Cuba logró en Tokio 2020 su mejor performance en las últimas ediciones de los Juegos Olímpicos, y lo hizo a pesar de asistir a la cita con apenas 69 atletas y ver afectada su preparación por el impacto de la pandemia y otras dificultades. Más allá de sus matices, este logro —lugar 14 del medallero con siete preseas de oro— encumbra, sin lugar a dudas, al movimiento deportivo de la Isla y resalta, en particular, la calidad y consagración de los deportistas cubanos.
No obstante, son muchos los responsables de tal éxito, desde los entrenadores y colectivos técnicos que supieron diseñar una adecuada preparación en tan difíciles condiciones, hasta los médicos, investigadores y otros especialistas que, en medio de un contexto indiscutiblemente retador, se esforzaron por lograr que los atletas llegaran en su mejor forma al evento multideportivo y pudieran sacar provecho de todas sus potencialidades. Y en este grupo es justo destacar la labor del laboratorio antidoping de La Habana.
A fines de junio, a poco menos de un mes de los Juegos de Tokio, el presidente del Instituto Nacional de Deportes, Educación Física y Recreación (Inder), Osvaldo Vento, había resaltado la labor del laboratorio, de conjunto con la Organización Nacional Antidopaje, como responsables de que Cuba viajara a la capital japonesa “con una delegación libre de dopaje”. Entonces, el Dr. Rodny Montes de Oca, director de la institución, confirmó que previo a la cita bajo los cinco aros se habían analizado en La Habana “de 1 300 a 1 400 muestras de profesionales nacionales y foráneos”, aun en medio del complejo escenario impuesto por la COVID-19.
Sin embargo, el éxito “olímpico” del laboratorio antidoping cubano habría que rastrearlo más allá de los últimos meses y verlo como resultado de una historia que llegó ya a sus 20 años. Con dos décadas de labor ininterrumpida desde su inauguración en febrero de 2001, y un merecido reconocimiento fuera de la Isla, la entidad no deja de provocar asombro. Cuesta entender que un país del tercer mundo como Cuba, con una prolongada crisis económica y con los innegables efectos del embargo de EE.UU. a cuestas, haya logrado mantener durante tanto tiempo una institución como esta. Y, sin embargo, ahí está, activa aun en medio de la pandemia, en el municipio capitalino de Boyeros.
Creado tras los casos de dopaje de atletas cubanos en los Juegos Panamericanos de Winnipeg 99’ y por iniciativa del fallecido expresidente Fidel Castro, el laboratorio habanero es uno de los 27 centros de su tipo certificados actualmente en el mundo y uno de los cinco en el continente americano, junto a dos estadounidenses, uno de Canadá y otro de Brasil. Tiene, por demás, el mérito de haber logrado su acreditación internacional durante 18 años consecutivos, otorgada por la Agencia Mundial Antidopaje (AMA), a pesar de indiscutibles dificultades materiales y financieras, mientras en el último quinquenio instituciones de más de 10 países no han podido mantenerla.
Tales datos ofrecen una idea de cuán complejo y exigente resulta sostener un laboratorio antidoping que se ajuste a los elevados estándares internacionales, un empeño sin dudas costoso por la tecnología y preparación que requiere para su trabajo, y que demanda una elevada calificación científica de sus especialistas. Esta última es una de las fortalezas del centro cubano, a decir de su director, el Dr. Rodny Montes de Oca, quien resalta que el saber y la voluntad de sus profesionales han sido claves para sortear las carencias y conservar una acreditación que les permite “no solo defender la limpieza del deporte cubano, sino también brindar nuestros servicios y nuestra colaboración a diferentes países, fundamentalmente de Latinoamérica”.
Según comentó el Dr. Montes de Oca en un intercambio con la prensa previo a los Juegos de Tokio, el laboratorio cubano ha venido ofreciendo sus servicios a organizaciones y entidades deportivas de una decena de países latinoamericanos, entre ellos México, Venezuela, Panamá, Chile y Perú, además, lógicamente, de la Isla. Además, ha tenido a cargo el análisis de las muestras de eventos internacionales como los Juegos Centroamericanos de Managua 2017 y los Sudamericanos de Cochabamba 2018, al tiempo que especialistas del centro han participado en los equipos multinacionales organizados para trabajar en otros certámenes como los Centroamericanos de Veracruz, los Panamericanos de Guadalajara y los Olímpicos de Río de Janeiro, a los que se sumaron ahora los de la capital nipona.
Gracias a ello, el laboratorio de La Habana ha logrado cumplir con los requisitos y las cifras anuales exigidas por la AMA para mantener su categoría y también generar ingresos, aun cuando su propio director ha asegurado que estos no resultan todavía suficientes para el autofinanciamiento de la institución.
