La historia de Ariel Sánchez (Jovellanos, 1982) en Series Nacionales comenzó exactamente la noche del 22 de noviembre de 2005. Aquel día, en la inauguración del clásico beisbolero en su edición 45, el pimentoso jardinero saltó a la grama del parque Victoria de Girón con la camiseta número 23 debajo del ilustre apellido que antes prestigiaron inmortales de la talla de Wilfredo y Fernando Sánchez, sus tíos.
En la octava entrada de ese duelo entre Matanzas y Villa Clara, Ariel salió como corredor emergente por Demis Valdés y después se quedó cubriendo el bosque derecho en el principio de la novena entrada, sin opciones de consumar su primera vez al bate en estas lides. Pero su oportunidad no tardaría en llegar. Tan pronto como en la jornada siguiente, en el estadio Emiliano Ayón, en Limonar, volvió a aparecer en el diamante para mostrarnos un ritual que después ha estado presente en la escena beisbolera nacional por espacio de 18 temporadas.
Llegó corriendo al plato, se paró en cajón de los bateadores de la mal llamada “mano equivocada”, empuñó el madero con la derecha, levantó su mano izquierda al cielo como buscando una conexión divina, se golpeó entonces par de veces en el muslo y clavó su mirada en el lanzador, esperando la confrontación. Justo ahí, bajó el sol de Limonar, pegó su primer jit y anotó su primera carrera en Series Nacionales, y dejó sentadas las bases para casi 20 años como titular indiscutible de las novenas matanceras.
En todo este tiempo, ha disfrutado incordiando a los lanzadores rivales con su madero, fiel al legado familiar de los Sánchez, una de las que más gloria ha dado al béisbol cubano durante 80 años. Sí, porque ver a un Sánchez jugando con la camiseta de Matanzas es sinónimo de jits y bates calientes repartiendo líneas en todas las direcciones del campo. Todos los caminos conducen a Roma, o a Jovellanos, en este caso, uno de los terruños que puede presumir de tener tres peloteros con más de 2000 jits en certámenes nacionales.
Ariel fue el último en llegar el pasado 21 de enero, cuando pegó un línea al derecho frente al joven mayabequense José Ignacio Bermúdez en el quinto partido de la final de la segunda Liga Élite. De esta forma, se convirtió en el vigesimoséptimo pelotero de series nacionales con 2000 imparables y el quinto matancero, tras Fernando Sánchez (2215), Wilfredo Sánchez (2174), Eduardo Cárdenas (2077) y José Antonio Estrada (2005).
“Me siento muy contento por haber llegado a esta cifra y unirme a mis tíos. Fue difícil, cuando comencé no pensé que fuera a llegar a tanto. Muchas personas tenían dudas de mi calidad, me comparaban constantemente con Wilfredo, Fernando o mi padre, Arturo, pero he logrado poner mi nombre al lado de ellos. Tengo que agradecer a la gente de Jovellanos, mi pueblo, y a todas las personas que han estado cerca durante todos estos años. Para ellos, espero seguir aumentado la cifra de indiscutibles”, dijo Ariel a la televisión nacional después de conseguir la mítica cifra de 2000 cohetes.
Ese fue un momento de coronación, pero lo sucedido desde su estreno en noviembre de 2005 hasta el presente no ha sido precisamente un cuento de hadas. En este lapso, el último de los Sánchez ha pasado por las manos de seis mentores con muy diferentes personalidades y métodos, y a todos los convenció de que merecía un puesto en la alineación yumurina.
El mítico pinareño Alfonso Urquiola fue quien lo hizo debutar, y después ha visto desfilar por el puente de mando matancero a Rigoberto Rosique, Wilfredo Menéndez, Víctor Mesa, Víctor Figueroa y Armando Ferrer. Con ellos cumplió Ariel, quien ha bateado ininterrumpidamente por encima de .300 desde la 47 Serie hasta la 62, 16 temporadas consecutivas. Además, suma nueve campañas con al menos un centenar de imparables.
