Con Reinaldo Montero (Ciego Montero, 1952), novelista y dramaturgo, nada es sencillo. La obra Robin, que el pasado sábado estrenó en La Habana la Compañía del Cuartel, bajo la dirección de Sahily Moreda, se anuncia como la primera parte de una Trilogía Isabelina. Pero en realidad es la segunda pieza, por orden de escritura, de ese conjunto; que no es en puridad una trilogía, sino una tetralogía. (¿Cómo les quedó el ojo?).
El autor, tan prolífico como laureado, tuvo la amabilidad de aclarar esto para OnCuba: “Primero fue la obra Liz, que la estrenó en La Habana, en 2008, el grupo Os Satyros. El montaje estuvo girando por Brasil y Portugal durante cuatro años. De la escritura de Liz y de las conversaciones con teatristas y críticos en Sao Paulo y otros lugares, tomé muchísimas notas. Durante la pandemia y su consecuente encierro, me lancé a escribir un antes y un después de Liz. El antes es Robin, el después es Shakes. En honor a la verdad, no es una trilogía, sino una tetralogía, porque rematé con un juguete escénico que se llama Macbeth 2.0”.
Le pregunté a Reinaldo si cuando emplea el término “isabelino” está refiriéndose al período de tiempo que se sitúa en la historia inglesa entre 1558 y 1625 o alude a los códigos del teatro que se desarrolló en ese plazo: Shakespeare, Marlowe, Chapman…
Esto me dijo: “Ni los historiadores británicos pueden sustraer de los acontecimientos políticos el teatro londinense que se da durante los reinados de Isabel I y Jacobo I, ni el teatro isabelino, que en gran medida es jacobino, puede entenderse a cabalidad sin el referente político del minuto. No quiero decir que Hamlet no tenga una alta cuota de disfrute incluso para alguien que ignore la existencia de una isla llamada Inglaterra. Robin trata de algo actual, no exótico, a la manera actual, no arcaica”.
Según la nota de Sahily al programa, Robin es, por su tema, una obra absolutamente contemporánea, que habla al espectador de ahora mismo de aspectos de la realidad cubana que les son muy cercanos. Interrogué al autor si es un presupuesto del dramaturgo, una voluntad expresa, o si de la universalidad del tema se desprende su capacidad de dialogar con públicos de formaciones y contextos geográficos diversos.
“Deberías hacerle la pregunta a Sahily. Intentará responderla un servidor. Robin es un vecino nuestro, no solo mío. Las circunstancias que lo rodean, los círculos que frecuenta, las preocupaciones que le acosan y las acciones que protagoniza se dan en nuestro vecindario. No hay que hacer transportaciones. Pero, como pasa con cualquier obra escrita por un hijo de vecino, lo más recomendable sería hacer la lectura que aguarda tras la lectura”.
“Si tu propósito —continué— fue intervenir, desde las especificidades del arte, en el debate de nuestros días y nuestras noches, ¿por qué no ubicaste la historia en un ambiente contemporáneo, lo que la haría más asequible al espectador promedio por el reconocimiento de su hic et nunc, además de simplificar el proceso de montaje?”.
“Dos Ríos y El viaje circular, una obra de teatro y una novela, que son mis dos últimos libros publicados, y El teólogo y la cocinera, que es mi estreno anterior, se sitúan de manera explícita, más bien puntillosa, en el aquí y el ahora. Pero hay otros modos de hacer vivir el aquí y el ahora. De hecho, no conozco la manera de sustraerse al dictado, no al influjo, al dictado, del aquí y el ahora, aunque el material trate de venusinos, o aztecas, o cartagineses.
“No pretendo intervenir en debate alguno. Dicho sea de paso, mis horas diurnas y nocturnas tienen bastante ocupación. En cuanto al espectador promedio y al cubano medio, estoy convencido de que no hay tal espectador ni tal cubano. Si quieres, tómalo como una limitación; no hay problema. Y en cuanto a que un ambiente contemporáneo hubiera simplificado el montaje, o el proceso de montaje, mi respuesta es que Robin puede hacerse en pitusa y sandalias, o en cuello y corbata, o en trajes espaciales. Quien monta, manda. En eso, como en otras muchas cosas, no meto las manos por temor a meter los pies. Lo que quiero decir es que el montaje puede ser más sencillo aún de lo que es, y en verdad es sencillísimo”.
