Fui un pésimo jugador de pelota; de esos que en el equipo inscriben como jardineros porque no saben qué otra cosa hacer con ellos. Eso no quiere decir que me pusieran a jugar; de hecho, la única vez que tuve tal suerte fue porque, con un marcador adverso para mi escuela, habían utilizado a todos los posibles y me entregaron el bate cuando sólo yo quedaba en el banco. Era la última oportunidad, recuerdo aquello, en el terreno del entonces Círculo Social “José Antonio Echevarría”, en el Vedado; una carrera de diferencia, las bases llenas, dos outs, en tres bolas y dos strikes hice contacto con la pelota… y salió un humilde y lentísimo roletazo al pitcher.
A pesar del ridículo tremendo, amaba la pelota. Conocía el nombre de los equipos, de los peloteros más famosos de entonces, sabía estadísticas, leía artículos en el periódico, oía los partidos en la radio, los comentaba con los amigos al día siguiente en la escuela. Estaba al tanto de más cosas, me encantaba escuchar a las personas de mayor edad –que había vivido el tiempo de la pelota profesional– y coleccionaba sus historias y datos. Pero, sobre todo, entendía las reglas y la mecánica del juego, la parte que demandaba inteligencia y que puede ser seguida como el despliegue y progresión de grandes estrategias sobre un campo de batalla.
De esta manera, más allá de hit o sencillo, o el jonrón, del ponche o el out, la recta o la curva, mi lenguaje para referirme al juego descansaba en una complejidad gramatical y conceptual que incluía el toque, la bola “machucada”, el robo, el doble robo, el robo demorado, el corrido y bateo, la bola escondida, y otras evoluciones.
A nivel bajo, los partidos son pura “pelota de manigüa” –frase popular con intención depreciativa–; a nivel alto, el juego es un duelo que involucra la inteligencia, la preparación física, las habilidades excepcionales de los jugadores y el control psicológico de uno mismo y sobre el el contrario. Es pura guerra.
Los de mi edad todavía recuerdan (y aspiro que sea para siempre) el segundo enfrentamiento al pitcheo del gran lanzador estadounidense Burt Hooton, poseedor de un “nuckle-ball” o “bola de nudillos” que los bateadores cubanos del equipo nacional de entonces apenas conocían.
Hooton había vencido a los cubanos propinándoles un duro “cero hit-cero carrera” en el primer encuentro y la dirección del equipo tomó una decisión de leyenda, uno de los grandes momentos “técnicos” en la historia de la pelota cubana: los primeros tres jugadores a los que se enfrentara Hooton tendrían que desestabilizarlo, pero ya que no podrían hacerlo bateando “normalmente”, tendrían que hacerlo mediante una sucesión de “toques de bola”, embasarse y, a partir de ahí, con bases llenas, romper la autoconfianza del contrario y obligar a un cambio de filosofía en el lanzador. Aquello fue lo que consiguieron Wilfredo Sánchez, Félix Issasi y Rigoberto Rosique.
No tengo idea de dónde o cómo se aprendían todas estas cosas, y muchísimas otras, sobre la pelota porque, en verdad, no se trataba de un lugar o persona determinada –aunque siempre hubiera alguien especial–, sino de una acumulación de influencias que iban formando sedimento, una cultura, algo que estaba y venía de todas partes.
La introducción del bate de aluminio y la pelota con más capacidad de rebote (medidas, ambas, para aumentar la producción de jonrones y con ello la espectacularidad) fueron un primer cambio que afectó la dinámica interna del juego. La ventaja que entonces obtuvieron los bateadores, dado que jugadores de complexión física regular e incluso débil resultaban capaces de batear largos extra bases, obligó a elevar la altura del box de pitcheo, tratando así de equilibrar las oportunidades entre lanzadores y bateadores. Sin embargo, en el camino, el juego nunca regresó a aquella gramática y repertorio de estrategias que habían sido su esqueleto, esa manera de pensar.
Del estado del juego de pelota entre nosotros, ya sabemos que, desde hace años, la palabra a usar es “crisis” e incluso hay ocasiones en las que es tal la sensación de decadencia que se bordea el ridículo.
