“La radio es una belleza total”, me responde Rogelio Ramos cuando le pregunto por ese medio en el que trabajó por más de 15 años y en el que de muchas maneras sigue estando, aunque ya no esté. Me lo dice ―o más bien me lo escribe, porque sus respuestas me llegan por correo electrónico debido a las distancias que impone la COVID-19 y también a que vive en la localidad santiaguera de La Maya― como confirmación de lo que ya antes había escrito en la introducción de su libro Cable a Tierra, un texto que resume varias de las pasiones de su vida y que por estos días está disponible en Amazon después de probar suerte, sin suerte, en una editorial de la Isla.
Cable a Tierra toma su nombre de un programa radial ―que, a su vez, lo tomó de la canción de Fito Páez― que Rogelio (Santiago de Cuba, 1972) creó y del que escribió unas 700 emisiones entre 2003 y 2018. También fue su locutor y director durante mucho tiempo en la emisora municipal Sonido SM ―siglas del municipio Songo-La Maya―, a la que llegó de la mano del entrañable radialista santiaguero Salvador Virgilí, ya fallecido, a quien con toda justicia le dedica el libro, y en la que hizo lo mismo programas culturales que discotecas, cuñas de propaganda que periodismo.
Aunque estudió inglés en el Instituto Superior Pedagógico de Santiago, terminaría por convertirse en comunicador, en periodista ―hoy mismo lo es del telecentro santiaguero Tele Turquino―, pero todo eso vendría después. Antes llegaría la literatura, la poesía ―tiene dos poemarios publicados―, y mucho antes estaría la música, quizá desde siempre, o desde que su padre, nombrado Rogelio Ramos como él, ganadero, narrador de rodeos, reparador de televisores soviéticos y melómano empedernido como él, lo enseñó a leer con las carátulas de sus más de 200 discos.
Solo que de los boleristas y soneros que apasionaban a su padre, y que lo siguen apasionando a él, del Benny y Panchito Riset, Rogelio siguió el hilo de la música cubana hasta sus pares del presente, hasta la Nueva Trova y los cantautores de su generación, hasta el agujero de topo de Frank Delgado y el rockason alucinante de Habana Abierta, hasta Yusa, Telmary, su amigo William Vivanco y su no menos dilecto dúo Postrova, que incluso cantó canciones de su autoría, como también lo han hecho otros. Porque a la par, empezaría a componer.
Todo eso lo llevó a la radio, a Cable a Tierra, y luego, muchos años después, a una peña a la que asistieron, sí, en La Maya, varios de los músicos a los que ya antes había radiado, y finalmente, pasaría al libro, aunque en este haya un poco más que el programa. En él está lo que los estudiosos y críticos, entre ellos el propio Rogelio, llaman Canción Cubana Contemporánea. Y también música tradicional, jazz, rap, y otras fusiones y figuras heterodoxas y singulares, incluso ensalzadas por el mercado, o, a la postre, contaminadas por este, pero sin perder su autenticidad.
“En el libro hay conversaciones que fui grabando a lo largo de los años en el programa, o para usarlas en él ―me explica el autor―, pero también reseñas nacidas de otros programas que escribí. Esas grabaciones decidí llevarlas a texto porque me apasiona mucho la letra impresa. La radio es la comunicación inmediata, pero el texto permanece. Además, me gusta la entrevista y recrear el contexto, describir el ambiente. Hacer un poco de literatura, si se puede.”
Cable a Tierra recoge un período de tiempo en el que escribiste programas sobre muchos músicos cubanos. ¿En qué te basaste para organizarlo, para hacer la selección de los que finalmente incluiste en él?
Es un libro pensado para resumir una etapa, para poner en papel mi relación con figuras fundamentales de la música cubana de los últimos años. Su esencia es la llamada Canción Cubana Contemporánea, esa que generalmente se hace al interior de los pueblos, de las ciudades, y aunque a veces llega al mainstream ―porque, al fin y al cabo, hoy ya todo es mercancía―, sigue teniendo un componente más personal, un compromiso con lo que siente el creador. Eso es lo que intentaba mostrar en el programa y traté ahora de captar en el libro.
