En Glendale, Arizona, Camelback Ranch es el feudo de primavera de los Dodgers de Los Ángeles, el sitio de culto adonde miles de fanáticos llegan con la ilusión que siempre genera una nueva temporada, y con la obsesión de descubrir cuáles serán las estrellas del equipo en la inminente campaña de MLB.
Lo que no es común en Camelback Ranch es que miles de fanáticos de los Dodgers enloquezcan con un contrario, un rival enfundado en una camiseta sin tonos azules. Pero algo así sucedió este jueves, y presumiblemente volverá a ocurrir cuando, en medio de la campaña, Yasiel Puig visite Chavez Ravine.
El jardinero cubano, miembro de los Dodger durante las últimas seis contiendas, fue el centro de atención en el duelo de pretemporada entre su antigua novena y los Rojos de Cincinnati, plantel en el que jugará en el 2019.
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Desde su entrada al estadio, Puig fue aclamado por fieles de los Dodgers que no olvidan la personalidad magnética y extravagante del cienfueguero, quien cautivó a Los Ángeles, al margen de sus altibajos y polémicas en el diamante.
El cubano respondió en todo momento a los vítores, se acercó a las gradas, firmó autógrafos y asumió sin complejos el papel de rockstar, siempre en el foco de las cámaras y permanentemente interrogado sobre el canje que lo envió, junto a otros tres jugadores, de la calurosa costa oeste al gélido clima de Cincinnati.
Puig ha tenido que hablar continuamente de estos asuntos, y su respuesta ha dejado entrever cierto resentimiento. “Es su problema. No sé qué fue lo que ellos hicieron con el cambio, porque no obtuvieron a nadie que los pueda ayudar de manera que yo podía hacerlo. Son negocios”, dijo a Sports Illustrated.
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Pero Puig no quiso que ninguno de esos pensamientos interfiriera o empañara el reencuentro con los fanáticos de los Dodgers y con sus excompañeros, quienes lo recibieron entre sonrisas y coros. En consonancia, el cubano mostró su juego más alegre.
En su primer turno, pegó sencillo al derecho a su amigo Hyun-Jin Ryu, quien después lo dominó en rodado a la inicial. A la altura del quinto capítulo, el sureño volvió a fallar en roletazo a tercera, ya contra Scott Alexander.
Al término del encuentro, Puig bateaba .346/.414/.654 en los entrenamientos de primavera, con nueve jits, dos dobles, dos jonrones, cinco remolques y cinco anotadas. Los Rojos estarían encantados con que el cubano, al menos, pueda acercarse a esos números en la campaña regular.
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“Nadie espera nada de Cincinnati. Pero vamos a estar ahí. Todo el mundo verá a Cincinnati jugar bien y mejor que en los últimos años. Después la gente comenzará a hablar. Me encanta cuando nadie espera nada y después comienzan a verte de manera diferente”, precisó Puig, quien pretende erigirse en líder de los Rojos.
“Me gusta ser yo mismo. A veces, en mi antiguo equipo, no podía ser yo mismo”, puntualizó el cubano, quien afronta con hambre la última temporada de su contrato antes de llegar a la agencia libre en el próximo invierno.
Respecto a los inminentes encuentros contra los Dodgers, Puig ha sido claro: “no tengo nada que demostrarles”.
“Cuando los enfrente, solamente voy a divertirme. Estoy practicando con mi nuevo equipo y quiero que las cosas vayan lo mejor posible en la temporada, para demostrar todas las cosas buenas que puedo hacer cuando juego libre, me divierto y no tengo a nadie diciéndome cosas que no necesito escuchar. Eso es lo que quiero hacer con este equipo ahora.”