A Yesenia Selier la conocí allá por los noventa y tantos tempraneros, cuando cruzábamos pasillos en la Facultad de Psicología de la Universidad de La Habana.
Luego, supe que estaba trabajando en el Marinello, como investigadora cultural. Más adelante pude valorar su alcance profesional su tesis de grado se convirtió en una de las investigaciones más utilizadas como referencia a la hora de analizar “la historia de la gente sin historia”.
Mientras tanto se hizo muy conocida en espacios como el movimiento cubano de rap donde permaneció aportando al pensamiento emancipador. Y por inscribirse también en la exigua lista de cubanas madre de trillizos.
Desde el 2004, vive en Nueva York, Estados Unidos, y enfrentarse a una nueva vida no ha sido fácil, ni personal ni profesionalmente. Emigrar tiene, sin dudas, muchos costos.
Sin embargo, Selier es una académica muy reconocida desde Cuba y sus textos siguen apareciendo en antologías y compilaciones que sobre género y raza se publican en la Isla y en otros países.
La también, bailarina y actriz y Womens Orishas, que se concentra en diosas del panteón yoruba, a las que pone a dialogar con mujeres contemporáneas.
Sobre esta mujer cubana, que se desenvuelve en tres escenarios profesionales, versa esta entrevista.
Primero te pediría que te presentaras: ¿quién es Yesenia Selier para Yesenia Selier?
Para Yesenia, Yesenia es una Guerrera Espiritual, una criatura siempre contemplando la frontera de lo que no se ha hecho todavía.
Una persona profundamente comprometida con el cambio, dispuesta a tener conversaciones incómodas. He intentado una par de veces de responder a las demandas del contexto pero al fin he comprendido que el único costo que no estoy dispuesta pagar es el de sacrificar mi autenticidad. Desde ella siempre me mantengo ocupada e inspirada y expandiéndome intelectual y espiritualmente.
¿Cuáles son los proyectos que consumen tu tiempo en la actualidad?
Consumir es un verbo definitivo en mi vida, mi mayor enemigo es el agotamiento físico y mental, pues ajustar los ejes de mi trabajo físico —como maestra y bailarina folclórica—, al intelectual y como madre de trillizos, es simplemente sobrehumano.
Yo creo que intelectualmente estoy lidiando con la enorme crisis metodológica de contar la historia social del negro cubano a través de los documentos tradicionales. La historia es una disciplina que depende de documentos y estos son mayormente producidos por las élites.
De ahí que mire en los últimos años más a otras formas de recuperar nuestro pasado a través de nuestras tradiciones. También me ha quedado claro la necesidad de comunicar mas allá del espacio puramente académico.
En los últimos cuatro años se ha consolidado mi vocación como activista cultural, materializando proyectos como Tambo! E Ibiono Project en torno la cuestión social y cultural cubana. En el presente, Global Ryhthms Cuba está centrado en la educación sobre la cultura cubana. Es un proyecto que entiende lo cubano como un vórtice cultural en el Atlántico, mas allá del territorio geográfico ilustra influencias de lo nuestro en la cultura popular americana y latina.
Pero todo cuanto hago y produzco está sometido al gran proyecto de mi vida que son mis hijos Taiwo Salvador, Malcolm Kehinde y Leandro Idowu Selier. Ellos, por suerte, son unos chicos inmensamente talentosos y acaban de hacer su primera exhibición de arte, mostrando su joven obra en pintura, vídeo, web-comics, video-juegos hace dos semanas, así que ¡el experimento no ha salido tan mal!
Háblanos acerca de Woman Orishas, ¿de que va? ¿Cuáles son sus aportes, como obra de arte?
Woman Orishas es una rara avis, una danza-teatro-concierto que homenajea a la condición femenina desde la perspectiva de un sujeto afro-diaspórico.
Los tres monólogos que conforman la obra toman lo religioso como un vehículo para la reflexión existencial de la construcción del sujeto femenino (Oshun), la mitologías de la maternidad (Yemaya) y nuestra condición trascendente, y/o nuestra posibilidad real de ser autoras de propia historia( Oya).
Yo aproveché la invitación del Museo Cubano de Miami, para hacer hacer hablar a las orishas que había bailado tantas veces.
Un orisha es una forma de historia colectiva, Oshun, Yemaya, Oya, no fueron una sino muchas mujeres que hicieron aportaciones trascendentes a sus comunidades en el momento que les tocó vivir. Las historias de un orisha son relevantes en tanto se actualizan siempre desde el presente, para guiar, inspirar y sobre todo para sanar y complementar individual y grupalmente.
