Nuevamente Sófocles, nuevamente Brecht y nuevamente Impulso Teatro. Estas conjunciones felices trajeron como consecuencia el exitoso estreno de Antígona el pasado fin de semana en la Sala Tito Junco.
Antígona es la primera obra, por el orden de escritura, de la trilogía de tragedias de este clásico que se inscribe en el llamado ciclo tebano —las otras son Edipo Rey y Edipo en Colono—. Fue estrenada en el año 441 a. C, y desde entonces es un referente del teatro griego fundacional, un texto clásico no sólo por el penetrante diseño de los personajes y la trepidante progresión de la trama, sino además porque somete a discusión temas eternos como la ambición por el poder y la egolatría asesina de supuestos prohombres que por vanidad arrastran a sus pueblos a un destino previsiblemente desgraciado.
El rey Creonte envía a los tebanos a una muerte cierta en busca de mayores riquezas. Para ello no duda en ejercer su autocrático poder, sin importar lo que piensen sus subordinados, y mucho menos atender las señales inequívocas que emite la realidad. No hay para él más verdad que sus deseos ni más evidencias que sus erráticos desvaríos de dominio omnímodo. En ningún caso se entiende como servidor público; por el contrario, es el pueblo quien ha de servirlo.
Polinices, hermano de Antígona, según Creonte, tío de ambos, ha traicionado a Tebas, por lo que su cadáver debe permanecer insepulto, a merced de la fauna carroñera. Antígona desobedece a Creonte y lo entierra. Esto, que podría parecer el origen de una disputa familiar, no es otra cosa que un valiente acto de desacato cívico. Las órdenes irracionales y crueles no deben ser seguidas, más cuando estas pueden arrastrar al reino a la peor de las miserias.
Antígona ha quedado, pues, como el símbolo de la valentía de la mujer, que no teme poner en riesgo su propia vida por combatir la ridícula jactancia de un mortal que se asume dios. Enfrenta a Creonte y le hace saber el desprecio que los tebanos sienten por él.
Brecht y más
Bertolt Brecht adaptó el texto de Sófocles a partir de la traducción del poeta alemán Friedrich Hölderin, y lo estrenó en Suiza en 1948, tres años después de finalizada la Segunda Guerra Mundial. Su versión alude directamente a la contienda bélica: el Polinice del texto original ahora es un desertor de esa conflagración, y Creonte, una clara alusión al dictador nazi.
De aquí, y acercando la obra a la brasa de nuestros días, toma Osvaldo Cano los elementos para trabajar la dramaturgia que asume Impulso Teatro en su puesta habanera. La dirección corresponde a Linda Soriano quien, a su vez, encarna a Antígona, personaje que alterna con Dila Martínez.
Esta Antígona no se ancla a una época ni a ningún ámbito geográfico reconocibles. Sin embargo, es, de manera innegable, una Antígona cubana, lo que se manifiesta en la gestualidad de los actores, en su ritmo y en la sugerente apoyatura musical, debida a un cuarteto de percusión cubana (Danilo Aguilar, Eleanni Montpeller, Kirenia Gilbert y Jesús Angá).
El odioso Creonte es interpretado magistralmente por Eudys Espinosa, detestable hasta la saciedad, rotundo, en apariencia inexpugnable, pero corroído por el miedo.
Hay también un Tiresias espléndido bajo la piel de Carlos Pérez Peña, actor icónico de la escena cubana, donde los haya. Resuelven sus retos actorales con solvencia Dila Martínez (Ismenia), Renny Arozarena (Anciano) y Carlos Enrique Espinosa (Hemón y Soldado).
Linda Soriano ha conseguido una puesta en escena imaginativa, vigorosa, que sostiene la tensión creciente hasta el final. Las coreografías son exactas, los y las danzantes hacen las veces del coro griego, suerte de conciencia colectiva que tanto vaticina como clama. Y su desempeño actoral, el de ella, corona con brillantez el espectáculo: una Antígona desafiante, fiera, que va con convicción a la muerte y deja en el espectador la idea, en estos tiempos de mediocridad pragmática, de que todo sacrificio no es inútil.
Cruce de palabras
Como ya va siendo habitual en estas notas, doy a la directora la opción de expresarse fuera de la escena.
Entiendo que tu puesta parte de la versión de Brecht sobre la Antígona de Sófocles que tradujo Hölderlin. Noto que adaptaste el texto de Brecht, que ya era una adaptación del original. ¿Cuánto hay de ustedes en la puesta actual?
