Como un soplo se fue la tercera edición del tope beisbolero entre Cuba y Estados Unidos tras su reanudación en el 2012, ahora con barrida antillana que devuelve las cinco estocadas norteñas del pasado curso en sus predios, donde nuestra selección, muy superior a la actual, sufrió frente a una escuadra mucho más curtida.
Han saltado las campanas al vuelo tras la manita de victorias en Matanzas y Pinar del Río, aunque la pura realidad es que se ha chocado con un plantel limitado, que afronta la transición del béisbol colegial al modelo profesional, con cambio incluido de bates de aluminio por la madera.
Sin embargo, no se puede demeritar la actuación de los cubanos, cuya nómina exhibió a varios de los más talentosos valores del patio, los cuales tienen un margen de crecimiento mayúsculo, sobre todo si se logran concretar enfrentamientos contra rivales de cierto nivel, con experiencia y dominio de los fundamentos de juego.
Varios son los peloteros que podemos incluir en ese grupo: el antesalista Luis Yander La O, el receptor Luis Abel Castro, el primera base Ramón Lunar o el toletero Guillermo Avilés, todos con serias perspectivas de crecimiento, algunos por su defensa hermética, capacidad de embasarse y velocidad en los corridos, y otros por su poder innato y fortaleza del swing, todavía con margen para pulir muchos detalles.
No obstante, la mayor fortaleza del plantel cubano podríamos ubicarla en su staff de lanzadores, repleto de brazos jóvenes y poderosos en pleno desarrollo, que precisan de mucho trabajo en pos de erradicar, paulatinamente, las deficiencias que arrastran desde categorías inferiores.
“Creo que este grupo tiene mucho talento, solo les falta experiencia y madurez, valores que se adquieren con la labor diaria, los retos frente a rivales de nivel, porque cuando chocas contra hombres inferiores tu margen de crecimiento no es el mismo. Simplemente te adaptas a ganar ante los débiles y cuando te mides a alguien fuerte pues salen a relucir los problemas”, asegura el receptor Frank Camilo Morejón, quien ha recibido los lanzamientos de estos muchachos durante el último mes.
“El momento actual demanda modernización, en los sistemas de entrenamiento, en la puesta en práctica de las variantes técnicas. Necesitamos aprovechar las nuevas tecnologías, en gran medida para estudiar mejor a los contrarios y que los lanzadores tengan más dominio de las virtudes y defectos de quienes enfrenten. Eso les permitirá saber qué deben hacer en cada circunstancia y los forzará a desarrollar su capacidad mental y de selección”, añade el máscara, uno de los mejores en la conducción de serpentineros en el país.
“En el tope contra Estados Unidos pudo verse el avance. Si bien enfrentamos a un plantel con varios desajustes ofensivos, los lanzadores lograron reducir a la mínima expresión en índice de carreras, aspecto primordial porque te ayuda a triunfar como equipo.
“Todo eso es fruto del trabajo, de la consolidación de sus respectivos repertorios, basados la mayoría en la recta y el cambio de bola, envío muy importante en el béisbol moderno, sobre todo cuando logras controlarlo, ponerlo en la zona de strike y saber cuál es el mejor momento para utilizarlo. Además, han fortalecido otras herramientas alternativas, como la slider y sinker, algunos con un alto nivel de efectividad”, explica Morejón.
Pero no todo se trata de lanzamientos, repertorio, control, otros detalles también influyen en la correcta formación de un pitcher, como la conservación de los brazos, algo que solo se podrá conseguir cuando se alcance cierto nivel de especialización, cuando los hombres cumplan una determinada función y se preparen solo para rendir en ese rol, ya sea abridor, relevista situacional, preparadores o cerradores.
A un muchacho que lanza más de noventa millas pero no puede sostenerla por más de dos entradas, no se le puede colocar a abrir, la idea correcta sería aprovechar su potencial como relevista. Ese tipo de cuestiones las deben visualizar los entrenadores, principales guías de la nueva cantera de serpentineros.
Solo así podremos observar en un futuro cercano el verdadero potencial de Norge Luis Ruiz, Vladimir Gutiérrez, Yaisel Sierra, Yunieski García, Julio Alfredo Martínez, Yusmel Velázquez, Héctor Mendoza, llamados a conducir los destinos de Cuba con sus actuaciones de la lomita, donde deben demostrar que son líderes de una generación prolífera si de lanzadores hablamos.
Esto debería llamarse “Cuba presume de ganarle a chiquillos inexpertos”.
Nadie parece darse cuenta del papelazo: una escuadra de jugadores con más de 25 años casi todos, enfrentándose a un equipo de muchachos entre 16 y 20 años que a todas luces serán en un futuro mucho mejores que los nuestros, pero ahora son solo eso: chiquillos.
Y si este es el equipo Cuba del futuro, como dice Pepito: el futuro está cagao.