Getting your Trinity Audio player ready...
|
Hay telenovelas que nacen para entretener. Otras, para emocionar. Regreso al corazón apuesta por ambas cosas, pero también por algo más difícil de alcanzar: el deseo de reconectar al espectador con lo esencial. Lo logra desde su título, desde sus imágenes y desde una dirección que encontró en la complicidad creativa su mayor fortaleza.
Bajo la dirección general de Loysis Inclán y la codirección de Eduardo Eimil, esta nueva propuesta del folletín cubano —que sucederá a Sábados de gloria en las noches de Cubavisión— es una invitación a mirar hacia adentro, a volver a los afectos, a sanar desde el amor. “De eso va esta historia: de regresar al corazón”, afirma Inclán en entrevista con OnCuba. “Pero, sobre todo, se trata de una gran historia de amor, una que atraviesa conflictos, separaciones, lágrimas, risas y, por supuesto, muchos obstáculos”.
El relato se construye sobre una familia que cultiva y comercializa flores, pero pronto se abre a otras dimensiones: el Alzheimer, el bullying, el transformismo, las segundas oportunidades, la inclusión…
Cada tema encuentra su lugar en una puesta en escena donde la naturaleza no solo adereza: habla. “Las flores no están solo para embellecer: cuando el sentimiento es oscuro, se marchitan; cuando nace una emoción o se abre una herida, también lo reflejan”, explica la directora. El universo visual —campos, ríos, palmas, girasoles— deviene lenguaje emocional y símbolo de identidad.
Desde la mirada de Eimil, el reto fue doble: construir verdad emocional en medio de la fragmentación del medio audiovisual, y guiar a un elenco amplio —más de 40 actores, muchos de ellos noveles— sin perder el hilo de la autenticidad.
“En una telenovela, las escenas se suceden a un ritmo vertiginoso. Enfrentamos la discontinuidad como norma. Para no perder la emoción en ese proceso, es indispensable la concentración y, sobre todo, contar con un equipo sólido”, asegura.
Ese equipo incluyó, además del talento artístico, una relación de respeto y sincronía profesional con Inclán. “Gracias a esa interacción fue posible sacar adelante un proyecto de esta envergadura. Lo más valioso fue precisamente eso: la capacidad de escucharnos y aportar desde el corazón”.
La dirección se convirtió, entonces, en un acto de armonía. Ensayaron toda la telenovela como si se tratara de una obra teatral, leída de principio a fin. Agruparon a los actores por núcleos familiares, exploraron juntos motivaciones y conflictos.
“Durante ese tiempo se establecieron relaciones comparables a las de una gran familia. Incluso después de grabar, esa conexión se mantuvo”, cuenta Eimil. Y esa energía humana, tangible, atraviesa la pantalla.
Regreso al corazón no evade la realidad, pero la mira con ternura y con esperanza. Busca que el espectador no solo vea: que se sienta parte.
“El amor va a primar, pero también la posibilidad de sanar a través del sentimiento, la amistad, la familia. Es decir, a través de todo eso que une, que ilumina. Por eso es tan importante escoger el camino que te haga crecer”, reflexiona Inclán.
Y quizás ahí resida el mayor mérito de este equipo de dirección: haber creado las condiciones para que cada escena respire verdad, para que los conflictos se sientan cercanos y las emociones, compartidas.
Desde esa mirada sensible y colaborativa, Regreso al corazón comienza a tomar forma. Pero toda gran historia empieza por una buena escritura. Y en este caso, el viaje al centro de los afectos también tuvo sus cimientos en las páginas que escribieron a cuatro manos Alberto Jaime Salmon y Yoel Monzón.
Un melodrama con raíces clásicas, pero con sensibilidad contemporánea
Alberto Jaime Salmon y Yoel Monzón, guionistas de Regreso al corazón, coinciden en que la telenovela no solo debe entretener, sino también tocar fibras sensibles y emocionales. Desde su título, la novela apuesta por regresar a los afectos, al alma, a lo esencial que nos hace humanos: el amor, la familia, la espiritualidad y la posibilidad de redención.
