Sea como director, actor o presentador en televisión, Jazz Vilá busca dejar una huella con su obra, así lo ha confesado a OnCuba este artista, quien se mantiene dividido entre Miami y La Habana con el trabajo de su compañía Jazz Vilá Projects (JVP), en un andar incansable.
Ni siquiera la pandemia de la COVID-19 supuso un obstáculo para él, en este tiempo de aislamiento creó VOM (Vestuario o Maquillaje), primer proyecto teatral hecho en Cuba para el espacio de Internet, una idea que estaba pensada desde antes de la pandemia, un guion que surgió “para hacer de manera paralela dentro de JVP, precisamente en mi afán por tener un espacio complementario en las redes sociales”, confiesa.
La acogida del público es algo con lo cual ha contado Vilá desde que creó su compañía hace ya ocho años, y en el caso de esta serie teatral en estos momentos “se está retransmitiendo en el programa El Jelengue, de MegaTv, por lo que mantiene su vitalidad. La vida me ha enseñado últimamente que lo que uno menos espera, ocurre. Y lo que más uno desea, se demora”.
Pese a las adversidades que ha vivido el planeta estos dos últimos años, el actor y director sabe con certeza que “JVP va a seguir existiendo. Tengo la suerte de poder dedicarme a mi carrera desde que empecé y creo que el futuro traerá nuevos proyectos”.
También reconoce “lo importante que es para mí también apoyar el trabajo que hacen los jóvenes creadores”, una máxima que ha guiado su carrera donde ha pasado de ser el joven en el cual han confiado tantas personas, a ser él quien muestre su apoyo a los noveles artistas que trabajan en sus proyectos.
¿Por qué seguir vinculado al teatro?
Apuesto por el teatro en el futuro digital hacia el que vamos (que es indiscutible), creo que lo real, lo tangible, lo que se puede sentir, va a cobrar entonces un valor añadido. En ese sentido, el teatro se va a volver algo muy, muy de agradecer, porque seguirá siendo el espacio donde la gente se podrá ir encontrando consigo misma.
Evidentemente, va a beber de todo ese ciberespacio y posiblemente veremos mucha innovación, por ejemplo, obras de teatro a través del metaverso, como mismo hoy con los drones vemos imágenes desde el cielo. Pero, ese pequeño lazo que se conecta entre la audiencia y los actores que están en el escenario, eso no podrá ser sustituido por nada. El teatro abarca todas las artes: la plástica, la música, la danza, la literatura, y eso lo hace especial y lo va a mantener vivo.
¿El teatro en Cuba en particular?
Creo que es más necesario aún en Cuba porque, a partir de las carencias y otras situaciones tristes, el teatro salva, porque a nivel espiritual llena y da un momento de respiro a los que lo hacemos, pero sobre todo, a quienes lo disfrutan. El ejemplo clarísimo está en Farándula y en cuántos la han repetido.
Cuba necesita más teatro que nunca. Un teatro que ayude en ese proceso de reinventarnos y de sacar lo mejor de nosotros después de años de tanto encierro, donde el mundo está viviendo procesos tan complejos, que por supuesto no le son ajenos al país. Creo muchísimo en el poder sanador del teatro y por eso defiendo que hay que seguir haciéndolo en Cuba.
Ahora que menciona Farándula, ¿cuánto ha significado esta obra en su carrera?
Cierra un ciclo que se vio dilatado por la pandemia a un espacio de cuatro años. Pero las obras pasan por un proceso, como lo seres vivos, que nacen, se desarrollan y descansan. Ha llegado el momento de que esta obra teatral descanse a nivel de temporada.
Está además por estrenarse la película, que felizmente ya es una realidad, filmada desde el año pasado. Es algo que significa mucho porque nunca pensé que una historia personal que llevé al teatro se iba a convertir en el fenómeno que es no sólo para el teatro, sino a nivel social, que es lo que notas cuando te das cuenta de la capacidad de movilización que tiene para llevar a la gente al teatro.
