Cuba en París 2024, más allá del rendimiento y las urgencias

El balance de 2 cetros, una plata y 6 bronces en el casillero de las preseas les valió a los 61 efectivos de la isla el escaño 32 del medallero global, la ubicación más discreta después de Roma 1960.

Cuba terminó en el puesto 32 del medallero en París 2024, su peor actuación desde la década del 60 del siglo pasado. Foto: Ricardo López Hevia.

Cuando el 24 de agosto de 2008 en el Nido de Pájaro cayó el telón de los Juegos Olímpicos de Beijing, las alarmas se dispararon sobre el rendimiento de los 149 atletas cubanos que compitieron en la capital china en pos de preservar la condición de potencia deportiva mundial.

Entonces, la foja de la Mayor de las Antillas fue de 2 oros (años después caería un tercero a la cuenta de Yipsi Moreno por dopaje de la bielorrusa Aksana Miankova), una decena de platas y 17 bronces. La cita quedó marcada por el primero de los cinco cetros en línea que conquistaría el Gigante de Herradura, Mijaín López, en la división súper completa de la lucha grecorromana, pero también por el hecho de culminar en la decimonovena posición del medallero general (solo se ganaron 2 de las 20 finales disputadas), por debajo del propósito competitivo lanzado entonces por Ángel Iglesias, vicepresidente del Inder.

El domingo 11 de agosto de 2024 en el Champ de Mars Arena parisino, la luchadora Milaimis de la Caridad Marín (76 kg) barrió con autoridad 6-0 a la kirguiza y líder del ranking mundial de su categoría, Aiperi Medet Kyzy. Su rendimiento bronceado marcó el epílogo caribeño en la Ciudad Luz, y de facto puso al desnudo una vez más la dura y crítica realidad por la que atraviesa el movimiento deportivo cubano.

Milaymis Marín y la última conquista de París

El balance de 2 cetros, una plata y 6 bronces en el casillero de las preseas les valió a los 61 efectivos de la isla el escaño 32 del medallero global, la ubicación más discreta después de Roma 1960, pues las piernas plateadas de Enrique Figuerola nos situaron en el lugar 30 en Tokio 1964, pese a ser el único podio al que se escaló entonces.

Corte profundo al rendimiento

En seis décadas el deporte mundial se ha convertido en una megaindustria lucrativa, la cual ha desviado considerablemente su curso respecto a aquellos principios lúdicos promulgados por el considerado padre el olimpismo moderno, el Barón Pierre de Coubertin.

Inversiones millonarias puestas en función del desarrollo de infraestructura, tecnología deportiva y saberes; diversificación de los escenarios de alta competición y de los sistemas de clasificación olímpica; patrocinios y agentes de representación; sumado al creciente fenómeno de nacionalización de deportistas, convierten a la actividad del músculo para cualquier país subdesarrollado en una suerte de quimera.

Con todas estas variables, de una forma u otra, había estado lidiando Cuba desde la irrupción del nuevo milenio, y había logrado sortear las ediciones bajo los cinco aros con la huella de lo que se consideraba un movimiento poderoso.

Sydney 2000 nos vio anclar en el noveno peldaño del medallero (11-11-7); Atenas-2004 nos colocó en la oncena posición (9-7-11), ya habíamos comentado la decimonovena plaza de Beijing; Londres 2012 nos colocó decimosextos (5-3-7); en Río de Janeiro 2016 bajamos al 18 (5-2-4), y hace tres años, en Tokio, un aire notable de eficiencia más que de resurrección nos hizo ascender hasta el lugar 14 y foja de 7-3-5.

“Eficiencia” es la palabra que las máximas autoridades deportivas de la isla se encargaron de remarcar en incontables ocasiones antes de que a todos nos sorprendiera la ceremonia inaugural parisina.

Era el concepto al que necesitaron aferrarse luego de transitar un trienio complejo, en el que no faltaron las señales de que el desenlace en la capital francesa bien podría ser distinto al de las premoniciones de 5-6 vellocinos.

En los Juegos Centroamericanos y del Caribe de San Salvador 2023, por ejemplo, el ejercicio predictivo subestimó el empuje creciente de Colombia, capaz de desplazar a Cuba a la tercera posición general por primera vez desde la edición de Kingston 1962; y luego en los Panamericanos de Santiago de Chile 2023, la caída a la quinta plaza resultó mucho más estrepitosa.

La prematura derrota de Julio César La Cruz (izquierda) fue un golpe importante a las aspiraciones de la delegación cubana en París 2024. Foto: Ricardo López Hevia.

Los hechos demostraban desde hacía algún tiempo, específicamente desde la cuarta posición en la cita continental de Toronto 2015, que Cuba había entregado el batón de segunda potencia deportiva de América.

Así, el propósito de mantenernos entre las 20 primeras naciones del planeta y traer las alforjas con 5 o 6 lingotes de oro, era como jugar con un clavo caliente, uno que en definitiva acabó quemándonos: se quebró una cadena de 11 citas estivales en línea terminando en el ahora anhelado Top-20.

