A lo largo de más de cuarenta años de carrera, Niro de la Rúa (Santiago de Cuba, 1960) ha encontradao espacio para la locución y la actuación, dos de sus grandes amores. Por televisión y radio hemos podido apreciar la versatilidad que imprime en sus proyectos en estos dos ámbitos. No cabe duda: Niro es un creador que disfruta a plenitud lo que hace.
Desde su debut televisivo atrajo la atención del público. Programas como Encuentro con Clío (2000), Mediodía en TV (2000), De la gran escena (2010-2017), el teledrama Pompas de jabón (2004) y la telenovela El balcón de los helechos (2005), al tiempo en que lo consolidaron en este ámbito, le brindaron herramientas para llevar su carrera a diversos horizontes artísticos.
El Artista de Mérito de la Televisión Cubana (2016), que hoy reside en Miami, debe gran parte de su éxito al doblaje y a la presentación de espectáculos, facetas en las cuales su voz y su capacidad de entrenarla para comunicar con excelencia han sido esenciales. Según cuenta, se siente cómodo en todos los formatos. Plasmar su ingenio y dejar constancia de su espontaneidad al conducir y actuar han sido sus faros en todo ese viaje profesional.
¿Qué te llevó a inclinarte por la locución?
Entré al curso en el año 1982 por estar detrás de una muchacha de la cual estaba enamorado. A ambos nos escogieron, pero solamente yo continué. Ella era la hija de mi profesor Frank Guevara, de quien aprendí todo de la locución. Con el decursar de los años esta joven llamada Mayra Franco se convirtió en la madre de mi hijo.
Haber estudiado Literatura y español simplificó mucho la carrera en el sentido de la preparación, la cultura, el saber hablar y conocer las reglas ortográficas. Unido a todas las enseñanzas del profesor Frank Guevara que me fueron atrapando hasta llegar a enamorarme de esta profesión.
¿Fue tu participación en el noticiario En tres minutos lo que te hizo decidirte por la locución?
Ya la locución me gustaba, pero sí, este fue el preámbulo de lo que me esperaba desde ese momento. Fue la primera vez que salí al aire a través de una cámara que transmitía para todo el país. Esa primera sensación fue realmente terrible; parece que el nerviosismo no va dejarte hablar y respirar, pero lo vences con pocas armas; estás empezando.
Con el decursar de los años y el oficio que vas adquiriendo, ese nerviosismo y esa falta de aire empeoran. Casi siempre antes de salir al aire, ya sea en la radio, la televisión o en el teatro, te cuestionas quién te habrá mandado a meterte en esto.
El público desde fuera te ve y cree que es fácil, pero no lo es; no obstante, el compromiso con el público y el amor que le tienes a la labor que realizas hace que venzas los miedos del inicio.
Te has vinculado a Radio Cadena Habana, la COCO, Radio Ciudad de La Habana y Taíno ¿Se le da a la radio todo el valor que merece?
Lamentablemente no empecé en la radio. Soy de los que opinan —y creo que todos mis colegas coinciden— que primero hay que pasar por la radio para llegar a la televisión. Conmigo fue al revés; hice primero la segunda, pero es cuando llego a Radio Cadena Habana, en 1994, que empiezo a formarme.
La radio te exige todo, porque el oyente no te ve, incluso puede hacerse una imagen de como eres físicamente a través de tu voz. La radio te forma, porque ahí es donde aprendes a matizar, articular y entonar.
Tuve la suerte de hacer muchos programas en vivo, como la revista informativo-cultural Habana 19. Después hice la revista cultura Señal 5. Me encantaba hacer este espacio, había comentarios, poemas y mucha interacción con el público. Este es el tipo de programa que me gustaría estar haciendo en la radio.
Los locutores sí le dan el valor que merece, porque este es un medio completamente formador y fundamental. Quien no pasa primero por la radio se la ve bien difícil, y fue mi caso.
Quiero destacar que de mi curso de locución egresaron colegas de gran prestigio en los medios de nuestro país, entre las que puedo mencionar a Loida Monroy, Rosalía Arnáez, María Elena Páez y todos los presentadores del programa Para bailar (1978). Las personas que incursionamos en esta profesión valoramos muchísimo la formación que este medio nos brinda.
