Nadie dudaría de las diferencias y desigualdades que hay entre la Copa América masculina en Brasil y la Copa del Mundo femenina en Francia. No obstante, hay una –entre varias– línea de conexión subterránea entre ambos eventos futboleros: producen género. Contornan una descripción, por ende, una prescripción en torno al ser “hombre” y “mujer”. Porque el fútbol, como el trabajo, el cine o el amor, ordena pensamientos y disciplina cuerpos. Pero claro, la vida social, por su propia inercia, genera disidencias a las que le cuestan encasillarse entre lo blanco y lo negro. Lo que sigue es una reflexión sobre los grises del deporte.
Hasta no hace tanto, las mujeres transexuales sólo eran noticiables en el mundo del fútbol latinoamericano en cuanto los medios “las descubrían” acompañando a alguna estrella del fútbol masculino. Con la “fiesta” de Ronaldo, la “polémica” de Romario, el “lío” de Andrés Chávez, el “escándalo” de Carlos Salcido o el “secreto” de Icardi, buena parte de esas coberturas –y sus comentarios– destilaban la profunda transfobia que merodea al fútbol en particular y a la sociedad toda. El deporte, ámbito formador de ideas y sentimientos, se aprende a confundir desde la más tierna edad entre lo heredado y lo elegido.
Hay historias que, tozudamente, insisten en ir a contrapelo. Alba Palacios, con 33 años de edad, es –hasta donde sé– una de las primeras mujeres trans del mundo en jugar federada dentro de una liga femenina. Antes de eso, jugó 20 años al fútbol masculino en la tercera regional del fútbol español, su país natal, bajo una identidad impuesta. En 2017 inició un tratamiento con hormonas a base de estrógenos destinados a frenar la producción de testosterona. Meses después, buscando club, se topó con el equipo madrileño Las Rozas CF. Allí encontró inclusión, amistad y goles. Gracias a la Ley de Identidad y Expresión de Género e Igualdad Social y No Discriminación y la Ley de Protección Integral contra la LGTBIfobia de la Comunidad de Madrid, debutó a mediados de 2018. Alba abrió el juego.
https://www.youtube.com/watch?v=9VISXkp6gj0
Los detractores de la inclusión a las deportistas trans se escudan en una hipotética desigualdad deportiva basada en el conteo hormonal. En otras palabras, las deportistas trans, al tener más testosterona que sus pares cis (aquellas personas donde el sexo biológico coincide con su género autopercibido), tendrían mayores capacidades atléticas –salto, fuerza, velocidad, resistencia, etcétera.
El Comité Olímpico Internacional define, por ejemplo, que ninguna persona inscripta en las competencias “femeninas” puede superar los 10 nanogramos por mililitro de sangre en los 12 meses previos a competir. Con ese razonamiento se inició la polémica que envolvió a la atleta sudafricana Caster Semenya quien, tras ganar la final del Campeonato Mundial de Atletismo de Berlín de 2009, generó sospechas acerca de su sexo. Luego de un test exigido por la Asociación Internacional de Federaciones de Atletismo (IAAF) que mostró niveles superiores de testosterona en Caster, distintos sectores pidieron la anulación de la competencia. Sudáfrica protestó denunciando racismo y colonialismo. Finalmente hubo un acuerdo: Caster mantuvo la medalla y el dinero del premio, asumiendo el compromiso de someterse a tratamiento hormonal. Citando a Michel Foucault, no hay nada más arbitrario que la politización de la sangre.
El debate es álgido. No solo por la polémica que supone reproducir desigualdades sociales en nombre de las hormonas; sino también porque hay evidencias que cuestionan el argumento biologisista desde su propia lógica. Joanna Harper, exatleta y única persona transgénero que trabaja en el Comité Olímpico, expresó que a los nueve meses de haber iniciado su transición, sus marcas habían bajado un 12 por ciento. Lo cierto es, entonces, que estamos frente a un mundo naciente que todavía se piensa con esquemas moribundos. Hoy no hay posiciones unánimes y la reglamentación depende de cada país y cada deporte.
En esa ambigüedad, los casos de deportistas trans proliferan por el mundo entero. En el voleibol brasilero, Tiffany Abreu fue la primera transexual en jugar la superliga profesional. La tenista trans norteamericana Renée Richards, primero fue impedida de jugar el Abierto de Tenis de EEUU en 1976, hasta que apeló y obtuvo un fallo a favor al año siguiente. Rachel McKinnon se convirtió en la primera ciclista transgénero en ser campeona mundial. Mary Gregory, levantadora de pesas, perdió todos sus títulos al ser considerada “biológicamente hombre”.
En el fútbol internacional no hay reglamentación específica sobre personas transgénero, pero existe una normativa sobre verificación del sexo, un test que corre por cuenta de cada federación nacional. La FIFA sólo interviene en caso de transgresión.
Estas lagunas posibilitaron una historia como la de Jaiyah Saelua, el primer futbolista transgénero en disputar torneos internacionales y profesionales de fútbol masculino. Aunque Jaiyah no tiene club, vistió la camiseta de la selección Samoa Americana durante la Copa del Mundo Alemania 2006 y en las eliminatorias para Sudáfrica 2010. Su llegada al seleccionado se dio después de que Samoa Americana fuese considerada “La peor selección del mundo” ya que en las eliminatorias para el mundial 2002 perdió 13- 0 contra Fiyi; 8- 0 contra Samoa; 5- 0 contra Tonga; y 31- 0 contra Australia. La selección mejoró abruptamente con la llegada del entrenador holandés Thomas Rongen. Todo este proceso puede verse en el documental Next Goal Wins.
