En la memoria de un apasionado por el béisbol hay instantes para la eternidad. Puede ser lo mismo un jonrón a mil pies que una absurda carrera de home a tercera después de un rolling al cuadro, este último uno de los episodios más surrealistas que he visto en un diamante, hace más de 30 años, en un juego de la Liga Azucarera en Sitiecito.
Pero también hay recuerdos beisboleros que se guardan en cápsulas, o sea, períodos de tiempo en los que ocurrieron muchas cosas fabulosas (o fatales) que nos marcaron para siempre. Yo, villaclareño al fin, tengo muy presente la época dorada de los Azucareros de Pedro Jova en los años 90. De esa etapa me vienen a la mente las aperturas de Rolando Arrojo, las “locuras” de Víctor Mesa, los fildeos elegantes de Jorge Luis Toca y Rafael Orlando Acebey en las esquinas del infield, los tiros endemoniados de Eddy Rojas o las conexiones de Oscar Machado, Michel Perdomo y Eduardo Paret. Son muchas imágenes en un rollo larguísimo de sucesos para enmarcar.
Obviamente, esa no es la única cápsula que tengo en mi cabeza. Recuerdo también los campeonatos de los Yankees que vi a escondidas en unos casetes VHS alquilados a finales del siglo pasado; la gran temporada de novato de Kendrys Morales en Cuba; las disputas como mánagers de Rey Vicente Anglada con Víctor Mesa y Antonio Pacheco; y los últimos 10 años de gloria en MLB que nos han regalado “Pito” Abreu, Yuli Gurriel, Yordan Álvarez, Aroldis Chapman, José “Delfín” Fernández, Raisel Iglesias, Jorge Soler o Yoenis Céspedes, todos auténticos fenómenos.
Justo sobre este último período hay algo en particular que me cautiva, y tiene que ver con el cienfueguero Yasiel Puig y sus primeros pasos en Grandes Ligas. “Caballo Loco”, como comenzaron a llamarle al jardinero, irrumpió en Los Ángeles cual estrella de rock y se robó el show durante unos cuantos meses, en los que llegamos a pensar que estábamos frente a un pelotero capaz de marcar una época en el mejor béisbol del mundo.
Una entrada de Grandes Ligas
Puig deslumbró desde su debut en MLB. El sureño no apareció por la puerta de atrás, no como un bateador emergente, no como un corredor de circunstancia, no como un jardinero sustituto para las últimas entradas. No. Apareció de primer madero y patrullero derecho titular, puestos que después moldeó a su forma para consolidarse en la novena angelina durante un tiempo.
En su estreno, el 3 de junio de 2013, despachó un cohete al jardín central y después otro al derecho, dejó en su guante todas las bolas que le batearon y, en el epílogo del choque, cuando Kyle Blanks mandó un elevado a su zona y Chris Denorfia no calculó que se había separado mucho de la inicial, lo congeló con disparo que puso de pie a todo el Dodger Stadium.
Ahí comenzó la “Puigmanía” en Los Ángeles. De pronto, en una ciudad llena de estrellas, un moreno fornido de sonrisa amplia y perenne, nacido en el humilde pueblo de Palmira y llegado a Estados Unidos tras varias historias de extorsión y tráfico de personas, se convirtió en el principal objetivo de los focos.
No es raro que algo así sucediera. Si el debut llamó la atención, su segundo partido fue una auténtica locura, con 2 jonrones y 5 empujadas. Después siguió produciendo: 44 jits en 107 comparecencias al plato, 7 cuadrangulares, 13 extrabases, 16 impulsadas, 4 robos, OPS de 1.180 y un rosario de jugadas y tiros espectaculares en el jardín derecho. Sin nada que objetar, en junio de 2013, su primer mes en Grandes Ligas, resultó ganador del premio de mejor jugador en la Liga Nacional.