¿Hace falta tener buena voz para ser locutor o una buena dicción e interpretación son suficientes?
Los parámetros internacionales de la locución son tener buena voz y dicción. Son condiciones generales que se debe tener y son importantes. No obstante, la vida ha demostrado que a veces te encuentras con una persona que es una gran comunicadora y sin embargo no tiene buena voz. Sí tiene que tener buena articulación y entonación, si no es muy difícil que logre comunicar.
Ahora bien, como los cánones internacionales exigen una voz radiofónica, si no la tienes es difícil que puedas ser evaluado como locutor. No obstante, sí puedes ser un buen comunicador y llegar a ser popular en este campo aunque no tengas una buena voz.
La etapa de formación es importante, lo cual hoy en día es bien controversial. Tuve la suerte de ser profesor de la cátedra de locución de la televisión y ahí alterné con Rosalía Arnáez, Idania Martínez Grandales y otros colegas que piensan como yo.
La emisora COCO formó también parte de mi quehacer. Durante un tiempo hice El periódico del aire, el noticiero de las 5 de la tarde. De mi paso por esta emisora recuerdo cómo me acogieron en el periodo que estuve trabajando con ellos.
No puedo obviar tampoco mi tiempo en Radio Ciudad de la Habana, donde tuve la suerte de trabajar en un programa precioso llamado Palabras contra el olvido. Ahí conocí a una locutora espectacular llamada Zady Flor González, la mamá de Yumié Rodríguez, mi amiga, colega y comadre, porque soy el padrino de su hija.
Ahí conocí a Zady Flor, una locutora como un templo, pues como dice el refrán “hijo de gato caza ratón”; incluso ella y Yumié tienen un parecido en la voz. Cuando Zady no podía ir a grabar, iba la hija en su lugar. Radio Ciudad de La Habana fue una experiencia bonita. Allí hice cosas que me llenaron de placer.
No puedo obviar mi tránsito por radio Taíno, emisora en la que hice durante mucho tiempo el noticiero. Formé parte también del espacio A buena hora (2010). Siempre tuve la suerte de trabajar con grandes directores, que sacaron de mí lo que a veces pensaba que no podía dar.
Si nos dan a escoger entre la radio y la televisión, los locutores siempre vamos a escoger la radio. La televisión tiene sus encantos, sobre todo la popularidad, porque la magia televisiva es inmediata, pero la radial no se puede comparar con la de la pequeña pantalla. Ahora, claro que me gustan los medios televisivos, al igual que el teatro y el cabaret. La radio me dio más satisfacción que la televisión, profesionalmente hablando.
¿En qué momento te sentiste locutor profesional?
Es algo que sucede de manera escalonada y gradual. Empiezas a trabajar y los primeros cuestionamientos que tienes son si lo que estás haciendo va a gustar, si lo estás haciendo bien y llegándole al público. Nunca empiezas pensando que eres locutor profesional. Dices “ya estoy hecho” cuando empiezan a pasar los años y tu carrera va tomando un matiz diferente, ya te sientes valorado y alcanzaste el primer nivel en varias evaluaciones. Vas creyendo más en ti porque te evalúan personas a las que le debes respeto. Soy de la generación que reverencia a quienes les antecedieron.
Entonces tú dices, si estas personas valoran mi trabajo y consideran que reúno los requisitos para ser un locutor de primer nivel, yo no puedo estar equivocado. Con el tiempo de alguna manera fui logrando todo lo que me propuse. Cuando interiorizas todo lo que te enseñaron vas sintiendo que eres un profesional.
Háblame de la dupla que hiciste con Yumié Rodríguez en el espacio Encuentro con Clío. ¿Hasta qué punto es importante la colaboración entre compañeros para que un programa salga adelante?
Yumié Rodríguez es parte de mi familia, tenemos una relación de hermanos. Encuentro con Clío nos ayudó a fortificar esa amistad. Nos presentamos al casting, en el que audicionaron muchas personas, y al final quedamos nosotros dos. Ahí empezamos a conocernos y a trabajar.
