté!”, tras salir de un lío gordo o conseguir algo muy deseado?
¿Cuántos no han llamado “Rey del mundo” a alguien para pedirle un cigarrito o cualquier otra cosa? ¿Cuántos no habrán recordado alguna madrugada ruidosa aquella frase que un vecino le grita a Pepe: “Oye, el de la cornetica, ¿tú no trabajas por la mañana, mijito?” ¿Y cuántos no habrán dicho con ironía “Muy bonito, muy bonito” como le espeta al protagonista el cornudo jefe de la policía?
3- Tabey
Quizá ningún corto animado cubano –teniendo en cuenta que Elpidio Valdés es una saga y Vampiros… es un largo– haya dejado tantas frases en el argot popular de la isla. La historia del niño taíno que enfrenta a los colonizadores junto a su cotorra y su caballo, fruto del tándem de los hermanos Juan y Ernesto Padrón, es un clásico por derecho propio, más allá de la visión simplificada que brinda de la conquista española y la resistencia aborigen.
Muchos de sus bocadillos pasaron rápidamente al habla de su público natural, los niños, y los han ayudado a mantener la sonrisa a lo largo de los años. “Al trabajo, caballeros” y “Hermosa mañana para explotar indios”, han sido repetidas –y muchas veces no precisamente sanas– invocaciones a ganar honradamente los frijoles; “Los caballos nos han traiciona’o” ha anunciado la pérdida de armas o recursos supuestamente infalibles; y el “a mí, sucios indígenas” ha servido para provocar a algún rival, aún a riesgo de merecer una golpiza como respuesta.
Con el “sé bueno, indiecito lindo” muchos han intentado apaciguar los ánimos de algún “alterado”; con el grito de “¡La pólvora!” otros –o los mismos– han anunciado una inminente y –por fortuna– casi nunca literal explosión; y con el “gritemos ‘¡Por Santiago!’ Y huyamos, qué caray”, unos cuantos han puesto pies en polvorosa para rehuir un peligro o, sencillamente, fugarse del aula. Que para mucho sirve.
4-Los valientes
Sin dudas, este con diseños de Jorge Oliver y dirección de Juan Padrón es uno de los animados más populares para cubanos de diferentes edades, un corto que pisa los talones de Tabey en cuanto a la cantidad de bocadillos regalados a la fraseología cotidiana de la isla.
El “mientes, rata inmunda”, que una de las ratas –las antagonistas de la historia– le dice a la otra cuando son confrontadas por los soldaditos de juguete, es quizá la frase más recordada del enfrenamiento, primero verbal y luego a golpes, entre ambas por librarse de la responsabilidad mayor en la destrucción el huerto escolar. “Yo vine embarca’o, guardia. Me trajo este que es un antisocial” y “tú ve’, pod tu culpa” –respondida con “eh, culpa de qué”– son otras dos “joyitas” de la bronca ratonil, uno de los clímax del corto.
En Los valientes, los “malos”, como muchas veces sucede, le ganaron la pulseada simbólica a los protagonistas y dejaron más para la historia. Así, en otros momentos de este cuento con moraleja didáctica y socialista, el humor alivia el sentido moralizante gracias a frases como “Eres un bádbado –las ratas al hablar cambian la “r” por la “d”– con el hacha”, “cayeron en el jamo”, y “ay, qué miedo”, luego citadas y vueltas a citar por quienes rieron de lo lindo con este muñequito.
https://www.youtube.com/watch?v=09nKOiya8Eo
5-Chuncha
Aunque menos graciosa como personaje y como saga, Chuncha es también un clásico del dibujo animado en Cuba. Esta creación de Gaspar González se ha mantenido por muchos años en la pequeña pantalla, con episodios vistos una y otra vez por varias generaciones en la isla, que no pueden menos que imaginar a la voluntariosa abuelita cuando escuchan el grito de “¡Alabao!”, leit motiv de la protagonista.
En su lucha constante contra lo mal hecho y su empeño de educar a su sobrino, Chuncha enfrenta lo mismo a un ladrón que reprende a su traviesa mascota, el perro Cacharro, que incita a Paquito a practicar deportes y a combatir a los mosquitos. De estos momentos han quedado frases como “Fumiga, Paquito, fumiga”, que repite en sueños, o la pregunta del sobrino, pícaro, “Tía, ¿y la jabalina?”, sobre la “jabalina” –en realidad palo de escoba– lanzada por la anciana y que un perro no les dejaba recuperar.
Pero tal vez la frase más memorable de Chuncha sea la décima que le dedica a su vecino Pancho en el campismo, en su combativa exhortación contra la obesidad que es también un simpático canto de lo cubano. Ella, aunque no se cite como otras de Elpidio Valdés o Vampiros…, sí es recordada y hasta recitada con cariño, como enlace afectivo con un acervo que supera cualquier barrera o ideología: “Machete rima con lima, riman la grúa y el gancho, pero no rima el campismo con la barriga de Pancho”.