Cuando aquel novato de apenas de 17 años irrumpió en Series Nacionales en el ya lejano 1997, pocos imaginaron que estaba germinando otras de las tantas leyendas del béisbol cubano. Apenas siete imparables —entre ellos un doble— pudo conectar aquel muchacho en 55 comparecencias al cajón de bateo, antes de sufrir una hepatitis que lo obligó a abandonar la temporada.
El joven Frederich era entonces una de las tantas promesas que pululaban por los terrenos de Cuba con un extenso currículo en categorías menores, que incluía una participación en una feria infantil mundial en Japón a la edad de 11 años y la integración en múltiples ocasiones del equipo nacional.
“Desde pequeño practiqué mucho y mis resultados se fueron viendo. Participé en varios Juegos Escolares y tuve la suerte de ser titular siempre gracias a mis cualidades para jugar al béisbol”, le confiesa a OnCuba.
Pero en el clásico beisbolero de la Isla las cosas eran diferentes. Por aquellos tiempos la pelota cubana estaba en su máximo esplendor, y una pléyade de estrellas rebosaban los equipos provinciales y se disputaban un espacio en una selección nacional que arrasaba en los torneos foráneos, incluidas las medallas doradas en las últimas dos versiones de los Juegos Olímpicos.
Frederich Cepeda: “Estoy a favor de todo lo positivo para el béisbol cubano”
Cepeda, como la mayoría de los niños de su época, soñó muchas veces con ser uno de esos gigantes que sacaban la esférica de los estadios, decidían partidos y hacían jugadas espectaculares; y con solo seis años ya estaba en un terreno de béisbol aprendiendo los fundamentos de este mágico deporte.
“He sido afortunado por esa parte pues mi papá es entrenador de béisbol y mi mamá es maestra, así que tenía en casa la formación por las dos partes y nunca me dejaron descuidar ninguna de las dos. Gracias a ellos pude encaminarme en esos aspectos”, comenta.
En ese entorno familiar se forjó el espíritu de ese joven que, al cabo de 23 Series Nacionales, ha dejado una impronta en la pelota cubana por su rendimiento en el terreno de juego y por su comportamiento como ser humano en todos los aspectos de la vida.
Capaz de conectar con efectividad desde ambos lados de la caja de bateo, el espirituano es el único pelotero en la historia de estos campeonatos que ha logrado embasarse más de 4000 veces, el único que ha podido conectar 400 dobles, 300 cuadrangulares y 2000 indiscutibles, y apenas le restan 10 extrabases para llegar a 800, sólo superado por el mítico Orestes Kindelán (853).
Con estos guarismos, bien pudiera catalogarse como el mejor jardinero izquierdo que ha pasado por los campeonatos domésticos, un privilegio mayor al tener en cuenta tantos estelares que jugaron esa posición a lo largo de 60 Series Nacionales.
“Les dejo ese trabajo a los especialistas. Yo solo me he concentrado en entrenar, en superarme y esforzarme por llevar una carrera lo más profesional y entregada posible. Lo demás el tiempo lo dirá. En nuestro país han pasado muchos excelentes jardineros”, dice con humildad el Gallo mayor.
Lo cierto es que ese joven que creció admirando a bateadores de la talla de Lourdes Gurriel, Omar Linares, el mismo Kindelán y Antonio Pacheco, y que disfrutaba ver lanzar a estrellas como Lázaro Valle, Orlando “El Duque” Hernández o Rolando Arrojo, logró subirse al altar de los inmortales con su entrega y el amor que le profesa a este deporte.
“Veo muchos videos de Grandes Ligas para fijarme en la técnica de bateo y la manera en que allí se juega. Aquí no teníamos acceso a ese béisbol y desde que tenía 15 años los buscaba para tratar de mejorar la técnica. Mi jugador preferido por aquellos tiempos era Ken Griffey Jr.”, comenta.
Calidad le sobraba a este recio toletero para probarse en la mejor liga del mundo, sin embargo, al contrario de muchos peloteros de su generación, nunca fue una opción para él emigrar. “Con el paso del tiempo uno siempre piensa en probarse a otro nivel después que vas conociendo otros horizontes, pero el deseo de jugar no venció nunca el amor por mi familia y mis costumbres, y nunca he querido separarme de ella. La vida me dio la oportunidad de jugar otras ligas sin tener que dejarlos atrás a ellos y así lo he hecho”, enfatiza.
Frederich Cepeda es un hombre casado y tiene un hijo de 12 años. Estar separado de ellos durante tanto tiempo en los torneos de casa y en eventos internacionales tampoco ha sido fácil para él, pero esto se convierte en una fuerza motivadora para alcanzar sus objetivos.
“La familia es bien importante, es mi sostén y el motivo principal por lo que uno lucha y da el máximo en el terreno. Para ellos es bien difícil igual que para mí estar lejos, pero hay que sacar las partes positivas de esta carrera y tratar de estar juntos el mayor tiempo que se pueda cuando tenemos la oportunidad. La vida es así, de sacrificios”, dice.
Cepeda llega a 2 000 jits: “Cuando comienzas ves todo bien lejos y difícil”
“Me encantaría que mi hijo fuera beisbolista, pero eso ya es cosa del destino. Siempre lo voy a apoyar en todo lo que él decida, abogando porque sea una persona de bien con valores para enfrentar la vida”, agrega.
Próximo a cumplir 41 años de edad, algunos aficionados y especialistas han comenzado a preguntarle sobre el retiro, pero los números que sigue dejando sobre el campo demuestran que se encuentra en perfecta forma deportiva. En esta temporada lideró a su equipo de los Gallos espirituanos en promedio ofensivo (.369), cuadrangulares (10), carreras impulsadas (48), y bases por bolas recibidas (98), además de compilar el más alto OPS de todo el campeonato (1.170).
Dichas estadísticas demuestran su valía y fueron claves en el avance de su escuadra a los cuartos de final de la 60 Serie Nacional. Aunque allí cayeron derrotados en tres desafíos, Cepeda conectó un bambinazo que los puso delante en el marcador en el primer encuentro y un imparable en la novena entrada del último duelo que abrió el camino a una remontada contra el mejor cerrador cubano de la actualidad, el pinareño Raidel Martínez.
“He podido estar activo tantos años por el amor y la entrega al entrenamiento y por el respeto a este deporte. Le doy las gracias a Dios también por mantenerme saludable hasta la fecha”, afirma.
El mejor bateador en Clásicos Mundiales al acaparar varios lideratos ofensivos en sus cuatro participaciones en esas lides, sabe que ese momento del retiro llegará algún día. Una vez ahí, dice que no piensa convertirse en director de equipos, pero está seguro de que continuará ligado al béisbol de alguna manera.
“El mundo ha cambiado y el béisbol en Cuba debe ponerse a la par, no diría de Grandes Ligas ni de Japón ni de otros países desarrollados, pero es necesario un poco más de atención para los peloteros en las provincias y un mayor incentivo monetario para que la Serie Nacional pueda competir un poco más con el éxodo de peloteros y de los talentos jóvenes de la Isla”, sentenció al final de la conversación.