Por la Serie Mundial han pasado, literalmente, miles de jugadores. Si damos un vistazo rápido a las bases de datos de Baseball Reference, encontraremos que poco más de 2700 peloteros han visto acción en el Clásico de Otoño, mientras otros cientos estuvieron al menos incluidos en los rosters, pero no saltaron al diamante.
La cuenta de campeones en el béisbol de Grandes Ligas es más pequeña, aunque igualmente sobrepasa el millar de atletas. Ahora, si vamos a buscar cuántos han logrado ser protagonistas del último instante (ya sea out o un batazo decisivo) de una Serie Mundial, entonces ya nos encontraremos con una lista mucho más exclusiva.
En ella resaltan, por ejemplo, el estelar cerrador panameño Mariano Rivera, verdugo de los últimos bateadores en tres Series Mundiales consecutivas entre 1998 y el 2000, o el también serpentinero Keith Foulke, quien dominó a Edgar Rentería (Cardinals) en la final del 2004 y acabó con la “Maldición del Bambino” que persiguió a los Boston Red Sox durante 86 años de sequía.
Lo mismo podría aplicar para Kris Bryant y Anthony Rizzo, quienes sacaron el último out de la Serie Mundial del 2016 y acabaron con otra maldición, la de “la Cabra”, que tuvo a los Chicago Cubs en blanco durante más de un siglo. En tanto, otros llevaron los niveles de emoción un poco más allá, pues decidieron el Clásico de Otoño con el bate, como los casos de Gene Larkin (Twins) y Joe Carter (Blue Jays), protagonistas de sendos walk-off en las finales de 1991 y 1993, respectivamente.
Los peloteros cubanos, aunque en menor medida, también han vivido sus momentos de gloria en los partidos decisivos de la Serie Mundial. Por ejemplo, todo el mundo recuerda la espectacular atrapada y el doble play salvador que facturó Sandy Amorós en el séptimo juego del Clásico entre los Yankees y los Dodgers en el lejano 1955.
Aquella jugada sobre un batazo del inmortal Yogi Berra fue en el sexto capítulo, pero marcó los destinos del partido pues impidió el empate y la rebelión de la franquicia del Bronx. Después, en el noveno, Amorós sacó el penúltimo out del duelo al capturar otro elevado, y dejó la mesa servida para que Johnny Podres sellara el primer título en la historia de los Dodgers.
Pero hay otros cubanos que sí han sacado el último out de una Serie Mundial y en esos vamos a enfocar nuestra mirada ahora mismo. Es un viaje corto, de solo cinco protagonistas, pero bien vale la pena recordarlo.
Adolfo Luque, el pionero
Cuando se habla de Cuba y la Serie Mundial, el nombre de Adolfo Luque sale a relucir como el primero en casi todo. El serpentinero abrió el camino para la Isla y para todos los países latinos en el Clásico de Otoño; fue el primer en jugarlo, el primero en ganarlo y el primero con dos coronas.
Luque debutó en finales en 1919 con los Cincinnati Reds, durante aquella memorable serie contra los White Sox, la cual terminó con el lamentable escándalo de partidos amañados que involucró a ocho jugadores de Chicago, rebautizados después como los Black Sox. El derecho lanzó en dos encuentros sin permitir libertades y terminó celebrando la corona.
Sin embargo, la historia de Luque y el último out en una Serie Mundial llegó mucho tiempo después, en 1933, cuando ya tenía más de 43 años y lanzaba sus últimos cartuchos en las Mayores para los New York Giants, que decidieron utilizarlo como relevista tras una larga carrera en rol de abridor (367 aperturas).
Amparado en su maestría característica y una curva que seguía martirizando a los rivales, Luque obtuvo ocho victorias y cuatro salvamentos desde el bullpen en la campaña regular, con solo dos derrotas y efectividad de 2.69 en 80 entradas de labor. Esos números lo ubicaban como un hombre a tener en cuenta por los Giants de cara a la Serie Mundial frente a los Washington Senators.
Pero llegados a ese punto, el manager Bill Terry no miró mucho a sus relevistas, de hecho, los abridores Carl Hubbell, Hal Schumacher y Freddie Fitzsimmons trabajaron en 36 de los 37 innings que se jugaron en los primeros cuatro encuentros del duelo. Ese desgaste se notó ya a la altura del quinto encuentro, y entonces Luque entró en escena.