Comparto mi nostalgia por aquella pelota que recuerdo más como un juego de inteligencia que de fuerza, más de elaboración y puesta en práctica de estrategias que de búsqueda de bateo salvaje, un juego que –en sus mejores momentos- era peleado lanzamiento tras lanzamiento como una guerra de posiciones. Con la ilusión de intercambiar opiniones a propósito, pongo debajo algunas propuestas que expresan cómo imagino una temporada ideal; cosa que no puede implantar por decreto directivo alguno, sino que tendríamos que construir entre todos.
Recientemente, en medio de conversaciones con mi hijo sobre la pelota nacional, encontré el muy interesante libro Power ball: Anatomy of a modern baseball game, de Rob Neyer, publicado por Harper and Collins (2018) y merecedor del Casey Award para el mejor libro sobre pelota publicado en ese año en los Estados Unidos, libro que trata sobre la idea del cambio en la pelota de las Grandes Ligas.
Las primeras líneas del libro nos enfrentan a lo que ha permanecido fijo en el tiempo: “Noventa pies. Sesenta pies y seis pulgadas. Estos números –la distancia entre las bases y del centro del montículo al home- han permanecido invariables desde 1893.” A partir de aquí, el texto se concentra en exponer la significación que los cambios, en no pocas ocasiones apenas visibles según el autor, han tenido para la comprensión y práctica del juego. Voy a citar par de fragmentos al respecto. El primer fragmento señala la razón fundamental para tales cambios; el segundo es una muy interesante idea -tomada del artículo “How Sabermetrics Has Ruined Baseball,” del autor Steven Goldleaf-sobre la ciencia de la “sabermetrics”:
“Allá por 1920 prohibieron la “bola de saliva”. En 1969 bajaron la altura del montículo. Cualquier número de veces, la zona de strike ha sido cambiada, oficialmente o de otra manera, para conseguir mayores marcadores o para rebajar los marcadores. A lo largo de la mayor parte de la historia de la pelota profesional, las reglas fueron hechas y los stadiums construídos con esencialmente un interés: hacer el juego en el campo más entretenido.”
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“La Sabermetría puede arruinar el juego de pelota porque su meta es crear un tipo de juego que optimiza la victoria, mientras que los fanáticos quieren ver un tipo de juego que sea entretenido presenciar.”
Como parte de las numerosas formas de analizar la esencia del juego, Neyer cita un artículo de 1960, titulado “What’s Wrong with Baseball?”, donde se considera que lo más desagradable del juego es la duración de casi tres horas que tienen los partidos. En otro momento, refiriéndose a lo que ocurriría si disminuyera la producción de jonrones, escribe que, si bien ello aumentaría el valor para el equipo de los bateadores de menos poder, la gente se quejaría porque no hay suficientes carreras y demasiados juegos con marcador de 2-1. Con tal cantidad de variables, la primera pregunta implica una cadena: qué debe cambiar, buscando qué, cómo conseguir el cambio, cómo controlar su resultado y cómo corregir, si los hubiese, errores y desviaciones.
Todavía recuerdo mi estupor cuando conocí, creo que a propósito de Rafael Canseco, que había una estadística dedicada a seguir a esos jugadores que eran capaces de liderar, en un mismo campeonato, el robo de bases y la producción de jonrones; o cuando supe que, si la producción de hits de Ichiro Suzuki era ya extraordinaria, todavía más lo era el hecho de que la distribución de estos entre los tres jardines es, más o menos, equivalente a una tercera parte exacta para cada una de estas zonas.
De la pelota nacional, todavía recuerdo aquella anécdota de Santiago “Changa” Mederos que, empeñado en mejorar su control, regresaba a la casa del stadium, colocaba un tanque de manteca vacío en la acera de enfrente y lanzaba decenas y decenas de pelotas hasta que fue siendo cada vez mejor.
O el ejemplo y misterio del lanzador José Ibar que aumentó la masa muscular, hizo más entrenamiento de fuerza, practicó hasta dominar la slider, cambió el ángulo de salida de la bola y se convirtió en un lanzador extraordinariamente dominante en una de las mejores temporadas que haya tenido cualquier monticulista nuestro.
