Parecía que en los ´80 el Teatro Musical de La Habana y Héctor Quintero perpetuarían un género y una tradición enraizada desde la república con el Alhambra. Años de silencio después, la esquina de Consulado y Virtudes sigue ahogada por los escombros y la sed de aplausos que en otros tiempos sacudían las lunetas. Desde el cese de las presentaciones de esta compañía a inicios de los ´90, pasarían muchos años para que las tablas cubanas soñaran con rescatar un género que, a lo sumo, había amenizado alguna que otra escena en puestas —muy lejos de ser consideradas musicales—, de José Milián, Raúl Martín, Carlos Díaz o Nelson Dorr, entre otros directores.
Una aparente «vuelta al musical», protagonizada por el grupo Mefisto Teatro, dirigido por el desaparecido Tony Díaz, puso en los escenarios cubanos francas imitaciones de las superproducciones de Broadway, condicionadas por el presupuesto del Consejo Nacional de las Artes Escénicas, la traducción de los parlamentos y las canciones al español, y algún que otro elemento introducido en la trama para acercarla al público nacional. A pesar de esto, la audiencia aplaudió de pie, durante meses, espectáculos como Cabaret, Chicago, Cats y Vaselina, las dos últimas protagonizadas por niños y dirigidas por Alejandro Milián. Si se estaba rescatando o no el género en la Isla, es una opinión dividida. Algunos teatristas los reconocen como espectáculos de teatro musical, pero no propiamente cubano.
La mayoría de los directores teatrales desechan la posibilidad de aventurarse en producciones musicales porque son muy caras, pero además porque encontrar actualmente actores capaces de bailar, actuar y cantar a un tiempo es más complicado de lo que parece. No existe una institución formadora en esta especialidad, ni talleres o cursos que regularmente la repasen. Y la «iniciativa» del Anfiteatro de La Habana, bajo la dirección de Alfonso Menéndez, donde confluyen en una puesta bailarines y cantantes líricos que además doblan las canciones, digámoslo por lo claro, no es teatro musical.
En este contexto, la fundación Nederlander Worldwide Entertainment quiso traer a Cuba nada menos que el musical Rent, y con él, el retorno de Broadway a nuestro país, después de medio siglo.
La obra, escrita por Jonathan Larson, está basada en la ópera La bohème, y narra la vida de un grupo de jóvenes artistas en la década del ´90, el amor, el SIDA y New York. En la puesta, que será estrenada el próximo 24 de diciembre en el Bertolt Brecht de La Habana, participarán 15 actores cubanos y será dirigida por Andy Señor Jr., quien formara parte del elenco de esta obra en Broadway.
Rent contará también con coreografía de Marcus Paul James, dirección musical de Emmanuel Schvartzman, diseño de sonido de Michael Catalan, y diseño de vestuario de Angela Wendt, de la producción original de Rent, nombres bien reconocidos en los escenarios newyorkinos.
El espectáculo se mantendrá en cartelera durante los meses de enero, febrero y marzo de 2015, pero aún está por ver el impacto que tenga, no solo en el público, sino en nuestros teatristas en general. Rent es la oportunidad de disfrutar de uno de los grandes espectáculos de Broadway de los últimos tiempos, y si bien tampoco constituirá la muestra genuina de nuestro teatro musical, bien pudiera ser una lección aprendida, la toma de conciencia de que es necesario estimular en la Isla la producción de este género con características propias, que rinda homenaje a la tradición vernácula de un país teatral y musical por excelencia.