El cubano se encaramó en la lomita en el sexto episodio, justo después de que Fred Schulte le empata el choque a Schumacher con un jonrón de tres carreras. Luque entró en escena con dos corredores a bordo, pero controló la situación al dominar a Luke Sewell con roletazo a la intermedia.
A partir de ahí comenzó su recital de ceros en la pizarra del Griffith Stadium, abarrotado con casi 29 mil fanáticos. Luque ponchó a cinco rivales, permitió par de imparables y regaló dos boletos, pero solo uno de los corredores de los Senators le pudo llegar a posición anotadora, por lo que sostuvo el empate hasta que el inmortal Mel Ott conectó jonrón en la décima para poner a los Giants en ventaja.
Justo con la diferencia mínima y a falta de tres outs para el campeonato, Luque afrontó sus mayores complicaciones cuando dos hombres le entraron en circulación. Sin embargo, con su habitual sangre fría, el derecho corrigió el rumbo y retiró por la vía de los strikes a Joe Kuhel para bajar las cortinas de la Serie Mundial.
Con ese ponche, podría decirse que el tirador cubano activó una particular maldición, porque no se jugó en Washington ningún otro Clásico de Otoño el 2019, 86 años después. Aquel 7 de octubre de 1933, Luque tenía con 43 años y 64 días, y todavía hoy ostenta el récord como el lanzador más longevo con una victoria en la Serie Mundial.
Toda la ruta con Mike Cuéllar
Un año después de convertirse en el primer pitcher latino ganador del premio Cy Young, Mike Cuéllar volvió a fungir como eje del pitcheo de los Orioles en 1970 con 24 victorias, líder entre todos los lanzadores de la Liga Americana. Sin embargo, su temporada no había sido del todo dulce, con 34 jonrones y 115 carreras limpias permitidas, puntero en ambos departamentos.
Por si fuera poco, su brazo se sentía el desgaste de casi 300 entradas de labor y 21 juegos completos, detalle que quizás acusó en el inicio de aquella postemporada. Lejos de su dominio habitual, el zurdo villaclareño aceptó diez imparables y seis anotaciones de Minnesota en el inicio de la Serie de Campeonato, y para el segundo partido del Clásico de Otoño ni siquiera pudo pasar del tercer capítulo con cuatro carreras en su cuenta.
Esas eran malas señales para los Orioles, aunque lograron reponerse al bajón de su as y pusieron contra las cuerdas a Cincinnati apoyados en el poderío ofensivo de Boog Powell, Brooks Robinson y Frank Robinson.
Llegó entonces el quinto partido de la Serie Mundial con ventaja de 3-1 para Baltimore, a las puertas de su segunda corona. A pesar de las dudas que generaba su rendimiento previo, el manager Earl Weaver le entregó la bola a Cuéllar, quien respondió como mejor sabía hacerlo.
El zurdo abrió en medio de un volcán, al permitir tres dobles, un sencillo y tres carreras en el mismo inning de apertura. Los peores presagios rondaron el Memorial Stadium, pero Cuéllar recuperó su toque y comenzó a dominar. En los restantes ocho episodios solo aceptó par de hits, regaló un boleto y ponchó a cuatro rivales.
El as de los Orioles estaba de vuelta justo a tiempo, devorando entradas, liquidando rivales y poniendo cada vez más cerca la posible corona de la Serie Mundial. Mientras él hacía su trabajo, la ofensiva destrozaba a Cincinnati que, sin alma, vio caer en línea a sus últimos siete bateadores, incluidos los implacables Pete Rose, Tany Pérez y Johnny Bench.
En el noveno, Cuéllar terminó su labor contra Pat Corrales, quien fue el último out en rodado por tercera. A los efectos de la anotación, el antesalista Brooks Robinson y el inicialista Boog Powell fueron los que facturaron el out del campeonato, pero no vamos a restarle méritos al zurdo cubano, quien supo mantener a raya a la artillería de los Cincinnati Reds.
Jackie Hernández, un Pirata de sangre fría
Son pocos los cubanos protagonistas en la última jugada de una Serie Mundial, pero en dos temporadas consecutivas (1970 y 1971) los peloteros de la Isla fueron clave en el out final del Clásico de Otoño. Ya mencionamos la faena de Mike Cuéllar con los Orioles en 1970, y nos toca ahora referirnos a Jackie Hernández, quien selló el triunfo de los Pirates en 1971.