Jaime define la historia como un “melodrama clásico con pinceladas de realismo social”, que intenta moverse entre una Cuba posible y una Cuba deseada.
“Se hace énfasis en el retorno a la parte sentimental, emocional, romántica y espiritual que todos llevamos dentro. La historia intenta reflejar esa idea de regresar a nosotros mismos para luego tomar decisiones con valentía y asumirlas”.
Según él, la telenovela propone “un mensaje esperanzador en medio de las dificultades”, donde las segundas oportunidades no son una utopía, sino una vía para sanar, recomenzar y mejorar la vida cotidiana. En un contexto marcado por carencias, el escritor insiste en que el arte debe “embellecer el día a día, ofrecer esperanza y generar transformaciones positivas en las personas”.
Para Jaime, una historia funciona cuando logra “tocar los corazones sin caer en el panfleto o el sentimentalismo excesivo”. Y eso, afirma, se logra con sensibilidad, inteligencia y empatía.
“Hay que ser capaz de mostrar varios puntos de vista, sin parcialidades, y plantear situaciones con valentía y equilibrio. Que alguien vea en la novela una conducta con la que no está de acuerdo, y eso le lleve a pensar: ‘Quizás estoy actuando mal’”.

En ese sentido, Regreso al corazón incluye temas universales como “la diversidad sexual, el Alzheimer y los conflictos familiares”, siempre tratados desde el respeto, sin caer en morbo. Se busca conectar con el espectador desde la vivencia cotidiana, sin estridencias, y despertar reflexiones que acompañen incluso después de apagar el televisor.
Por su parte, Yoel Monzón defiende el apego al melodrama clásico, al que considera la esencia de la telenovela. “Aunque la novela debe ser contemporánea, la modernidad no debe venir por la vía de incorporar elementos de otros géneros. El público cubano espera ver telenovela en el horario de la telenovela”, afirma.
Monzón sostiene que los códigos clásicos —amor, triángulos, traiciones, secretos, héroes y villanos— siguen funcionando porque son universales. Su propuesta consiste en “refinar estos ingredientes”: personajes complejos que evolucionan, subtramas con tensión y capítulos que terminan con alto voltaje dramático. “Me gusta cerrar cada capítulo con dos o tres escenas que podrían ser finales, para mantener la expectativa”.
El reconocido guionista también apuesta por personajes con transformaciones internas: “me interesan los personajes que comienzan siendo positivos y terminan tomando malas decisiones, o aquellos que se redimen a partir de sus errores”. Considera esencial mostrar consecuencias reales a las acciones de los personajes, sin moralinas impuestas, pero sí con “una ética narrativa clara”.
“La regla no escrita en el audiovisual cubano es que el bien debe triunfar sobre el mal. El reto está en hacerlo sin ser didáctico. Hay que mostrar con claridad los errores, pero también las salidas. Que la novela no condene eternamente, sino que ofrezca la posibilidad del cambio”.
Ambos guionistas coinciden en que Regreso al corazón ha sido un viaje personal. Para Monzón, fue una invitación a mirar con más ternura a su propia familia. “Sin proponérmelo, esta historia me hizo pensar con más frecuencia en mis seres queridos. A veces uno se ve reflejado en lo que escribe. Entonces, la novela también te sirve como espejo”, concluye.
Esa capacidad de introspección —desde quien escribe hasta quien ve— es, para ambos, “el corazón del género”. Porque, como señala Jaime, “todos tenemos un origen, una familia, un dolor. La novela busca que esas verdades comunes nos unan, y que la emoción sirva como herramienta de cambio”.