Emociona pensar la enorme cantidad de horas de práctica que tiene que haber habido detrás de aquellas jugadas en las que Germán Mesa, campo corto industrialista, capturaba un batazo, tiraba a primera en busca del out y, cuando era el último de la entrada, salía hacia el banco sin ni siquiera esperar a comprobar si había conseguido el out; sólo un sentido matemático de la posición, la distancia, la fuerza del brazo, el ángulo del tiro y la velocidad del contrario, más de una confianza ciega en el primera base podían permitirle tal seguridad.
Me gusta un deporte como este y creo que sigue siendo, cuando se juega a un alto nivel, el más bello y profundo de todos los juegos, una especie de extraordinario ajedrez colectivo, maquinaria de relojería perfectamente ajustada y obra de arte.
Claro que no todos los partidos son así y se comenten errores y hay inmadurez y chapucerías, pero el espíritu esencial debe ser ese que busca belleza, profundidad, elegancia, despliegue de inteligencia y voluntad de vencer.
Aquí van mis propuestas:
Habrá 6 equipos de primer nivel agrupados según la antigua división de provincias en el país.
Habrá 6 equipos de segundo nivel.
Los equipos de segundo nivel funcionarán como sucursales de los de primer nivel y según la misma distribución territorial.
Los equipos de primer y segundo nivel jugarán de manera simultánea a lo largo de la temporada.
Por motivos de rendimiento, deficiencias técnicas u otros justificados, un jugador podrá ser reubicado hacia un equipo de segundo nivel o viceversa.
Atendiendo a sus estadísticas de temporada, un equipo puede ser movido hacia cualquiera de los niveles de la Liga.
Las mejores jugadas ofensivas y defensivas recibirán estimulación monetaria creciente de forma semanal, mensual y anual a medida que se desarrolle la temporada en cuestión.
La condición de comentarista no será una “plaza fija”, sino un contrato por temporada según acuerdo entre las partes dentro de las emisoras de radio y estaciones de televisión; esto implica que un comentarista podrá ser contratado en cualquier provincia del país y en cualquier momento. Como reconocimiento a la profundidad cultural, capacidad comunicativa y variedad de recursos utilizados será elegido el comentarista del año, reconocimiento que irá acompañado de premio en metálico.
Aquellas transmisiones de partidos que empleen mayor cantidad de recursos (estadísticas complejas, investigación de archivo, invitación a expertos, entrevistas a jugadores y técnicos, análisis de jugadas, etc.) y que mejor estimación alcancen en las investigaciones sobre teleaudiencia, merecerán mayor remuneración monetaria. Esto significa que la transmisión de los partidos obedece a un diseño de transmisión; o sea, que es un acto intelectual.
Todos los stadiums recibirán una dotación básica (cámara de video no-profesional o teléfono celular capaz de filmar en resolución HD) para grabar los partidos que en el lugar se celebren y seleccionar los fragmentos correspondientes a las mejores jugadas.
Los jugadores, directores técnicos y de los equipos exigirán que la grabación sea entregada, en tiempo y forma, a los telecentros quienes, a su vez, deberán enviar los materiales al programa de la televisión nacional encargado de transmitir esas mejores jugadas.
Los mejores jugadores, entrenadores, técnicos, directores de equipo, narradores, camarógrafos, estadísticos, o cualquier personal cercano y determinante para el juego, serán invitados a participar de clínicas, entrenamientos en otros países, u otro tipo de intercambio que les ayude a mejorar sus habilidades.
Al pasar a formar parte de un equipo los jugadores firmarán el código de ética del equipo. En este documento estarán regulados todos aquellos aspectos que la dirección técnica del equipo y el director consideren que es esencial que sean cumplidos por todos los integrantes del equipo. El código de ética podrá incluir desde aspectos restrictivos en cuanto a la forma de vestir o dirigirse a los compañeros, conductas dentro de los stadiums o en el espacio público, durante los juegos o con las familias.