Lo que vi
Robin parte de hechos históricos concretos, con personajes que existieron en realidad. Se centra en la relación de Isabel I con Robert Devereux, segundo Conde de Essex, y los intentos de éste, conspiración mediante, por destronar a la primera, lo que terminará ocasionándole el escarnio público y posterior ejecución.
Entre otras cosas, la obra discute la pertinencia de la sublevación ante un gobierno ineficaz y despótico. En boca de Michel de Montaigne, interrogado por ¡una youtuber! escuchamos las siguientes perlas:
“La finalidad de El Gobierno, y de los gobernantes, es ser y seguir siendo por siempre jamás”. Y “…lo que Liz está diciendo es que ella y la ley son lo mismo. Y cuando no hay distinción entre ley y poder, las miserias morales hacen la fiesta”.
Lord Francis Bacon, Canciller del reino, el gran farsante, instiga a Robin a alzarse. Pero cuando éste no llega a contar a última hora con el apoyo popular esperado, en un enroque político camaleónico, deviene fiscal en el juicio de Robin. Un proceso formal, pues la reina lo había sentenciado a muerte de antemano, no sin dolor, pues secretamente, o no tanto, sentía debilidad por el Conde, pero se cree en la necesidad de aplicar a él un castigo ejemplarizante, que disuada de acciones futuras que atenten contra su dominio.
La puesta de Sahily es ágil, brillante por momentos. Usa el mínimo de elementos escenográficos. Su reto es enfrentar un texto ciertamente denso, con mucho peso en las palabras, para convertirlo en un espectáculo en el que no decaiga la atención del espectador. Y lo consigue. Tal vez por la no del todo buena acústica de la sala o por deficiencias en la proyección de la voz de algunos actores, se me hicieron ininteligibles ciertos parlamentos. Esto último lo salvé con la lectura del texto, facilitado por el propio autor.
La inclusión de la “Yotubera”, que está en el manuscrito original, excelentemente resuelta por Beatriz Banguela, dota a la obra de un elemento surrealista que nos trae a nuestros días. Sirve para comentar los sucesos, valiéndose de entrevistas a personajes, y con la observación y narración directa de los hechos desencadenantes del trágico final de Robin. Además pone de manifiesto la proliferación de las fake news y la vanalización de todo, lo que no es un fenómeno exclusivo de la modernidad, aunque ahora las nuevas tecnologías las difundan con más rapidez y la proyecten a un público mayor.
Destaco, sobre todo, las actuaciones de Laura Tarrao, como Lady Howard, dama de compañía de Liz y amante de Robin; Liliam Ojeda, poderosa en el papel de una Liz voluble y segura por momentos, matizada. Mención aparte merece ese monumento del teatro cubano que es Carlos Pérez Peña, desdoblado en tres papeles: Duque de Parma, Montaigne y Enrique IV.
Pérez Peña mantiene una voz potente, clara, y una presencia escénica que no ha mermado con los años. Es cierto que su participación se circunscribe al canal de YouTube, pero es suficiente para corroborar su plenitud de facultades histriónicas.
Los programas de mano, por imperativos de la larga coyuntura económica que atraviesa el país, han desaparecido de los espectáculos teatrales. Ahora el interesado tiene que ir a la red por un PDF, operación que no siempre se alcanza por múltiples motivos, entre los que está la deficiente conectividad que padecemos. De modo que al sector del público no advertido le cuesta trabajo alcanzar lo que dramaturgo, directora, actores y técnicos les quieren comunicar. Aun así, Robin, en esta puesta de la Moreda, es una obra a ver, más que todo porque alienta emociones nobles —como la importancia del amor— y nos demuestra magistralmente cómo el arte no puede desligarse de las contingencias de quienes lo ejercen, de su contexto y sus avatares.
Reinaldo Montero caracteriza su obra como una “tragedia cómica con miseria varia y muerte dolorosa”. ¿Como la vida?
Dónde: Sala “Tito Junco” del Centro Cultural Bertolt Brecht
Cuándo: fines de semana de enero y febrero, viernes y sábados a las 7:00 p.m.; domingo a las 5:00 p.m.
Cuánto: 60 CUP