Desde mucho antes de lanzar sus primeros golpes oficiales, hace apenas unos meses, el boxeo femenino cubano ha enfrentado un combate injusto y desigual. El suyo ha sido un pugilato contra el tiempo y la incomprensión, una pelea que lo tuvo muchos años contra las cuerdas, pero en la que ahora empieza finalmente a sonreír.
A diferencia de los hombres, que han dejado una estela dorada sobre los cuadriláteros y han levantado numerosos títulos como amateurs y profesionales, las boxeadoras cubanas debieron mantenerse en la sombra durante años. Como sucedió en su momento con otros deportes, como la lucha o las pesas, los prejuicios y la intransigencia truncaron una y otra vez sus posibilidades de competir oficialmente en Cuba.
Ello, a pesar de que el boxeo femenino llevaba ya tiempo con combates y reconocimiento a nivel internacional, y de que en la propia isla existían practicantes y también precursoras de la disciplina, como Silvia Hernández y Felicia Mesa, “La pantera sagüera”, enconadas rivales sobre el ring antes de 1959.
Aunque en más de una ocasión las autoridades cubanas afirmaron estar “estudiando” el tema, por mucho tiempo se negaron a dar su brazo a torcer. Así, se esfumaron reiteradamente las posibilidades de que las boxeadoras participaran en eventos internacionales y lucharan por medallas en Mundiales, Centroamericanos, Panamericanos y Juegos Olímpicos, donde el pugilismo entre mujeres era oficial desde Londres 2012.
Si en un principio la Federación Cubana de Boxeo (FCB) se opuso a seguir los pasos del deporte mundial por considerar que esa modalidad era “inapropiada” para las féminas, en los años siguientes entreabrió la puerta a su posible aceptación ante las crecientes solicitudes desde dentro y fuera del país, incluida la del presidente de la entonces Asociación Internacional de Boxeo Aficionado (AIBA), Ching-Kuo Wu.
Sin embargo, la dilación para aprobar su práctica se mantuvo, y los argumentos para hacerlo, también.
“Estamos revisando, tenemos gran admiración a nuestras mujeres, a su belleza, y no las ubicamos hoy en día con guantes de boxeo, compitiendo con otras mujeres”, comentó en 2013 el presidente de la FCB, Alberto Puig de la Barca.
“Hemos visto los pros y contras, es un tema que se estudia, no ha habido una decisión. Veremos en los próximos años qué decisión tomaremos”, dijo el propio Puig a ESPN en 2015. No obstante, ya entonces consideró que existía “materia prima” para cuando se diera el paso y que habían boxeadoras con “posibilidades de trascender”.
Mientras pasan los años
A pesar de que las autoridades cubanas se resistían a autorizar de una vez el boxeo femenino, varias mujeres no colgaron los guantes y mantuvieron viva la esperanza de competir de manera oficial. Lo hicieron a fuerza de voluntad y sacrificio, sorteando no pocas dificultades y carencias, incomprensiones y prejuicios, y sin la certeza de que su deseo pudiera cumplirse.
A algunas, la aprobación definitiva de la práctica boxística entre las chicas, el pasado diciembre, las tomó todavía en condiciones de subir al ring y pelear por sus metas. A otras, lamentablemente, no.
El caso más conocido es el de Namibia Flores. Protagonista de una historia de perseverancia y frustración, el respaldo del Instituto Nacional de Deportes, Educación Física y Recreación (Inder) le llegó con una década de retraso. A sus 46 años ya no puede combatir oficialmente por Cuba, como siempre quiso. Tampoco, al menos por el momento, ha podido sumarse como entrenadora.
Namibia vio derrumbarse su sueño olímpico no una, sino dos veces. Primero, en el estreno de su disciplina en Londres 2012, cuando las autoridades de la isla ni siquiera consideraron la posibilidad, y luego en Rio 2016, cuando mantuvo la esperanza hasta último momento, pero finalmente la Federación Cubana volvió a declinar. Tenía entonces 40 años, la edad límite para participar en unos juegos bajo los cinco aros.
Por el camino perdió la fe y la recuperó, se sobrepuso a mil adversidades, fue centro de documentales y reportajes, hizo sparring con boxeadoras de otras naciones y con hombres, inspiró a otras chicas, lo intentó como profesional fuera de la isla y se negó a representar a otro país, incluso a Estados Unidos. Solo quería subir al ring por Cuba.