“Cuba cobra por cada prueba antidoping entre 150 y 200 dólares. Otros piden hasta 400. Nuestro laboratorio no se autofinancia, a partir del número de muestras procesadas. La AMA exige, para mantener la acreditación, un mínimo de 3 000 pruebas al año. Nuestro récord está en 5 400 desde 2019, entre las cuales estuvieron las más de mil practicadas a cubanos, que, por supuesto, no se cobraron”, apuntó Montes de Oca en febrero pasado a raíz del vigésimo aniversario del centro.
“Cobrando unos 4 000 exámenes generamos ingresos aproximados de 600 000 dólares, con lo cual no podemos autofinanciarnos. La proyección es crecer hasta las 7 000 muestras y el millón de dólares. Si hacemos realidad ese propósito podríamos prescindir del presupuesto asignado para comprar insumos, reactivos y otros materiales y servicios”, aseguró entonces.
El impacto de la pandemia
El objetivo del laboratorio cubano de llegar a autofinanciarse ha encontrado en el último año y medio el fuerte escollo que ha supuesto la pandemia. La drástica reducción de la actividad competitiva durante 2020, con la cancelación o reprogramación de numerosos eventos —incluidos los Juegos Olímpicos de Tokio—, y la casi total paralización y desconcentración durante meses del amplio movimiento deportivo de la Isla, limitó considerablemente el trabajo de la institución. Sin embargo, no llegó a detenerla.
“El 2020 fue un año en que la lucha antidopaje en el mundo se vio deprimida. El número de muestras a analizar fue muy pequeño, porque disminuyeron considerablemente las competencias deportivas y se cancelaron o pospusieron la mayoría de los eventos, y en el caso de nuestro país el deporte se desconcentró —explicó el Dr. Montes de Oca a una pregunta de OnCuba—. Hubo meses en los que la actividad deportiva estuvo totalmente paralizada, pero en cuanto los atletas comenzaron a concentrarse nuevamente, retomamos el proceso de toma de muestras y comenzamos a laborar con los deportistas cubanos, a analizar sus muestras.”
“Además, mientras las fronteras se mantuvieron abiertas estuvimos recibiendo muestras internacionales, y durante el tiempo en que no recibimos muestras nacionales e internacionales, el laboratorio se mantuvo operativo, con un mínimo de personal”, añadió el directivo, quien recalcó que la institución habanera, por su naturaleza y función, “es un centro que no puede cerrar”.
“Tenemos muestras que hay que conservar por períodos desde tres meses hasta 10 años, y necesitamos estar pendientes de su conservación, de que no haya problemas con el fluido eléctrico u otras afectaciones. Igualmente, el equipamiento no se puede apagar, porque si se apaga y después se vuelve a utilizar dentro de siete u ocho meses, estaría totalmente desajustado, con humedad, por lo que resulta necesario mantener la vitalidad del laboratorio con el personal mínimo indispensable, para poder mantener el centro con toda su capacidad de trabajo lista y acreditado”, precisó.
A ello se unió el ineludible proceso de acreditación, que no fue suspendido a pesar de la pandemia. “Para acreditarse, el laboratorio tiene que realizar cinco rondas de exámenes al año, para las que la Agencia Mundial Antidopaje envía un grupo de muestras —detalló el especialista— y acá tenemos que identificarlas y decir qué sustancias son las que tienen y en qué concentración. Y a pesar de las difíciles condiciones existentes, durante el 2020 pasamos esa prueba y nos mantuvimos trabajando en función de conservar la acreditación. Creo que ese fue el logro más importante que tuvimos el año pasado: haber mantenido acreditado nuestro laboratorio bajo esas difíciles condiciones.”
También el embargo
Para el laboratorio antidoping de La Habana, como para muchas otras entidades cubanas, el embargo de EE.UU. a la Isla —incrementado, por demás, durante la Administración Trump— pone cuesta arriba su labor cotidiana y dificulta sobremanera sus posibilidades de obtener la tecnología y el financiamiento necesario para estar a la altura de los requisitos establecidos internacionalmente, según sostiene el Dr. Montes de Oca.
“Mantener una institución como la nuestra resulta muy costoso. Los requerimientos internacionales para estar acreditados son extremadamente exigentes y, por lo tanto, el impacto del bloqueo sobre el laboratorio para poder mantener su categoría es muy alto”, señaló el director del centro, quien citó como ejemplos de lo anterior las afectaciones para recibir o realizar pagos y acceder a equipamientos e insumos indispensable para su trabajo.