O que, después de tener 150 funciones en espacios donde cabían unas 300 personas, fuera a llenar un espacio emblemático como La Rampa, con 900 personas diarias; y ahora, que ha vuelto a repetirse, haya llenado toda la capacidad permitida, que es de 600 personas. Que esté llegando a las 200 funciones te marca la vida. Farándula me ha dejado una huella y lo lindo es que ha sido una huella más profunda que la que me dejó la historia real que la provocó.
Entonces, de alguna manera, debo estarle agradecido a la vida porque de ese mal trago naciera esta alegría infinita que es Farándula. Aunque algunos no lo reconozcan, las huellas son como los fósiles de los dinosaurios: no se puede negar que están allí. Ha sido para mí una misión como ser humano.
El trabajo con patrocinadores ha sido fundamental para llevar a cabo su trabajo en teatro…
El trabajo con los sponsors, los colaboradores y los patrocinadores fue vital en la creación de JVP, en su éxito y la capacidad que eso me dio para promover mis obras. Pienso que en estos momentos, después de la pandemia y con la situación que hay en Cuba y el resto del mundo, más que nunca debemos estrechar lazos.
Es imprescindible para el teatro recurrir a estos mecanismos de apoyo, necesarios para sostener, no el hecho artístico, sino la difusión y la promoción del espectáculo. Porque si no se sabe que la obra está, no se ve, y si no la ve el público no tiene razón de ser.
El teatro es para sentirse vivo, ser disfrutado. Usted puede pintar un cuadro y tenerlo y verlo cuando quiera, pero si la función de teatro no se ve, se pierde porque es efímera, como una respiración. Y los patrocinadores nos ayudan a dar color, siempre que esto no aprisione demasiado ni limite la creación artística, sino que la apoye.
Varios de sus personajes más recordados se insertan en la comunidad LGBTIQ. ¿Qué importancia tiene representar a esta comunidad en Cuba desde una perspectiva responsable?
Mis personajes, desde La China de Juan de los Muertos, y los que hice en Fátima o el Parque de la Fraternidad y en Paquita Salas, la serie de Netflix, o la película dominicana Hotel Coppelia, donde interpreto a Betty, en gran medida están ligados al mundo LGTBIQ.
También como dramaturgo y director, mis creaciones, son parte de ese arcoíris que representa la diversidad, porque no creo en la diversidad a partir de la segregación, sino de la unión, como en un bosque donde existen varias plantas y uno no se pregunta por qué. Por eso hay personajes en mis obras que tienen una u otra orientación sexual, pero eso no es lo que determina el suceso. Creo que esa es mi responsabilidad y lo que más trato de promover como creador.
Cuando soy actor, estoy a merced del punto de vista de un director, pero cuando dirijo el enfoque está en mi forma de ver y creer, por eso estos personajes representan al ser humano y así es como los trato. Cada artista debe tratar con respeto a todos los seres humanos.
Uno tiene que tener gran responsabilidad porque genera criterios, estados de opinión. Es importante que la gente lo asuma desde el entendimiento y no como una imposición. O sea, ser un artista responsable acerca de los temas LGTBIQ desde la aceptación, la tolerancia, el diálogo, y no desde la imposición de una preferencia porque va mucho más allá de eso.
El trabajo como actor muchas veces lo realiza a la par de la dirección. ¿Resulta compleja esa dualidad?
Actuar y dirigir es parte de mi vida, una dualidad de la cual ya no me voy a poder separar nunca. No puedo dejar de actuar porque llena mi alma; y dirigir, me da el placer de llenar el alma de otras personas, de saber que les estoy dejando algo que los hace reír, reflexionar y pensar, y me hace creer a mí que hay esperanza en el mundo y que, en momentos como este precisamente, en los que se alzan las manos o se alzan las armas, como diría una amiga, (como si el mundo no hubiera pasado suficiente dolor en los dos últimos años).
El teatro es mi mundo paralelo donde puedo inventarme esas vidas falsas, pero desde la realidad, desde el suelo, desde el corazón. Así que voy a seguir haciendo las dos cosas: actuando para mí y dirigiendo para el resto.
¿Cómo llegó a concebir un personaje como el de Betty en Hotel Coppelia?
El personaje de Betty es de los últimos maravillosos regalos que he tenido como actor. Llegó después de cuatro castings, así que no fue fácil, tuve que lucharlo, pero lo concebí con muchísimo respeto y amor.