La energía de Puig espabiló a los Dodgers, sumidos en una profunda crisis antes de la irrupción del cubano. La poderosa novena angelina tenía balance perdedor de 24-32 sin el cienfueguero en la nómina, pero terminaron el año como líderes del Oeste del Viejo Circuito, con 92 victorias. De los 104 partidos que jugó “Caballo Loco” esa temporada, los Dodgers ganaron 66. Fue sencillamente diferencial.
Sin embargo, la inestabilidad no demoró en aflorar como el denominador común en la vida de Puig, cuya carrera profesional se fue diluyendo más rápido de lo que cualquiera podía imaginar tras su fulgurante arrancada. Llegadas tardes a los entrenamientos, excentricidades, indisciplinas y riñas en el diamante, carreras a cientos de kilómetros en autos deportivos y episodios conflictivos en bares y discotecas fueron apagando el brillo de la estrella, hasta que los Dodgers perdieron la paciencia y lo canjearon a Cincinnati.
La caída y ¿la salvación?
A partir de diciembre de 2018, el cienfueguero comenzó un periplo irregular. Jugó en Cincinnati, en Cleveland, y en el año de la pandemia firmó con Atlanta, pero precisamente un contagio de COVID-19 echó por tierra sus opciones de volver a MLB. Luego pasó por República Dominicana, México y Corea del Sur, enfrentó acusaciones por presuntas agresiones sexuales, y durante todo ese tiempo dio la impresión de que había perdido completamente el norte, de que se movía sin rumbo fijo y sin objetivos claros.
A raíz de esto, muchos fanáticos dejaron de confiar y algunos hasta pensaron que se había apagado su talento, lo cual era todavía más grave. Pero no hay mal que dure 100 años, o al menos eso dicen, y la vida parece haberle dado una segunda oportunidad a Puig desde noviembre pasado, cuando problemas legales le impidieron moverse de República Dominicana a México para continuar su temporada invernal en la Liga Arco.
Justo ahí, por esas cuestiones jurídicas, surgió la opción de irse a Venezuela con La Guaira. “Todo eso fue a través de mi agente (Lisette Carnet) que es una leona. Ella es la que sabe cómo fue el contacto con Tiburones. Yo estaba jugando en Dominicana, después me fui a mi casa y ella me llamó. Me gustó la noticia y aquí estamos”, relató el cubano a finales de noviembre de 2023.
Antes de la nueva experiencia, los venezolanos estaban emocionados por la llegada de Puig, pero alrededor de él sobrevolaban los fantasmas de las decepciones pasadas en otros lares. Eso hacía aflorar la incertidumbre y el escepticismo, hasta que tomó su primera práctica de bateo en La Rinconada.
“Hay que ser hombrecito para sacar la pelota de aquí”, bromeó el cubano con la prensa al ver que era difícil desaparecer la bola en su nueva casa. Con esa frase se quitó presión de encima, mostró su rostro más amigable y sonriente a los periodistas y aprovechó para lanzar otro mensaje que pocos vieron venir. “Pero con jonrones no es la única forma en la que puedes ganar juegos. El equipo está muy bueno y nos reforzamos. Fortalecimos el picheo y ahora también me trajeron, así que debemos seguir apoyándonos para entregar lo mejor de nosotros”, sentenció Puig, cuyo espíritu aglutinador llamó la atención y dejó buenas señales de cara al futuro inmediato.
Además, cuando la prensa le recordó la historia relevante de varios peloteros cubanos en el circuito venezolano, volvió a sacar a relucir su sentido del humor. “No me pongan nervioso. En este momento voy a pensar que no soy cubano. Sólo me enfocaré en prepararme para dar lo mejor. Que sea el terreno el que tenga la última palabra”, espetó.
Y en efecto, la historia de los dos últimos meses de Puig en la Liga Profesional de Venezuela es impresionante. Durante la temporada regular, pegó 10 jonrones y 18 extrabases en 25 partidos, impulsó 23 carreras, anotó 24 y dejó una espectacular línea ofensiva (Average/Promedio de embasado/Slugging/OPS) de .418/.518/.846/1.364. En diciembre, no hubo mejor pelotero que él en los diamantes morochos, por lo que fue seleccionado Jugador del Mes.
