¡De Abilio Estévez tenía que ser! Escuchas las primeras escenas de Josefina. Ceremonia para actrices desesperadas y –si ya conoces su verbo sagaz y el verso melancólico y sutil– te sumerges en una zona de deleite e inquietud, en esa palabra eficaz por donde asoman la añoranza, la frustración, la búsqueda de la libertad, de los sueños…
Josefina…, que acaba de ser aplaudida con entusiasmo en la más reciente edición del prestigioso Festival Iberoamericano de Teatro de Almagro, retoma el lezamiano concepto del viajero inmóvil para contarnos la travesía emocional de esta mujer de más de 100 años que ha andado de forma interminable en su imaginación, camino a La Habana, sin alejarse apenas de su natal Songo la Maya.
El espectáculo –adaptado y dirigido por uno de los directores imprescindibles de la escena cubana de las últimas tres décadas, el Premio Nacional de Teatro Carlos Díaz– se sostiene en cuatro pilares: el texto sólido de Estévez (Premio Tirso de Molina), la espectacularidad sobria del montaje de Díaz, la maestría de las actrices Coralia Rodríguez y Amanda Cepero y la vibrante música en vivo, a cargo de Armando García.
Todo un siglo navega por las emociones de esta Josefina que no es una, sino ella y su otra, desdoblada, a ratos más realista; siempre procurando llegar a ese lugar menos sufriente, con mejor destino… Y en ese intento hay juego, aventura, fracasos y risas. Lo revela el vestuario polvoriento y sepia, con fotos incrustadas de ese tiempo largo de andadura, con personajes y lugares que dan fe de él y de cómo lo sobrevivieron.
Durante el recorrido, las actrices no sueltan al espectador. Coralia Rodríguez se vale de su fluidez y dominio escénicos, de una dicción impoluta probada en su reconocida trayectoria también como narradora oral. Amanda Cepero se mueve limpio en el escenario e irradia fuerza y precisión; no desaprovecha ningún instante en el que su personaje centra la acción para dejar huella, como la caminante que encarna. En los momentos de intimidad ambas consiguen la exquisitez: toda la sala queda envuelta por sus voces bien acopladas, si cantan, o la tensión emocional cuando se confiesan.
La música acompaña este itinerario como otro personaje más. Es un lujo que el compositor y arreglista Armando García, director del quinteto de cuerdas Diapasón, intérprete en vivo piezas antológicas de nuestro repertorio no como apoyatura, sino como parte de los elementos de magia e intensidad que propone esta historia.
Josefina. Ceremonia para actrices desesperadas- que lleva viajando por escenarios de Suiza, Cuba, Martinica y España desde 2015 en una producción de Teatro El Público y la helvética Les Tisseuses de Paroles- junta las circunstancias de esta viajera cubana con el éxodo que se perpetúa en el mundo actual. El escenario, como faro, compulsa y alivia.