La Comisión Nacional de Pelota se identifica y proyecta como un órgano radicalmente anti-racista, pro-activo en la defensa de los derechos de la mujer; que se opone a toda forma de violencia en contra de la mujer, la niñez o la vejez; que igualmente se opone a cualquier forma de discriminación, humillación o daño a personas por motivos de raza, procedencia territorial, limitación física, identidad sexual, religiosos u otros. La Comisión Nacional de Pelota trabajará para impregnar este espíritu dentro del juego en todos los lugares del país donde se practique pelota y en todos sus niveles.
Cualquier inconformidad de un jugador, técnico o directivo con lo planteado en el código de ética del equipo, por considerarlo extremadamente restrictivo u ofensivo, deberá ser ventilada ante la Comisión Nacional de Pelota.
Los stadiums deberán ser transformados en centros deportivo-culturales que propicien la celebración de concursos, reuniones de historiadores, formación de clubes de fanáticos, funcionamiento de Círculos de Interés, competencias de conocimientos, etc,
Crear un Museo Nacional del Deporte con el mismo nivel jerárquico que los museos Nacional de Bellas Artes, Museo de la Música, Museo de Artes Decorativas, etc. El Museo (Nacional del Deporte) tendrá un amplio programa nacional e internacional, académico y hacia la comunidad.
Incrementar el programa de actividades de investigación, promoción y formación del Salón de la Fama de la Pelota cubana el cual será considerado como uno de los proyectos especiales del Museo Nacional del Deporte. Desde la perspectiva de la práctica del juego de pelota, el Salón de la Fama de la Pelota cubana deberá tener programas concebidos para sectores específicos (como la niñez y la juventud), además de que desarrollará y controlará el trabajo cultural comunitario, más la atención a glorias deportivas de etapas anteriores.
Los Consejos Populares dentro de los cuales se encuentran los stadiums deberán estimular la formación de entidades productivas en las áreas donde los stadiums se encuentran y al servicio de estos. Esto permitirá la venta permanente de todo tipo de memorabilia asociada a los diversos equipos, el mantenimiento y rescate de tradiciones, de grandes figuras y eventos históricos ocurridos en los territorios, etc.
Los Consejos Populares estimularán la concentración de ofertas de servicios en áreas aledañas a los stadiums con la intención de que estos se conviertan en zonas de esparcimiento favorito de la comunidad.
La venta y consumo de bebidas alcohólicas estará absolutamente prohibida en el perímetro aledaño al stadium que las autoridades del territorio determinen.
La Comisión Nacional de Pelota modernizará el trabajo de promoción del deporte entre la población, en particular, el dirigido a jóvenes y niños. Esto deberá incluir una amplia gama desde la organización de concursos, eventos histórico-culturales, publicación de libros, encargo de aplicaciones para celulares, realización de documentales y películas, así como la creación de publicaciones electrónicas especializadas y sitios Web, entre otros.
La Comisión Nacional de Pelota, en conjunto con el Ministerio de Educación, relanzará entre los padres el Movimiento de Activistas Deportivos para la formación, preparación y participación de niños en la práctica del juego de pelota en las escuelas.
Las transmisiones de partidos de pelota requerirán de un fuerte apoyo en el trabajo de estadísticas, en particular apelando a las nuevas modalidades de recolección y procesamiento de datos que indiquen el desempeño de jugadores, directores y equipos.
El juego de pelota deberá ser promovido, transmitido, comentado y organizado en todos sus niveles en una sabia combinación de práctica deportiva sana y espectáculo.
Magnfico articulo e interesantisimas propuestas amigo Fowler, si la Comision Nacional de Beisbol y la Direccion Nacional de Beisbol de nuestro pais lograran al menos el 30 % de cumplimiento de estas propuestas, le aseguro q el proximo Clasico de Beisbol lo ganamos, seguro estoy de ello.
Hay un solo problema desde q llegamos cabizbajos y abochornados desde Lima, luego de alcanzar el sexto lugar, escuche bien, nadie dentro de la estructura del INDER a nivel superior ha tenido el decoro de decir q vamos ha hacer para superar nuestros desaciertos, el mutis ha sido total.
Solo Rey Vicente Anglada tuvo el decoro de decir” “que el fue el maximo responsable de la debacle de Lima”, lo cual creo equivale a tirar el sofa por la ventana y ha cargao el muerto el solito, como lo q es un hombre con letras mayusculas; hay tantas aristas q abordar y tanto q decir por q los q aman el beisbol cubano que se necesitaria un evento especial entre todos los beisbolistas del patio, para saber q hacer para superar lo q estamos haciendo mal.