Es indispensable tener química para hacer un programa cuando se trata de una pareja, ya sea en televisión o en radio. Llegamos al punto de que cada quien sabía lo que el otro iba a decir, en qué momento uno se iba a callar para que entrara el otro, sin ponernos de acuerdo. Nos percatábamos cuando a uno de los dos se le iba la letra o se quedaba en blanco. Enseguida entraba ella o yo a amenizar ese momento incómodo.
Muchas personas llegaron a pensar que éramos pareja, algo que no sucedió. Siempre fuimos hermanos y hemos compartido momentos importantes en la vida de cada uno. Me siento muy orgulloso de su amistad y de todo lo que ha conseguido.
Con esa complicidad que tienen, ¿no se han planteado volver a trabajar juntos?
Me encantaría volver a trabajar y compartir con Yumié Rodríguez. No me lo he planteado porque nuestras vidas han cambiado. Ella está en Uruguay y yo en Estados Unidos. ¿Quién sabe? La vida dirá la última palabra.
Formaste parte de la telenovela El Balcón de los helechos. ¿Cómo te conectas con esa historia?
Antes de la telenovela ya había hecho varias cosas como actor, gracias a la posibilidad que me brindaron disímiles directores. Con el primero que trabajé fue con Armando Toledo, con el que hice mi primer teleplay. Después fui dirigido por Magda González, Charly Medina, Hugo Reyes y Miguelito Sosa.
Así llego a El Balcón de los helechos, esa telenovela que dirigieron de manera magistral Armando Toledo y Susana Pérez, donde casualmente por segunda vez vuelvo a trabajar con mi gran amor, la actriz María Teresa Pina. En el proceso de grabación no coincidíamos. Yo estaba en el set de la radio, en las escenas en las que aparecía el profesor (Roberto Perdomo).
Me fue muy fácil trabajar con ellos e integrarme. Quien estaba dirigiendo era una actriz que quiero y admiro. Mis escenas eran con Roberto Perdomo, otro actor a quien aprecio y cuyo trabajo valoro.
Cada oportunidad que tenía de actuar me encantaba. No lo podía hacer siempre porque mi trabajo como locutor a veces me lo impedía. Hacía esas apariciones cada vez que un director me lo pedía y consideraba que era posible. Algunas cosas las decantaba porque no creía que estaba capacitado para asumirlas.
Miguelito Sosa me convocó para hacer la última producción que dirigió. Me ofrecía un papel co-protagónico que me llenó de ilusión, pero yo grababa todos los lunes De la gran escena y por cuestiones de producción de la telenovela no me podían recoger ese día a una hora diferente. Perdí la oportunidad de volver a trabajar con él. Mi trabajo fundamental era como locutor y tenía un programa fijo que no podía desatender.
¿Fue difícil adaptarte a estar entre grandes actores?
No fue difícil. Los conocía y esto me hizo más fácil el camino. A veces trabajar con actores que no conocía personalmente y con los que no había entablado conversación previa me ponía nervioso. Fue el caso del teleplay Karma, en la que tenía una escena con Patricio Wood. Me puse nervioso cuando lo tuve delante. Lo que antecede al nerviosismo es el respeto que le tienes a la persona. Tuve una escena con Yazmin Gómez y me pasó lo mismo. Pero esa sensación se vence, porque son personas maravillosas que te hacen sentir cómodo.
Participaste en el teledrama Pompas de jabón (2004). ¿Qué te aportó esta experiencia desde el punto de vista profesional?
Fue gratificante. Que un director como Charlie Medina me pidiese participar con un personaje español me dio muchísima alegría. Ahí interactúe con los actores Max Álvarez y Manolín Álvarez. Ellos me arroparon y aprendí de sus experiencias en este oficio. También fue un gusto inmenso compartir en el mismo espacio con María Teresa Pina.
¿Cómo te hace sentir que el público te siga asociando al espacio De la gran escena (2010-2017)?
Que me recuerden por cada espacio por el que he transitado es halagador y gratificante. Eso demuestra que de alguna forma dejé mi impronta. Es placentero que me recuerden, porque todas las personas que me antecedieron en De la gran escena dejaron su sello.