Varias de las apuestas de los directivos, con excepción de la triplista Leyanis Pérez, pasaban por atletas que, o bien no habían tenido su mejor ciclo en materia de rendimiento, o bien se acercaban al ocaso de sus carreras. Tales son los casos de los boxeadores Julio César la Cruz y Arlen López, o los judocas Andy Granda y la multilaureada Idalys Ortiz, por solo citar ejemplos connotados manejados en la mesa de los pronósticos.

Ampliando la radiografía a las disciplinas que históricamente han aupado a Cuba bajo los cinco aros, en París el sabor más grato lo dejaron los exponentes de la lucha, deporte que indiscutiblemente circula por el torrente sanguíneo del cubano.

La lucha fue fundamental en el botín final de la delegación ucbana en los Juegos Olímpicos de París. Foto: Ricardo López Hevia.

El botín en los colchones, con la quinta corona en línea del descomunal Mijaín López a la cabeza, acumuló un cetro, una plata y 3 bronces, lo que representó más del 50 % del total de preseas alcanzado por la delegación, con el aderezo de que los dos metales al cuello de Yusneylis Guzmán y Milaymis Marín fueron los primeros en el casillero femenino de una disciplina que, como sucedió con el levantamiento de pesas, tuvo una incorporación tardía a la práctica oficial para mujeres.

Del resto, el boxeo cedió a los tackles su condición de buque insignia. Cinco púgiles inscribió Cuba en París, cifra que de inicio encendía el bombillo rojo de la preocupación. Erislandy Álvarez (63.5 kg) con una demostración tan soberbia como “descarada”, salvó la honrilla dorada en su debut olímpico; y solo el doble titular de Río 2016 y Tokio 2020, Arlen López (80 kg), le pudo hacer la segunda voz en bronce.

El performance más discreto atestiguado por púgiles cubanos después de México 1968, aun tomando el de Beijing 2008, donde si bien no se alcanzó ningún oro, se fraguaron cuatro platas y otros tantos bronces en el cuadrilátero. 

El atletismo no pudo hacer justicia ni preservar su contundente tradición. Solo tres finalistas coló la legión insular en el imponente Stade de France, todos en el triple salto, especialidad en la cual coparon el podio de premiaciones tres hijos de Cuba y de su prestigiosa academia de triple, solo que Jordan Díaz, Pedro Pablo Pichardo y Andy Díaz lo hicieron calzando pinchos por España, Portugal e Italia, respectivamente.

¡Inédito! Tres reyes cubanos del triple salto en París

Del resto resalta el taekwondoca Rafael Alba (+80 kg), quien con su bronce parisino se erigió como único exponente de ese deporte capaz de repetir podio bajo los cinco aros; y la herencia entre paletadas en el canotaje, asumida con prestancia y poder por la fenomenal Yarisleidis Cirilo.

Eficiencia, palabra que retumba una y otra vez. Aquí otra pincelada al respecto. En París, al igual que sucedió en Río de Janeiro hace ocho años, únicamente 4 deportes de los 16 en los cuales incursionó Cuba pudieron hacerse con un metal; mientras en Tokio, compitiendo en igual cantidad de disciplinas, tributaron siete especialidades con un elevado grado de 53.8 % de efectividad entre aquellos deportistas que accedieron a finales.

El contexto es cambiante, pero…

Hablábamos de un escenario deportivo cada vez más demandante de recursos e inversión. La frenética pugna por la cima del medallero entre Estados Unidos (40-44-42) y China (40-27-24) lo reafirma. Hablamos de las dos principales economías del planeta, a las cuales se sumaron en el Top-10 Japón (20-12-13), Australia (18-19-16), Francia (16-26-22), Países Bajos (15-7-12), Gran Bretaña (14-22-29), Corea del Sur (13-9-19), Italia (12-13-15), y Alemania (12-13-8). Algo así como si estuviésemos asistiendo a una cumbre del G-7 con chinos, australianos y sudcoreanos en calidad de invitados de lujo.

En dicho concierto, muchos apelarán a que Cuba recaló en tierras francesas en la segunda plaza entre naciones de Latinoamérica, únicamente superada por Brasil (3-7-10), gigante sudamericano que cerró la veintena de naciones vanguardistas, una posición anhelada e infructuosamente presagiada por el Inder.

De este lado del Atlántico, solo estadounidenses, canadienses (9-7-11) y brasileños, pudieron mirar a los cubanos por encima del hombro.

Aunque ese criterio pueda servir de consuelo, otras variables inciden en el deprimido panorama del deporte cubano hoy día y se reflejan en los bajos resultados del ciclo en el contexto centroamericano y caribeño, panamericano y olímpico. 

Cuba en París 2024: nueve medallas y lugar 32, el peor en 60 años

La primera y muy determinante es el capital humano. Estamos lejos de vivir los años de bonanza que en la década del 80 hicieron que el deporte cubano despegara, impulsado por el intercambio en todos los frentes con la extinta Unión Soviética y los países de la entonces Europa del Este, o miembros del Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME).