Su único lunar fue una sanción en la edición 59 del clásico doméstico, cuando Ferrer lo separó del roster tras los duelos de comodines por indisciplina. Ese castigo le costó no celebrar con Matanzas el título de esa temporada, espina que tenía clavada hasta que logró, el pasado 23 de enero, coronarse con los Cocodrilos en la segunda Liga Élite.
“Ya puedo decir que soy campeón. En la Serie 59 pasé por un mal momento y no pude estar en el equipo que se llevó el título. Por eso la gente seguía diciendo que soy un pelotero que no gana campeonatos, porque además perdí dos finales en temporadas anteriores. Esa sensación de quedarte a las puertas del triunfo, de que se te escape el trabajo de un año es muy malo, de verdad. Ahora todo se siente diferente”, aseguró Ariel tras el reciente cetro de los matanceros.
Justo esa fecha de coronación es una de las que aparecen marcadas en el historial de Ariel, así como su debut el 22 de noviembre de 2005, su primer imparable el 23 de noviembre del propio año y su jit 1000 el 4 de marzo de 2014 en el parque Cristóbal Labra de Nueva Gerona. Además, logró su imparable 2000 el 21 de enero de 2024, solo dos días después de que se cumplieran 39 años del jit 2000 de su tío Wilfredo, primero en derribar esa mítica barrera en el béisbol cubano.
Para su fortuna, los éxitos más recientes los consiguió ante la mirada de su padre Arturo, quien hacía años no iba al estadio, como el propio Ariel relató: “Mis padres hace tiempo que no venían a verme jugar. Ahora no me avisaron ni nada, pero cuando los vi en las gradas me esforcé el doble por lucir bien. Gracias a Dios pude tener protagonismo y a ellos les dediqué todo lo que hice en el terreno.”
La leyenda de los Sánchez
A cualquier cubano que le guste la pelota y que haya nacido a principios de los 60 del siglo pasado tiene que haber visto en los diamantes de la isla a todos los hermanos Sánchez de Jovellanos. Felipe, Armando, Wilfredo, Fernando y Arturo inscribieron sus nombres en la historia de los clásicos beisboleros cubanos, aunque los lazos familiares con el deporte de las bolas y los strikes vienen de antes.
Su padre, René, fue un receptor alto y corpulento en la Liga Pedro Betancourt de Matanzas en los años 40, y transmitió esa pasión por la pelota a sus hijos. “Siendo pequeños, jugábamos pelota en la finca Elizardi, en nuestro terruño, en Jovellanos. El viejo, al observar el interés de todos los hermanos, un poco para que no fuéramos en busca de aventuras y también para materializar sus aspiraciones de pelotero, construyó un terrenito de béisbol. Aquello fue una locura”, relató Wilfredo Sánchez en los años 80 durante una entrevista con la revista Bohemia.
“Todo lo que tenemos y lo que somos mis hermanos y yo, en todos los sentidos, integralmente, se lo debemos al viejo. Ha dedicado toda su vida a nosotros, trabajando muy duro. Nos ha criado con mucha rectitud, disciplina y formalidad”, añadió Wilfredo en la misma entrevista, que encontré entre un montón de vetustos recortes de periódicos y revistas.
A través de esos pequeños papeles uno puede viajar en el tiempo y comprender —si acaso quedaban dudas— que la leyenda de los Sánchez no es cosa de juegos. En la Selectiva de 1979, por ejemplo, Matanzas se convirtió en el primer equipo de los clásicos domésticos con promedio ofensivo superior a .300 (.301). Un total de siete peloteros de la novena con al menos 150 comparecencias al plato quedaron por encima de esa mítica marca en average y tres de ellos fueron los hermanos Wilfredo (.342), Fernando (.311) y Arturo (.317).
Si sumamos los jits de los cinco hermanos (Fernando, Wilfredo, Arturo, Felipe y Armando) más lo logrado hasta ahora por Ariel Sánchez, la familia acumula casi 8000 imparables en clásicos domésticos, cifra prácticamente inalcanzable para cualquier otro linaje en el béisbol cubano.