“Es un momento agridulce”, reconoció Namibia sobre la autorización oficial al boxeo femenino en el país. “Estoy muy feliz de que haya sucedido, por supuesto. Pero al mismo tiempo, un poco triste. Esperaba que fueran mis puños, mis guantes los que trajeran a Cuba la victoria”, comentó a la BBC tras conocer la noticia.
Como ella, muchas —y muchos— celebraron la aprobación de esta modalidad deportiva, aun con sentimientos encontrados. Pero también otros —y otras— siguen mostrando sus recelos. Estereotipos y prejuicios como que “el boxeo no es femenino”, lastran todavía su aceptación e impulso en una sociedad de fuerte raigambre machista, aunque, afortunadamente, cada vez son más las voces de apoyo.
Antes del primer round
Antes de que el boxeo femenino fuese aprobado por las autoridades de la isla, no solo las propias muchachas, aficionados y periodistas habían defendido su práctica en Cuba. También avezados expertos y entrenadores como Rolando Acebal, jefe técnico de la escuadra masculina, y el legendario profesor Alcides Sagarra, lo habían respaldado.
“Yo apoyo la entrada de las chicas, es un derecho. Como mismo se suben en un tractor o en un avión, como mismo cogen un fusil, pienso que también tienen derecho al boxeo”, comentó Acebal a OnCuba en 2019, consciente de que sin las mujeres el pugilismo, y el deporte cubano en general, estaba en desventaja frente al resto del mundo.
Para que se tenga una idea, si en su debut olímpico en la capital británica las muchachas pelearon en tres divisiones, ya en Tokio 2020 lo hicieron en cinco, y en los cercanos Juegos de París, el año próximo, lo harán en seis por siete de los hombres.
En esta misma cuerda se expresó Sagarra. “Ya es hora de acabar de aprobarlo”, dijo a Cubadebate en 2021. “Hemos perdido tiempo, medallas y la satisfacción de enseñarlas a pelear. Espero llegar a verlas sobre el ring”, añadió el máximo artífice de la escuela cubana. Afortunadamente, a sus 87 años ha podido ver cumplido su deseo.
El pasado 5 de diciembre el Inder y el gobierno cubano dieron por fin luz verde al boxeo femenino, luego de años de dilaciones y reticencias. Entonces, se explicó que ello era resultado “de acciones coordinadas con otras organizaciones e instituciones del país, incluida la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), que avaló la propuesta”.
La decisión, dijeron los directivos, se basó en un “profundo estudio” para asegurarse de que las chicas no corrían “ningún riesgo” al boxear, y que la práctica está “en correspondencia” con la actual Carta Magna, el Programa Nacional para el Adelanto de las Mujeres —impulsado por el Ejecutivo de Miguel Díaz-Canel y la FMC—, y el nuevo Código de las Familias.
Además de esbozar el cronograma de selección de las atletas del equipo nacional y de preparación para las primeras competencias, anunciaron la apertura de la disciplina en la base en 2023, tanto en los combinados deportivos de las comunidades como en las Escuelas de Iniciación Deportiva (EIDE) donde, dijeron, tendría “atención priorizada”.
De igual forma, confirmaron que ya se contaba con los medios de protección necesarios para las preseleccionadas, no solo los bucales y de cabeza, sino también los genitales y de seno, y que antes de los eventos se exigía un certificado de no embarazo. Y, con la mayor naturalidad, echaron por tierra uno de los principales argumentos que alimentaba los prejuicios y había frenado hasta ahora la oficialización del boxeo femenino en la isla.
“Sin querer comparar, hay deportes de combate oficiales en el país que son más traumáticos que el boxeo”, aseveró a la prensa Ariel Saínz, vicepresidente del Inder. Por su parte, Puig de la Barca acotó que en el último Campeonato Mundial no se había producido ninguna lesión, nocaut o RSC (el árbitro detuvo la competencia) entre las mujeres.
Con ello le daban la razón a quienes hacía tiempo venían señalando lo mismo. Para no ir más lejos, dos años antes Acebal había dicho a Juventud Rebelde que en los países que practicaban esta modalidad “no se ha visto ningún daño a la salud de las atletas”. “Si hubiera sido de otra forma, se hubiese detectado y todo habría terminado”, apuntó.