Quise comenzar por Descemer Bueno, que a mi modo de ver es un creador de los más importantes de los últimos tiempos en Cuba, y terminar con una crónica del dolor que viven los músicos al interior del país. Es, en fin, un recorrido por el sonido de Cuba a través de algunos de sus hitos más recientes: la Peña de 13 y 8, Habana Abierta, la película Habana Blues, el concierto “Paz sin fronteras“, pero también Los Topos, Postrova, Vivanco, Buena Fe ―Israel Rojas es un entrevistado fenomenal―, Tony Ávila, y figuras menos conocidas en la Isla, que son excelentes artistas, como las Ibeyi, Danays Bautista, Luis Conte, Niuver Navarro. Y no podía dejar fuera el Buena Vista Social Club y a Eliades Ochoa, que es de aquí de Songo-La Maya, y también algo de jazz, al menos.
¿Por qué perseverar en ese tipo de música? ¿Cuán difícil fue defenderla desde una emisora municipal del oriente cubano?
Fue difícil. A este programa le sucedió de todo, desde quitarle tiempo hasta bajarle el salario a sus realizadores, y creo que fue principalmente por incomprensión. Al final, terminaron por sacarme con el argumento de que no entregaba los guiones en tiempo, y entonces le cambiaron un poco el perfil. Uno de los males de la radio cubana es la falta de preparación de muchos de quienes dirigen, y creo que mientras ello suceda seguirán existiendo problemas con la gestión del talento. Muchos jóvenes llegan a las emisoras con deseos y todo el arsenal aprendido en la academia, y luego resulta que en la práctica eso importa poco, y terminan sometidos por la rutina y los raseros mal colocados.
No obstante, a pesar de estos problemas Cable a Tierra logró tener audiencia y prestigio, y llegó a ser un proyecto de la Asociación Hermanos Saíz (AHS), que vio en él los valores que en su momento no entendieron en la radio. Eso significa que no estaba tan errado, después de todo. Pero lo más importante para mí son las satisfacciones que me dio, las alegrías que nadie me puede quitar. Imagínate que te encuentras con gente de la sierra que te agradece porque a través del programa conoció la música de Kelvis Ochoa, o supo que Eduardo Sosa es de Tumba Siete, en Segundo Frente; o que trovadores y poetas te llaman, te piden temas. Esa es la magia de la radio, una belleza total.
Después del programa, estuvo la peña…
Yo soy un tipo que quiere decir, que quiere comunicar, y si ya no tenía el programa ―del que, por cierto, enseguida quitaron mi nombre de la presentación, de todo―, no podía parar. Tenía que hacer otra cosa, allí mismo, en Songo-La Maya, que es para donde estaba pensado en primera instancia el programa. Por eso me dije: pues hago una peña.
Hablé con la directora de cultura del municipio, Yaritza Hardy, y me dijo que ayudaría. Entonces comencé a llamar a todos los trovadores posibles, a gente que aprecio y que sé que podían tener un impacto en el público. Me dijeron que sí al momento artistas como Athanai, Luis Barbería y Jorgito Kamankola, pero tenía que traerlos o esperar que estuvieran en Santiago para que brincaran hasta La Maya. Ese es el problema de intentar una peña en un municipio tan alejado de La Habana. De todas formas, vinieron los más cercanos, los más fieles. William Vivanco, por ejemplo, que estuvo espectacular, y Eduardo Sosa, que vino enfermo, pero que con su maestría puso bueno eso. Y, además, tuve la suerte de que Adrián Berazain y Mauricio Figueiral estuvieron en Santiago con el espectáculo de los Premios Lucas y pude traerlos para la primera edición, lo que me vino bien porque esos muchachos son conocidos, hacen mucha televisión, y fue importante para darle un buen arranque a la peña.
En el caso del libro, ¿por qué te decidiste por Amazon para su comercialización? ¿No te priva eso de posibles lectores cubanos que no puedan acceder y comprar en esa plataforma?
Chico, llevo años sin publicar y cuando por fin me decido primero arrecian las carencias económicas y después aparece la pandemia. Tengo un libro de cuentos, John Lennon murió en Llanos de Maceira, que está pendiente de publicación este año con Ediciones Santiago, y este mismo de Cable a Tierra lo mandé a la Editorial Oriente, pero le pusieron reparos. Sin embargo, Joaquín Borges Triana, que es alguien a quien aprecio mucho y es un capo en esto del periodismo musical, me dijo que no lo dejara de lado, que le pasara un poco la mano para quitarle la pátina de añejo, e insistiera en publicarlo.
