Se jugó pelota en Santiago de Cuba. A pesar de la tormenta, a pesar de la pandemia, a pesar de las gradas vacías, a pesar que el panorama invitaba a la austeridad económica, a pesar de todo, el duelo de Estrellas de la 60 Serie Nacional de Béisbol se realizó este martes en el Guillermón Moncada, milagrosamente seco luego de varios días de lluvia ininterrumpida.
Las jóvenes estrellas consiguieron la victoria 8-6 ante los más experimentados, con jonrones clave de Iván Prieto y Santiago Torres. El receptor holguinero –ahora miembro de los Alazanes de Granma– y el intermedista indómito dieron la vuelta al choque en las postrimerías, y dejaron la escena lista para un efectivo relevo del capitalino Andy Rodríguez, quien se apuntó el rescate.
Fue un partido cerrado, disputado, pero al margen de esa paridad no dejó demasiadas señales positivas. El pitcheo sucumbió frente a bateadores que no son nada del otro mundo, sobre todo los abridores Lázaro Blanco y Josimar Cousín, quienes soportaron siete carreras entre los dos en el episodio de apertura.
Blanco quizás acusó el descanso de una semana (está habituado a trabajar en rotaciones cortas con cuatro o cinco días) y el escaso tiempo de calentamiento tras las ceremonias protocolares, pero Cousín solo confirmó el pésimo estado de forma que reflejan sus números: efectividad de 6.30 y promedio oponente de .338. Con ese rendimiento no tenía que haber sido incluido en el Juego de Estrellas, aunque se trate de uno de los mejores prospectos del pitcheo cubano.
Juego de Estrellas: ¿sacrificamos la tradición por el futuro?
Por otra parte, algunos toleteros mostraron sus eternas lagunas, mientras en el orden colectivo las dos novenas cometieron los mismos errores tácticos que día a día se observan en el clásico doméstico. Nada nuevo en el horizonte.
El duelo tampoco nos trajo nada diferente en términos de utilización de jugadores. El guion fue idéntico al de ediciones anteriores, los managers rotaron, utilizaron a la mayoría de sus piezas y, como era de esperar, no se pudo ver por más de dos o tres turnos a ninguna de las futuras estrellas.
Esta muestra es demasiado pequeña para familiarizarse con algunos de los menos conocidos, y el resultado de la misma no aporta una idea real de las potencialidades y defectos de estos jugadores. Lo mismo sucede con los lanzadores, quienes no pasaron de una entrada de labor.
Si verdaderamente queremos que la afición conozca a los nuevos talentos, se identifique con ellos y conozca sus principales herramientas, la solución debe ser la creación de un Juego de Futuras Estrellas, que puede convivir sin problemas con el tradicional duelo de Orientales vs. Occidentales, ahora cercenado.
Mejores sensaciones dejaron las pruebas de habilidades, en las cuales se pudo apreciar el poder de Yasser Julio González, la velocidad de José Luis Gutiérrez en la carrera de home a primera y la vuelta al cuadro, y la precisión de Richel López en el tiro de los receptores a segunda.
El naufragio santiaguero
A pesar de las lagunas mencionadas anteriormente, digamos que se puede salvar la puesta en escena del Juego de las Estrellas hablando exclusivamente del partido y las habilidades, que fueron entretenidas. Sin embargo, los organizadores santiagueros fallaron estrepitosamente en otras cuestiones que minimizaron los detalles positivos.
El primer despropósito se visualizó el pasado sábado. Una serie de números de destacadas personalidades del béisbol en la provincia fueron ubicados encima del dogout de primera en el Guillermón, la cueva tradicional de los indómitos. Entre los escogidos estaban el 20 (Norge Luis Vera), el 19 (Ormari Romero), el 46 (Orestes Kindelán), el 39 (Higinio Vélez), el 16 (Elpidio Mancebo), el 28 (Fermín Laffita)…
Por supuesto, enseguida resaltaron las ausencias de Antonio Pacheco (6), Fausto Álvarez (17), Gabriel Pierre (33), Rolando Meriño (40) y Alexei Bell (88), por solo mencionar algunos de los más ilustres jugadores del territorio y de Cuba.
La omisión de estos jugadores, involuntaria o intencionada, solo provocó el disgusto de miles de fanáticos del béisbol cubano, multiplicó la imagen de estas grandes estrellas y revivió los viejos recuerdos de sus hazañas, sobre todo las de Pacheco, el Capitán de Capitanes, quien desde hace años reside en Estados Unidos.
En medio del aluvión mediático y los reclamos, la Dirección Provincial de Deportes de Santiago de Cuba informó en una nota que esos números ubicados sobre el dogout del Guillermón se pensaron solo para la jornada de las pruebas de habilidades, a fin de recordar a estrellas que en su mayoría estarían en el estadio ese día.
“Un día después se emplearía un diseño diferente, ideado para ponderar los 13 títulos conseguidos por elencos de este territorio en certámenes élite de nuestro béisbol”, explicaba la nota.
En efecto, este martes se pudo ver el cambio, con referencias a los años en que Santiago ganó las Series Nacionales, además de los cetros de Serranos (1986, 1987 y 1992) y Orientales (1993 y 1995) en las Selectivas. Pero lo peor es que entre los títulos del clásico doméstico omitieron los de 2005 y 2007 (en los que Pacheco dirigía) y colocaron erróneamente el 2006 y 2009, temporadas en las que triunfaron Industriales y La Habana, por ese orden.
Estas “imprecisiones” denotan una sola cosa: improvisación. Quitar los números de las glorias fue una solución festinada, a la carrera, un parche para tapar un error de proporciones épicas, el error de intentar multiplicar por cero a hombres que llenaron de gloria a los elencos indómitos y a las selecciones nacionales. Solo que el parche se ha convertido en el hazmerreír de la jornada.
Es una verdadera pena, sobre todo por los aficionados santiagueros, quienes no merecen en lo más mínimo que la historia de su equipo, de su Aplanadora, de sus Avispas, sea tan burdamente maltratada, ninguneada…
En su explicación-justificación sobre la selección de los números vistos el pasado sábado, las autoridades deportivas de Santiago de Cuba decían que cuando se escogen glorias “se corre el riesgo de satisfacer o no las expectativas de las afición”, lo cual es cierto, porque son muchos los peloteros que ha dado este país y cada cual tiene sus favoritos.
No obstante, si viajamos provincia por provincia, municipio por municipio, y preguntamos a fanáticos de cualquier equipo por sus preferidos, un grupo enorme va a mencionar a Antonio Pacheco, un mito viviente del béisbol cubano, esté donde esté. Su número 6 de Santiago, su 47 del equipo Cuba, deben brillar en lo más alto de todos los estadios de la Isla, pero en particular en el Guillermón, su casa de siempre.