A pesar del sufrimiento, de las victorias apretadas y el frío inicial de sus bates, el equipo cubano de béisbol se marcha de Barranquilla con el segundo puesto y, lo más importante, con el boleto asegurado para los Juegos Panamericanos de Lima en 2019.
No obstante, también lo hace con deudas e insatisfacciones, aun cuando mejoró su performance en la recta final del torneo.
El cierre de plata –el oro era, desde hacía varias jornadas, de Puerto Rico– lo propició la victoria de este domingo 3×1 sobre los anfitriones colombianos, en el duelo más importante de las últimas fechas del béisbol centrocaribeño. Fue un triunfo ajustado, tenso, decidido en las dos primeras entradas, cuando los de la Isla marcaron par de anotaciones ante los envíos del abridor Randy Consuegra.
El batazo tranquilizador –si es que cabe este adjetivo– llegó en la alta de la octava, cuando Frederich Cepeda le sacó la pelota del estadio al relevista Kendy Batista, primer y único jonrón de los cubanos en el evento.
Pero a la hora de recoger los bates llegó la rebelión cafetera. El cuadrangular con las bases limpias de Reinaldo Rodríguez ante el relevista Vladimir García –el abridor, Freddy Asiel Álvarez, no toleró carreras– y el titubeo de su sustituto, el cerrador Raidel Martínez, que permitió la entrada circulación del empate sin outs, elevaron la temperatura en el cierre del noveno.
Sin embargo, los colombianos regalaron un doble play intentado avanzar los corredores y luego el pinareño cortó sus últimas esperanzas con un ponche inapelable. Tras el triunfo, los cubanos celebraron casi como si hubiesen ganado el título.
A esas alturas, ya el objetivo del equipo Cuba había cambiado. El manager Carlos Martí –que antes del primer juego proclamaba que la única meta era ganar el oro– ensalzó la clasificación directa para Lima, una meta a la que el conjunto –y también la prensa cubana– se había aferrado desde días atrás como tabla salvadora, ante el naufragio que se presagiaba tras las derrotas frente a boricuas y venezolanos.
Del lobo, un pelo.
Los rostros de los peloteros hablaban por sí solos. Las sonrisas y abrazos daban cuenta de la presión liberada, de la satisfacción por no regresar con las manos vacías. Terminar ganando dio a la despedida un dulce sabor, luego de varias amarguras.
Era, al fin y al cabo, el final feliz esperado tras el último partido, solo que no con el resultado prometido a priori.
El sistema de todos contra todos, que el propio manager de la Isla había estimado podía favorecer a sus pupilos, terminó pasándole factura y restándole emoción al torneo. También a Colombia le jugó una mala pasada.
Los organizadores, pensando que Cuba y su equipo disputarían la medalla de oro, dejaron para el cierre el juego entre ambas selecciones. Debió haber sido una suerte de final que finalmente no fue. Puerto Rico le aguó la fiesta a cubanos y colombianos, ganó el cetro por adelantado y después se dio el lujo de perder el invicto cuando ya poco importaba.
Ganar el último juego quedó entonces como un premio de consuelo y, dicho sea todo, los dos conjuntos lucharon a brazo partido para conseguirlo.
La plata de Cuba deja, no obstante, sentimientos encontrados. Tiene dos caras, como toda medalla.
Por un lado, visto en perspectiva lo sucedido en una cita en la que todos los participantes ganaron y perdieron entre sí, el segundo puesto y el boleto panamericano no lucen tan mal. Son, a fin de cuentas, una justa recompensa a lo hecho, que aun cuando no alcanzó para la corona dejó aspectos destacables como el trabajo defensivo (993 de average) y el pitcheo (2,08 PCL).
Pero, por otro lado, devuelve al equipo cubano a un escenario desconocido por más de tres décadas, no solo por la pérdida del trono sino también por la ruptura de un invicto en estos certámenes que se extendía ya a 43 partidos. Además, pone en entredicho las estrategias de preparación para los Juegos y su impacto especialmente en la ofensiva.