La fiesta ha continuado en el Round Robin, instancia previa a la gran final del torneo. En esta fase, el cubano ha conectado 4 batazos más allá de los límites en 12 partidos, suma 18 imparables y su línea ofensiva también es notable: .383/.442/.681/1.123. Su aporte ha sido crucial para los Tiburones de La Guaira, que ya lograron el boleto a la discusión de la corona por segunda campaña consecutiva.
“A mí, supuestamente, me trajeron para llevarlos a la final, pero estoy acompañado de todos estos profesionales que salen a dar lo mejor de ellos en cada juego”, dijo Puig tras conseguir la clasificación a la final. Pero la misión ahora es ir un poco más allá y acabar con la sequía de 38 años sin ganar que pesa sobre los Tiburones.
“Si me lo permiten, me gustaría ir a la Serie del Caribe defendiendo los colores de este equipo. Hace más de 37 años que Tiburones no queda campeón, y vamos a cumplir ese objetivo”, espetó el cubano.
El regreso a Grandes Ligas: ¿utopía o realidad?
Yasiel Puig, aunque conserva ese espíritu vigoroso de los más jóvenes, no es precisamente un niño. El pasado 7 de diciembre cumplió 33 años, detalle que todos los potenciales pretendientes tomarán en cuenta a la hora de hacerle una oferta.
Otro asunto a considerar es que Puig tiene un historial “conflictivo”, por así decirle, con demandas de violencia doméstica y agresión sexual, aunque en ninguno de los casos fue condenado por la por la justicia ni castigado por MLB. De cualquier manera, quizás algunos equipos miren con reserva contratar al cubano, que en su período en Estados Unidos mostró un carácter complicado.
Por otra parte, regresar al Big Show luego de 4 años fuera del circuito no es tan sencillo. No son muchos los casos de jugadores que se han ido a probar suerte a Asia o que se hayan establecido en ligas del Caribe y después hayan tenido la oportunidad de jugar nuevamente en MLB. No obstante, hay excepciones, como el lanzador Merrill Kelly, quien después de pasar un tiempo en Corea del Sur fue una de las figuras de la última Serie Mundial con Arizona.
En el caso de Puig, su principal carta de presentación no es ni siquiera su experiencia al más alto nivel entre 2013 y 2019 (agua pasada no mueve molinos), sino su más reciente puesta en escena en Venezuela. Allí ha demostrado un alto nivel cualitativo y se ha visto mucho más enfocado y disciplinado en el campo, sin perder esa chispa que ha distinguido su juego.
Entonces, ¿es un sueño volver a ver a “Caballo Loco” en los diamantes de Grandes Ligas? En lo personal, sin pecar de excesivo optimismo, veo factible su regreso, sobre todo porque Puig ha transmitido una sensación de madurez que nunca antes le había visto, sin obviar que ha estado saludable, espantando los fantasmas de las lesiones que tanto lo golpearon en el pasado.
Además, hay equipos que no verían con malos ojos hacer una inversión a la baja con el cubano, asumiendo un mínimo riesgo económico. Hasta ahora, los Rays han mostrado interés y no sería descabellado ver a Puig en el Tropicana Field, sobre todo después que Tampa apostara por cambiar a Manuel Margot, uno de sus jardineros titulares. En su mejor versión y saludable, el antillano puede darles velocidad, buena defensa y algo de poder, perfil que encaja a la perfección en el juego dinámico de la novena floridana.
De cualquier manera, todo parece indicar que habrá que esperar al final de la temporada profesional de Venezuela para conocer el desenlace de esta historia y saber si el sureño recibirá una nueva oportunidad con una franquicia de Grandes Ligas. De momento, el simple hecho de que se haya vuelto a discutir sobre su potencial retorno al mejor béisbol del mundo, ya debería significar un triunfo para Puig.