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Víctor Cruz Fernández (Holguín, 2000) es uno de los actores jóvenes más reconocidos y valorados de la escena teatral y audiovisual cubana contemporánea. Los dos premios Adolfo Llauradó (2019 y 2020), otorgados por la Asociación Hermanos Saíz, acreditan su talento y trayectoria.
Ha recorrido el camino de la actuación sin perder su esencia, construyendo una sólida carrera que incluye participaciones de gran relevancia en televisión, cine y teatro. Desde su etapa en la Escuela Nacional de Arte (ENA) evidenció su potencial y su maestría para emocionar y conmover con sus interpretaciones. Su carrera ha seguido creciendo gracias a su constante motivación por aprender y reinventarse en un oficio donde aún no ha explorado todos sus límites interpretativos.
El protagonista del telefilme Delantero (2021) desprende una energía especial que reconocieron directores como Yoel Infante, Mariela López, Roly Peña y Magda González Grau, quienes lo dirigieron en los telefilmes Pasos firmes (2020) y Luna mía (2020), así como en las series LCB: La otra guerra (2019) y Calendario (2021).
¿El actor que eres actualmente es producto de los aciertos, los errores o de ambos?
Soy un actor curioso, que investiga, estudia y planifica, aunque me doy espacio para sorprenderme junto a mis compañeros, bien como con los instantes únicos de las escenas. Esto me permite acertar en mis búsquedas actorales, pero, sin lugar a duda, siempre hay margen de error. En estos casos, los errores suelen deberse a malos entendidos de circunstancias o estados emocionales, mentales, de cada uno. Sin embargo, son siempre corregibles, y cuando ocurren pueden convertirse en puntos de giro auténticos para identificar causas y crear nuevas estrategias o recursos.
El actor que soy se debe a mi incansable deseo de aprender y profundizar en los infinitos temas, así como a ahondar en mis propios estados emocionales y mentales. El estudio y la curiosidad, en un actor, deben ser parte de su talento.
Siendo estudiante de la ENA participaste en la telenovela El rostro de los días. ¿Sentiste presión por la visibilidad?
Recuerdo que durante el casting, la directora Nohemí Cartaya me ofreció un personaje nuevo que no estaba escrito en el guion. Ella creó nuevas escenas que se añadieron a los planes de filmación para contar conmigo en su proyecto.
Para un actor joven e inexperto frente a las cámaras, aquello parecía una oportunidad única e irrechazable. Aunque el papel pudiera parecer pequeño en términos de importancia dramática o número de escenas, para mí fue una experiencia de enorme valor. Aproveché la oportunidad y sigo agradecido, porque pude descubrir cómo actuar frente a las cámaras sin la presión de cumplir con estándares rígidos, algo poco común.
Este primer trabajo audiovisual se estrenó después de otros proyectos televisivos en los que participé, incluso como protagonista. En ese momento, el público ya reconocía mi rostro, y muchos percibieron mi participación en la novela como apariciones especiales, sin saber que era lo primero que había grabado en mi vida.
Desde entonces, la popularidad no me intimidó, salvo que se expusiera mi vida privada, lo cual nunca ocurrió.
Recuerdo esa experiencia con mucha alegría y gratitud.

¿Siempre has asumido retos?
En mi trayectoria actoral, los retos han estado siempre presentes. He asumido personajes en los cuales las líneas de riesgo eran evidentes. A veces siento que mi carrera tiene vida propia y busca roles difíciles para crecer.
Los personajes complejos demandan estudio y sacrificio; es una bendición que siempre quisiera mantener. Gracias a estos roles he aprendido mucho y ampliado mi capacidad interpretativa.

¿Qué has aprendido sobre el escenario? ¿El teatro es tu medio?
Estar sobre las tablas es un acto de valentía incomparable. Sin lugar a dudas, el teatro fue mi cuna: de donde vengo y a donde siempre quiero regresar. Allí me formé y aprendí a dar mis primeros pasos en la actuación. Recuerdo mis primeras veces sobre un escenario y los días maravillosos que viví.
Del teatro me quedo con la inmediatez: esos instantes únicos e irrepetibles que muestran la autenticidad de la vida y la fragilidad humana. El arte de las tablas es una escuela de vida, te da libertad y te permite vivir con autenticidad.
¿Es difícil desprenderse de un personaje como Gustavo?
Gustavo, del telefilme Pasos firmes, es un personaje hermoso, con un mundo emocional amplio y una fuerza de voluntad admirable. Su rasgo más distintivo, la ceguera, no dificulta, en mi opinión, el desapego emocional una vez finalizado el rodaje.
Con Gustavo sucede algo especial: muchas personas aún me recuerdan por esta interpretación. Aunque me han visto en otros papeles, me siguen reconociendo como “el actor que hizo de cieguito”. A veces, ser memorable no depende únicamente de que uno se desprenda de sus personajes; es el público quien decide con cuál te identifica. En este caso, me alegra que, tras tantos años, el telefilme siga siendo recordado con cariño.

