Si no fuera por el cartel que delata su presencia, la Escuela Nacional de Boxeo “Holvein Quesada Rodríguez”, pasara inadvertida a la vista. Quien transite a todo tren por la carretera del poblado del Chico, en el Wajay, y no levante la mirada a tiempo, nunca sabrá que pasó por el costado del cuartel general de la escuadra de los “Domadores” de Cuba.
Su fachada parece la imagen de una planta ensambladora de autos o un almacén de víveres, un casquete que decora el solitario paraje. Bien alejada del quisquilloso ruido de la ciudad, agazapada en un peldaño periférico de las afueras de La Habana, en este reducto se tejen, día a día, cada una de las estrategias y métodos que los púgiles cubanos despliegan en la Serie Mundial de Boxeo.
Llegar a la escuela a las 10:30 a.m, ya es tarde. A esa hora ha culminado el primer entrenamiento del día. Todos los boxeadores aquí (primeras, segundas y hasta las terceras figuras de cada división) saltan de la cama a las 6 a.m para romper la jornada con ejercicios físicos durante alrededor de dos horas y media. Luego viene un receso en el que cada peleador puede ir y tomarse un baño, transpirar quieto en un banco de cemento o en sus respectivas habitaciones o salir de las inmediaciones de la residencia, porque en estos días de Serie Mundial, el colectivo técnico de entrenadores aprovecha este impasse para reunirse en privado y analizar cómo marcha la preparación con vista a los próximos topes y la forma competitiva de los púgiles.
Fuera de los cuadriláteros de entrenamientos, la instalación es un recinto sin ruido, da la impresión que lo único realmente bullicioso puede llegar a salir del eco de los puños que golpean los puchimbas del gimnasio. Cuando entramos no había nadie lanzando swings, ni rectos, ni jabs, ni opercuts. Para ver algo de acción, habría que quedarse hasta la tarde que es cuando comienzan los sparrings.
A lo lejos, imponentes, intransitables, un puñado de hombres sin camisetas, exhibían sus exactos cuádriceps abdominales y sus dientes de oro, en shorts azules y rojos y medias larguísimas de iguales colores que tocaban la rodilla a ribetes en blanco sobre las botas de boxeadores. Se alardeaban unos a otros, como niños chiquitos, se increpaban, clásicas jugarretas de hombres cuando se encuentran en grandes grupos. Un ambiente sano, aparentemente sin maldad, quizá solo rasgado por el dual meet particular de algunos de ellos en sus respectivas divisiones.
En la escuela cada una de las primeras figuras del equipo nacional tiene una habitación, es decir, cada “domador” tiene garantizado su cuarto en solitario, el resto de los peleadores conviven con otro compañero en los domicilios. De ahí una de las grandes disputas por hacerse primer púgil del peso, incentivo adicional para ganarse un puesto, sin dudas, un detalle del colectivo técnico.
Donde estuvimos casi todo el tiempo debe ser como la zona más céntrica de las moradas, al menos la más concurrida. Unos, andaban sin pena envueltos en toallas ya con el rostro limpio de sudor, otros, aún con los chándales empapados y con reggaetón de fondo, se descañonaban los curvilíneos cortes de cabello estilizándose las patillas finas de los costados del rostro.
Instante propicio para intentar charlar con varios de ellos, sobre lo que se avecina en la Serie Mundial y el tope de cuartos de finales que presumiblemente los emparejará con la escuadra de Estados Unidos, sobre las rivalidades propias de las divisiones y sobre un par de cuestiones más.
*OnCuba publicará una serie de cuatro trabajos que contiene declaraciones exclusivas de algunos de los integrantes de la escuadra de los “Domadores” de Cuba (Yosvani Veitía, Lázaro Álvarez, Rosniel Iglesias, Yoandy Toirac, José A. Larduet y Erislandy Savón) donde señalan las perspectivas de cara a los cuartos de final de la Serie Mundial de Boxeo y su presumible tope contra Estados Unidos.