Cubanos en Cooperstown: seis estrellas del diamante

Cuba es el país extranjero con más exponentes en el Salón de la Fama del béisbol norteño: seis jugadores y ocho representantes en total.

Tres de las leyendas cubanas de las Ligas Negras exaltadas al Salón de la Fama de Cooperstown. Foto: National Hall of Fame.

El béisbol cubano se despedirá del 2021 en la honorable posición de ser el país extranjero con más exponentes en el Salón de la Fama de Cooperstown. La reciente elección de Orestes Miñoso y Tony Oliva deja a la Isla con seis jugadores y ocho representantes de manera global en el templo de inmortales del deporte de las bolas y los strikes en Estados Unidos, por delante de las mayores potencias latinas del juego.

Detrás de Cuba, el otro país extranjero con más peloteros exaltados a Cooperstown es Puerto Rico con cinco (Roberto Clemente, Orlando Cepeda, Roberto Alomar, Iván Rodríguez y Edgar Martínez), seguido por República Dominicana con tres (Juan Marichal, Pedro Martínez y Vladimir Guerrero), Panamá con dos (Rod Carew y Mariano Rivera) y Venezuela con uno (Luis Aparicio).

La cuenta cubana ha crecido ahora con Miñoso y Oliva, que se suman a Martín Dihigo, Tany Pérez, Cristóbal Torriente y José de la Caridad Méndez. Además, la historia antillana en el Salón de la Fama de Cooperstown no puede ser contada sin la obligada referencia al ejecutivo Alex Pompez y al periodista Rafael “Felo” Ramírez, quienes no brillaron directamente en el diamante, pero dejaron un extraordinario legado desde sus respectivos campos de trabajo.

Pompez, exaltado en el 2006 por el Comité Especial de las Ligas Negras, estuvo a la vanguardia de la internacionalización de las Ligas Negras durante 35 años como propietario y ejecutivo en el período 1916-1950, en el cual se consagró como un excepcional descubridor de talentos. Bajo su mano llegaron a esos circuitos las primeras estrellas del Caribe, incluyendo a Dihigo, Alejandro Oms, Juan Tetelo Vargas o Miñoso.

¿Pertenecen Orestes Miñoso y Tony Oliva al Salón de la Fama?

Tras caer paulatinamente la barrera racial y comenzar el proceso de transición a la era integrada, Pompez siguió trabajando en Estados Unidos como scout internacional de los Giants en MLB.

“Felo” Ramírez, por su parte, fue el narrador oficial de los Marlins desde 1993 hasta el 2017, aunque su carrera comenzó en la década del 40 del siglo pasado. Durante más de 70 años grabó su voz en los principales acontecimientos mundiales de boxeo y béisbol. El comentarista bayamés, entre otros grandes momentos, inmortalizó el jit 3000 de Roberto Clemente, el juego perfecto de Don Larsen en la Serie Mundial de 1956 o la definición de 31 finales de MLB.

Por sus contribuciones y dedicación, “Felo” Ramírez ganó el premio Ford C. Frick que otorga el Salón de la Fama a los narradores, comentaristas o analistas más destacados en la cobertura del juego. En el 2001, fue exaltado como inmortal de Cooperstown y también resultó elegido como miembro del Salón de la Fama del Caribe.

Como habíamos comentado, Pompez y “Felo” Ramírez no son los únicos cubanos en Cooperstown. Otras seis leyendas antillanas ascendieron al templo de inmortales del béisbol norteño, de las cuales ofrecemos sus perfiles en OnCuba.

Martín Dihigo, “El Maestro”

Nombre completo: Martín Magdaleno Dihigo Llanos

Nació en Cidra, Matanzas, el 25 de mayo de 1905

Murió en Cruces, Cienfuegos, el 20 de mayo de 1971

Exaltado al Salón de la Fama el 8 de agosto de 1977 por el Comité Especial de las Ligas Negras

Placa de Martin Dihigo en el Salón de la Fama de Cooperstown. Foto: National Baseball Hall of Fame.

Dihigo fue el primer cubano con una placa en el Salón de la Fama de Cooperstown. Su elección llegó como lanzador y miembro de los Cuban Stars, equipo de las Ligas Negras en el que debutó con 18 años en 1923. Allí estuvo cinco temporadas hasta 1927 y regresó después en 1930. Además, en Estados Unidos jugó con Homestead Grays, Hilldale Giants, Baltimore Black Sox y los New York Cubans, equipos de las Ligas Negras.

Aunque ya mencionamos que fue exaltado al templo de inmortales del béisbol estadounidense como lanzador, Dihigo comenzó su carrera en la intermedia y luego decidió probar también en el campo corto, la tercera base y los jardines, aprovechando la fuerza de brazo, la velocidad de movimientos y un impresionante poderío físico y atlético.