“Muchas veces nos vemos imposibilitados de cobrar los pagos por los servicios que brindamos, porque, debido a las regulaciones del bloqueo, prácticamente no existen vías bancarias para poder recibir esos fondos, que son necesarios para el mantenimiento y el trabajo del propio laboratorio —afirmó—. Y muchas veces tampoco podemos cumplir con pagos que tenemos que hacer a diferentes entidades y organismos internacionales, como la Agencia Mundial Antidopaje, a la que hay que pagar la acreditación anual, aproximadamente unos 10 mil dólares al año, y nos cuesta encontrar la manera para poder transferir ese dinero directamente desde Cuba.”
El especialista también comentó que “como la mayoría del equipamiento del laboratorio, los insumos y los reactivos son de procedencia estadounidense, se nos imposibilita el acceso directo a los mismos. Tenemos que erogar entre un 40 y un 50% por encima del presupuesto que gastaría otro de los laboratorios del mundo para poder adquirir estos equipos y productos, burlando el bloqueo. Además, como ocurre en muchas otras esferas de la vida en Cuba”, tampoco podemos acceder a tecnologías estadounidenses”.
“Hay equipos que se fabrican en Estados Unidos que tienen muchos de los laboratorios acreditados y el nuestro no puede acceder a los mismos porque el bloqueo no lo permite —explicó—. Por ejemplo, existe un equipo llamado Orbitrap, que está implementado desde el 2015 en los laboratorios antidpoping y lo vende una compañía norteamericana que se llama Thermo Fisher, pero Cuba simplemente no puede tener esta tecnología, lo que nos pone en desventaja con los demás centros acreditados. También está el caso de un anticuerpo monoclonal, necesario para la determinación de la hormona eritropoyetina (EPO), que vende única y exclusivamente la compañía estadounidense R&D Systems, y nosotros no podemos comprar esos anticuerpos para poder llevar a cabo la determinación de este tipo de dopaje.”
“Muy recientemente este año se nos imposibilitó la adquisición de los kits para la determinación de hormonas de crecimiento. Estos kits eran de una empresa alemana, CMZ, la cual fue adquirida por una transnacional norteamericana y simplemente el único laboratorio en el mundo que no pudo comprar estos kits fue el nuestro. Ello nos obligó a pagar un 35% por encima del precio, que ya de por sí es bastante elevado, para poder adquirir por otra vía algunos de ellos que nos permitieran brindar nuestros servicios”, agregó el directivo.
Entre restricciones y alternativas
Las anteriores no son, sin embargo, las únicas restricciones derivadas del embargo de Washington, precisa Montes de Oca, lo que en no pocas oportunidades ha obligado al laboratorio habanero y sus especialistas a la búsqueda de alternativas o apelar al “ingenio del cubano” para sortear las dificultades. Aunque, no siempre es posible, como sucede en ocasiones con los intercambios científicos, en particular con expertos de Estados Unidos.
“Como somos tan pocos centros de este tipo, existen muy buenas relaciones entre todas nuestras instituciones y su personal, incluidos los estadounidenses. Constituimos una red colaborativa y la propia Agencia Mundial Antidopaje nos exige que estemos constantemente con intercambio de personal, de conocimientos, de información. Sin embargo, no podemos intercambiar directamente con los especialistas de Estados Unidos, a pesar de estar tan cerca. Se nos imposibilita el otorgamiento de visas tanto para poder participar en intercambios con esos profesionales, que están altamente calificados, como en eventos científicos que también se llevan a cabo en territorio norteamericano”, apuntó el directivo.
“Por ejemplo, la Agencia Estadounidense Antidopaje celebra todos los años un simposio en el que participan entre tres y cuatro especialistas de todos los laboratorios del mundo, y en el que se discuten las últimas novedades que hay en nuestro campo y nosotros simplemente no podemos participar. Solo hemos podido estar en una edición que se realizó en Japón, previo a los que debieron ser los Juegos de Tokio 2020, gracias a que la misma no se realizó en territorio estadounidense. Y no es porque no nos inviten. Todos los años lo hacen, pero no podemos asistir por las dificultades con el visado”, añadió.
Por otro lado, las alternativas para hacer frente a las restricciones y carencias son, por lo general, muy costosas, lo que supone un esfuerzo extra para el laboratorio de La Habana.
“Al no poder acceder a tecnología estadounidense, hemos tenido que buscar variantes en lugares tan lejanos como Japón, lo que nos lleva a un gasto mucho más elevado en todos los sentidos —aseveró el Dr. Montes de Oca—. Primero, el precio del equipo japonés es más elevado que el de los norteamericanos; y después, está el costo del flete, del seguro, del mantenimiento. No es lo mismo traer a un especialista japonés a dar un mantenimiento o hacer un recambio de piezas a un equipo desde Japón que desde Estados Unidos. Ya por ahí los gastos son mucho más elevados.”