Personajes con luces y sombras, como en la vida real
En el corazón de esta historia, que llegará a las pantallas el próximo 16 de junio, late un reencuentro. No solo el de dos personajes que se amaron en silencio durante años, sino también el del público cubano con una manera de contar relatos que apela, sin complejos, a la emoción, a la estética, al drama cotidiano y a los grandes dilemas de la familia.
Esa es la promesa que nos hace Regreso al corazón, una telenovela que no teme a los sentimientos ni a los conflictos, y que encuentra su fuerza en la sencillez de las pasiones humanas. Enrique Bueno, que da vida a Diego, el protagonista, lo cuenta con una convicción que traspasa la pantalla.
“Mi personaje se llama Diego. Es biólogo, citadino, pero con una fuerte conexión con el campo. Ama la tierra, las plantas. Y aunque vive en La Habana, hay en él una ambigüedad: viste como un campesino refinado, piensa como un hombre sensible y actúa como alguien en conflicto constante con lo que quiere y lo que debe hacer”, explica Bueno.
Esa contradicción interna es el punto de partida de un arco dramático que lo pone frente a una verdad que nunca dejó de latir: el amor por Alejandra.
Gabriela Álvarez, que interpreta a Alejandra, describe la historia con palabras que revelan también un viaje personal.
“Alejandra es una mujer empoderada, decidida, trabajadora. Es una profesional en ascenso, que lucha por sus sueños y que ama intensamente. Pero hay una herida que no ha sanado. Y cuando Diego reaparece, esa herida se abre. Es un amor de juventud que parecía dormido, pero nunca murió. Y ahora hay que decidir si se revive o se entierra para siempre”.
La historia entre Diego y Alejandra se sitúa en un contexto cargado de recuerdos compartidos, de silencios, de deudas afectivas. Él se fue, ella también hizo su vida. Pero el destino, como suele ocurrir en una buena telenovela, los pone de nuevo cara a cara, justo en el primer capítulo.
“Es muy telenovelesco, sí, pero sincero”, admite Bueno. “Y a partir de ahí todo se complica. Porque cuando el amor regresa, nunca lo hace solo. Llega con preguntas, con culpas, con decisiones que hay que tomar”.
¿Y cómo se construyó esa química entre los protagonistas? “Estudiamos mucho juntos”, cuenta Gabriela. “Hubo entrega, lectura compartida, improvisación, escucha mutua. Yo no podía construir a Alejandra si no comprendía a Diego, y viceversa. Creo que eso se nota en pantalla. Esa complicidad fue real”.
Pero Regreso al corazón no se apoya solo en la historia de amor. Hay otras tramas que aportan profundidad, diversidad y riesgo dramático. Una de las más sólidas es la de Adriano, uno de los hermanos De la Torre, interpretado por Tony Lugones.

“Es gay, pero ese no es su conflicto. Eso ya está superado en su entorno. Él quiere ser padre. Y eso lo lleva a transitar caminos muy intensos, muy complejos. Es un personaje muy lindo, que defiende el amor en todas sus formas. Ama a su familia, enfrenta lo que está mal, pero lo hace desde el cariño, no desde el juicio”.
Tony no esquiva la controversia: “Sé que va a haber gente que se incomode. Que aún estamos en pañales como sociedad, aunque nos creamos modernos. Pero este personaje toca una verdad profunda: no hay orientación sexual que impida amar con dignidad. ¿Cuántos niños han sido malcriados por padres heterosexuales sin afecto, sin respeto? El tema aquí no es a quién se ama, sino cómo se ama”.
Además de su lucha por la paternidad, Adriano carga con un conflicto fuerte con su hermana Leticia, interpretada por Linda Soriano.
“Hay entre ellos una mezcla intensa de amor, rencor, celos, reproches, pero también lealtad. Se dicen cosas durísimas, pero al final hay un lazo que no se rompe. Esos enfrentamientos, tan humanos, están llenos de verdad, pero también de cierta comicidad involuntaria. Porque así son las familias: contradictorias, imperfectas, entrañables”.
