Jon SooHoo es el fotógrafo oficial de los Dodgers de Los Ángeles hace 29 años. Es descendiente de coreanos, como anuncia su nombre, y tuvo la suerte de retratar a Kirk Gibson mientras cojeaba dándole la vuelta al cuadro tras su memorable cuadrangular de emergente en el primer partido de la Serie Mundial de 1988, el punto de partida para el último título de la novena californiana en las Grandes Ligas.
En casi tres décadas, SooHoo ha inmortalizado imágenes de jonrones, ponches, errores, atrapadas, triunfos, decepciones, en fin, la realidad de los Dodgers, una de las franquicias centenarias en el béisbol de Estados Unidos.
Sin embargo, de todos los instantes, el fotorreportero siempre ha tenido debilidad por los entrenamientos primaverales, cuando, pasado el invierno, decenas de peloteros comienzan a reportarse en la sede de la organización en Glendale, Arizona, escenario ideal para proyectar los primeros pasos de cara a la exigente temporada de las Mayores.
Según cuentan, SooHoo no deja escapar ninguna acción, lo mismo puedes encontrarlo en las gradas del estadio que en las profundidades de los jardines, que encaramado en el techo de las jaulas de bateo, siempre con algún dispositivo móvil a la mano para subir a la red las imágenes con soberana inmediatez.
Pero el 13 de marzo del presente 2014 SooHoo planificó una jornada atípica, sin mucha acción en los terrenos. En las inmediaciones del parque aparecería en cualquier instante la figura de Erisbel Arruebarruena, cubano que por las referencias de los scouts puede convertirse en un show digno de admirar en los próximos años como torpedero de los Dodgers.
La misión del fotorreportero sería seguir al portentoso cienfueguero en cada segundo de su primer día como un Dodger, el primer día de muchos por venir junto a su coterráneo Yasiel Puig, una de las personalidades más excéntricas y talentosas de las Mayores en la pasada campaña.
SooHoo no decepcionó con el lente. Captó cada paso de Erisbel, que irrumpió en Camelback Ranch con porte altanero y una sonrisa dibujada en su rostro paso a paso, algo raro en el sureño, conocido por su personalidad seria y distante.
Pasó por los camerinos, se enfundó la franela blanca de local de los Dodgers, con el mítico dorsal 11, el mismo que llevaba Germán Mesa, su ídolo. El traje, en buen cubano, le quedó pintado y lo llenó, porque Arruebarruena, antes de marchar en busca de su sueño, ya tenía cuerpo de big leaguer.
Después, cambió la indumentaria por la camiseta azul de entrenamiento, se abrazó con su hermano Puig, posó con Alexander Guerrero, otro cubano que busca abrirse paso en los Dodgers, y saludó a Matt Kemp, una de las caras de la franquicia.
Quedó tiempo para estrechar la mano de Tommy Lasorda, manager histórico del elenco californiano, y además firmar autógrafos, los primeros de muchos, porque eso, más que una obligación, es una costumbre y un placer en el béisbol de Estados Unidos.
Comienza así su historia en otro mundo, otra pelota, donde le costará imponerse, donde tendrá que dejar atrás sus malos hábitos de querer hacer todas las jugadas bonitas, donde necesitará de mucho profesionalismo para ascender a la cima que siempre ha buscado y que, en honor a la verdad, puede alcanzar.
Compartimos con ustedes algunas de las imágenes de este día publicadas recientemente en internet: