“Pocos ejemplos hay como la zona del silencio,
en que un mito ha ocasionado tantos trastornos”
Ciervo Encantado
Cada persona convive a diario en varias zonas de silencio donde proliferan problemas sociales con los cuales deben lidiar, sea de manera activa o actuando como si nada pasara.
En ocasiones estos temas saltan a la luz pública, nos tocan de cerca y solo así damos cuenta de su existencia, aunque permanecen en nuestro entorno social y cotidiano desde antes de nosotros siquiera poblar el planeta.
Machismo, prostitución infantil, patriarcado, libertad de expresión, indigencia, censura, abuso de poder, maltrato animal, homofobia… una lista interminable que habita la Zona de silencio que propone la compañía Ciervo Encantado en su más reciente puesta en escena, abierta al público todos los viernes y sábados del mes de marzo en su sede habitual (Calle 18 e/ Línea y 11).
El performance de poco más de una hora de duración presenta estos conflictos de manera cruda al espectador, que permanece impávido en su asiento, casi sin moverse ante la actuación de Mariela Brito, quien asume en solitario el casi tortuoso ejercicio físico que significa habitar la Zona.
El manejo del espacio es vital en Zona de silencio y la experimentada actriz sabe aprovechar este recurso a su favor, logrando mantener al público en vilo mientras va desenterrando cada uno de las piezas esparcidas en el terreno, sin lograr a mostrar del todo lo que encierra la Zona.
El desempeño de la actriz puede resultar incómodo en un inicio para el espectador promedio, aunque durante el transcurso de la obra cada persona asistente a la función logra ser uno más dentro del ecosistema diseñado por Nelda Castillo, directora de la compañía.
La Zona es un lugar donde se paran los relojes, así lo expresa el texto que acompaña este performance, útil recurso para lograr entender en principio el lugar al cual entra el público y donde, al terminar la función, puede interactuar como uno más del espacio.
Una de las apuestas de este performance es precisamente el involucrar al público asistente a la sala en el momento final, para sumar “carteles” con los asuntos que se quedaron fuera de lo expuesto en la obra, que presenta un total de 20 conflictos en escena.
Brito se adentra desnuda en cuerpo y alma al peligroso hábitat, sortea como hábil contorsionista las “enredaderas” del lugar y poco a poco va involucrando al espectador-habitante del espacio, desenterrando los problemas que conciernen a los individuos de la Zona.
“Si va a visitar la zona del silencio debe estar consciente de que, dadas las condiciones de aridez, se trata de un ecosistema muy vulnerable y usted es responsable de ayudar a conservarlo”.
El minimalista escenario, acompañado de un eficaz juego de luces, revela un árido terreno que busca mostrar el intrínseco y arduo camino por el cual se adentra la protagonista de la pieza, similar a los entuertos que debe pasar cualquier persona que busque sacar a la luz pública estos desmanes sociales de los cuales mucho se conoce, pero que en ocasiones poco se hace para combatirlos.
La obra no se limita al entorno nacional (aunque en cierta manera recrea un paisaje isleño), es una mirada universal, una llamada de socorro para romper esas zonas de silencio que abundan en buena parte del orbe.
La idea planteada por Nelda pone a repensar el rol de las personas ante polémicos asuntos de la sociedad, presentes día a día y que afectan en mayor o menor medida a cada individuo del planeta, que muchas veces permanecen en una zona de confort, aparentemente ajenos a lo que sucede en un entorno mayor.
La propuesta de la compañía busca romper esa barrera, la Zona del silencio es una paradoja, un lugar no delimitado por el tiempo y el espacio donde no debe reinar silencio alguno, aunque así sea casi todo el tiempo.
“La zona del silencio no está cercada ni se suspendieron las actividades humanas dentro de ella; por el contrario, la participación de los lugareños ha servido para establecer pautas de optimización, aunque la zona ha sido sujeta a restricciones temporales y espaciales”.
El teatro como espejo reflector de la sociedad contemporánea regresa con la obra más reciente de Nelda Castillo, siempre a la vanguardia en las maneras de repensar las plataformas y discursos escénicos.
El mensaje de denuncia antes estos males que persisten en cada zona de silencio del orbe se hace más efectivo a partir del performance concebido, donde el público pasa a ser pieza actuante dentro de la escena, no solo por la participación al final, sino por la complicidad que se desata con la protagonista durante más de una hora sentado en el asiento.
Zona de silencio es un acto de denuncia y dolor, un llamado de atención para todos los públicos pero también convoca a cada individuo a actuar desarrollando su propio performance y romper el ensordecedor silencio.