Espero mas pronto q tarde surja dicho evento, quizas pudiera ser en AFIDE 2019, pero el PREMIER esta ahi a menos de dos meses, y si queremos hacer una actuacion decorosa, o sea pasar a la segunda ronda ojo porq como estmos no se hagan ilusiones de q ya clasificaremos para estar en los JO de Tokio , hay q hacer cambios trascendentales q no se ven por parte alguna, parce q estamos tan traumatizados, estigmatizados, enajenados, q hemos perdido el rumbo, la brujula se nos ha magnetizado y no hallamos el N q enrrumbe la nave cubana nuevamente hacia el puerto añorado TRIUNFO, pensamos q por arte de ciencia ficcion vamos a resurgir como el ave fenix.
Anglada es un hombre de beisbol no es un mago, si no lo ayudamos y pronto, tendremos q volver oir decir a Rey q “el es el maximo responsable de lo que paso”, y no es justo q el sea el q cargue ese pesado fardo el solo otra vez, hay muchos mas q tienen su parte de responsabilidad en estos hechos, cambiemos de metalidad YA , no podemos esperar un segundo mas.
SOS, salvemos el beisbol cubano lo antes posible
qué artículo maravilloso, gracias por las bonitas palabras que vienen del corazón!!
Cual es el tabu con la venta de bebidas alcoholicas en un pais donde se vende alcohol en cualquier esquina. en todos los estadios del mundo se vende y se consume alcohol y se forman menos broncas que el cualwuiera de los nuestros con refresco.
Excelente.
Solo agregaría.
1.La Comisión Nacional no debe ser presidida ni integrada solo por hombres de béisbol sino, atendiendo a la complejidad de la Serie Nacional deben estar organizadores de eventos, especialistas en management, marketing, publicidad y comunicación logística, etc.
Un ex pelotero difícilmente tenga habilidades para dirigir el evento más complejo junto con la zafra que se efectúa en Cuba.
2. Los estadios deben volver a tener sillas, como era antiguamente y es práctica mundial. Precios acordes a l zona donde se siente el espectador, no precios únicos y ridículos que hacen que vaya mucha gente a perder el tiempo y molestar. El que quiera ver un buen partido que lo pague.
Excelente artículo… sobretodo da añoranza…de aquellos tiempos..no soy tan viejo.. pero veo y escucho béisbol desde que era un niño…y en verdad..se disfrutaba…hoy da asco ver un juego….desde el papel de los que juegan, hasta la manada de falta de respeto, apostadores y gente que va al estadio pq están aburridos..buenas sus propuestas, pero la que más debe mantenerse es la del regionalismo…eso mantenía a los villareños, orientales y demás identificados .. claro.. difícil hoy hacer un matanzas y Pinar fuertes cómo antes…de las otras propuestas.. creo que genéticamente no estamos preparados para esa alta eficiencia…. está demostrado..no sé que tenemos… pero ser puntuales, eficientes y consciente cómo colectivo..no es nuestro fuerte.. que va..es utópico…sd
Excelente artículo, Víctor. Puedes estar seguro de que no soy pesimista y mucho menos deseo desanimarte; sin embargo, dudo de que por lo menos menos un 50% de lo que propones se haga realidad. La pelota cubana está enquistada en un trance lamentable de abulia sistémica y connivencia cómplice. Te felicito. Que yo conozca, ningún periodista deportivo de nuestros medios de comunicación ha hecho un análisis tan prolijo y oportuno. Jos
Buen artículo,Al término del primer partido el anotador para reconocer la labor de Hooton le puso error al torpedero americano.Quedó oficialmente como un No Hit,porque la carrera que sube al marcador nadie la puede borrar.Comprueba resultado 3×1.
El infield hit, limpio ,a pura velocidad lo hizo Wilfredo Sánchez el Gamo de Jovellanos,no hubo parpadeo por parte del short y anotaron el jit que al final quitaron.Ni Hooton estuvo de acuerdo.