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Jazz Vilá: “Mi teatro no es comercial, es popular”

Luego de 115 funciones en teatros cubanos y más de 20 mil espectadores durante seis meses consecutivos la obra "Farándula" ha convertido a este joven actor y director en un referente del teatro cubano actual.

por
  • sundred
    sundred
diciembre 13, 2018
en Teatro
6
Jazz Vilá. Foto: Caleb Lara.

Jazz Vilá. Foto: Caleb Lara.

Farándula, de la compañía de teatro Jazz Vilá Projects, también sale de Cuba. Se estrenó exitosamente el 17 de noviembre pasado en el Adobe Horseshoe Theater de San Elizario, Texas, Estados Unidos, con un elenco encabezado por Camila Arteche, Catherine Núñez, Hansel Porras y Diago Fernández.

Jazz Vilá, director de la compañía, no pudo estar presente en esa ocasión por encontrarse en República Dominicana rodando su próxima película Hotel X, que narra hechos ocurridos durante la revolución de 1965 y la segunda intervención norteamericana en esa nación caribeña.

Vilá asegura confiadamente que Farándula es una obra que puede resultar muy tentadora para cualquier público, incluso de Estados Unidos, por reflejar una cotidianidad cubana que puede ser fácilmente comprensible para una persona medianamente informada sobre Cuba y “romper con la monotonía que se percibe desde hace un tiempo en el teatro cubano”.

¿Por qué crees que el teatro cubano actual es monótono?

Porque mira hacia adentro y es demasiado localista. Sus proyecciones las entiende el público cubano que sabe lo que está pasando en el país. Creo que hay que avanzar hacia un público más universal teniendo en cuenta, por supuesto, nuestra cubanía y nuestra cotidianidad.

Se puede notar monotonía, por ejemplo, en las temáticas que se abordan, y un afán por buscar un lenguaje demasiado rebuscado que muchas personas no entienden o rechazan. Esa realidad va encerrando al teatro en un público muy selecto y eso no es bueno para nadie: ni para los que hacemos el trabajo, ni para el público en general.

No se puede soslayar tampoco un aspecto importante: el teatro es arte para entretener y debe ser masivo. Además, la ideología nuestra se basa en llevar la cultura a todo el pueblo. ¿No es cierto? Por tanto, debemos usar un lenguaje que se entienda. Cuando proponemos algo demasiado enrevesado alejamos al público menos conocedor de las temáticas teatrales. En Cuba nos hemos alejado del público en general. Y a mí me place mucho cuando los espectadores me dicen que finalmente vieron algo que entendieron.

Normalmente tus obras giran en torno a temáticas que se reiteran de diferentes maneras en cada puesta en escena, sin ser necesariamente repetitivas o pedantes. ¿Es casualidad o te lo has planteado de esa manera?

Yo analizo muy bien las temáticas que voy a proponer en cada obra y siempre me planteo llevar asuntos variados al escenario, capaces de sensibilizar a las personas, entretener, y hacer pensar. La temática principal es, sin dudas, el amor. Ese sentimiento es el hilo conductor de Rascacielos, Eclipse y Farándula. A partir de ahí abordo el tema de la infidelidad, la búsqueda desesperada del amor, el miedo a amar, el miedo a la aceptación, la frustración ante el rechazo, la traición, la amistad… También incluyo otras aristas con un sentido social más profundo, como el abuso de poder, la violencia de género, la igualdad de género, la diversidad sexual…

Hay una amalgama muy contemporánea contemplada en mis obras. Yo escribo los textos y no me repito porque hay muchas tramas en la vida. Siempre hay cosas nuevas que contar. Todo parte de historias que uno escucha cotidianamente. No me considero un dramaturgo ni el resto mérito a los actores, que son los que terminan de escribir las obras. Soy muy abierto en ese sentido. No creo tener la verdad absoluta.

Jazz Vilá. Foto: Luis Joa.
Jazz Vilá. Foto: Luis Joa.

Algunas personas piensan que tu teatro es demasiado comercial dentro del entramado cultural cubano.

¿Pero a qué le llaman comercial? Yo podría decir que cualquier teatro es comercial, porque la entrada para ver una obra se paga. ¡Ahí hay comercio! No obstante, entiendo el punto de vista de muchos, y en ese sentido afirmo que mi teatro no es comercial, es popular. Yo no estoy comercializando el teatro que hago de manera diferente a como lo hacen los demás, ¡de lo contrario sería rico! En esa consideración hay un problema de enfoque. Es importante que los críticos entiendan mejor cuáles son los términos que emplean. Yo no soy capitalista, como muchos piensan, ni un cuentapropista del teatro.

¿Cómo se logra llegar a la popularidad?

