La próxima generación de astros cubanos del béisbol tendrá un camino hacia las Grandes Ligas mucho más despejado del que tuvieron sus mayores.
Los cubanos podrán firmar con clubes de Estados Unidos siguiendo las mismas reglas que los japoneses, sudcoreanos y taiwaneses, en el marco de un acuerdo entre las Grandes Ligas, la Asociación de Peloteros de Estados Unidos y la Federación Cubana de Béisbol. Ya no tendrán necesidad de desertar.
Por décadas, los peloteros cubanos que llegaron a Estados Unidos lo hicieron en circunstancias misteriosas y circularon todo tipo de rumores acerca de las penurias que vivieron para irse de la isla. Historias no faltan.
Llega Bárbaro Garbey
Antes de que siquiera hubiesen nacido estrellas de la talla de Yasiel Puig y Yoenis Céspedes, Bárbaro Garbey hizo su debut en Grandes Ligas con los Tigres de Detroit, quienes ganaron la Serie Mundial de 1984. Llegó con la flotilla de Mariel de 1980, cuando el gobierno permitió la salida de unos 125 000 cubanos.
Un cuarto de siglo después, Garbey dijo al diatio USA Today que tuvo que intentar varias veces sumarse a la flotilla.
“Las primeras tres veces me reconocieron y me dijeron que eso no era para mí”, comentó. “La cuarta, el tipo me reconoció también, pero me dijo, «¿así que te quieres ir? Pues vete al diablo».”
Garbey había sido suspendido de por vida al ser vinculado en 1978 a venta de juegos con los Industriales, su equipo en las Series Nacionales.
“Yo estaba desesperado por irme, porque mi carrera de pelotero en Cuba había terminado’’, expresó Garbey a El Nuevo Herald en el 2015. “El precio de irme fue enorme, porque no pude ver a mi familia en 12 años, pero estaba decidido a probarme y demostrar que tenía material de Grandes Ligas.”
Estrellas de la selección abren el paso
La llegada de desertores cubanos se disparó en 1991, cuando el pitcher René Arocha abandonó la delegación en el Aeropuerto de Miami, durante una escala de regreso a la Isla tras un tope contra la escuadra norteña rumbo a los Panamericanos de La Habana.
“Yo no me quedé ni tan siquiera pensando en jugar Grandes Ligas, mi principal motivación fue convertirme en un hombre libre”, dijo en su momento Arocha, quien trabajó cuatro temporadas en las Mayores con los Cardenales de San Luis y los Gigantes de Sam Francisco.
En tanto, el talentoso torpedero Rey Ordóñez escaló un cerco cuando dejó el equipo nacional en los Juegos Mundiales Universitarios de 1993 en Buffalo, Nueva York, y luego pidió asilo político en Estados Unidos.
Allí jugó nueve temporadas y cautivó por su espectacular defensa, pero las lesiones lo afectaron en exceso y acortaron su carrera en MLB a nueve campañas.
Por su parte, el lanzador Rolando Rojo estaba en Georgia con la selección olímpica cubana de 1996 y se escapó de un hotel, a solo nueve días de comenzar la cita estival en Atlanta. La escuadra antillana se recuperó del golpe y se llevó los Juegos, mientras Arrojo, en menos de dos años, ganó 14 partidos y fue All Star de Estados Unidos en su campaña de novato.
La trepidante aventura de los hermanos Hernández
La selección cubana se entrenaba en México en 1995 cuando Liván Hernández se escapó del hotel y viajó en avión a Venezuela. Dos años después, fue el Jugador Más Valioso de la Serie Mundial con los Marlins de la Florida, que derrotaron a los Indios de Cleveland en una trepidante final de siete partidos.
A su medio hermano, Orlando “El Duque” Hernández, lo marginaron de la pelota cubana tras la partida de Liván, pero pudo escaparse con un pequeño grupo en una embarcación en diciembre de 1997.
Llegó a las Bahamas y terminó firmando con los Yankees de Nueva York, que quisieron explotar la imagen mediática de uno de los lanzadores más queridos en la Isla. Aunque tenía 32 años, el proyecto rindió grandes frutos para los Mulos del Bronx, que vieron al diestro triunfar en 12 partidos, además de brillar en la postemporada.
A la postre, “El Duque” se coronó tres veces consecutivas con los Yankees (1998-2000) y también ganó una Serie Mundial con los Medias Blancas en el 2005.
La odisea de Puig
Yasiel Puig salió de Cuba en 2012, después de varios intentos fallidos. Fue sacado de la Isla por traficantes asociados a una banda mexicana de narcotraficantes, según un testimonio presentado en un juzgado.
Esos mismos contrabandistas llevaron a Puig hasta México, donde recibirían más de 200 000 dólares por el traslado del pelotero. El pago supuestamente lo haría Raúl Pacheco, un criminal de poca monta establecido en Miami, según relató en el 2014 Jesse Katz (Los Angeles Magazine).
Pero el dinero no llegaba y Puig estuvo confinado junto a otras personas en un motel de en Isla Mujeres, en Cancún. “No sé si se puede llamar secuestro, porque habíamos ido voluntariamente, pero tampoco éramos libres de irnos”, dijo a Katz el boxeador Yunior Despaigne, envuelto en el dilema.
“Si no recibían el dinero, estaban diciendo que en cualquier momento le darían un machetazo le cortarían un brazo, un dedo, lo que fuera, y ya no volvería a jugar al béisbol para nadie”, relató el pugilista.
Finalmente, Puig pudo firmar con los Dodgers, pero la historia de su travesía hasta Estados Unidos es una de las que más claramente refleja los riesgos que debían enfrentar los jugadores cubanos. Ahora se espera que con el nuevo pacto las cosas cambien.
El astro de los Dodgers dijo el miércoles en un comunicado que le alegraba saber que en el futuro los peloteros cubanos no tendrán que sobrellevar ese tipo de odiseas para salir.
Yasiel Puig. Foto: Sean M. Haffey / Getty Images.
La culpa de todo eso la tienen los Estados Unidos qu enunca quisieron acuerdos con el gobierno cubano, dejen la politca a un lado que todos ellos buscan dnero