El torpedero del Central Tinguaro no era una de las estrellas antillanas en las Mayores, pero desde 1965 había logrado sostenerse en el máximo nivel, sobre todo como jugador de reemplazo por sus cualidades defensivas. Con ese cartel llegó a Pittsburgh en 1971, pero a mediados de agosto se asentó como titular y contribuyó en el primer pergamino de la franquicia en 11 años.
Para la postemporada, Hernández no perdió la condición de regular y estuvo en todos los encuentros de la Serie de Campeonato contra San Francisco, la antesala de una final memorable ante los Orioles, en la cual los Pirates se recuperaron tras perder los dos primeros partidos.
Como solía suceder, el cubano no fue determinante con su bate. Anotó par de carreras, remolcó otra, tomó dos boletos y dio tres jits, pero en sentido general nada de eso pesó en los desenlaces. En los últimos partidos su madero se enfrió por completo, con siete fallos seguidos y tres ponches.
Sin embargo, los dioses del béisbol tenían reservado un instante especial para Jackie Hernández, protagonista indiscutible en el último out de esa Serie Mundial. En el séptimo juego, con la pizarra 2-1 a favor de los Pirates en la novena, el cubano salió al campo corto con cierto sobresalto en el estómago, pues estaba tres outs de acariciar la gloria.
En línea llegaban al plato Boog Powell, Brooks Robinson y Merv Rettenmund para enfrentar a Steve Blass, en la lomita desde el arranque del choque. El primer oponente cayó en un roletazo a la intermedia y los otros dos murieron, precisamente, a manos de Jackie Hernández.
Un flojo elevado al campo corto fue el out 26 y solo unos momentos después, Rettemund soltó un rolling saltarín por encima del segundo saco que amenazaba con colarse en el jardín central, pero apareció el guante de Hernández, quien recogió y disparó con el alma y mucha sangre fría a la inicial para liquidar las acciones en combinación con el inicialista Bob Robertson.
De inmediato, más de 47 mil almas hicieron silencio y se resignaron en el Memorial Stadium de Baltimore, donde justo un año y dos días antes Mike Cuéllar había sacado el último out de la Serie Mundial de 1970.
La noche perfecta de Bert Campaneris
En la noche del 18 de octubre de 1973, parecía que nada ni nadie impediría que los New York Mets llevarían al éxtasis a sus fanáticos con una segunda corona de Serie Mundial tras la alcanzada en 1969. Sin embargo, en cuestión de 72 horas, la historia dio un giro dramático y el sueño se transformó en pesadilla para la franquicia de Queens.
Los Mets dejaron escapar una ventaja de 3-2 en el Clásico de Otoño contra Oakland, que resurgió de sus cenizas y conquistó su segundo título en línea. Pitcheo estelar de Ken Holtzman, Darold Knowles y los inmortales Catfish Hunter y Rollie Fingers, sumado al bateo siempre oportuno de otro miembro de Cooperstown, Reggie Jackson, fueron las claves en la remontada de los A´s.
A todo esto debemos añadir el protagonismo de un cubano, el incombustible Bert Campaneris, quien sacó la casta en el duelo decisivo de la serie. El torpedero yumurino bateaba .222 (con cuatro anotadas y tres bases robadas) en la Serie Mundial antes de arrancar el séptimo partido, en el cual demostró contundencia ofensiva.
Campaneris abrió el marcador con un jonrón de dos carreras en la tercera entrada y luego, en el quinto, se embasó por sencillo al izquierdo, avanzó a segunda por un error y anotó por otro imparable de Joe Rudi, dejando a los Mets con desventaja de cinco en la pizarra.
Con esa diferencia, la segunda mitad del choque fue un paseo triunfal para los 50 mil fanáticos de Oakland en el Alameda County Coliseum, donde precisamente Campaneris sacó el último out de la noche al atrapar un flojo elevado de Wayne Garrett. Tal cual había sucedido un año antes, y justo como sucedería un año después, los A´s eran campeones de la Serie Mundial.
Yuli Gurriel captura su campeonato
Yulieski Gurriel se fue de Cuba sin saber lo que era ganar una Serie Nacional. La tuvo en la punta de las manos en su año de debut, pero se le escapó con aquel ponche memorable de Oscar Gil a Frederich Cepeda en la final del 2002 entre Sancti Spíritus y Holguín. Después, el estelar infielder no tuvo ninguna otra oportunidad de discutir la corona, ni con los Gallos ni con Industriales, se segundo equipo en la Isla.
