Este fin de semana Regresa La Anunciación a la sala de El Ciervo Encantado. Con la obra o performance escénico sucede como con los ángeles, que muchos hablan de ellos pero pocos los han visto.
La pieza se estrenó el 21 de noviembre de 2020 en plena crísis pandémica y a poquísimos días de los sucesos del 27N. Por las restricciones que impuso la alarma sanitaria, sus funciones fueron escasas. Esta vez estará a disposición del público durante todos los fines de semana de febrero, de viernes a domingo; o lo que es lo mismo, la temporada tendrá doce presentaciones.
El título escogido por Nelda Castillo —directora titular del grupo y en esta ocasión, además, actriz, directora artística y coautora del texto— nos remite a la Biblia y a la obra pictórica homónima de Antonia Eiriz.
Según las sagradas escrituras, el Arcángel Gabriel se le manifiesta a quien sería la Vírgen María para comunicarle que ha sido escogida para concebir al hijo de Dios. En el cuadro de Eiriz (1964, 190.5 x 243 cm), por el contrario, un ángel coronado se le aparece a una humilde costurera gestante, y le deja caer un mensaje fatídico: su embarazo no terminará felizmente, habrá de abortar.
En cualquier caso, el ángel es emisario de un poder superior, ineluctable, que hay que escuchar y, sin excusa, obedecer. La falta de electividad ante los designios que vienen “de arriba” (nunca mejor utilizada la frase) nos lleva a asumir como propio el tan citado verso de Rainer María Rilke: “Todo ángel es terrible”.
Nelda fundó El Ciervo Encantado en 1996. Desde entonces, la búsqueda, tanto dramatúrgica como antropológica, ha estado centrada en develar la memoria del cuerpo, aquella información genética que traemos y nos hace ser colectivamente de una forma y no de otra, entender a nivel visceral la pertenencia a algo que nos supera y escapa cuando “ya había alcanzado su definición mejor”.
Son obras memorables dentro del repertorio de la compañía Visiones de la Cubanosofía, Zona de silencio, Rapsodia para un Mulo, Departures y Arrivals, ¡Guan Melón! ¡Tu melón!, El último y La ecuación de Mifflin. Con estéticas diversas, centradas básicamente en el trabajo del actor en un contexto las más de las veces minimalista, las piezas tienen como factor común su vocación de interpelar la realidad específica del país buscando lo universal en lo particular, participando, con pasión y eficacia, en el debate de ideas, sin panfleto, construyendo poderosas imágenes artísticas.
Desde lo alto, el ángel siniestro que interpreta Nelda despliega un discurso admonitorio. Las palabras salen masticadas de su boca. Juega por momentos al policía bueno y al policía malo de los interrogatorios clásicos. Al final, pide confesión y arrepentimiento. Todo ello habla del pecado original y de la falta de un pensamiento inclusivo que dé espacio al discurso polifónico y la construcción de la verdad desde abajo, partiendo del estudio y del cuestionamiento constante de las esencias. Mal se puede actuar sobre la realidad, revolucionarla, si antes no se acepta y se pone en solfa.
Si los presupuestos de El Ciervo no son políticos, su acción en escena sí lo es, en la medida que todo lo que proyecta atañe a la polis, en la inteligencia de que el Estado somos todos, o, al menos, deberíamos serlo. Por eso, a cada obra antecede un arduo trabajo de investigación. El Ciervo escruta el país, pero antes se escruta a sí mismo.
Además de Nelda, en la confección del texto participaron Ricardo Sarmiento y Mariela Brito, quien hace la asistencia de dirección.
El Ciervo tiene un público devoto que sabe leer sus propuestas. Quizá al espectador no avisado le cueste algo sintonizar con La Anunciación. Pero vale la pena el esfuerzo. Ver y escuchar a Nelda es toda una experiencia. Además, siempre hay una primera vez y esta, estoy seguro, será una ocasión más que memorable.