En la guerra no siempre fue así, pero en el fútbol los alemanes atacan con tanques y los japoneses con katanas. “Por eso todo iba a acabar como siempre acaba”, diría el viejo Lineker. El comandante Kimich ordenaba a los artilleros Gnabry y Haverts que dispararan por todos los costados. Gundogan hacía las veces de cargador y, aunque más de una vez erró la munición, ya el enemigo casi le quitaba el círculo rojo a su bandera. El Internacional Khalifa no es Tianmen, pero volvió un loco o un hombre, llamado Gonda; lo hizo pararse delante de un carro de combate. Y esta vez le puso el pecho, las manos, los pies, el tronco, todo, a las balas que los europeos le dispararon cuatro veces seguidas sin gota de misericordia. Y, de tanto aguantar, rompió el interior del cañón alemán: el ánima se llama esa pieza.
Les rompió el ánima a los alemanes el coraje de ese tipo al que denominan guardameta, quien la absorbió para los suyos. Entonces los samuráis salieron de los refugios en los que estuvieron una hora. Saltaron al campo con las espadas de Asano, Doan y Minamino, los nuevos líderes del ataque. Con dos tajos ganaron la batalla. Una remontada de locura. Un partido inexplicable, sin más lógica que la metafísica: los alemanes de pronto perdieron el alma. No lo sé. Que le pregunten a Argentina.
Deberíamos estar hablando del gesto en la foto antes del pitazo inicial. Los dirigidos por Hansi Flick se taparon la boca en señal de protesta a la amenaza de la FIFA por la utilización del brazalete “One Love”.
El linier revisó el brazo derecho del capitán Neuer, como si portar el arcoíris fuera dopaje o superpoder. Dice Umberto Eco que en las relaciones simbólicas de obediencia, el que obedece es tan responsable como aquel a quien se obedece. ¿Puede algún equipo hacer una acción frontal contra el máximo órgano del rector del futbol?. ¿También les faltó coraje a los teutones para sentenciar a Japón cuando eran superiores?
Bueno, a quien no le faltó nada en su debut fue a la España de Luis Enrique, que atacó con “Furia Roja” a la Costa Rica más débil que se recuerda en lo que va de siglo. Por primera vez los peninsulares marcan siete goles en un encuentro de fase final de Eurocopa o Mundial. Gavi y Pedri le mostraron a Musiala y a Bellingham que habrá pelea por el mejor jugador joven del evento. A Ferrán le asienta que el suegro lo dirija. Morata marcó. También Asensio. Aun no se sabe si fue más sorpresiva la goleada o la formación inicial del DT asturiano con Rodri de central, Azpilicueta por derecha y Marco, el del Madrid, de falso nueve. Nada, a aguantar a Luis Enrique en Twitch y en la conferencia de prensa. Su equipo impresionó.
Y de la impresión majestuosa de aquella generación tica de Brasil 2014, quedan algunos conocidos por su nombre, pero inéditos por su juego. El meta Keylor Navas entre ellos.
Thibout Courtois, mientras tanto, reafirmó que es de los mejores cancerberos del mundo. Le atajó un penal a Alphonso Davies, otra de las estrellas para los que los once pasos son malditos en las Copas, y sacó del infierno al que los canadienses querían condenar a los diablos rojos.
Sin cuernos, pero con pegada, sacó adelante Bélgica su primera prueba ante los norteños. Un balonazo largo a su nueve Batshuayi le bastó para castigar el esfuerzo canadiense. Los dirigidos por Roberto Martínez pasaron de ser un equipo vistoso en el verde a un conjunto resultadista que depende del pelotazo. Kevin De Bruyne desfigurado. Hazard correcto. Y Lukaku desde la grada con la nostalgia de un exiliado de su tierra.
Si Canadá no acapara titulares hoy fue también por la horrible puntería de su ariete Jonnathan David y la de cualquier otro hombre que se puso la camiseta blanca en el Ahmed bin Ali Stadium.
Sin puntería también amanecieron los otros planteles del Grupo F: marroquíes y croatas.
Para los balcánicos, Modric es el rey y la reina. La imagen del propio ajedrecista como una pieza sobre el tablero. Con el total mueve los caballos hacia la casilla donde hacen más daño; de tres dedos agarra las torres hasta la línea fondo; y con toda la pierna retrocede al alfil, lo cruza de un color a otro. Si alguien puede romper las reglas es él, porque domina todas las medidas del juego. Resuelve posiciones como Capablanca, como Kasparov, como Carlsen o como el mismo Modric. Aunque no puede evitar que a veces la partida se estanque.
El técnico marroquí Walid Regragui, a pesar de no haber clasificado a su país al Mundial, sí estudió para neutralizar a los rivales europeos. Una defensa hasta en la que Hakim Ziyech a veces era otro peón y no Ziyech el del Chelsea o el de Ajax. Pocas opciones de peligro real. Combinaciones aisladas. Los flancos cerrados y mucho anticipo. Llegó el tercer 0-0 de la Copa, pero la primera tabla. La que, para algunos, en esta guerra delimitada y tonta (como todas) es la de salvación. Y para otro la de la condena.
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