Llevamos poco más de dos meses escuchando hablar sobre la segunda Liga Élite del Béisbol Cubano. Los comentarios no han sido positivos, las críticas han llovido, incluso desde la prensa oficial, donde se ha cuestionado el nivel cualitativo y los ya habituales desmanes organizativos de los clásicos domésticos, así como el pobre interés de los fanáticos, que casi no se han dejado ver en los estadios. Sin embargo, todo puede cambiar en un abrir y cerrar de ojos…
En cuestión de días, las tribunas pasan de la desolación al éxtasis y el silencio se transforma en un bullicio ensordecedor. De pronto, las esquinas calientes vuelven a cobrar vida y, aunque en los debates siga primando la crítica a la calidad del juego, el béisbol regresa como tema de conversación con la misma pasión de los añorados tiempos de gloria. Es la magia de la postemporada, ese territorio impredecible donde absolutamente todos los equipos se exponen a hacer malabares sobre una cuerda floja a sabiendas de que solo uno lograra mantener el equilibrio al final del camino.
Eso parece tenerlo muy claro los Cazadores de Artemisa y los Cocodrilos de Matanzas, los dos sobrevivientes de este riesgoso ejercicio que significa reinar en cualquier torneo beisbolero en Cuba. Los primeros llegaron a instancias definitivas contra todo pronóstico, desafiando la lógica de los especialistas y tumbando rivales teóricamente mejores, mientras los segundos impusieron su ley con una nómina poderosa para el contexto local, con varios jugadores que pisaron los diamantes de Grandes Ligas y otros que triunfaron en el también exigente circuito profesional de Japón.
Ambos avanzaron a la discusión de la corona luego de dar una sensación de superioridad notable sobre sus contrarios de semifinal. Precisamente por este detalle, muchos esperaban una final de buen nivel. En lo personal, no era tan optimista. Debo confesar que pensaba ver otra serie gris, pero, como ya decía antes, todo puede cambiar en un abrir y cerrar de ojos.
Al menos de inicio, Artemisa y Matanzas presentaron argumentos suficientes para mantener enganchados a los fanáticos a la final de la Liga Élite luego de un primer episodio vibrante en el parque Victoria de Girón, que se llenó de esquina a esquina, como en los buenos tiempos. El partido fue un constante intercambio de golpes, en el que las dos novenas mostraron garra y capacidad de reacción, hasta que los Cocodrilos prevalecieron gracias al enésimo jonrón de José Amaury Noroña, un chico que claramente aprendió en el extranjero lo que en Cuba parece que nadie puede enseñar.
Este es un fenómeno digno de estudio. Son muchos los peloteros cubanos que deciden salir del país en busca de contratos en el Caribe, en Asia o en Estados Unidos. Algunos consiguen llegar a la meta y firmar, otros encuentran obstáculos en el camino y deciden regresar a su tierra. Lo llamativo es que hasta esos teóricos “fracasados” logran crecer profesionalmente y volver a Cuba con un nivel comúnmente superior al de la liga local.
Noroña es un caso clásico. Su swing potente y recortado es de Grandes Ligas, antítesis de esos swines aparatosos que a veces dejan a los bateadores sentados en el rectángulo ofensivo sin hacer un contacto que valga la pena. Con esa mecánica fluida y sencilla, el patrullero yumurino mandó a volar un envío del relevista José Ignacio Bermúdez en el final de la octava entrada, cuando la pizarra estaba igualada a cinco carreras.
“Solo me enfoco en hacer buenos contactos. No hay presión, estamos saliendo a cumplir con el trabajo, a jugar pelota. Tuve una buena preparación antes de la Serie Nacional y la Liga Élite, pero creo que estoy recogiendo los frutos de la experiencia adquirida cuando estuve fuera de Cuba. Todavía me falta mucho camino por recorrer, mucho por aprender. Afortunadamente, la dirección tiene confianza en mí, por eso estoy jugando y he logrado responder”, apuntó Noroña a la televisión nacional justo después del partido, que terminó con marcador de 6-5.
Este fue el décimo cuadrangular del jardinero izquierdo sumando la ronda clasificatoria y los playoff, y el número 15 de los Cocodrilos solo en la postemporada, donde han desatado totalmente su poder en circunstancias de presión. En este mismo encuentro, por ejemplo, cuando perdían 4-3, Yurisbel Gracial apareció y mandó una pelota más allá de los límites para empatar a la altura del quinto episodio.