Es un programa espectacular, con un equipo de trabajo maravilloso, guiado por el directorazo que es José Ramón Artigas. Como decimos en el argot nuestro, “es de los de antes” y se ocupa de cada detalle a la hora de dirigirte. Eso te da mucha tranquilidad.
Poder trabajar con María Victoria Gil fue para mí un gusto inmenso, porque es una gran profesional. También tomé de su experiencia y de su forma de ser.
¿Se respeta la trayectoria de los locutores de tu generación que están fuera del país o crees que los medios y el público se olvidan de los artistas que no están activos en la pantalla nacional?
No sé si los medios de comunicación se olvidan de los locutores o de los artistas en general que estamos fuera del país, ni siquiera me lo he preguntado. Ahora, el público no olvida, te sigue queriendo y recordando. Cada vez que tienen una oportunidad te lo hacen saber por disímiles vías y eso no tiene precio. Nosotros trabajamos para ellos.
Si los medios no te recuerdan o te quieren silenciar me da igual. Que el público lo hiciera si me dolería, pero no es así. Me siento agradecido con las personas que han visto mi trabajo, y cuando ellos te quieren también son muy agradecidos contigo.
¿Hay un antes y un después de Mediodía en TV?
No creo que haya un antes y un después de Mediodía en TV con respecto a mi carrera. Respecto a otras cosas, tal vez emocionales, sí, porque fue un espacio que nos trajo a todos los locutores que trabajamos en él muchas cosas lindas, alegrías y penas también, porque no todo fue color de rosa.
¿La popularidad que te concedió ese espacio te generó presión o te motivó a seguir creciendo?
Cualquier programa que realices trae consigo una gran responsabilidad. La popularidad es algo que tienes que manejar con mucho cuidado. Debes trabajar para estar a la altura de la profesionalidad que esperas tener. Mediodía en TV fue un regalo de Dios, como todos los espacios que uno hace. Fui muy feliz haciéndolo. Sin dudas llegar a la audiencia todos los días te da una satisfacción que no puedes expresar con palabras. Eso es algo que uno tiene que vivir, pero cada programa te hace crecer.
¿Cuáles fueron las causas de la salida del aire de este programa?
No las conozco, lo que sí te puedo decir es que la forma en la que salimos del aire no fue la más ética. Generó dolor, porque no se obró de la manera más leal.
Los programas van y vienen, y uno es mucho más que un espacio de televisión, somos seres humanos. Cuando dejé de hacer Mediodía en TV me llegó De la gran escena.
Uno se termina y el otro comienza, eso no es un problema. Cuando estás en el medio eres consciente de que hoy puedes estar presente y mañana no.
En el caso de Mediodía en TV, te reitero que la manera en que se actuó no fue justa. Eso fue lo que dejó un sabor amargo en la boca de cada uno de los que salimos de este espacio.
¿Esa jornada del adiós fue complicada?
Seis meses antes sabíamos lo que iba a pasar, pero no podíamos decirlo, para no comprometer a la persona que nos lo comunicó, por tanto, cuando el momento llegó ya estábamos preparados para asumir lo que iba a suceder.
¿Es más difícil llegar o mantenerse?
Es difícil llegar, pero mucho más difícil es mantenerse, porque cada trabajo que hagas debe superar al anterior. El público a veces no te perdona que hoy hayas hecho algo bueno y mañana no estés a la altura. Debes hacer las cosas igual de bien o superarlas.
¿De qué manera los locutores que te han influenciado se ven reflejados en tu trabajo?
En mi quehacer diario está lo que me enseñaron mis antecesores, mis profesores Frank Guevara, René Battet, Nelson Moreno de Ayala, Jorge Martel. Aprendí de los grandes viéndolos: Germán Pinelli, Consuelo Vidal. Tomé de su trabajo, lo incorporé y esa esencia es lo que yo he brindado diariamente al público a través de mi labor. Ellos están presentes todos los días en mí, trabaje o no en esta profesión.
¿Qué piensas sobre las redes sociales?
