Decía Jorge Valdano, una de las mentes más brillantes del fútbol contemporáneo, que la realidad de los equipos deportivos debe evaluarse siempre en tiempo presente. El palmarés, los resultados históricos, los antecedentes, el pasado, así como las proyecciones de cara al futuro, tienen un peso en esas valoraciones; pero lo que en verdad determina es el hoy.
Ese pensamiento de Valdano, que vale para el fútbol y para cualquier otra disciplina, se relaciona con una frase muy popular en el universo deportivo: “Un equipo no es tan malo como cuando pierde, ni tan bueno como cuando gana”. Por desgracia, la sentencia no siempre la consideramos y perecemos ante la tentación de ser condescendientes con un plantel si sale airoso, e implacables si cae derrotado.
Exactamente eso ha sucedido con el equipo cubano en la quinta edición del Clásico Mundial de Béisbol: luego de sus dos derrotas frente a Países Bajos e Italia, apostamos por arrancarles las tiras del pellejo, y ahora que han vapuleado a Panamá, no escatimamos en loas. Con este plantel nacional, sin duda, cuesta encontrar el término medio en los análisis o hacer valoraciones en tiempo presente, sobre todo porque ha sido muy irregular.
Capaz de lo mejor y lo peor en lapsos de tiempo muy cortos, y condicionada continuamente por las decisiones de un cuerpo de dirección que sí parece muy alejado de las dinámicas profesionales modernas, la novena antillana se mantiene con vida en el Clásico, luego de castigar a Panamá y de que Taipéi de China hiciera el primer favor de tantos que necesitamos al vencer a Italia.
Tras estos desenlaces, es muy arriesgado predecir si la historia de Cuba en el torneo será efímera (lo que pensaban todos cuando se perdió con Países Bajos e Italia), o si tendremos la oportunidad desvelarnos durante un par de semanas más (lo que esperan muchos después de despertar contra los istmeños).
Lo que queda claro es que el conjunto de la isla, además de vencer a Taipéi de China en la madrugada del domingo como elemento mandatorio en cualquier fórmula de clasificación, sigue dependiendo de otros resultados para avanzar a la segunda ronda por quinta ocasión consecutiva en los Clásicos, algo que solo está al alcance de Japón, Estados Unidos y Puerto Rico, los únicos que se han ubicado entre los ocho grandes en las pasadas cuatro ediciones.
En las actuales circunstancias, lo que más le convendría a Cuba es que Italia y Taipéi pierdan los dos choques que le restan (terminarían con 1-3). Si eso sucede, ellos quedarían igualados (2-2) con Panamá y avanzarían por su reciente victoria contra los centroamericanos.
Ese, digamos, es el escenario ideal, porque las demás variantes provocarían abrazos entre tres o más equipos del grupo, lo cual obligaría a definir las posiciones por sistemas de desempate en los que se tienen en cuenta, por este orden, las carreras permitidas, las carreras limpias permitidas o el promedio de bateo en los partidos entre los conjuntos igualados. ¡Puro enredo!
Obviamente, los jugadores cubanos no pueden ofuscarse. Pensar en el siguiente duelo contra Taipéi de China es lo único que importa en este punto del camino. Será un examen complejo, porque enfrentar a los anfitriones y sentir la presión devoradora de la grada nunca es agradable, y todos no saben responder bien frente a esas circunstancias.
No obstante, después de dos juegos desastrosos contra Países Bajos e Italia no parecía tan viable que el plantel antillano reverdeciera laureles, y lo hicieron con uno de los más consistentes despliegues ofensivos en la historia del Clásico Mundial.
Para tener una idea, superaron la barrera de los 20 imparables (21), algo que solo habían logrado Australia (22 vs. México en 2009) e Israel (20 vs. Taipéi en 2017). De esta forma, destrozaron el récord del equipo en el evento, que databa del 12 de marzo de 2009, cuando se conectaron 17 cohetes frente al combinado azteca.
En el orden individual, Yadir Drake se convirtió en el segundo cubano con cuatro imparables en un juego de Clásico Mundial, igualando la marca de Yoandry Garlobo (vs. Holanda en 2006). Además, por primera vez en la historia del torneo dos jugadores cubanos (Yadil Mujica y Yoan Moncada) consiguieron cuatro impulsadas en un mismo partido.
Precisamente, Mujica y Moncada se robaron los reflectores, no solo por el volumen de su producción, sino por el momento en que llegaron sus batazos. En la sexta entrada del duelo, el infielder matancero remolcó el empate y el cienfueguero de los Chicago White Sox puso la ventaja en lo que sería el inicio de una fiesta de batazos con protagonismo de casi todo el lineup.
Desde la lomita, el bullpen volvió a transmitir las mejores sensaciones, justo como se había previsto desde que se armó el equipo. Miguel Romero y Frank Abel Álvarez, dos hombres que inexplicablemente no fueron utilizados en el tenso choque contra Italia, dieron la cara y retiraron cinco entradas con 7 ponches y 2 jits en su cuenta. Igualmente, Carlos Juan Viera volvió a demostrar que puede sacar outs en situaciones de presión.
Por otra parte, el matancero Ariel Martínez, si bien no produjo con el madero, dejó mejores sensaciones que Lorenzo Quintana detrás del plato, lo que posiblemente le garantice la titularidad en el desafío que viene contra los anfitriones.
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