Leyanis Pérez, la principal figura del atletismo cubano en la actualidad, estaba llorando este domingo en las gradas del Estadio Nacional de Tokio cuando terminó la competencia del disco en el Campeonato Mundial. La triplista, que en solo unas horas se enfrentará a su reto individual, no pudo contener la emoción por la sorprendente medalla de bronce de su compañera Silinda Morales.
La camagüeyana, que siquiera estaba en los planes de los más optimistas, mandó su disco a volar por los cielos nipones y puso a ondear la bandera cubana del otro lado del mundo. Contra todo pronóstico, Silinda mandó el disco hasta los 67.25 metros, por encima de su récord personal (65.80), y se convirtió en la cuarta medallista mundial cubana en la especialidad tras Yarelis Barrios, Denia Caballero y Yaimé Pérez.
Su disparo sacudió la competencia, sobre todo la lucha por el tercer lugar, en el que estaban involucradas tres campeonas mundiales: la estadounidense Laulauga Tausaga, la china Feng Bin y la croata Sandra Elkasević (antes Perković). Pero ninguna de ellas tuvo respuesta frente al atrevimiento de la cubana, que superó por más de un metro la mejor marca de su vida.
Morales le pisó los talones a la neerlandesa Jorinde van Klinken (67.50) en la disputa de la plata, porque el oro era un sueño inalcanzable por la presencia y el desempeño de Valarie Allman. La norteña mandó el disco hasta los 69.48 y por fin logró su primera corona mundial, luego de conquistar dos Juegos Olímpicos y cinco ediciones consecutivas de la Liga de Diamante.
A la estadounidense se le había resistido la gloria en los Campeonatos del Mundo, pero finalmente hizo la cruz. Salvando las enormes distancias, a Silinda Morales le ha sucedido algo similar. La cubana fue campeona mundial Sub-18 en Nairobi 2017 y ganó bronce en la cita del orbe Sub-20 de Tampere 2018, despuntando como una nueva promesa para el atletismo antillano, pero su progresión después fue un tanto irregular.

Ganó los Panamericanos Junior de Cali en 2021, los Centrocaribe de San Salvador 2023 y se coló en la final de la lid global de Budapest 2023, pero ese mismo año se quedó sin medallas en la cita continental de Santiago de Chile. Además, al verano siguiente no logró avanzar a la final de los Juegos Olímpicos de París.
En 2025, en cambio, ha logrado estabilizar sus registros por encima de los 65 metros, con podios en diversas competencias internacionales en Suecia, Portugal, Francia y España. Vital en esta evolución ha sido la figura de Hilda Elisa Ramos, que estaba justo delante de Leyanis Pérez este domingo en las gradas del Estadio Nacional de Tokio sin saber muy bien cómo expresar su alegría por el triunfo de Silinda.
Hilda Elisa es dueña del segundo mejor disparo de todos los tiempos entre las discóbolas cubanas y ha sido entrenadora de la especialidad desde hace mucho tiempo. La preparadora, que fue testigo en primera fila de los triunfos de Yaimé Pérez, representa un ejemplo para Morales.
“Siempre he admirado a Maritza Martén, pero mi ídolo, el referente que tengo en el deporte es Hilda Elisa Ramos. Mi meta es lograr resultados que puedan emular los de Hilda Elisa”, dijo Morales en una entrevista con Deporcuba en marzo de 2018. En ese momento todavía no trabajaban juntas, pero estaban destinadas a cruzar sus caminos.

La unión ha comenzado a dar sus frutos, una noticia muy esperanzadora para el disco cubano, que cayó en un abismo después de tener a dos figuras en la élite. Cualquiera diría que ha pasado una eternidad desde 2019, pero no ha sido tanto tiempo, solo que la pandemia parece haber estirado el calendario. Y en 2019, hace apenas seis años, dos cubanas dominaron el lanzamiento del disco en el Mundial de atletismo celebrado en Doha. Muy cerca del desierto catarí, Yaimé Pérez y Denia Caballero ganaron oro y plata para quebrar el dominio de la croata Sandra Perković.
Estas dos cubanas, una santiaguera y una villaclareña, todavía están dando guerra en las jaulas de lanzamiento y, aunque figuran como representantes de la isla en mítines internacionales, ambas decidieron emigrar y alejarse del movimiento deportivo nacional. Por ese motivo no están ahora en el Mundial de Tokio, donde, en especial Yaimé, hubiera tenido posibilidades reales de podio.
La ausencia de estas dos exponentes, como ya decíamos, abrió una grieta y puso sobre los hombros de atletas más jóvenes la responsabilidad de dar continuidad a los resultados. Silinda Morales, por sus condiciones físicas, su juventud, su talento y sus resultados previos, era la gran candidata a tomar el relevo de Yaimé y Denia, pero llegar a ese nivel de excelencia no es cuestión de coser y cantar.

Por ello, la presente edición mundialista de Tokio pudiera ser un punto de inflexión en su carrera, que quizás ahora tome nuevos vuelos. La confianza que proporciona un triunfo en un escenario tan exigente, frente a rivales con una larguísima hoja de ruta y resultados de primerísimo nivel, puede colocarla a las puertas de un futuro promisorio.
Para el atletismo cubano, con efecto inmediato, su medalla de bronce es un bálsamo, una bocanada de aire. Como ya decíamos, en la isla pasamos de tener a dos discóbolas en la élite a no tener ninguna, una transición dolorosa después de tantos años de éxitos en la arena internacional. Por eso un resultado como este vuelve a disparar la ilusión.