Si el deporte es práctica corporizada, ¿por qué reducir la identidad del atleta a lo genital? Si trae salud, ¿por qué patologiza? Si libera, ¿por qué confina? Si proclama diversidad, ¿por qué el binarismo? El deporte no “refleja” la sociedad; la construye. Es una escuela de socialización. Y el deporte moderno, moldeado en el iluminismo industrial, prescribe la reglamentación: competitividad, explotación, jerarquía y lucro. Pero también ese mismo deporte emula el ideal democrático de la igualdad de oportunidades; de la creación como acto; de la diversión como ética, del placer como experiencia. En esos tensos juegos está la disputa. Porque, como dicen Corriente y Montero, “la historia, evidentemente, está llena de ingratitud para quienes no saben jugar”.
Este debate mas que a los aficionados le corresponde a los deportistas que son quienes bajo disimiles condiciones gastan su tiempo-vida, preparandose para las competencias, es muy difícil para el humano evaluar aun con lo ultimo de la ciencia de por medio, hasta donde ud deja de ser hombre o mujer si se somete a una transgresión, esta ud al mismo nivel físico de sus rivales de ese genero??, y creo que aqui es mas inquisitivo cuando es de hombre a mujer para participar en competencias femeniles, lo mas justo seria que compitieran con otras personas que estén en la misma condición,ahora bien eso les limitaría porque aun cuando esto va siendo casi pan de cada día,no hay un numero de trans por ejemplo practicantes de futbol como para hacer una liga, se reduce mucho la población de este “genero” e igual el numero de atletas, en mi opinion eso es lo mas justo, pero el numero les resta posibilidades.
Todo esto no se reduce mas que a la mamarrachada postmodernista, totalmente falsa y anticientífica de creer que realmente un hombre se puede transformar en mujer y viceversa. Pura aberración ideológica , que no tiene nada que ver con la preferencia sexual de cada cual. Una estafa, en suma, para tontos ideologizados, y una verdadera trampa oportunista en el deporte.
La ignorancia y la ideología contra la ciencia. Primer error: pretender que la diferencia hombre- mujer está solo “en lo genital”, lo cual es falso de toda falsedad; segundo error y puede que más grave; pretender que de verdad un hombre puede transformarse en mujer y viceversa, lo cual es una bofetada la todas las ciencias que más han contribuido al conocimiento de la especie humana. Un hombre que se ampute partes sanas de su cuerpo y se implante otras no es una mujer. Sigue genéticamente siendo un hombre pues un pene postizo y dos pedazos de silicona no anulan las más de 6000 diferencias genéticas entre la mujer y el hombre. Eso es ciencia y no depende de los sentimientos, las frustraciones y las perretas postmodernistas de nadie; y la ciencia no es opinable. Están falseando las cosas y quizás lo del deporte sea lo menos grave, aunque es una verdadera estafa. Lo peor de todo es que se intenta derivar consecuencias jurídicas de toda esta farsa que nos afectan a todos. A mí me importa tres pitos como se autoperciba nadie, ya sea que se perciba como un hombre, una mujer o un cocodrilo, no me importa absolutamente nada como cada cual lleve su vida desde lo individual. Ahora bien, a lo que me niego rotundamente, precisamente en nombre de mi individualidad y mis derechos es que me impongan normas jurídicas que me obliguen a ser partícipes de las fantasías de nadie, y mucho menos a que se me intente criminalizar si me niego a ello. Y esto está pasando ya, desgraciadamente en algunos países.
Tantos años luchando por la igualad entre hombres y mujeres para ahora promover que hombres tambien le quiten los espacios deportivos a las damas.
Lo de “hipotética desigualdad deportiva basada en el conteo hormonal”, es un hombre de paja del tamaño de un rascacielos, el conteo hormonal es solo parte en la explicación de la desigualdad deportiva, la talla, la densidad de los huesos, de los músculos, los tiempos de reacción.
Estamos jodidos, si ademas de comunismo, ahora tambien vamos a promover la anti-ciencia y la desigualdad entre sexos. Por que la izquierda siempre va en contra la ciencia y la lógica elemental?
Max:
Llevas toda la razón, la esencia de esto no es para nada la ciencia, sino la ideología; y no de una ideología nacida del devenir de la sociedad, sino cocinada en los despachos de universidades europeas y norteamericanas. Hoy por hoy, y muy desgraciadamente, las ideologías son probablemente los enemigos más encarnizados de la ciencia; y lo peor de todo es, como puede verse claramente, que para que esto funcione no puede ser sometido a un examen crítico frente al que no duraría un segundo, se tiene que imponer desde el estado, de forma totalitaria, violando muchas veces la libertades individuales. Todos los corifeos de esta patraña, presumiendo de una autoriadad moral, que jamás han tenido, pero que se autoadjudican campantemente, huyen del debate serio y se defienden usando calificativos infamantes y patologizantes a quienes se resisten ante la imposición de sus sinrazones. Se trata literalmente de “o piensas como yo, o eres facha, de ultraderecha, reaccionario, intolerante o u homoblablablabla ….”.Se trata de minorías imponiendo lo que no es más que una visión particular para la que no se ha llegado ni de lejos a un consenso, utilizando para ello la fuerza del estado. Y no, no hay ninguna contradicción acerca de imponer el comunismo y estas concepciones aberrantes, es que esta es la estrategia que la izquierda ha adoptado ante su fracaso en utilizar a la clase obrera para destruitr el capitalismo. Hoy su estrategia es utilizar minorías conflictuadas y utilizarlas en lo que llaman “lucha cultural”.