También invita a repensar la presión que suele cargarse sobre los hombros de los peloteros cubanos, a pesar de que ya no vivimos los tiempos gloriosos de antaño. En cuanto la posibilidad del oro se fue a bolina, los jugadores de la Isla se vieron más sueltos, liberados de un fardo innecesario que lejos de impulsarlos a la victoria parecía hundirlos con su peso.
Solo entonces los bates se calentaron y llegaron los éxitos holgados ante República Dominicana (13×1) y Nicaragua (11×3), en contraste con las anotaciones a cuenta gotas que habían conseguido fabricar hasta ese momento. Los 294 de promedio de bateo con que terminaron los de Cuba son, en verdad, engañosos.
Finalizado el torneo, queda la sensación de que el equipo cubano pudo ganar en Barranquilla. No porque el conjunto fuese infalible o perfecto –lejos, en realidad, de eso– sino porque, a pesar de sus conocidas carencias, el evento estaba a su alcance. Pero ni eso.
El segundo lugar no puede asumirse entonces con triunfalismo. Mejoró ciertamente la catástrofe que en un momento parecía, pero no deja de ser un espejismo de cara a certámenes mayores. Los Panamericanos del año próximo, por ejemplo.
Repetir el mismo derrotero seguido este año, mantener inamovibles las estrategias del cada vez menos orgulloso deporte nacional, no parece garantía para cambiar la historia. Más que un premio, la medalla de plata centrocaribeña es una oportunidad para el cambio.
Debería aprovecharse.
Es cierto que el equipo sw beisbol se Cuna terminó con buenos números en cuanto a bateo, pitcheo y defensa, pero eso no esconde los problemas que presentaron, con Nicaragua fue cuando mejor lucieron, un rival que no debe tomarse en serio, con Dominicana se dejaron gran cantidad de jugadores en base y hubo momentos en que el rival pudo hacer carreras. Los errores mentales no faltaron, esos que no van a los números, el pitcheo carente de inteligencia y decisión, Freddy Asiel discutiendo con el primera base de Colombia cuando le conectó doble y fue puesto out en tercera, etc.
Una preparación larga y algunos jugadores que llevan más de 2 años casi sin parar de jugar, imprecisiones de la dirección, etc.
Además en el otro lado del mar un equipo en Holanda que perdió con Alemania e Italia, además de Japón, Taipei y Holanda, después por esas veleidades de las reglas del torneo interpuertos, un cruce que ganó dos Juegos y concluyó 4to.
Si no se hacen cambios urgentes, incluyendo refrescar la dirección de la Federación y buscar cuanta ayuda se posible, eliminar el prejuicio de no aceptar un equipo unificado, hay muchos que desean jugar por su país, incluyendo no pocos que su salida fue legal.
Resumiendo, pronto vendrán importantes torneos y no se ve con posibilidades al equipo cubano de enfrentarlos con éxito, entre ellos el clasificatorio a la Olimpiada y el Premier 12, el tiempo es muy breve y hay que actuar de inmediato.
Que sigan perdiendo por cavernícolas y no me refiero precisamente a los peloteros. Ya la crisis llega a todo el deporte en general. Hay una frase muy certera que dice que el socialismo fracasa cuando se le acaba el dinero de los demás. El dinero se acabó y ha salido a flote el ruinoso sistema fracasado, incapaz de sostenerse a base de talento, esfuerzo, y trabajo y lo más importante libertad.
Primero fue la caida ideologica y despues la deportiva,en el fondo de un pozo el baseball revolucionario.
No entiendo de que se asombran si en estas mismas paginas hay especialistas que actualizan constantemente de todos los peloteros cubanso que se marchan a la sgrandes ligas en Estados Unidos, que no permite ninguna relación con el país que lso forma de forma grauita. No es Pandiame porque se acabo el dinero sino es que te llevan al producto del dinero que invirtio el país, en formar esos atletas.
Debian los especialistas que valoran el desarrollo de los peloteros cubanos creados por la Revolución, ser más honestos y valorar que pasaría si los Estados Unidos deej de politizar el deporte al incorporarlo dentro de las medidas del bloqueo y facilite una relación normal entre los deportistas formados en Cuba y su particiapción en las grandes Ligas, que permita ventajas tambien para los logros del socialsimo cubano a 90 millas del imperialismo yanqui