Intimidante con el madero, un diablo en los senderos y excepcional desde la lomita, pronto captó la atención de los fanáticos, maravillados ante su capacidad sobrenatural para brillar en cualquier espacio del diamante. Su ambición en los terrenos era insaciable, jugaba en el verano Estados Unidos y en el invierno se iba a México, Venezuela o Cuba, donde también cautivó por su destreza y versatilidad.

Una de las muestras más elocuentes de su talento llegó en 1938, cuando lanzó un partido sin jits ni carreras, bateó por encima de .300 y fue líder en ponches del circuito mexicano. Esa fue la tónica de su carrera, que terminó con más de 200 victorias y alrededor de 130 cuadrangulares sumando su accionar en todas las ligas.

“Yo digo que (Dihigo) fue el mejor jugador de todos los tiempos, blanco o negro. Podía hacerlo todo”, aseguraba Buck Leonard, miembro del Salón de la Fama de Cooperstown y uno de los mejores bateadores de las Ligas Negras.

Esa idea la han defendido durante décadas muchos de los que lo vieron jugar o trabajar como mentor luego de su retiro, y también sirvió de base para la exaltación de “El Maestro” a Cooperstown y al Salón de la Fama de Cuba, México, Venezuela y República Dominicana.

Tany Pérez, “Big Dog”

Nombre completo: Atanasio Pérez Rigal

Nació en el Central Violeta, Ciego de Ávila, el 14 de mayo de 1942 (79 años)

Exaltado al Salón de la Fama el 23 de julio del 2000 por la Asociación de Escritores de Béisbol de América (BBWAA por sus siglas en inglés)

Tany Pérez (al centro) en la ceremonia del Salón de la Fama del año 2000. Foto: National Baseball Hall of Fame.

Segundo cubano con una placa en el Salón de la Fama de Cooperstown y primer elegido por el Comité Regular, Tany fue exaltado como inicialista y miembro de los Cincinnati Reds, equipo en el que brilló en la década del 70 del siglo pasado como parte de la temible “Big Red Machine”.

“Big Dog” se ganó su apodo a golpe de producción de carreras, arte que llegó a dominar como un verdadero animal de caza. Para tener una idea, entre 1967 y 1980 nadie en Grandes Ligas se acercó a sus números de empujadas (1375), ni siquiera su estelar compañero de equipo en los Reds, Johnny Bench (1259), o el gran Reggie Jackson (1231), bautizado como Mr. October precisamente por su habilidad para facturar carreras en la postemporada.

“Pete (Rose) conseguía sus 200 hits, (Johnny) Bench hacía lo suyo, y Tony era empujado a un segundo plano, impulsando sus 100 carreras cada año. Uno lo veía en las notas al final de las historias en el periódico: «Oh, por cierto, Pérez conectó un jonrón de tres carreras para ganar el juego»”, relataba el compañero de Tany en Cincinnati, Pat Corrales, quien vio a Tany impulsar más de 100 carreras en siete oportunidades (seis con los Reds y una con Boston).

En total, el inicialista del Central Violeta remolcó 1652 anotaciones en su trayectoria por cuatro equipos en las Mayores, donde jugó por espacio de 23 años. “Con hombre en posición de anotar y el juego cerrado, Tany es el último tipo al que cualquier oponente quisiera ver”, decía uno de sus rivales divisionales, Willie Stargell (Pirates), quien muchas veces sufrió la sangre fría del antillano a la hora cero.

Tany se retiró en 1986 con 44 años de edad, luego de participar en siete Juegos de Estrellas y conectar 379 jonrones, la tercera mayor cantidad para un pelotero cubano en MLB. Además, compitió en cinco Series Mundiales, conquistó dos anillos y se ganó el corazón de la comunidad en Cincinnati, donde su dorsal 24 es y será venerado como sello de identidad de un pelotero inmortal.

Cristóbal Torriente, “Babe Ruth de Cuba”

Nombre completo: Cristóbal Torriente

Nació en Cienfuegos, el 16 de noviembre de 1893

Murió en Nueva York, el 11 de abril de 1938

Exaltado al Salón de la Fama el 30 de julio del 2006 por el Comité Especial de las Ligas Negras

Placa del Salón de la Fama de Cooperstown de Cristóbal Torriente. Foto: Tomada de Fotos de La Habana.

Torriente fue uno de los tres cubanos que recibieron su placa en el Salón de la Fama de Cooperstown en el 2006. Su elección llegó como jardinero central y miembro de los Chicago Americans Giants, equipo de las Ligas Negras con el que ganó tres títulos consecutivos entre 1920 y 1922. Allí estuvo seis temporadas hasta 1925, y después pasó por otros conjuntos como Kansas City Monarchs, Cleveland Cubs, Detroit Stars, Gilkerson’s Union Giants, Atlanta Black Crackers y Louisville Black Caps.

