Con otro gol de cabeza tras un tiro de esquina, de Umtiti a los 51 minutos, Francia derrotó a Bélgica, que no perdía un partido desde hace 2 años. Ahora esperan por Inglaterra y Croacia. Francia para jugar por la Copa y Bélgica para disputar el tercer puesto.
Los millonarios franceses suelen radicarse fiscalmente en Bélgica para evitar pagar el impuesto a la riqueza. Lo hace el más rico de Francia, Bernard Arnault, y lo muestra el documental Merci Patrón. En esta semifinal, un duelo entre dos equipos con recursos, el equipo francés, a diferencia de Arnault, no evadió la responsabilidad y no le regaló nada a los belgas.
Francia es un equipo grande. Ya es el equipo que arribó al mayor número de finales del mundo en los últimos 20 años: 1998, 2006 y 2018. Ganó un solo título, en 1998, pero animó esta competición desde sus inicios en la década de 1930. Algo de toda historia –donde sobrevuelan apellidos como Fontaine, Platini o Zidane– pesó en una semifinal ajustada donde cualquier gramo de cualquier cosa sirvió para inclinar la suerte hacia uno de los lados. Bélgica padeció su falta de historial grande y por tercera vez cayó en semifinales.
Si se asume una postura crítica con el equipo francés, a lo máximo que se puede aspirar es a observar aquello que no funciona tan bien. Como Lucas Hernandez cuando va en ataque o Giroud cuando tiene que definir en poco tiempo o Mbappé cuando hace tiempo como un niño en vez de tener la pelota faltando minutos para el final. Pero nada funciona verdaderamente mal en Le Bleu y casi todo está en su punto de equilibrio. Justo en junio / julio de año de mundial, justo lo que necesita un equipo para ganar el torneo. Estar a punto en el momento indicado.
Lloris, el arquero, no tiene nada que envidiarle al gran Courtois. Varane y Umtiti, los defensores centrales, son un privilegio: solo España puede decir que sus dos centrales juegan uno en Barcelona y otro en Real Madrid. Kanté es el mejor recuperador de balones de la Copa, capaz de hacer el trabajo más sucio de la manera más limpia. Griezmann juega pensando como un veterano y corriendo como un adolescente. Mbappé es la gran revelación del fútbol mundial.
Bélgica estuvo varias veces a un centímetro de empatar pero nunca encontró eso que faltó. Hazard no tiene la culpa. Le ganó el duelo individual a Pavard durante todo el partido y jugó a lo Messi, gambeteando en cualquier metro cuadrado de la cancha, pero nunca lo dejaron desarrollarse: siempre tuvo 4 franceses encima para cortar con falta.
De Bruyne, Lukaku y Fellaini cayeron en la impotencia: siempre hubo alguien para taparles el tiro de media distancia, anticiparlos de cabeza en el área o molestarlos en el contragolpe.
A veces se pierde sin jugar mal; sencillamente cuando el otro juega mejor. Todos en Francia defendieron bien, sobre todo los delanteros: Giroud, el hombre más adelantado, pareció más el primero de los defensores que el último de los atacantes.
Bélgica es un equipo memorable, más allá de este resultado. No pudo hacer Historia pero sí pudo dejar un precedente: se puede jugar bello y llegar lejos.
Francia hizo un torneo de menor a mayor: empezó jugando mal, ganando con lo justo pero termina en la final. Y de atrás para alante. Como dijo Juan Pablo Varsky: “para aquellos que dicen que la defensa gana campeonatos, este partido es un muy buen argumento”. Para esa estrategia se necesita un Pogba. Ahora sí en su máximo nivel, es más que un mediocampista; es un punto nodal capaz de articular defensa con ataque y de interpretar aceleración y pausa. Paul Pogba no solo juega los partidos, también los lee.
Un equipo joven en este nivel, que llega más allá de lo que esperaba la crítica global antes de empezar el torneo, no tiene presión en una final del mundo. No tiene nada que perder y sabe que habrá revancha en cuatro años. Eso los hará estar un poco más relajados, no se van a poner nerviosos justo en su punto de equilibrio.
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