La popularidad se logra cuando estás en contacto con el público y escuchas lo que quiere. Cada vez que termino una función me paro fuera del teatro y saludo al público. Tengo un termómetro diario para saber qué pasa con mi obra. Eso me da la medida de hacia dónde va lo que hago. Por eso sé cuál será mi próxima obra. Muchas personas dicen que mi teatro es fácil y eso no es cierto. Simplemente abordo temáticas con un lenguaje más cercano a sus vidas. No busco epítetos ni metáforas.

¿Cuáles son tus referentes a la hora de concebir el tipo de teatro que propones?

Los referentes parten de mis experiencias en distintas partes del mundo. He podido trabajar con compañías de teatro en varias ciudades del mundo como asesor dramático, asistente de dirección. También fui asistente de producción de Les Ballets de Monte-Carlo, que estuvo en Cuba hace par de años y yo influí para que se presentaran en mi país.

Todo eso me ha permitido estar en contacto con determinadas formas de gestión y entender que el teatro no es un fenómeno personal, sino de público. Por tanto, Jazz Vilá Projects no es un teatro de Jazz Vilá, es un teatro de Jazz Vilá para el público.

Yo pienso que el éxito está ahí: he quitado el ojo de mí y lo he puesto en el espectador. Pienso en qué quisiera ver la gente y no en qué quisiera ver yo. La gente quiere reír y pasar un buen rato, encontrar un momento para desconectar de su realidad.

¿Cómo escoges a los actores de tu compañía?

Llegan de disímiles maneras: a algunos los he visto en obras de teatro, otros se me acercan espontáneamente. Pero todos deben encajar en lo que estoy montando en ese momento y entender la filosofía de la compañía. Hay que mantener una disciplina, estudiar mucho, andar bien vestido, participar en eventos y actividades de promoción. El compromiso de los actores no está solamente en actuar, sino también en formar parte de todo el engranaje publicitario que hay detrás de cada obra. Y todos mis actores son jóvenes.

¿Crees que la formación académica de esos jóvenes actores se corresponde con las exigencias de Jazz Vilá Projects?

Yo pienso que el nivel de la formación de los jóvenes en la Escuela Nacional de Arte (ENA) es muy bajo, y el nivel cultural de los estudiantes tampoco es muy bueno. Cuando trabajas con egresados te das cuenta de que les faltan referentes, conocimientos. Hay que entender un contexto para entender una obra. Por ejemplo, no se puede entender a Lorca sin no entiendes la Guerra Civil Española. Sería como ver Farándula sin entender el entorno de Cuba. Y otro aspecto: los jóvenes de hoy tienen puestos los ojos en la fama. Eso no está mal, pero debe haber una dosificación de ese trabajo.

¿Cuál será la próxima obra de Jazz Vilá Projects?

Anunciamos recientemente en las redes sociales que estamos trabajando en la comedia Vestuario y Maquillaje, que se estrenará el próximo año. La trama tiene lugar dentro de los camerinos de un teatro, y tiene como novedad una gran interacción con las redes sociales.

Etiquetas: Teatro cubano
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Comentarios 6

  1. Roberto Ramos Mori says:
    Hace 6 años

    Yo pensaba que OnCuba era seria! OMG!

    Responder
  2. Anabell says:
    Hace 6 años

    Hola, pueden por favor indicar si hay alguna obra en cartelera a finales de este mes??