En la puesta actual está la esencia y la estética de Impulso Teatro, desde el lenguaje común que parte del trabajo físico hasta la manera de sentir y expresarnos como artistas; en el uso de la música en vivo, tanto para dar atmósferas a cada escena como para acompañar la narrativa de la obra; la teatralidad inherente del teatro; la sustitución de escenas que Brecht encargaba a dos personajes, en el montaje se convierten en voz coral, en situaciones ejecutadas desde la visualidad. No obstante, fue intencional que la adaptación Brechtiana no sufriera grandes cambios. Es una manera de poner al ser humano de hoy frente al de un siglo atrás. A pesar de los años sigue teniendo los mismos conflictos e idéntica deshumanización: el ciclo de la serpiente que se muerde la cola.
¿Es la primera vez que, como actriz o directora, te acercas a esa obra?
Sí. Con la estética de Brecht ya he trabajado otras veces como actriz. Este proceso de Antígona comenzó a gestarse hace un año.
En la puesta tiene un papel muy importante la música, ejecutada en vivo por un grupo de percusión cubana. Incluso hay un célebre pasaje de “La vida es sueño”, de Calderón de la Barca, llevado a guaguancó. ¿Es un recurso de reconocimiento para acercar al espectador al texto clásico? ¿No temes que esa mezcla de referentes culturales pueda ser apreciada como una heterodoxia de tu parte?
La puesta está marcada por una atemporalidad intencional que me permite jugar con diferentes referentes en función de mi necesidad como artista. El pasaje de La vida es sueño en guaguancó es un homenaje que el grupo hace, a través de la puesta, a su líder fundador, Alexis Díaz de Villegas, fallecido en 2022. Él fue un pilar fundamental de la escena cubana; entre tantos personajes, le tocó interpretar a Segismundo. Junto a Vicente Revuelta, en tiempo de guaguancó, muchas veces cantó ese fragmento en el patio de la Casona de Línea. Esa parte de la obra constituye un tributo y una despedida espiritual.
El público cubano conocedor de dicho pasaje entiende el significado de este momento, y el espectador ajeno entiende el mismo fragmento como la muerte y el vuelo de Antígona unido a la voz de otro personaje clásico, Segismundo, que pide humanización. La ambigüedad Antígona-Alexis-Segismundo está entrelazada con el guaguancó, el toque del palo y otras sonoridades cubanas. La heterodoxia la asumo con satisfacción.
¿Cómo te sientes en el papel de Antígona? ¿De qué manera crees que el personaje dialoga contigo?
Antígona es un personaje que, desde que lo soñamos, Alexis me pidió que lo interpretara. Inicialmente me negué, por la complejidad de dirigir y actuar. Pero luego se convirtió en un compromiso espiritual y artístico para mí. Es un personaje que tiene que ver conmigo, con mi amor y mi dolor, con mi insatisfacción con lo que se está viviendo no solo en Cuba; tiene un enfoque global. La obra de arte coge vuelo cuando es capaz de ser entendida por cualquier lenguaje, tristemente los mismos conflictos nos siguen habitando.
El sacrificio de Antígona no es por combatir a Creonte, sino por defender su derecho como familia, como ciudadana impulsada por el dolor y el amor. Ella trata de convencer a Creonte, y al no lograrlo y ser castigada con el destierro, en la desesperación lo va desenmascarando sin miedo. Es importante dejar claro que a ella la mueve su amor a la familia, a su tradiciones, a su raíz y por eso se revela.
La familia es la sociedad y Caronte, la tiranía que conculca sus derechos.
Pienso que el respeto a ese personaje es su correcto entendimiento. Por eso la obra habla sola y es importante la catarsis del espectador acorde a sus vivencias frente a este fenómeno.
¿Qué tiene que decir la obra al espectador cubano de hoy?
Nada en particular, considero que condicionaría su percepción. La puesta en sí habla. Cada cuál dialoga con ella desde su realidad, su vivencia, su sensibilidad y su dolor. Mi voz ya fue a través de ella. Más pertinente sería preguntar: ¿Qué tiene que decir la obra al ser humano de hoy? Los cubanos somos humanos, y la humanidad no está a salvo. En todos los sistemas somos víctimas del quebrantamiento, de la contraposición religión, política y derecho ciudadano. Por eso este clásico ha trascendido las barreras del tiempo, y hoy encaja perfectamente con nuestras realidades. Es una característica de Impulso levantar la lupa, buscar la raíz, reflexionar como nos ha enseñado el teatro de Brecht. El ser humano no es inmutable, tiene que hacerse responsable de sus propias acciones, tiene en sus manos la posibilidad de cambiarse para bien.
Antígona ha sido un proceso hermoso de creación y montaje. Nada está puesto fortuitamente en la escena. Ha sido un tiempo de creación, de unificación. Estamos haciendo “el teatro que queremos ver”, premisa con la que nació nuestro grupo.
Qué: Antígona, por Impulso Teatro.
Dónde: Sala Tito Junco del Complejo Cultural Bertolt Brecht.
Cuándo: Viernes, sábados y domingos de marzo. Viernes y sábados, a las 7:00 pm.; domingos, a las 5:00 pm.
Cuánto: 50 CUP.