Reconocido como un jugador total, lo que hoy llamaríamos un “cinco herramientas”, las historias de Torriente comienzan por su poder con el madero y terminan con su excelso nivel defensivo en las praderas, pasando por su capacidad de contacto en el cajón de bateo, su velocidad en las bases y la potencia de su brazo.

Con esos atributos irrumpió en el Chicago Americans Giants en 1920, cuando encabezó la liga en dobles (21), average ofensivo (.411), promedio de embasado (.479) y slugging (.606). Su despliegue en aquellos años fue monumental, al punto de que comandó las Ligas Negras en impulsadas (81) en 1924, además de apuntarse otros dos lideratos en OBP.

Su carrera, como era usual en aquellos tiempos, no se limitó a Estados Unidos. Torriente jugaba asiduamente en Cuba, donde bateó por encima de .300 en 11 temporadas, ganó dos coronas ofensivas y seis títulos con el Almendares.

Una de sus historias más populares con la novena de los Alacranes se dio en 1920, cuando el plantel recibió en La Habana a los New York Giants del poderoso Babe Ruth para una serie de nueve partidos. “El Bambino” hizo lo que se esperaba desde el inicio, con un doble y un triple en sus primeros turnos, pero el show del duelo se lo robó Torriente.

El patrullero del Almendares llegó a pegar tres jonrones en un mismo partido el 6 de noviembre de 1920. En esa jornada se enfrentó a Ruth, quien se encaramó en la lomita, y le conectó un doble para sellar un duelo memorable con seis impulsadas en las narices del mejor jugador de la época, sin jits aquella tarde.

“Nunca le hemos dado a Torriente todo el crédito que merece. Él hacía todo bien, fildeaba de forma natural, tiraba perfecto, cubría mucho terreno, y en cuanto al bateo, dejó de ser bueno para convertirse en extraordinario”, dijo Martin Dihigo sobre el “Babe Ruth de Cuba”, exaltado en la primera clase del Salón de la Fama del béisbol cubano en 1939.

José de la Caridad Méndez, “El Diamante Negro”

Nombre completo: José de la Caridad Méndez Báez

Nació en Cárdenas, Matanzas, el 2 de enero de 1885

Murió en La Habana, el 31 de octubre de 1928

Exaltado al Salón de la Fama el 30 de julio del 2006 por el Comité Especial de las Ligas Negras

Placa de José de la Caridad Méndez en el Salón de la Fama de Cooperstown. Foto: National Baseball Hall of Fame.

Méndez fue uno de los tres cubanos que recibieron su placa en el Salón de la Fama de Cooperstown en el 2006. Su elección llegó como lanzador y miembro de los Kansas City Monarchs, equipo de las Ligas Negras con el que trabajó por siete años en el cierre de su carrera, después de jugar con el Chicago Americans Giants y el Detroit Stars.

Lanzador de poderosa recta, imponente curva y una gran capacidad para dejar fuera de balance a los rivales con el contraste de velocidad, Méndez impresionaba en la lomita desde que comenzó con el Almendares a principios del siglo pasado. Brilló en Cuba y Estados Unidos, particularmente en los Monarchs, donde dejó registros de nivel. Treinta victorias, solo nueve derrotas, efectividad de 3.46 y un título en la Serie Mundial de las Ligas Negras en 1924 (obtuvo dos victorias, con promedio de carreras limpias de 1.42) son algunos de sus honores más relevantes.

“El Diamante Negro” no dejaba a nadie indiferente. John McGraw, manager de los New York Giants en MLB, expresaba sin miedos que, para el béisbol, era un fracaso el hecho de no dejar a un lado cualquier ley no escrita o prejuicio que impedía fichar a un jugador sin importar su raza. De no ser por eso, Méndez probablemente hubiera tenido su oportunidad en las Mayores, porque calidad le sobraba.

En marzo del 2013, Ira Thomas, receptor del Philadelphia Athletics que visitó La Habana en algunas ocasiones, dijo a Baseball Magazine que Méndez, si fuera un hombre blanco, podría obtener una buena posición en cualquier equipo del circuito MLB.

“Méndez es un hombre extraordinario. Más de un jugador de Grandes Ligas se ha enfrentado a él y ha salido del plato con un sano respeto por la gran estrella cubana. No es solo mi opinión, sino la opinión de muchos otros que han visto a Méndez lanzar, se ubica entre los mejores del juego. No creo que sea igual a Walter Johnson, pero no se queda atrás. Tiene una velocidad tremenda, un gran control y un excelente juicio. Es un pelotero natural”, apuntaba Thomas en una definición muy ajustada del “Diamante Negro”.

