“Japón avanza, pero el mundo del béisbol ganó esta noche”. Esas palabras del mánager mexicano Benji Gil resumen a la perfección la magnitud del show que brindaron aztecas y nipones en Miami durante la segunda semifinal del V Clásico Mundial, definida (6-5) en el final del noveno episodio por un walk-off del fenómeno Munetaka Murakami.
La joven sensación del circuito profesional japonés, donde ganó la Triple Corona (56 jonrones, 134 impulsadas y average de .318) en 2022, se sacudió del dominio mexicano con un exquisito swing que despachó la bola a 111 millas y 400 pies en el loanDepot Park, borrando de un tirón los 3 ponches que se había tomado antes en el desafío.
Murakami llevaba un pésima línea en el Clásico, con solo 4 imparables y 11 ponches en 21 turnos, pero logró revertir la historia con el batazo más fuerte de la noche. El antesalista golpeó una recta mansa (94 millas) del relevista Giovanny Gallegos, quien entró en el noveno episodio con la misión de proteger una ventaja mínima.
Sin embargo, el apagafuegos de los Cardinals no pudo sacar outs y vio como los asiáticos daban la vuelta al marcador en un santiamén. Shohei Ohtani prendió la chispa con un doble iniciando la entrada, mientras Masataka Yoshida negociaba un boleto para colocar la carrera de la victoria en circulación. Justo ahí llegó la oportunidad dorada para Murakami, y no la desaprovechó.
Ese fue el cierre de un duelo en el que los japoneses siempre estuvieron a remolque. México tomó ventaja en el cuarto episodio por un jonrón de tres carreras de Luis Urías frente al veloz lanzador Roki Sasaki, quien pasó toda la noche tirando fuego: de sus los 64 picheos, 28 fueron de 100 millas.
El joven de 21 años comenzó el partido con un ponche al cubano Randy Arozarena, quien abanicó la brisa contra una sinker de 102 millas. Con esa fórmula, Sasaki se mantuvo en la lomita hasta el cuarto episodio sin permitir anotaciones, pero Rowdy Téllez e Isaac Paredes le conectaron sencillos muy flojos ya con 2 outs y dejaron la escena lista para el momento de gloria de Luis Urías.
El camarero despachó un largo estacazo de 403 pies que se perdió en las gradas del bosque izquierdo, luego de aprovechar una recta cortada que no rompió y se quedó justo al medio de la zona. La bomba desató la locura en la grada, repleta de sombreros mexicanos y máscaras del Místico.
Y durante 2 tercios de juego, los aztecas parecían caminar directo a la primera final de su historia en Clásicos Mundiales, de la mano de los lanzadores Patrick Sandoval y José Urquidy, quienes sortearon todas las emboscadas japonesas con el apoyo extraordinario de Randy Arozarena, impecable a la defensa en el bosque izquierdo.
El cubano le robó un jonrón a Kazuma Okamoto en el quinto, y en esa misma entrada, ya con 2 outs y bases llenas, atrapó una línea envenenada de Kensuke Kondoh. Randy no dejó picar una bola en sus dominios y frustró a los bateadores nipones una y otra vez.
Sin embargo, en el séptimo capítulo, también después de 2 outs, Kondoh y Ohtani se embasaron para dar paso a un jonrón de récord a la cuenta de Masataka Yoshida. El patrullero sacó de debajo de la tierra un cambio de JoJo Romero y mandó la Rawlings a volar por el derecho, bien pegado a la línea y con algo de suspenso.
Con un swing desaparecía la ventaja mexicana y se estampaba un nuevo récord en la historia de los Clásicos, porque Yoshida llegó a 13 remolques en la presente edición, cifra que nadie había conseguido en los cuatro torneos anteriores. La marca cimera en este departamento estaba en poder de Wladimir Balentien, quien impulsó 12 en 2017.
Pero este batazo, lejos de hundir a los mexicanos, les dio alas. En el octavo, Arozarena pegó doble e igualó el récord (6) para una edición del certamen, en poder del coreano Jong Beom Lee (6 en 2006) y del venezolano José López (6 en el 2009). Poco después, el pinareño anotó la ventaja mexicana por otro tubey de Alex Verdugo, mientras Isaac Paredes ampliaba la renta con cohete al izquierdo. La pizarra estaba 5-3 y restaban solo seis outs para el triunfo. ¡La final al doblar de la esquina!
Pero, por desgracia, los relevistas no pudieron hacer el trabajo. Jesús Cruz concedió una anotación en el octavo por pelotazo, sencillo, toque de sacrificio y elevado a los jardines del emergente Hotaka Yamakawa, quien dejó a los suyos con una sola carrera de diferencia. Así entraron al novena, cuando Murakami y compañía completaron una de las remontadas más espectaculares en la historia de los Clásicos.
La derrota de los mexicanos llegó al final de un día feriado, en el que los fanáticos vistieron camisetas con los colores del equipo, celebraron con comida y copas y se hicieron presentes en redes sociales. Por ejemplo, después de que Arozarena pegara su doblete en el octavo, comenzaron a circular imágenes del jugador de los Tampa Bay Rays como un santo salvador del equipo.
No obstante, el verdadero santo de la noche fue Murakami, quien metió a Japón en su primera final desde 2009. En dicha instancia se encontrarán con Estados Unidos, monarca defensor, uno de los dos pocos equipos que exhiben historial ganador (dos victorias y un fracaso) contra los nipones en el Clásico. El show está garantizado.
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