Leticia, sin duda, será uno de los personajes más polémicos. “Es impulsiva, celosa, posesiva. Tiene una herida que no sabe nombrar: no sentirse amada del todo por sus padres. Y eso la hace actuar mal, sobre todo con su hermana Alejandra, a quien ve como la favorita. Además, está profundamente enamorada de Mariano, que representa el lado más oscuro de la historia”, confiesa la actriz Linda Soriano.
“Desde que leí el personaje, supe que iba a ser un reto. No quería hacer una villana plana, sino una mujer con razones, equivocadas tal vez, pero comprensibles”.
A pesar de sus errores, Leticia no es mala en esencia. “Su dolor la lleva a actuar así. Yo quise humanizarla, aterrizarla. ¿Cuántas Leticias hay en nuestras casas, en nuestras historias? Gente que no sabe cómo pedir amor y termina alejando a los que más quiere. Esa es la tragedia del personaje”.

Otra figura que destaca en este tejido de pasiones y conflictos es Violeta, encarnada por la santaclareña Yolepsis González. Matriarca, empresaria, esposa fiel, madre de tres hijos y abuela de dos nietos, es una mujer que parece tenerlo todo bajo control. “Pero está rota por dentro. Le tocan traiciones duras, recuerdos que vuelven como fantasmas. Mostrar esa dureza externa y esa vulnerabilidad interna fue el mayor reto”, explica la actriz.
“Violeta representa a muchas mujeres que han sostenido familias enteras sin permiso para caerse. Que aprietan los dientes y siguen, aunque nadie lo note”.
Toda esa tensión emocional se sostiene, además, en una factura visual cuidada con esmero. “Hace mucho que no veía una telenovela cubana con esta estética”, dice Enrique Bueno. “Las locaciones, los sembrados de flores, la luz… Hay un concepto visual poético que eleva la historia. Y eso se debe al trabajo de Loysis Inclán y Eduardo Eimil, que lo pensaron todo al detalle”.
Gabriela Álvarez añade: “Esta novela tiene vuelo. No solo emociona, también embellece. Es un respiro. En medio del caos diario, ver algo bello también cura. Aunque algunos critiquen que no muestre toda la crudeza de la realidad, otros lo agradecerán. No todo tiene que doler para ser verdadero”.
Hay también una preocupación compartida por el alcance de la obra. “Con los apagones, las restricciones, la situación del país… tememos que muchas personas no puedan verla. Hay quien la sigue por la televisión, otros por redes. Pero nada es seguro”, dice Tony Lugones. “Ojalá se tomen medidas para que llegue a todos, porque este trabajo se hizo con entrega total”.
Y esa entrega ha generado vínculos genuinos entre los actores. “Somos una familia”, confiesa Tony. “Yo a mi madre en la novela le digo ‘madre’ fuera del set; a mis hermanos, igual… Estudiábamos juntos todos los días… Eso que se ve en pantalla, ese afecto, es real”.
Regreso al corazón no promete una historia perfecta, pero sí honesta. Una historia donde cada personaje, en su imperfección, busca sanar, amar, entender. Una historia donde, como dice Linda, “la familia no es la que elegimos, pero sí podemos elegir cómo vivirla”.
En un país donde cada hogar carga sus propias batallas, esta telenovela se atreve a hablar de reconciliación, de afectos rotos que aún se pueden remendar, de heridas que no están condenadas a sangrar para siempre. “Solo queremos tocar el corazón del público”, asegura Gabriela. “Y si logramos eso, ya todo valió la pena”.
Es un deseo que comparten todos los actores del elenco: que el esfuerzo, el compromiso, los meses de rodaje, el estudio constante, las horas sin descanso, lleguen finalmente al corazón del pueblo. Como sintetiza Enrique Bueno, “esto es una cajita cerrada. Solo se sabrá cuando esté al aire. Y la última palabra, siempre, la tiene el público”.