Pero en un deporte como el béisbol no es prudente juzgar a nadie por los resultados de sus novenas, a fin de cuentas, esa gloria colectiva se puede encontrar a la vuelta de la esquina cuando menos lo esperas. Yulieski es un ejemplo muy claro, quizás el más elocuente de todos.
Tras 15 años sin hacer la cruz en la vilipendiada Serie Nacional, el espirituano llegó a Estados Unidos, firmó con una franquicia que había registrado récord negativo en seis de las últimas siete temporadas, y en su primera campaña completa el equipo ganó 101 partidos, clasificó a los play off y ganó el Clásico de Otoño.
Para el más talentoso de los hermanos Gurriel, este fue un viaje salvaje. En poco más de un año, pasó de la incertidumbre que provoca el proceso de encontrar equipo en Grandes Ligas a estar celebrando el título del mejor béisbol del mundo, al cual contribuyó de manera decisiva en diversos compases de la final contra los Dodgers.
Sí, porque la Serie Mundial fue una montaña rusa para el cubano, quien bateó seis jits –cinco de ellos extrabases– e impulsó cuatro carreras cruciales en las aspiraciones de los Astros, pero estuvo a punto quedar suspendido a mitad del match por un gesto considerado racista tras pegarle un jonrón al japonés Yu Darvish.
En el tercer duelo del Clásico, Yulieski abrió el marcador con un vuelacercas frente al diestro asiático y en el dogout, sonriendo, se rasgó los ojos y fue captado por la televisión. Esa acción provocó que MLB le abriera un expediente y lo sancionara, pero el castigo lo cumpliría al inicio de la siguiente temporada. Para su fortuna, seguiría luchando en la Serie Mundial.
Mirando en retrospectiva, esa decisión también fue un bálsamo para Houston, que encontró en Gurriel al revulsivo ideal en el quinto partido del match, cuando perdían 4-1 y le pegó jonrón de tres carreras al mismísimo Clayton Kershaw. Aquel duelo se transformó en una fiesta de batazos y los Astros ganaron.
Sin embargo, Yulieski bajó las prestaciones tras ese vuelacercas, con solo par de imparables en los siguientes 11 turnos. Pero le quedaba todavía la satisfacción mayor. En el séptimo partido, Gurriel facturó el último out de la Serie Mundial en combinación con José Altuve, logrando así el primer título de la franquicia y también el primer cetro de liga en su carrera.
En Chavez Ravine, con casi 55 mil fanáticos de los Dodgers resignados tras aumentar su racha a 29 años seguidos sin ganar, Yulieski recibió la pelota del último out y enseguida se llevó las manos a la cabeza. No podía creer que finalmente había capturado su campeonato.
La otra cara de la moneda
A esta altura probablemente se estén preguntando si alguien ha sido la otra cara de la moneda, o sea, si algún cubano ha tenido la mala fortuna de ceder el último out de la Serie Mundial. Pues no, ninguno ha pasado por ese mal rato en el Clásico de Otoño, pero dos grandes estrellas estuvieron cerca.
Hablamos del inmortal Tany Pérez y el toletero José Canseco, quienes fueron las penúltimas víctimas en las finales de 1983 y 1990, respectivamente.
La leyenda del Central Violeta, ya en el ocaso de su carrera y vistiendo la camiseta de los Phillies, cedió el out 26 en el quinto partido del match contra los Orioles. Pérez bateó un elevado al central contra los envíos de Scott McGregor, quien después retiró a Garry Maddox y le dio la corona a Baltimore 13 años después de su título más reciente.
Una historia parecida se dio con Canseco, quien salió de emergente por Harold Baines en la Serie Mundial de 1990 y fue el penúltimo out con un roletazo a la antesala. En el siguiente turno, Carney Lansford también falló y Cincinnati se quedó con la corona ante Oakland.
Con todo esto en mente, pasemos entonces a disfrutar de la Serie Mundial 2021. ¿Algún cubano sacará el último out? ¿Correremos con la mala suerte de que alguien de la armada antillana se convierte en la víctima final del campeonato? Ahora mismo nadie sabe, pero las posibilidades son más grandes que nunca.