Esta obra intenta cerrar una brecha enorme de la ausencia en los escenarios, del cuerpo y de la historias de los afrocubanos y de los afrolatinos en general.
Como artista, tienes una obra consolidada que contribuye a mantener viva la cultura afrocubana. Pero sabemos que por ejemplo la Regla de Osha, está lleno de estereotipos —bellos y atractivos— pero estereotipos al fin. ¿Qué haces con esas imágenes estereotipadas que entran en conflicto con quizás tu arista de activista o de académica?
Creo que hay tantas visiones de la prácticas religiosas como practicantes.
Una de las grandes dichas de mi vida es haber sido iniciada religiosamente por Victor Betancourt que es uno de los intelectuales fundamental del Culto de Ifa. Editando su trabajo capté un mensaje muy importante que subyace en mi obra, de repensar la práctica más allá de las transformaciones que la esclavitud y la sociedad colonial le impusieron.
Oya, Yemaya y Oshun las muchas historias individuales que ellas sintetizan, representan mujeres con una agencia política y económica, que Occidente negó a las mujeres hasta el siglo XX. Creo que el contexto económico y político y la gradación de competencia socio-económico en función del género, fue algo que marcó profundamente a las comunidades negras y produjo formas de exclusión que no existían en África. ¡El Epke del cual emana el Abakua en el Calabar establece allá también agrupaciones femeninas! En Nigeria las mujeres tocan tambores bata. He observado que muchas funciones mágico-religiosas en que la mujer está excluida, están centradas a feminizar al hombre, a hacer que mágicamente adquiera un poder que solo una mujer tiene. Las contradicciones que veo en el plano religioso me estimulan a leer entre lineas, pues en ellas se sedimentan fragmentos de la historia social de los afro-cubanos, no documentadas todavía.
El mundo actual está marcado por la migración, lo que supone también costos a nivel personal y profesional que se asumen cuando se emigra. Según me consta, eres de las pocas profesionales negras que se ha insertado en la academia norteamericana y que sigue siendo referencia en Cuba. Mi pregunta es entonces: ¿Ha sido fácil, difícil? ¿Qué has dejado por el camino? ¿Cuáles han sido las experiencias más transcendentales en este sentido?
Lo más duro fueron los dos años y medio durante los cuales no vi a mis hijos, apenas dormía y empece a tener problemas recurrentes con mi sistema inmunológico. Fue duro vivir sin mis amigos insustituibles en la isla y aprender más que un nuevo idioma, una gramática social distinta. Como la mayoría de los afrocubanos llegue sin contactos, sin padrinos, mi familia no tenia ningún amigo que ayudara. Pero creo que esas experiencias nos ayudan a entender quienes somos y a que no podemos renunciar.
Como decía, eres referencia en Cuba para el tratamiento de la temática racial, transcendencia que iniciaste con tu tesis de grado sobre la “gente sin historia”. De allá a acá, ¿cómo ha evolucionado tu pensamiento antirracista?
Los primeros años que pase en este país mi mente estuvo en un largo re-set, pues la experiencia cultural es completamente distinta. El cambio fundamental es que percibo mi condición afrocubana en un continuo con otras experiencias de la diáspora africana. Comprendo que nuestros desafíos económicos y políticos, así como también nuestra lucha por la visibilidad son una constante de la experiencia afro-latina.
Como siempre, al final de una entrevista: ¿cuáles son tus próximos proyectos, ya sean en el ámbito académico como artístico?
Recientemente se ha materializado uno de mis sueños: hacer mi doctorado en los Estados Unidos. Tomó más tiempo de los que pensaba pero he recibido una generosa beca del programa de Media, Cultura y Comunicación en la Universidad de Nueva York.
Planeo desarrollar más mi trabajo sobre el lugar del performance afrocubano en la genealogía del performance latino y negro. Es un trabajo desde el cual espero redimir la valía de nuestra contribución a la cultura internacional y restaurar una parte de nuestra historia cultural en la medida de lo posible.
Además, este año he logrado abrir espacios para lo afrocubano en instituciones culturales de la diáspora cubana como el Museo Cubano de Miami y el Centro Cultural Cubano de Nueva York. Siento que es un logro importante para nuestra comunidad, por encima de todo, y le da sentido a mi voluntad de seguir haciendo puentes desde la educación y el arte.