Cuba está a las puertas de vivir uno de los más largos períodos sin béisbol nacional. La maldita circunstancia del nuevo coronavirus ha provocado la suspensión de todos los eventos deportivos en la Isla al menos hasta el mes de agosto, lo cual aleja mucho más una hipotética fecha de inicio del clásico doméstico de las bolas y los strikes.
Pactada para comenzar el pasado 11 de abril, la 60 Serie Nacional se tambalea y no son pocos los que piensan que se pospondrá hasta el 2021, teniendo en cuenta que no habrá demasiado tiempo disponible a finales de año para realizar un torneo decente que, en alguna medida, llene las expectativas de los fanáticos.
Siendo muy optimistas, el campeonato podría comenzar a finales de agosto o inicios de septiembre, siempre y cuando la crisis por el coronavirus lo permita, y los peloteros hayan contado con –al menos– tres o cuatro semanas de preparación.
Esas dos condiciones son imprescindibles para dar la voz de play ball, la cual podría llegar con los estadios vacíos y personal mínimo, según las disposiciones que adopte el gobierno en cuanto a la aglomeración de personas en espacios públicos.
Incluso, si nos colocáramos ante este escenario medianamente positivo, quedaría descartada la posibilidad de poner en práctica la nueva estructura del campeonato, con dos rondas y más de 100 partidos para las novenas que avancen hasta las instancias decisivas.
Por ello, es hora de ir pensando en alternativas y modelando la mayor cantidad de escenarios posibles, sobre todo ahora que el presidente del INDER, Osvaldo Vento, ha dejado claras las pretensiones en torno al clásico doméstico: jugar un mínimo de 50 desafíos y no afectar la temporada del 2021.
Bajo esas máximas se me ocurren varias posibilidades, las cuales se vienen ya explorando en las redes como parte del intenso debate de la cuarentena. Una sería jugar la Serie 60 con la misma estructura del pasado campeonato (dos rondas de 45 juegos, comodines, seis clasificados a la fase élite y play off entre los cuatro mejores, con los respectivos refuerzos), lo cual implicaría un mínimo de improvisación, algo que no se nos da bien.
Por otra parte, se podría valorar la opción de jugar una sola ronda entre los 16 equipos de la Serie, con 60 o 75 partidos (variando según la cantidad de duelos por subserie). Tras esa etapa clasificatoria, avanzarían ocho escuadras a la postemporada, que se disputaría con el mismo formato de hace unos años: cuartos de final al mejor de cinco duelos (1ro vs 8vo; 2do vs 7mo; etc.), y semis y final a siete encuentros.
Para estas rondas decisivas, los ocho punteros seleccionarían tres refuerzos cada uno (24 peloteros) de los equipos eliminados, mientras los semifinalistas escogerían otros tres hombres (12) de los primeros perdedores en los play off, para blindarse de cara a la lucha por el podio.
La primera de estas fórmulas ya ha tenido un éxito rotundo en cuanto a audiencia e interés de los fanáticos, mientras la segunda rescataría un torneo relativamente largo con representatividad de cada territorio, algo que muchos reclaman, incluso los peloteros, quienes defienden la idea de que todos puedan jugar la mayor cantidad de choques posibles.
Propuestas (no tan serias) para la crisis del béisbol cubano
Por otra parte, dichas variantes –solo dos entre las decenas que pueden discutirse– no implicarían desembolsos significativos ni tanto tiempo de acción, lo cual garantizaría cumplir con los plazos para acometer la temporada del 2021 sin alteraciones.
Pero la cuestión no es simple, mucho influirá en cualquier decisión el presupuesto disponible, punto crucial que expuso en las redes sociales el colega Norland Rosendo.
Si bien pensamos que esas dos variantes no supondrían un gasto adicional respecto a lo presupuestado para el primer formato de la 60 Serie, hay que recordar que a una situación económica desfavorable, se le ha sumado la crisis de la pandemia por Covid-19, con el turismo reducido a mínimos, las exportaciones cayendo y una administración estadounidense que agrava el impacto del bloqueo a la Isla.
Con todos esos males, en un mundo también en crisis, no sería descabellado pensar que diversos recursos hayan sido reasignados en pos de resolver cuestiones prioritarias en la contención y mitigación del coronavirus en la Isla.
Por ello, cada centavo que se invierta en una hipotética Serie 60 debe ser aprovechado al máximo, apostando por estructuras ya conocidas, no por engendros competitivos que no motivan ni a la afición ni a los propios protagonistas: los peloteros, quienes afortunadamente no han tenido ni tendrán afectaciones en cuanto a los salarios que habitualmente cobran.
Otra variable a considerar en todas estas ecuaciones es la de los torneos internacionales, que eventualmente van a ser reprogramados y, quizá, caigan justo en medio de nuestra competencia.
¿Qué pasaría si comenzamos la lid del patio en septiembre y se determina que los Preolímpicos sean en noviembre o diciembre? ¿Paramos la Serie? ¿Seguimos jugando en aras de no perder tiempo para terminar antes de marzo, fecha del Clásico Mundial?
Son muchas las interrogantes y no hay respuestas claras. Ahora mismo la incertidumbre mundial, y la nuestra, impiden planificar cualquier cuestión sin afrontar un altísimo margen de error.
Lo más prudente entonces es tener paciencia, pensar con frialdad y valorar varios escenarios. Eso sí, hay que establecer fechas límites, tal cual han hecho la MLB y la Liga Profesional de Japón, que se plantean no jugar en caso de que no puedan arrancar antes de julio.
Digamos que si el 31 de julio se vuelve a extender el plazo de suspensión de los eventos deportivos en el país , no quedaría más remedio que renunciar a la 60 Serie para el 2020 y enfocarse en una nueva planificación, mirando por completo al 2021. Sería una decisión difícil, lógicamente, porque estamos habituados a ver béisbol, pero es lo más sensato en los tiempos que corren.