Los primeros y los próximos combates
Tras su oficialización, el boxeo femenino cubano comenzaría una nueva carrera contra el tiempo. Su aprobación llegó solo meses antes de los Juegos Centroamericanos y del Caribe de San Salvador y a menos de un año de los Panamericanos de Santiago de Chile. En el horizonte cercano están también los Juegos Olímpicos de París 2024.
Un cartel celebrado a mediados de diciembre fue el medidor para seleccionar a las primeras 12 boxeadoras del equipo nacional, dos en cada una de las seis divisiones previstas para los principales certámenes (50, 54, 57, 60, 66 y 75 kilogramos).
Con ellas, el colectivo técnico encabezado por Santiago Suárez comenzó entonces un trabajo intensivo. La Escuela Superior de Formación de Atletas de Alto Rendimiento Giraldo Córdova Cardín, al este de La Habana, se convertiría en la sede del conjunto, y un gimnasio en el cercano Estadio Panamericano, en su cuartel general, aunque compartido con los varones juveniles.
El objetivo de los entrenadores era —y sigue siendo— pulir las dificultades técnico-tácticas de las chicas, la mayoría procedentes de otros deportes como taekwondo, kárate, lucha y atletismo. También, conformar prácticamente contrarreloj una escuadra competitiva que, aun sin atletas que hubiesen combatido antes de manera oficial, pudiese dar la cara sobre el ring y alcanzar algunas medallas para Cuba.
Y lo consiguieron.
En su primera experiencia internacional, a fines de abril en los Juegos del ALBA, las cubanas no solo celebraron su primer triunfo en un torneo fuera de la isla, sino que también subieron al podio por primera vez. Las seis chicas asistentes se colgaron el bronce, aunque por el sorteo y el número de competidoras no fue necesario que todas alcanzaran una victoria para lograrlo. Aun así, resultó una experiencia fundamental para el siguiente desafío.
Al respecto, Santiago Suárez reconoció más tarde que en estos juegos sus pupilas mostraron “algunas deficiencias técnicas”, pero consideró que la participación en el evento les había ayudado para su corrección y para el fogueo en sentido general de cara a una prueba más exigente: los Centroamericanos y del Caribe.
Con apenas cinco meses de entrenamiento, las cubanas viajaron a San Salvador con el ambicioso pronóstico de dos medallas de bronce y con dos cambios en la escuadra con relación a los Juegos del ALBA. Sin embargo, frente a rivales más curtidas y de nivel, las boxeadoras antillanas sobrecumplieron las previsiones, gracias al metal plateado de Legnis Cala (57 kg) y los bronces de Arianne Imbert (66 kg) y Yakelín Estornell (75 kg).
Con ese aval y las ambiciones renovadas, chicas y entrenadores enfrentan ahora una nueva etapa. El primer paso en este camino será la participación en los Juegos Panamericanos de Santiago de Chile, que tendrán lugar entre finales de octubre y principios de noviembre, y que repartirán cupos para los Juegos Olímpicos de París.
A la capital chilena no irá el equipo completo, sino la mitad. A los boletos ganados en El Salvador en las divisiones de 57 y 75 kilogramos, el colectivo técnico sumó la de 66 kilogramos. Ello es posible por el carácter abierto del certamen, lo que permite inscribir atletas no clasificados previamente, tal como lo confirmó este miércoles la FCB.
A priori las convidadas deben ser Cala, Imbert y Estornell, precisamente las tres medallistas en los Centroamericanos. Pero, según explicó a OnCuba Jorge Noriega, segundo jefe del cuerpo técnico, los cupos son para las divisiones, no para las atletas, así que ellas no pueden confiarse y bajar la guardia, porque otras chicas podrían ganarse el puesto.
Para diciembre quedaría entonces el primer campeonato de Cuba, con sede en Sancti Spíritus, en el que intervendrán tanto las muchachas del equipo nacional como las que entrenan hoy en sus respectivas provincias. De este torneo saldrá la nueva preselección, base para enfrentar las principales competencias de 2024, entre ellas el Campeonato Mundial y los Juegos Olímpicos, sin dudas dos desafíos superiores.
En un próximo trabajo volveremos sobre el tema, para conocer de primera mano las historias y valoraciones de Noriega, uno de los hombres empeñados en lograr nuevos éxitos y llevar adelante al boxeo femenino cubano.
Mientras tanto, las boxeadoras se mantienen concentradas bajo su guía, la de Santiago Suárez y la del resto de los entrenadores, con la determinación de seguir venciendo obstáculos e incomprensiones a la par de a sus rivales sobre el ring.