¿Ser protagonista conlleva más retos que beneficios?
Asumir un protagónico en un dramatizado implica una responsabilidad absoluta: desde el estudio y la disciplina hasta la práctica y puesta en escena. Estar en el centro de una producción significa ser el nexo entre obra y espectador y unir múltiples factores que afectan directamente el resultado, como actores, técnicos y especialistas.
Ser el rostro principal de la obra también conlleva asumir que tu desempeño influirá en el éxito o fracaso de la producción. Aun así, considero que es un beneficio poder asumir gran parte de la responsabilidad, porque cuanto más tiempo se está en escena, mayor estudio se requiere, y esto solo contribuye al crecimiento profesional.
Formaste parte del elenco de la serie LCB, donde trabajaste junto a grandes artistas. ¿Algún consejo de ellos que no se enseñe en las escuelas de arte?
Lucha contra bandidos (LCB) marcó el inicio prácticamente de mi carrera actoral, al lado de gigantes de la interpretación cubana como Osvaldo Doimeadiós, Fernando Hechavarría y Jorge Martínez. Esto me obligó a estudiar y estar siempre preparado.
Recuerdo esos días de filmación como aprendizaje constante; cada escena era una oportunidad para crecer y observar cómo asumían la profesión mis referentes. Fue una verdadera escuela: nos daban consejos sobre cómo actuar frente a las cámaras, aspectos que a menudo no se profundizan en la academia, y sobre la ética profesional dentro y fuera del set. Es un privilegio haber formado parte de esa serie.
¿Qué es lo que más te impacta de un actor?
Lo más impactante de un actor, y a la vez lo que más me gusta y motiva de la profesión, es una vida asumida desde el cultivo del conocimiento y la expansión emocional, siempre desde una perspectiva de total empatía.
Los actores pueden ser, en mi opinión, verdaderos héroes de la vida real.
Muchas personas te descubrieron por tu participación en la serie Calendario. ¿Tú también la recuerdas como un gran acontecimiento?
Calendario supuso un punto de giro en mi carrera, ya que era la primera serie coral con actores jóvenes que abordábamos. Aprendí mucho trabajando con amigos y compañeros de mi generación. Fue especial compartir escena con ellos.
En esta serie interpreté a Javier, un personaje con características muy distantes de mi personalidad, y resultó bastante complejo. Creo que no había hecho algo parecido antes; este reto fue el mayor acontecimiento para mí, requiriendo un gran esfuerzo.

Además, la serie nos dio mucha más popularidad a todos nosotros, algo positivo en muchos sentidos. Lo que no imaginé fue el gran impacto que tendría entre los jóvenes cubanos que la veían. Aún hoy, varios años después, me han parado incluso en España para preguntarme si soy Javier de Calendario y tomarse una foto conmigo.
¿Serías el actor que eres hoy si no hubieses formado parte de este dramatizado?
Cada personaje eleva la conciencia y la capacidad interpretativa de un actor, al menos esa es mi idea. No soy el mismo actor después de un personaje: cada uno me enseña algo, me lleva a un lugar mental o emocional que antes desconocía.
Calendario se convirtió en parte de ese camino hacia el conocimiento; sin interpretar a Javier, no sería el mismo actor ni la misma persona hoy.
¿Qué sucede con los personajes después de finalizar un proyecto tan largo como ese?
Debo confesar que, después de terminar la filmación, arrastré durante un tiempo ciertas tristezas y frustraciones que parecían provenir del personaje; a veces sentía que sus miedos eran los míos. Me llevó un tiempo comprender las distancias y aprender a dejar ir, soltar y seguir adelante, recordando que mi realidad seguía siendo la misma de antes, rodeada de personas maravillosas que me hacían feliz. Una vez comprendido esto, no hubo vuelta atrás: traté de quedarme con lo mejor del rol, dejarlo descansar y seguir adelante.
¿Hacen falta espacios para los actores jóvenes que egresan de nuestras escuelas de arte?
Cada año se gradúan muchos actores jóvenes de las escuelas de arte, pero los espacios creativos en Cuba están rezagados y disminuyen en número y calidad. Enfrentamos una crisis creativa y educativa evidente.
A pesar del esfuerzo de académicos y directores teatrales, como mi maestro Carlos Díaz con Teatro El Público, que brinda espacios para formar estudiantes y dejarlos crecer, no es suficiente frente a la cantidad de egresados.
Muchos actores jóvenes y no tan jóvenes están en situación de desempleo y se ven obligados a abandonar el arte para dedicarse a otras cosas. En mi opinión, se debería apoyar mucho más al talento joven cubano: crear nuevos espacios creativos, aumentar los presupuestos para teatro y audiovisual, y reducir las limitaciones creativas y de expresión. Solo así habrá lugar para las nuevas generaciones de artistas.
¿Con qué personaje comenzaste a sentir el respaldo de tus colegas y del público?
Desde temprano lo supe. Aún sin graduarme de la ENA, pude desarrollarme en teatro y televisión, y ya se percibía un respaldo lleno de afecto y orgullo.
En mi cuarto año de carrera interpreté a Karin Thimm en Las amargas lágrimas de Petra Von Kant, bajo la dirección de Carlos Díaz en Teatro El Público, y pocos días después estrenamos Equus, de Peter Shaffer, en la que protagonicé a Alang Strang junto a Roberto Romero con La Montaña Teatro, dirigida por Jazz Martínez-Gamboa.
Mis amigos y compañeros me fueron a ver y me expresaban lo emocionados que estaban de ver mi trabajo y el respeto que empezaban a sentir por mi arte.
Luego llegó el respaldo del público al protagonizar, junto a Omar González Rolando, Pasos firmes, bajo la dirección de Yoel Infante. En ese momento comprendí que estaba dando pasos importantes y que el público confirmaba mi progreso.