Orestes Miñoso, “El Cometa Cubano”

Nombre completo: Saturnino Orestes Armas Miñoso

Nació en La Habana, el 29 de noviembre de 1925

Murió en Chicago, el 1 de marzo del 2015

Exaltado al Salón de la Fama el 5 de diciembre del 2021 por el Comité de Veteranos (Era de los Días Dorados)

Miñoso es uno de los dos cubanos exaltados al Salón de la Fama de Cooperstown en el 2021. Su elección llega como jardinero izquierdo y miembro de los Chicago White Sox, equipo en el que marcó una época en la década del 50 del siglo pasado. “Minnie” también dejó su huella en los Cleveland Indians, St. Louis Cardinals, Washington Senators y New York Cubans, este último conjunto en las Ligas Negras.

El legado de Miñoso es inigualable. En 1949 se convirtió en el primer latino negro en las Grandes Ligas, derrumbando una barrera social y cultural, abriendo por fin un espacio para la enorme legión de peloteros de color nacidos en países caribeños.

Minnie Miñoso es y siempre será “Mr. White Sox”

“Minnie Miñoso es para los peloteros latinos lo que Jackie Robinson fue para los peloteros negros. Él es quien hizo posible el sueño de jugar en Grandes Ligas para nosotros los latinos. Él fue el primer latino es convertirse en una superestrella”, dijo el puertorriqueño Orlando Cepeda, exaltado a Cooperstown en 1999.

Ciertamente, el impacto de Miñoso guarda ciertos paralelismos con la mágica historia de Robinson, no solo por romper barreras raciales y culturales, sino porque lo hicieron con un rendimiento fabuloso en el diamante. Sin ir muy lejos, “Minnie” ganó tres Guantes de Oro, estuvo en 13 Juegos de Estrellas y es el único pelotero que ha logrado los lideratos –en temporadas diferentes– de jits, dobles, triples, robos y bases recorridas en la era de la bola viva (de 1920 hasta el presente).

El “Cometa Cubano” fue un bateador recio, con una línea ofensiva de .299/.387/.461. Además, integra junto a Joe DiMaggio y Goose Goslin –dos inmortales– un exclusivo grupo con los siguientes acumulados históricos: 2100+ jits, 360+ dobles, 90+ triples, 195+ jonrones, 1200+ anotadas, 1000+ impulsadas y menos de 600 ponches.

Miñoso se retiró en 1964, pero regresó en 1976 y 1980 a consumir unos pocos turnos y convertirse en uno de los dos peloteros en la historia de Grandes Ligas que ha jugado en cinco décadas diferentes. Por si fuera poco, también apareció en la Northen League en 1993 y 2003 de manera testimonial y es el único pelotero profesional que participado en siete décadas diferentes.

Tony Oliva

Nombre completo: Tony Pedro Oliva

Nació en Pinar del Río, el 20 de julio de 1938 (83 años)

Exaltado al Salón de la Fama el 5 de diciembre del 2021 por el Comité de Veteranos (Era de los Días Dorados)

Tony Oliva fue elegido el pasado 5 de diciembre al Salón de la Fama de Cooperstown. Foto: Tomada de Star Tribune.

Oliva se convertirá en el segundo cubano –tras Tany Pérez– que reciba en vida su placa al Salón de la Fama de Cooperstown tras su reciente elección. El pinareño entrará al templo de inmortales como jardinero derecho y miembro de los Minnesota Twins, la única camiseta que defendió en Grandes Ligas durante 15 temporadas.

Novato del Año en 1964, ganador de un Guante de Oro, ocho veces Todos Estrellas, campeón de bateo de la Liga Americana en tres oportunidades y rey del jit en el propio circuito en cinco ocasiones, Oliva fue un verdadero fenómeno ofensivo en sus primeras ocho temporadas completas en las Mayores.

En ese lapso, dejó una línea ofensiva de .313/.360/.507, con 1455 jits, 278 dobles, 177 jonrones, 719 impulsadas, 711 anotadas y 84 bases robadas.

“Hay muchos otros muchachos que preferiría ver en una situación clave, pero ante Tony Oliva no puedes hacer un mal lanzamiento”, dijo el miembro del Salón de la Fama, Whitey Herzog, sobre el estelar pinareño, quien disputó una Serie Mundial en 1965 con Minnesota, aunque no pudo llevarse el año tras caer contra los Dodgers.

Por desgracia, la carrera de Oliva dio un giro al final de la temporada de 1971, cuando se lesionó una de sus rodillas fildeando un batazo en Oakland. Ese accidente condicionó por completo el futuro del patrullero de los Twins, quien tuvo que someterse a ocho intervenciones quirúrgicas en las últimas cinco campañas que disputó en las Mayores.

Aunque vio limitado su tiempo de juego en Grandes Ligas, Oliva es uno de los pocos jugadores con tres títulos de bateo y cinco liderazgos de jits, algo que solo lograron antes tres verdaderos monstruos como Stan Musial, Pete Rose y Tony Gwynn.

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