Entre estos momentos de explosión pasaron muchas cosas en el Palacio de los Cocodrilos, que fue un manojo de nervios por la resistencia y persistencia de los Cazadores, un rival mucho más incómodo de lo que parece. Los pupilos de Yuliesky González, pese a perder, dejaron claro que la final no debe ser un trámite para los yumurinos.
Los artemiseños llegaron delante a la mitad del choque con destaque ofensivo de Luis González, Dayán García y Frederich Cepeda, quienes produjeron carreras con conexiones oportunas. Después se pusieron por debajo en la pizarra, pero en el octavo consiguieron empatar sensacionalmente por un sencillo impulsor del inicialista José Antonio Jiménez, una de las revelaciones de esta postemporada.
Sin embargo, la victoria se les escurrió entre las manos, lastrados por errores defensivos que costaron anotaciones, fallas en el corrido de bases que le impidieron pasar más veces por la registradora y una actuación inestable de sus lanzadores.
“Ha sido un partido de una final de Liga Élite. La afición disfrutó de un gran juego de pelota en el que Matanzas sacó ventaja al final. Hay que sacar enseñanzas, mantener la confianza y seguir enfocados para superar los errores que cometimos. Somos seres humanos y tenemos derecho a equivocarnos”, apuntó Yuliesky González al ser interrogado sobre los fallos de su equipo.
El mentor de los Cazadores se mostró ecuánime, locuaz y extremadamente profesional, tanto en el diamante como ante los micrófonos, una imagen que mucha falta le hace al béisbol cubano. No obstante, la figura del mánager siempre queda en entredicho cuando se pierde, y eso le ocurrió al otrora estelar lanzador zurdo de nuestros equipos nacionales, cuestionado por no utilizar a Liván Moinelo, la principal arma de su bullpen, con el juego empatado en el octavo.
“A Moinelo lo tenemos reservado para el octavo o el noveno con ventaja. Por eso no salió. Además, Bermúdez había sido muy efectivo y por eso tomamos la decisión de dejarlo. Es un riesgo que asumimos y al final no nos fue bien”, sentenció Yuliesky.
Pero más de decisiones acertadas del bando rival, no se le puede restar méritos a los Cocodrilos, un equipo con muchas variantes para arrinconar a los contrarios. Los matanceros se mueven en todas las aguas, lo mismo te liquidan a golpe de jonrones que apuestan por la velocidad y el toque de bola para fabricar carreras.
Por ejemplo, en el cuarto capítulo, cuando estaban por debajo 3-1, lograron embasar dos corredores y enseguida tocaron la bola con Andrys Pérez, dejando la mesa servida para un sencillo de dos carreras de Eduardo Blanco que igualó las acciones. Más tarde, en el séptimo, Yordan Manduley negoció un boleto, avanzó a segundo por un envío descontrolado y llegó a tercera por un sacrificio de Ariel Sánchez. Ya en la antesala, anotó por un balk del lanzador oponente.
Por si fuera poco, también brillaron a la defensa, sobre todo Manduley y Erisbel Arruebarrena, tan elegantes como inexpugnables en el medio del cuadro. Estos torpederos naturales con manos de seda y suprema elegancia, convirtieron lances difíciles en jugadas de rutina y lograron una espectacular doble matanza en el octavo cuando Artemisa amenazaba con darle la vuelta al marcador.
Con tantas armas, Matanzas ratificó su condición de favorito en esta final, aunque ya están avisados de que en el camino a la cima encontrarán a unos Cazadores bien peligrosos. “El favoritismo a veces va en contra de uno, pero en este duelo creo que ellos también son favoritos, porque han venido de menos a más y tienen muy buenos bateadores, de mucha experiencia”, precisó el mentor yumurino, Armando Ferrer.
“No puedo vaticinar que los partidos vayan a ser todos así. Sabemos que en cualquier momento un juego se puede abrir para uno u otro lado. Hay que seguir enfocados, porque Artemisa es un rival muy complicado”, concluyó el timonel.
El dato del partido
Frederich Cepeda pegó par de imparables, incluido un doble que le permitió empatar con Yordanis Samón (456) en el liderato histórico de este departamento. Según los datos de Arnelio Álvarez, remolcó par de anotaciones y llegó a 1414 impulsadas de por vida, válido para superar al inmortal Antonio Muñoz (1412) en el escalafón de los mejores empujadores en la historia del béisbol cubano. Ahora el espirituano es el segundo jugador con más remolques en torneos nacionales, solo superado por Orestes Kindelán (1511), a quien podría alcanzar si se mantiene produciendo a este ritmo.