El dramaturgo cubano radicado en España Abel González Melo, que acaba de ganar el prestigioso Premio Casa de las Américas por Bayamesa, una obra estrenada en Miami acerca de una poco conocida poetisa suicida y feminista de Cuba, defiende “la revisión histórica desde el teatro“.
“Nuestros exilios están llenos de gente anónima que sigue traumatizada. La revisión histórica, desde el teatro, me interesa por eso, porque puede situarnos ante la complejidad del presente, hablar de tensiones globales de ahora mismo tomando como eje una cuestión particular”, señala en una entrevista con la agencia Efe.
Nacido en La Habana en 1980, González Melo dirige el Aula de Teatro de la Universidad Carlos III de Madrid y es profesor de Guión en la también española Universidad Rey Juan Carlos.
“Sin memoria no hay fijeza de tradición”, remarcó.
González Melo supo que había ganado el premio Casa de las Américas por Bayamesa. Réquiem por María Luisa Milanés precisamente cuando el mes pasado se encontraba en Miami presentando la puesta en escena de esa obra.
“Es un premio emblemático de nuestro continente, ya cuenta con sesenta y una ediciones. En la década de los años 60 lo obtuvieron dos autores cubanos a los que admiro mucho: José Triana con La noche de los asesinos y Virgilio Piñera con Dos viejos pánicos“, dice el joven dramaturgo a Efe.
El autor se encuentra en Chicago invitado por Aguijón Theater para dirigir Kiev, un texto del dramaturgo franco-uruguayo Sergio Blanco, que se estrenó este fin de semana en español.
Aunque González Melo es más conocido como dramaturgo, afirma que la dirección de escena es su “otra pasión”.
El texto por el que obtuvo el Premio Casa de las Américas fue el producto de una investigación sobre Milanés que le pidió el grupo de teatro Avante de Miami, para el que González Melo ha escrito dos obras.
De la poetisa cubana (1893-1919) que con solo 26 años se quitó la vida de un disparo en el pecho, dice: “su personalidad me resultó febrilmente cercana, sobrecogedora, enigmática: todo el tiempo moviéndose en la cuerda floja, disimulando su fervor creativo, protegiendo sus escritos de la ira del padre y el marido, destruyendo su propia obra en plena crisis depresiva”.
Al estreno de Bayamesa, que ocurrió durante el Festival de Teatro Hispano de Miami de 2019 y justo el año del centenario de la muerte de la poetisa, asistieron familiares de Milanés que viven en Estados Unidos, que le mostraron fotos y le contaron aspectos que no conocía de la historia.
Poetisa feminista cubana del siglo XIX a las tablas en Miami
“En un proyecto como este, donde se funden realidad y ficción, estos vínculos son entrañables”, añadió.
Pero antes de esta pieza que le ha proporcionado al dramaturgo “mucha felicidad”, González Melo ya había trabajado con Avante en un drama “de las dos orillas”.
En la obra En ningún lugar del mundo (2018), que dirigió Mario Ernesto Sánchez y versa sobre la historia del exilio cubano, un “marielito”, Ángel, regresa a su país luego de 38 años.
“En el caso de En ningún lugar del mundo trabajé sobre dos heridas no cerradas de la historia cubana reciente: la Guerra de Angola y el Mariel”, dice el autor.
Ángel, el protagonista, fue obligado a abandonar Cuba en 1980 diagnosticado como supuesto enfermo psiquiátrico, aunque “en realidad la familia se lo quería quitar de encima por los duros testimonios de su experiencia de tres años como soldado en Angola que él comenzaba a contar en público”, comenta el autor.
La obra más conocida de González Melo es, sin embargo, Chamaco (2006), traducida a varios idiomas y llevada al cine cuatro años más tarde por el director Juan Carlos Cremata.
Chamaco se ambienta en La Habana marginal que no sale en las postales turísticas y fue estrenada en Cuba por Argos Teatro.
“Surgió del dolor de perder a mi padre en un violento accidente. Sentí que se nos quedó todo por contarnos, por disfrutar juntos. Esa desolación traza el mapa de mi Habana nocturna, con aliento trágico y alma universal”, dice el autor.
“Nunca más me ha ocurrido algo así con un texto: lo escribí entre un 23 y un 26 de diciembre, justamente los días en que la trama sucede, y sentí como si una voz desconocida me lo fuera dictando”, agrega.
“A menudo siento que Chamaco es mi padre que nunca se ha ido de mi lado. Regresando a ella ahora, que recién escribí Bayamesa, me parece curioso que en ambas se hable de la incomprensión entre padres e hijos, de la angustia ante la pérdida, de la doble moral y del suicidio. Dicen que uno escribe siempre la misma obra, ¿no?”, culminó dubitativo el cubano.