Fue en ese escenario que me reencuentro con Juan Carlos Roque, a quien le debo mucho por esta y otras oportunidades de mostrar mi trabajo. Ya Juan Carlos me había invitado a colaborar con él cuando estaba en Radio Nederland, y ahora él tiene Roque Libros y había creado Piel Adentro Editores con la intención de ayudar a escritores cubanos a darse a conocer en el mundo editorial, que hoy es tan complicado, tan competitivo. Entonces, se enteró del libro y me lo pidió. Por eso Cable a Tierra salió publicado bajo su sello, y por eso está desde mayo en Amazon, que es la plataforma de ventas digitales más importante y que ofrece la posibilidad de llevar el libro adonde las editoriales cubanas no podrían. Es cierto que por esta vía no está al alcance de muchos lectores cubanos, pero tampoco lo están las entrevistas y reseñas que publico acá mismo en Cuba. ¿Qué revistas culturales llegan hoy a toda la Isla, con qué periodicidad? Es un imposible tener contacto con todos los públicos. No obstante, tengo la idea de presentar el libro en alguna de las editoriales de la Asociación Hermanos Saíz; a fin de cuentas, la base de sus páginas es la radio y la música “joven” y Cable a Tierra fue un proyecto de la AHS.
El libro tiene todavía poco tiempo en Amazon. ¿Qué te gustaría que pasara con él?
Aunque se publicó en mayo, ya me han llegado varios comentarios. Algunos lectores que lo compraron me han dicho que a través de él han aprendido cosas que no sabían. Una persona que vive en Miami hace más de 30 años me comentó que le ha ayudado a enterarse de cosas que, por estar fuera, se había perdido, a reconectarse de alguna manera con Cuba, con esas zonas de la música cubana que recoge el libro. Tal vez tenga que ver con el hecho de que en cada entrevista o reseña traté de situar el país, su gente y, claro, el músico. En cualquier caso, me gustaría que eso que ya está pasando continuara, que el libro sirva para conectar a los cubanos de todas partes con esta música que, a fin de cuentas, es música cubana. Ah, y que se venda bien.
Con la publicación de este libro, ¿se cierra entonces el ciclo de Cable a Tierra o podría haber una continuidad, una nueva peña, un nuevo libro, un nuevo programa radial?
Pues no creo que, aunque el libro resuma una etapa, sea el fin de Cable a Tierra. La peña sigue en propuesta, aunque ahora la pandemia la tenga en stand by. El libro quizá tenga secuela, pero el programa, la verdad, no creo. No pienso que pueda volver a la radio si no cambian las cosas que me parece deben cambiarse en ese medio. Pero creo que, aunque siga fuera de la radio, siempre andaré un poco a cuestas con Cable a Tierra, para bien.
Gracias Eric de alguna manera soy parte de Cable a Tierra (como oyente y compañera del Roge) y siempre le dije-(go) que ese programa es uno de sus hijos (el mayor). Sé lo que significa ese libro y lo qué fue el programa para Rogelio por eso el agradecimiento a ti por acercar-(nos) a él y a su trabajo. Abrazos desde La Maya donde siempre habrán tres toques sobre una mesa de locución y la invitación a tirar Un Cable a Tierra (Esa era la manera de despedir el programa).
Excelentes respuestas, cuánta verdad en mi hermano Rogelio, cuánta pasión, desborde, ilusiones. Felicidades Eric por mostrar a la gente de tierra adentro que también hacen cosas dignas. Abrazo enorme desde el ojo del caimán que se lo lleva la corriente, pero todavía nada…
No me arrepiento de haber asumido a Rogelio Ramos como tutor y paradigma desde mis años de estudiante en la Universidad de Oriente.Con un currículo tan amplio y unas cualidades como escritor y Periodista creo que cualquiera lo hubiera asumido. Gracias por haberle regalado a Songo-La Maya un programa como Cable a Tierra y luego estas páginas q resumen todo lo q en esas Cabinas radiales de armaba cada domingo sobre las 4 de la tarde. Muchos de mis compañeros de Academia son testigos de la pasión conque guardaba en los dispositivos electrónicos a mi alcance algunas emisiones q logré obtener de este creador y q luego repartía con mis compañeros. Felicidades a ti. Y al entrevistador q también es mi profe.