Has desarrollado tu carrera en España. ¿Qué visión se tiene de los actores cubanos en el exterior?
Aquí el actor cubano es considerado un actor “de verdad”, así me lo han dicho. Se reconoce nuestra buena formación y la sólida base de la escuela cubana. Se nos ve como profesionales comprometidos y artistas sacrificados. También valoran la precoz carrera con la que muchos jóvenes cubanos llegan, destacando la madurez artística con la que asumimos los proyectos. Es un cumplido muy valioso.
Participaste en el largometraje De cielo y arena, de Pedro Sara y Violeta Pagán. ¿Cómo lograste esta experiencia?
Al llegar a Madrid, sabía que sería un reto conectar rápidamente con la actuación. Esto me llevó a investigar sobre centros artísticos y profesionales para crear nuevas redes y desarrollarme nuevamente.
Así conocí a Pedro Sara y Violeta Pagán, cineastas españoles que fomentan un cine académico vinculado a la psicología. En Escuela Dentro Cine, con apoyo de Netflix, culminamos el curso 2023/2024 estrenando en salas como Azcona, Plató y Borau el largometraje.
Fue mi primera película en España y estoy sumamente orgulloso y agradecido. Con ellos también estrené el cortometraje Maldito niño en el Festival de Cine de Málaga.
Actualmente, estoy en producción de un largometraje centrado en un joven mercenario cubano, lo cual me tiene muy emocionado. Además, mantengo conversaciones para una futura serie de televisión ítalo-española, de la cual aún no puedo dar detalles.
Las metas se construyen y, por eso, se cumplen.
El cortometraje documental Maldito niño te permitió explorar guion, montaje y actuación. ¿Cómo encontraste el equilibrio entre estos roles?
Trabajar con Dentro Cine es un privilegio incalculable. Gracias a la libertad creativa y la fuerza del espacio, uno se vuelve artista en todas las dimensiones. Allí no hay límites ni fronteras, y eso permite asumir roles de guionista, montaje, sonido, actuación, producción y cualquier otra área de creación.
Pude escribir, editar y actuar en el corto, lo que me mostró las infinitas facetas creativas que puedo explorar. Solo tuve que confiar en el proceso, disfrutar las ideas, agradecer y aprender.
¿Qué traerías a Cuba de la manera de trabajar en el exterior y qué extrañas de nuestro país?
Fuera de Cuba aprendí el valor real del arte, incluyendo su dimensión económica. He visto, por ejemplo, que a veces no se puede filmar un largometraje con presupuestos que en Cuba permitirían realizar diez o doce películas.
Estoy consciente de las diferencias presupuestarias entre un país pobre y uno rico, pero eso no nos permite exigir un cine de alta calidad donde no hay recursos, salvo raras excepciones.
Sin embargo, en Cuba se respira una atmósfera que busca llevar el arte a todos, algo que se agradece. Fuera de la isla, el arte suele ser para unos pocos privilegiados, y eso se nota.

¿El verdadero éxito de un artista es poder vivir de su profesión?
Vivir de la profesión es un cumplido, pero el verdadero éxito consiste en la satisfacción personal de hacer lo que amamos, dedicarnos día a día a nuestras inquietudes y desarrollarlas buscando respuestas sinceras. Ganar dinero es secundario; si nos cansamos de hacerlo, no hay éxito. El mayor logro es encontrar bienestar en el propio quehacer.
¿Cuál es el momento más complicado e invisibilizado de ser actor?
Ser actor es un privilegio y se disfruta mientras haya proyectos para desarrollar. Lo más complicado es cuando no tienes un rol que interpretar. A veces hay que seguir trabajando sin tener trabajo: una paradoja compleja que solo los actores viven.
¿Qué te motiva a seguir?
Aún no he descubierto todos mis límites interpretativos. Quiero aprender de muchos más personajes que impulsen mi conocimiento. Pretendo explorar mis profundidades emocionales y extraer de allí mis verdaderos valores humanos.
La interpretación es mi punta de lanza para afrontar la cotidianidad; ser quien soy implica desarrollar mi actuación. Es como pedirle a un águila que deje de volar o a un león que deje de cazar.