    Responder
  3. Norge Espinosa says:
    Hace 6 años

    CUANDO LA CULTURA SE CONFUNDE CON FARÁNDULA
    Por Norge Espinosa Mendoza

    Para los amantes del chisme, la bola, el dime que te diré, voy a dejarlo claro desde el primer párrafo: fui yo quien calificó a Jazz Vilá de cuentapropista del teatro, en la reseña que escribí tras ver Farándula. Lo hice tras abrir el programa de mano de la puesta, donde el elenco, sus propias palabras que llamaban a una unidad mayor de la escena cubana toda, y los referentes del espectáculo quedaban ahogados entre las promociones de peluquerías, hamburgueseras, cafeterías y otros negocios que respaldaban dicho montaje. “¡Me encantó lo de cuentapropista!”, me dijo tras leer la nota, cuando lo encontré en el café de la sala Tito Junco. Al parecer no le gustó tanto, como deja ver esa seudo entrevista que OnCuba le acaba de publicar. En ella, según lo que revela a Sundred Suzarte Medina, se desenmascara a sí mismo no como un cuentapropista (contra los cuales, como dije en mi reseña, nada tengo), sino como algo sí muy grave: como un reaccionario.
    Yo creo que Jazz Vilá tiene todo el derecho del mundo a hacer el teatro que le dé la gana, siempre y cuando tenga a su lado actores, equipo que confíe en él y patrocinadores, estatales o no, y un público que lo acompañe. Comercial o no, ligero o profundo, metafórico o llano en su contenido, el teatro tiene que ser, para ganar autenticidad en tanto movimiento, variado y polisémico, en tanto sea, también una verdad. Donde creo que a Jazz Vilá se le va la catalina, es cuando, amén de hablar de su teatro, empieza a calificar todo lo demás en términos reduccionistas, cayendo en numerosas contradicciones que, sin siquiera darse cuenta él mismo, lo ponen en aguas calientes. Y no hablo del estado mexicano en cuestión.
    Dice Jazz Vilá que el teatro cubano es monótono, y se presenta a sí mismo como el antídoto, la inyección de alegría y entretenimiento que tal vez pueda salvarnos. Dice Jazz Vilá que el teatro debe ser masivo, que hay que trabajar para el pueblo, al que no se le puede estar enredando la cabeza con metáforas. Dice Jazz Vilá que los alumnos que vienen de la ENA (como él en su momento, porque no se graduó de La Sorbona) carecen de preparación sólida. Y que sus referentes de formación, llegado este asunto al diálogo, hay que buscarlos en el Ballet de Montecarlo. Evidentemente, hay quien se cree que con medias verdades puede engañar al planeta, incluyendo a su entrevistador, de quien, por cierto, jamás he leído una reseña teatral.
    Conozco bien a Jazz Vilá. Se graduó de la ENA con Teatro El Público, y apareció en una obra mía en ese escenario, Ícaros, en 2003. Trabajó luego en La loca de Chaillot, bajo el mismo director, también en televisión, y luego se fue a España. Regresó después y tuvo una aparición feliz como La China, el el primer filme cubano de zombies, Juan de los Muertos. Me lo reencontré cuando se integró al elenco del workshop de Carmen La Cubana, el musical que escribí para Christopher Renshaw, y que hoy anda de gira por el mundo. Ninguno de esos antecedentes son mencionados en este diálogo de OnCuba, porque tal vez sean poca cosa y lo mejor sea, claro, hablar del Ballet de Montecarlo. Con apoyo de Teatro El Público dirigió Rascacielos, su primera puesta. Luego vinieron Eclipse y Farándula. Todas promocionadas con grandes carteles en avenidas concurridas, porque en el mundo de hoy, la publicidad lo es todo. Son piezas ligeras, armadas a partir de equívocos sexuales, que rozan muchos temas y profundizan en pocos. A su favor, tiene el público, esencialmente juvenil, que va a verlo por diversión y en pos de los rostros televisivos de sus elencos. Eso es lo que es, y no hay que pedirle más. Empezando por el propio Jazz Vilá, que habla de sí mismo como fenómeno, más que como de un suceso realmente teatral. Con una fuerza que la escena cubana no conocía desde los días más arrolladores de Tony Menéndez, Jazz Vilá pretende robarse la luz de todos los reflectores. Y vuelvo y repito: eso es lo que menos me preocupa. Que lo haga, que siga con su dinámica, que llegue a las mil funciones, incluso, lo mismo en la Llauradó que en ese teatro de un pueblo ubicado en la remota Texas.
    Lo que sí me preocupa es que diga, y que OnCuba le sirva de caja de resonancia, cosas que ya se han oído en el teatro cubano en décadas no tan pasadas, y que han tenido nefastas consecuencias. Su juego es obvio: resumir en una masa aburrida a toda la escena cubana, para destacarse él como salvador de la risa y la diversión que al parecer escasean. Aún peor, reniega de la metáfora escénica, de la alegoría y la experimentación que son parte de nuestra tradición no solo escénica, sino cultural. Con esos mismos tonos, se barrió de los escenarios nacionales, en la década del 70 del pasado siglo, a todo un movimiento de creadores que apostaba por traer a nuestro país otras fórmulas de riesgo. Bajo el mismo uso demagógico del concepto “pueblo” que Jazz Vilá manipula aquí, se desterró mucho de eso para dar paso a un teatro simple, de escasos valores estéticos, y de mensaje inmediato. Subestimar al auditorio es el peor error de un teatrista: Jazz Vilá lo hace, y su juventud o desconocimiento de ciertos referentes, no pueden excusarlo. Nos dice, mediante un uso completamente oportunista de ciertas claves: “la ideología nuestra se basa en llevar la cultura a todo el pueblo. ¿No es cierto? Por tanto, debemos usar un lenguaje que se entienda. Cuando proponemos algo demasiado enrevesado alejamos al público menos conocedor de las temáticas teatrales.” De seguir esa línea, la obra intensa, poblada de sentidos y metáforas, experimentadora, de Vicente Revuelta, Berta Martínez o Roberto Blanco nunca hubiera existido. Jazz Vilá nos regala la oportunidad de reconocer que ciertos exorcismos no han sido completados: por su boca hablan fantasmas y patrones de censura y discriminación estética que en otros tiempos solo generaron crisis, rupturas y separaciones absurdas en la cultura cubana toda. Esos espectros que confunden lo popular con lo populista siguen rondándonos. Pasa siempre, cuando la farándula se confunde con la cultura.
    Quien esto escribe, ha hecho teatro con Carlos Díaz, aprendió con Roberto Blanco y Estorino, disfruta escribiendo para títeres y Teatro de las Estaciones, ha leído teatro bufo como a Chéjov y a Racine. Y ha hecho, con muchísima honra, teatro comercial: no otra cosa es Carmen La Cubana. Teatro comercial con la vista clavada en el auditorio, con profesionales probados en el medio, con un respeto amplio hacia la cultura y el arte de la escena. Ligereza no es superficialidad. Ser popular no implica ser chato ni abaratar ciertos códigos. Ahí están, para demostrarlo, Contigo, pan y cebolla, de Quintero; y María Antonia, de Hernández Espinosa, dos hitos de popularidad; como lo fue también La Celestina de Carlos Díaz. En el teatro nacional de ahora mismo, varios nombres implican un cardinal de rigor, como Raúl Martín, Carlos Celdrán o Nelda Castillo, Rubén Darío Salazar, Ernesto Parra, que niegan con sus entregas esa idea de monotonía que jazz Vilá quiere vendernos. Pero no son esos otros a los que entrevista OnCuba. Y esa voluntad terminante con la que el joven director hace tabula rasa de nuestra escena confirma varias cosas, entre ellas, las muchas vulnerabilidades con la que se hace, se piensa y se defiende o no nuestra propia escena.
    Jazz Vilá tiene toda una vida por delante. Le deseo éxito y mucho público. Será la mejor manera de aprender y reconocer lo que de errático hay en sus palabras ahora mismo. La mayor lección la recibe, un teatrista, sobre las tablas y bajo las luces. Le deseo también que no tenga que sufrir lo que padecieron otros, cuando lo que él dice ahora se convirtió en un arma de doble filo que nos trajo tanta grisura. Y a OnCuba, por mi parte, le deseo mejores entrevistas.