En la Cuba de hoy, el deporte ha dejado de ser una práctica extendida por el territorio nacional para convertirse en muchos casos en una actividad nucleada, y al alcance de aquellos padres que se pueden permitirse, por bolsillo y agenda, inscribir a sus hijos en alguna disciplina.

Esto se traduce en que la muestra de deportistas de la que se dispone para aspirar a que lleguen y triunfen en el alto rendimiento es mucho menor que en décadas precedentes. Cabe añadir que, con este punto de partida de captación y muestra resquebrajado, no siempre el de mayor talento se impondrá o continuará su camino hacia las selecciones nacionales.

Muy ligado a esto hay otros fenómenos que gravitan en torno a las incontables carencias que marcan la vida cotidiana. La precaria infraestructura se conjuga con un calendario competitivo endeble a todos los niveles, el cual, salvo excepciones, no garantiza los volúmenes de confrontación que necesita un atleta para cumplir con una proyección de evolución certera.

Abro un paréntesis para el estado tanto de las instalaciones deportivas como de los insumos necesarios para potenciar el crecimiento deportivo, los cuales distan de los estándares que rigen esa esfera hoy día.

Por consiguiente, en una era en que la digitalización dicta las pautas, es lógico, cuando menos, que los deportistas se cuestionen qué porcentaje de éxito tendrán sus carreras si continúan desarrollándose en Cuba.

Un nutrido grupo de entrenadores y atletas cubanos representaron a otras naciones en París 2024. Foto: Ricardo López Hevia.

Se destapó la Caja de Pandora del flujo migratorio. Según declaró el primer coronel Mario Méndez Mayedo, jefe de la dirección de Identificación, Inmigración y Extranjería del Ministerio del Interior, unos 3 millones de cubanos entre nacidos en la isla y sus descendientes viven en el exterior. La cifra podría variar, pero seguramente se incluyen cientos de deportistas, muchos de ellos con el cartel de estrellas o de nivel superior en sus respectivas disciplinas.

En París 2024 defendieron otros pabellones 21 atletas nacidos y formados dentro del sistema deportivo cubano. Al tan histórico como inédito podio en el triple salto debemos sumarle los rendimientos decorosos del voleibolista Wilfedo León (plata-Polonia), los boxeadores Loren Berto Alfonso (plata-Azerbaiyán), Enmanuel Reyes y Javier Ibáñez, bronce en representación de España y Bulgaria, respectivamente, y la también voleibolista Melissa Vargas, cuarta con la armada otomana, pese a un rendimiento individual de otra dimensión.

A ellos se sumaron casi medio centenar de entrenadores que aportaron su sapiencia desde la esquina a atletas de una treintena de países. El éxito cubano en París estuvo diseminado por distintas latitudes, y justamente esa es otra de las falencias de nuestro sistema deportivo en la actualidad: la incapacidad —e inoperancia en algunos casos— de poder retener el talento con el que se cuenta o, en su defecto, gestionarlo, amén de que no resida en la isla y haya decidido establecerse en otros lares.

Perseguir lo bueno y las moralejas

En París hubo instantes, flashes de gloria que me hicieron vibrar como si de la épica de otros tiempos se tratase. A la Ciudad de la Luz Cuba concurrió con 61 efectivos, la menor cifra desde Tokio 1964. No podía pretenderse que con ellos concursando en 53 de las 329 pruebas convocadas, se pudiese emular rendimientos loables como el más fresco de Tokio (7-3-5) en la memoria. De hecho, el obtener solo 9 preseas, además de mostrar sobre el tapete la crisis que atraviesa tanto el deporte como tantas otras esferas, constituyó la cosecha más pobre desde la versión de Munich 1972.

En la cuerda de lo alarmante colocaría el hecho de que muy pocas disciplinas, ni siquiera las de mayor tradición histórica, cuentan con un relevo o transición generacional sólida, y que, en muchas ocasiones, cuando este se vislumbra, se diluye, ya sea por causas de índole migratoria, conducción inadecuada u otros demonios.

Deportes como el judp pasan por una situación compleja en Cuba, sobre todo porque no se vislumbra el relevo de las principales figuras de los últimos años. Foto: Ricardo López Hevia.

Los Juegos Olímpicos de París quedarán grabados en mi mente como los de la competitividad extrema, calidad suprema y redención en muchos casos. En lo personal, me quedo con las zapatillas gloriosas de Mijaín López, huésped ilustre del Olimpo para la eternidad; la irreverencia de los puños de Erislandy Álvarez; la redención de Simone Biles; las brazadas de ensueño de Leon Marchand y Katie Ledecky, los marcianos Armand Duplantis, Sydney McLaughlin, Femke Bol y Sifan Hassan; el poder de proyección del legendario Teddy Rinner, y los triunfos in extremis de los endemoniados elencos de baloncesto de Estados Unidos.

Me quedo con muchas más cosas, además de las expuestas en estas líneas desde el dolor y la desesperanza. Como yo, espero que las autoridades deportivas, por el bien del deporte cubano y por un futuro que permita dejar de caminar al borde del precipicio, se queden con las que correspondan, por encima de conformismos, análisis triunfalistas y pronósticos deshechos.

 

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