Aun así, el director de la institución cubana destacó la cooperación y solidaridad de sus colegas internacionales y el haber tenido la posibilidad de “contar siempre con la ayuda de los demás laboratorios acreditados”.
“Tendrían que bloquear a todos los laboratorios antidoping para que alguno de ellos no sea capaz, en un momento determinado, suministrarnos un recurso que necesitamos —afirmó—. A veces hemos tenido que traerlos nosotros en un viaje, en nuestras maletas; otras veces los han enviado con terceras personas, pero siempre hemos buscado alternativas para paliar las dificultades y poder mantener la acreditación, que es lo fundamental. Imagina cuánto hemos tenido que hacer en estas condiciones durante 18 años. Y para llevar a cabo los pagos al exterior o recibir los fondos, ha sido igual de difícil. Muchas veces lo hemos tenido que hacer en efectivo, en la mano, para poder cumplir nuestros compromisos en el exterior, y también para recibir el dinero que necesitamos para funcionar, y hacerlo con la calidad necesaria.”
De cara a Tokio
Para su trabajo previo a los Juegos Olímpicos, Montes de Oca aseguró que el centro que dirige pudo contar “con los reactivos necesarios” para evaluar la limpieza de los atletas cubanos y “poder garantizar nuestros compromisos internacionales”. Ello permitió cumplir con el proceder estándar que se sigue con las delegaciones cubanas antes de un evento de esta naturaleza.
“Normalmente en Cuba se les realiza entre tres o cuatro controles antidoping a cada atleta previa a la salida hacia unos juegos multidisciplinarios, en un período previo de unos seis meses. ¿Qué garantizamos con esto? Que el atleta sepa que se está llevando un monitoreo sistemático de él y evite el uso de sustancias prohibidas”, detalló el experto a la prensa acreditada.
“Además, está la utilización del pasaporte biológico, que no es más que detectar huellas que dejó en el organismo el uso de determinada sustancia, más allá de detectar la sustancia. Si durante este período de seis meses se le han tomado tres muestras a un atleta y han resultado negativas, se supone que cuando se analice su pasaporte biológico en Tokio, no haya ninguna modificación de los parámetros de este pasaporte que puedan indicar que ese atleta se dopó. Eso es lo que se garantiza con estos controles sistemáticos previos a un evento”, añadió.
No obstante, el experto reconoció que “todo lo anterior, de por sí, no garantiza que el atleta llegue limpio a los Juegos Olímpicos. Si después de la última toma de muestras, consumió alguna sustancia prohibida y resulta positivo es pura responsabilidad suya. El laboratorio no es responsable de un resultado analítico adverso que puede tener un deportista, porque nuestra función es muy puntual: es chequear el estado del atleta en el momento en que se toma la muestra, pero ya no tiene que ver con lo que suceda a futuro. Lo que nos corresponde es realizar una serie de controles previos para saber si durante ese período hubo o no hubo dopaje.”
Como trabajo profiláctico, el directivo comentó que “la organización antidopaje cubana está llevando a cabo constantemente programas educativos con todos los atletas. Antes de salir a un evento se le dan charlas, se le entregan plegables sobre lo que pueden o no pueden tomar y consumir, sobre lo que deben hace ante determinadas situaciones, como no tomar agua de un frasco ya abierto o que se lo entregue otro atleta o entrenador, porque ellos tienen la responsabilidad de tomar todas las precauciones necesarias para no incurrir en un dopaje. Porque sí lo hay, aunque la responsabilidad final es del atleta, eso también afecta la imagen de Cuba, por supuesto.”
Y aunque estas declaraciones fueron hechas antes de los Juegos de Tokio, la realidad parece ir dándole la razón al Dr. Montes de Oca y su equipo. Hasta la fecha no han trascendido noticias sobre posibles dopajes de deportistas de la Isla, mientras sí han salido ya a la luz casos de atletas de otros países, lo que mantiene intacto el brillo y la grandeza de los triunfos cubanos en la capital de Japón.
Ahora, los Juegos Paralímpicos, prácticamente ya a las puertas, suponen una nueva oportunidad para demostrar la reconocida calidad del movimiento deportivo de Cuba y la limpieza de sus atletas. Y, con ello, otra prueba de la estrategia antidopaje de la Isla, en la que el laboratorio resulta una pieza fundamental. Pero, más allá de los nuevos éxitos que podrían llegar en Tokio, ya la institución de La Habana tiene bien ganado su propio reconocimiento.