Lo hice desde el dolor, pero también fue muy rico para mí el proceso porque significó adentrarme en la historia de un país como República Dominicana que, aunque me ha acogido a mí y a mis obras, no conocía a pesar de estar en el Caribe. Eso me hizo ver el paralelismo entre nuestras islas y sobre todo entender que desde los años ‘60 había esta búsqueda también en nuestras sociedades latinas tan machistas, y pude crear un personaje en esta época tomando como referencia a Marsha P. Johnson, la activista trans de esos años en Estados Unidos, un ícono en aquel entonces.
Es un personaje que huye hasta que decide quedarse y luchar y tratar de hacer lo posible, aunque eso lo hace debatirse entre sus sueños y la realidad en que está viviendo. Es una película fantástica, que defiende desde la raíz el concepto femenino y, algo que quiero destacar, es una película de mujeres, hecha por un hombre.
Hoy en día a veces el feminismo se lleva al extremo de que la mujer deba ser quien dirige estas películas, pero si lo hace, está fenomenal, y si lo hace un hombre, también. Hotel Coppelia demuestra que hay historias de mujeres contadas excepcionalmente por hombres, como lo ha hecho José María Cabral.
A Betty la tengo en mi corazón de una manera especial. Me han escrito cosas bellísimas al respecto. Lo hice no desde el punto de vista de su sexualidad, sino de su entorno y de sus circunstancias. No sólo se habla de lo sexual, sino de la familia, de la aceptación laboral, de los sueños por los que se lucha, como en el caso de Betty su cambio de sexo.
Antes de iniciar su compañía, estuvo vinculado a El Público. ¿Cuánto significó esta experiencia de trabajo con Carlos Díaz?
Teatro El Público es la casa donde me formé. Es la única compañía de teatro en Cuba donde he trabajado de manera permanente como actor durante dos etapas de mi carrera. Y Carlos Díaz es mi maestro. Gran parte de lo que sé también de dirección de actores, del trabajo escénico, se lo debo a él. Todas mis obras en los créditos, en los agradecimientos, están dedicadas a él, entre otras personas.
Pienso que lo más importante que uno debe siempre mantener y nunca olvidar es la gratitud y es la que le tengo como artista y ser humano. Se trata de ser fiel a las raíces, a un tipo de teatro que amo gracias él. Como dice Carlos Díaz mismo, hay que saber girar en redondo y saber bordar fino.
Incluso si hoy existe JVP es por el apoyo que le dio Carlos en un inicio cuando empecé a hacer Rascacielos, a través de Teatro El Público, y es algo que ha hecho por otros jóvenes creadores.
¿El futuro de Jazz Villa y su compañía?
Como actor, el pasado 29 de marzo se realizó el prestreno para la prensa e invitados de la película Mírame así, y se debe estrenar también la estadounidense The Mick and the Trick.
Estoy como presentador de “El Jelengue”, algo que tampoco esperé. Se trata de un show en vivo al que le agradezco por haberme acercado a grandes figuras de la cultura cubana con las que he podido compartir, al igual que con Boncó Quiñongo, que es tan querido.
También me ha abierto a un público más latino y pienso que es muy bonito. Hay otros proyectos cinematográficos también como actor.
En cuanto a JVP, vendrá la producción de El pequeño, que es una versión de El Principito, que ya había trabajado antes de la pandemia en un working in progress y ahora se estrenará en nuestra casa de La Rampa. Lo que pasa es que nuestra vida es como la de un nómada o un pequeño príncipe, que va de planeta en planeta descubriendo a sus habitantes. En tanto, el próximo gran estreno será El rapto de Europa, una comedia sobre ruedas, donde tres mujeres y se roban un autobús.
También está esta colaboración que estoy haciendo con Hugo Boss a través de la tienda miamense Merrick Park. Me llena de orgullo poder trabajar junto a una marca de tanto prestigio y con otras que apoyan mis creaciones, como es el caso de la empresa irlandesa Ding, que también respalda mi trabajo como artista y director. Los reconozco con muchísimo cariño porque gracias a estos mecenas puedo seguir creando personajes, obras y mundos de sueños paralelos.