    Responder
    • Rebecca de Avila says:
      Hace 6 años

      Me encanta que OnCuba toque temas así en sus entrevisas, algo diferente. Muy buena entrevista y muy elocuente Jazz Vilá, como siempre. Auténtico, original y honesto. Tiene toda la razón en lo que dice.

      Responder
    • Ximena Fuentes says:
      Hace 6 años

      Senor Norge Espinosa. Aplaudo sus palabras para referirse al exito de una obra como Farandula o una compania como Jazz Vila Projects. Sin embargo, diga lo que diga usted, y lo adorne con todos los artificios que desee, dicha obra y dicha compania han logrado que la juventud cubana regrese al teatro. Es cierto que en Cuba hace mucho tiempo se hace un teatro elitista muy alejado de la media popular. Jazz Vila ha sabido devolverle el espacio al publico joven de la isla. Hay que dejar de tenerle miedo a mostrar lo que la gente quiere ver. El que sea un teatro popular o para jovenes, o el hecho de que utilice rostros conocidos de la television, o que muestre una realidad cubana que quizas no sea interesante para los “intelectuales cubanos” no la hace una obra de menor calidad. Creo que debemos tener espacio para todo, y comenzar a repestarnos mas los unos a los otros. Por mucho tiempo he creido que los intelectuales cubanos se han creado de una burbuja que los aleja de su propia realidad y eso no es bueno a la hora de crear, porque se olvidan del momento historico que viven y son incapaces de reflejarlo. Por eso los temas del teatro cubano actual son monotematicos, mediocres y aburridos. Sigan ustedes en su burbuja y dejennos a nosotros disfrutar de nuestra realidad desde un punto de vista diferente y no por eso menos inteligente. Creo que los mas superficiales son ustedes mismos que no logran ver mas alla. Ojala y haciendo ese teatro arcaico sigan teniendo mucho exito. Yo por mi parte estare esperando ansiosa la proxima obra de Jazz Vila Projects, la que de verdad me representa. Esa, la viva y elocuente. La de hoy. La de nosotros los jovenes cubanos que por fin volvemos a tener un espacio en el teatro cubano.

      Responder
  4. Sandra says:
    Hace 6 años

    Vi Farándula 3 veces porque cada vez en cada presentación me la disfrutaba de manera diferente, la historia que cuenta y la interpretación de sus actores era impecable siempre y me divertí tanto, como me hizo reflexionar en el tema de las relaciones interpersonales, así mismo me pasó con Rascacielos. Me encantan las obras de esta compañía, y que bueno que nos han abierto el internet en Cuba para poder ver estos reportajes y opinar. Cuando presentan de nuevo Farándula ????

    Responder

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