Son un arma de doble filo. No formo parte de la generación que las maneja con soltura. Personalmente no hago nada en las redes sociales, pero no les quito su mérito, pienso que, al ritmo que van, van a sustituir a la televisión, de hecho ya lo están haciendo.
Hoy cualquiera puede lanzar un pódcast. Ahora, que las personas lo vean y lo admiren porque hay talento, ya es harina de otro costal. Reitero, no le quito el mérito a estas plataformas, pero hay que tener cuidado a la hora de emplearlas. Respeto a quienes incursionan en ellas. Me gustaría experimentar, pero por el momento no lo haré.
¿Los medios de comunicación tradicionales son una etapa cerrada en tu carrera?
Los medios de comunicación no están cerrados para mí, porque aplico algo que me enseñó mi abuela hace algunos años. Ella decía que nada se acaba hasta que se cierran los ojos. De momento no he vuelto a trabajar, aunque he hecho spots y promociones esporádicas.
Me gustaría, si Dios y la vida me ponen delante alguna oportunidad que pueda desempeñar lo haría. Es lo que sé hacer y me gusta. Estoy en espera. No es que si no trabajo en los medios me muero. Hice una linda carrera en Cuba y eso no podría, bajo ningún concepto, ni olvidarlo, ni echarlo a perder por hacer cualquier cosa.
¿Fue difícil cimentar un camino como artista mientras alternabas con el doblaje y la animación en centros nocturnos?
Mi paso por el doblaje para el cine y la televisión enriqueció mi vida profesional. Durante esa etapa conocí grandes directores como Jorge Primo, Ángela Guzmán y su esposo, Diego Camacho, Nilda Collado y Magda González Grau. Agradezco a los directores de la Heko, (Departamento de Doblaje del ICAIC), que fue donde empecé a hacer doblaje. Ahí alterné y aprendí de tantos buenos colegas como Frank González, Miriam Mier, Susana Pérez, Edwin Fernández, Ana Nora Calaza, entre otros.
De todos ellos me llevé lo mejor en cuanto a conocimiento. Como regalo tuve tres premios Caracol en doblaje y a partir de ahí no competí más. Con esos galardones quedé complacido.
No dejo de agradecer todos los días de mi vida a Cary Bridón, la primera directora del Complejo Turístico “Dos Gardenias”. Después estuve bajo la dirección de Héctor Quintero. Allí compartí con colegas y músicos de primera línea.
También trabajé mucho con el director artístico Efraín Sabás e hice el espectáculo por los 90 años de Rosita Fornés bajo la guía de Alfonso Menéndez. Igualmente estoy agradecido por la oportunidad que me dieron de participar durante una década en el evento de composición “Juan Arrondo”.
¿Para lograr grandes objetivos hay que tener grandes metas?
Nunca busqué grandes objetivos ni grandes metas. Las cosas se fueron dando, paso a paso, hasta que logré una carrera maravillosa, cargada de logros, con más alegrías que sinsabores.
Cuando el público te quiere y te reconoce, te da más alegrías que sinsabores. Este camino está plagado de esos. A veces el mundo del arte da más sinsabores que alegrías, porque las personas lo que ven es el resultado. En el proceso, en ocasiones hay incomprensión, trabas, pero la gente no sabe esas cosas.
Considero que hice las cosas lo mejor que pude, sin concesiones de ningún tipo. Me siento bendecido por mis resultados y agradezco a todas las personas que me enseñaron y me tendieron la mano.
Cuando te inicias, tienes los profesores que te enseñan la teoría, pero cuando empiezas la parte práctica muchas personas no te dicen —o no saben— cómo hacer las cosas.
Cuando te enfrentas a una cámara de televisión o a un micrófono la teoría sola no te alcanza, necesitas que alguien que lo haya vivido te oriente y te simplifique el trabajo. Así que poder hacer eso en un momento de mi vida y pertenecer a la Cátedra de Locución de la televisión cubana, en la que impartí clases, fue muy gratificante. Doy gracias también a aquellos profesionales que me permitieron transmitir lo que aprendí a otras generaciones. Ese fue otro regalo que la vida me dio.