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Frank Hinrichs vive en Hamburgo, Alemania, un país que es “prácticamente lo contrario en muchos aspectos”, según dice él mismo, a Cuba. “Más de 8 mil kilómetros nos separan, además del idioma, la cultura, la mentalidad, el clima y el temperamento de la gente”. Aun así, algo lo une fuertemente a la isla.
Hinrichs quedó encantado con el “paraíso cubano bajo las estrellas”, el internacionalmente famoso cabaret Tropicana. Tanto, que hoy es considerado uno de los principales conocedores de su historia y posee la mayor colección de objetos vinculados al cabaret en el mundo.

Llegó a La Habana por primera vez como turista, a principios de los años noventa, atraído por “la mezcla única de historia, arquitectura, playas, salsa, revolución y extraordinaria alegría de vivir que ofrece Cuba, a pesar de las adversas condiciones de vida en la isla socialista y la morbosidad de los tiempos que se denominaron ‘período especial'”.
“Quizás te preguntes cómo es posible que un no cubano nacido en la década de 1960 esté tan fascinado por la historia pre revolucionaria del club nocturno más espectacular de Cuba”, nos comentó Hinrichs. Y añade: “Cuando pisé Tropicana fue amor a primera vista”.
“Me sentí como si estuviera visitando un mundo irreal de exótico esplendor, en comparación con el frío gris de mi hogar y mi cultura del norte de Europa. Me cautivó de inmediato el cielo estrellado de Cuba, su cálida luna, la sensualidad y vitalidad del espectáculo y los bailarines, la música emocionante y todo ello en un entorno de jardín tropical. Probablemente fue el encanto de la noche cubana, que me dejó sin aliento, pues no hay nada parecido en Alemania”, contó.

¿Ese fue el inicio de tu interés por Tropicana?
Esta experiencia despertó en mí el deseo de aprender más sobre la historia de este legendario club nocturno, y pronto descubrí que era un ícono nacional y el cabaret más famoso de la década de 1950.
Me di cuenta de que el espectáculo que vi era agradable y estaba adaptado a las expectativas de los turistas occidentales, pero solo era una sombra de lo que fue Tropicana en la época anterior a la Revolución.
Así que me familiaricé con su historia, hablé con testigos contemporáneos, me puse en contacto con la familia de los antiguos propietarios y con algunas de las últimas bailarinas de la época dorada que aún vivían. Todos compartieron conmigo sus anécdotas y colecciones de fotos. A partir de ahí, di un pequeño salto para convertirme en un coleccionista serio.

Así comienzas entonces a coleccionar fotografías y piezas relacionadas con el cabaret…
El auge y la historia de Tropicana y sus protagonistas en la década de 1950 son tan fascinantes que me inspiraron a convertirme en un apasionado admirador y coleccionista de fotos y recuerdos de esa época durante los últimos 25 años. Este entusiasmo y pasión me llevaron a reunir lo que hoy se considera el principal archivo de Tropicana, con fotografías vintage inéditas y recuerdos históricos de su época prerrevolucionaria.

¿Qué tipo de piezas conforman tu colección?
La colección contiene, además de 1200 fotografías originales, innumerables anuncios impresos, fichas y dados de casino, cartones de bingo y diversos objetos de interés, como menús, postales, folletos, fundas para fotos de recuerdo y otras curiosidades: agitadores de cócteles, cerillas, servilletas de cortesía e incluso un juego completo de vajilla original VIP.


El elemento distintivo de todo el material promocional de alta calidad era la icónica bailarina giratoria, una figura femenina esbelta diseñada por la artista Rita Longa en 1950, que representaba la tentación y la delicadeza, y que aún se erige como escultura en la zona de entrada del cabaret.

Coleccionar recuerdos de Tropicana se ha convertido en una verdadera pasión, mucho más que un simple pasatiempo. La emoción de encontrar una nueva foto, un anuncio impreso o material promocional reside en unir las piezas de un rompecabezas para descubrir una narrativa estimulante sobre la historia del cabaret.
La búsqueda de nuevas piezas y el seguimiento de pistas en libros, revistas, notas en el reverso de una foto o entrevistas con los últimos bailarines vivos —o sus familias— es especialmente emocionante cuando se descubre algo que se ha estado buscando durante mucho tiempo: por ejemplo, el nombre de un espectáculo específico o de un bailarín que hasta entonces aparecía sin identificar.
¿Cómo has obtenido las piezas de la colección?
La gran mayoría —en especial las fotos— aparecieron en Cuba. Se usaban para actividades de mercadeo, promoción y artículos en publicaciones como el Diario de la Marina o la revista mensual de la farándula cubana SHOW. De estas se les regalaban copias originales a los bailarines, músicos y artistas de los shows como recuerdo.
Como los años trabajando en los cabarets fueron, en muchos casos, la mejor época de sus vidas, muchos bailarines, músicos o artistas reunieron grandes cantidades de fotos como colección personal. Cuando fallecían, sus familias solían vender esos recuerdos para obtener fondos para necesidades básicas.
Mis mayores éxitos como coleccionista fueron aquellos momentos en que logré adquirir una de estas colecciones familiares. Los parientes de artistas emigrados y los descendientes de los antiguos dueños de Tropicana también me facilitaron con frecuencia sus fotografías, que quedarían para la posteridad a través de mi colección.

¿Cuál es la pieza más singular o curiosa que posees?
El pasaporte del famoso coreógrafo Roderico (“Rodney” o “El Mago”) Neyra y el original de su contrato.
Mi pasión por coleccionar está claramente impulsada por el deseo de preservar este material único para las generaciones futuras, especialmente para aquellas con raíces cubanas, ofreciéndoles la oportunidad de revivir aquellos glamurosos primeros años de Tropicana a través de la mirada del observador.

Imagino que algún día las mejores piezas de mi colección se incluirán en el primer libro ilustrado sobre la incomparable industria del entretenimiento de Cuba en los “fabulosos años cincuenta”. Contribuir a ese conjunto de pruebas fotográficas, un monumento para los que vendrán después, es un legado gratificante.
A través de las fotos, la investigación de fondo y las entrevistas, aprendí cuánto talento, pasión, visión y espíritu emprendedor se necesitaron para que tantas personas convirtieran una simple mansión cubana en el local nocturno más exótico y glamuroso de las Américas.











