Fernando Chapman tiene 44 años. Ya no es aquel niño de Cacocum que dividía las horas entre la escuela y los muñequitos, y que se enamoró del fútbol para toda la vida.
Como a muchos cubanos, el destino lo llevó a dejar las canchas y establecerse en los Estados Unidos. Así se sumó a tantas otras historias de deportistas emigrados.
El fútbol holguinero y el futsal de la isla perdieron al “Mañi”, mundialista en par de ocasiones con la selección de futsal de la Mayor de las Antillas (Taipéi 2004 y Brasil 2008) y monarca con su provincia en el campeonato nacional de fútbol once en 2006.
Confiesa que a veces extraña esta tierra, y a la gente. Sus goles quedaron en el recuerdo, así como los partidos con Wilfredo Carbó, Isven Román, Boris Luis Sanamé y los otros. Todo quedó atrás y sus sueños ahora se alimentan de anhelos.
***
“El fútbol llegó a mi vida en el Ateneo Deportivo Fernando de Dios Buñuel, en la provincia de Holguín. Estaba en segundo grado, tenía siete años y un entrenador del área pasó preguntando quién quería apuntarse en fútbol. Entonces di el paso adelante, porque desde muy chiquitico me gustó.
“Recuerdo que en primer grado estaba en gimnasia y cada vez que se acababan las clases iba al borde de la pista a ver cómo entrenaban fútbol las categorías 11-12 y 13-14…”, rememora.
A pesar de que rompió con la tradición boxística familiar de jabs y nocaos, nadie se opuso a que practicara fútbol. Así comenzó su tránsito por la famosa pirámide del alto rendimiento que tantos frutos dio al deporte cubano en las décadas de los 80 y 90 del siglo pasado.
“En aquellos momentos todavía daban zapatos, trajes deportivos… Ya luego llegó el Periodo Especial y las cosas se pusieron más difíciles; la alimentación no era buena. Sin embargo, tengo muy buenos recuerdos, al final uno era niño y pensaba en llegar a representar al país, integrar un equipo nacional. Por eso tal vez no prestábamos tanta atención a los problemas”, cuenta Chapman y recuerda cómo los entrenadores reparaban los balones viejos para que él y sus compañeros pudieran entrenar.
“Lo positivo de estas escuelas es que ayudan al desarrollo deportivo de los niños y evitan que los muchachos tengan que estar en la calle. Son una forma de apoyarlos y de facilitar el camino si tienen calidad para que puedan desarrollarse y realizar lo que les gusta. Lo negativo es que en estos momentos las escuelas deportivas están pasando por mucho sacrificio y ya no se ve la calidad humana y profesional de antes”.
En 1995, Chapman comenzó a inclinarse también por el fútbol sala y, en cierto modo, lo cambió por el once. Sin embargo, tuvo que esperar hasta 2002, cuando el reglamento permitió que los jugadores se pudieran desempeñar en ambas modalidades, para disputar un campeonato nacional de fútbol.
“Desde la categoría juvenil, a los 15 años, ya participaba en los torneos interbarriales de futsal en mi provincia. Fue un deporte que me encantó desde la primera vez que lo vi, debido a mi complexión física. Era muy delgado y entonces podía evolucionar en una cancha más pequeña. Pensaba más rápido, también era un jugador habilidoso, me ayudaba mucho lo que era el terreno con el espacio reducido.
“Y decidí jugar fútbol once también porque los campeonatos nacionales de futsal en Cuba eran de una sola semana. Entrenabas un mes en provincia para jugar una semana. Entonces, como medio de preparación física y de mantenerme activo, estuve jugando fútbol once siempre”.
¿Qué diferencias estableces entre ambas modalidades?
“El ‘sala’ es un deporte muy intenso, de pensar y actuar muy rápido, porque como estás jugando en espacios muy reducidos tu pensamiento operativo tiene que ser rápido. Mientras, el once es un deporte más físico, de mucha resistencia, pero una [disciplina] te ayuda con la otra, por eso jugaba los dos; por ejemplo, salía del sala para el once y pensaba mucho más rápido que otros jugadores”.
***
Luego de haber dejado la preselección del equipo de futsal que iría al Mundial de Guatemala 2000, Chapman pudo integrar el conjunto a la cita del orbe de Taipéi de China, cuatro años más tarde. Sería la primera de sus dos participaciones mundialistas.
“Lo que más me impactó de ese evento fue la inauguración. Cuando llegamos al desfile vimos a todas las grandes estrellas del futsal mundial en ese momento: Falcão, muchos brasileños, portugueses, el español Javi Rodríguez… Para mí fue de mucha importancia integrar el equipo Cuba. Participar en un Mundial es algo que todos los deportistas deseamos. Fue una experiencia muy especial”, recuerda.
Tras lograr esa meta, en la campaña 2005-2006 el destino le tenía reservada otra gran alegría, aunque esta vez el juego se trasladaba a un campo de mayores dimensiones con el uniforme de su provincia.
“La campaña en la que obtuvimos el título de campeones nacionales de fútbol once fue bastante dura. No participé en todos los partidos porque tuve compromisos con el futsal, pero sí estuve en lo más importante de la segunda etapa. Después de haber empezado bien el campeonato tuvimos una caída contra Ciudad de La Habana, un 5-0 en el Pedro Marrero, y nos entró el miedo ese de que lo teníamos cerca y no se pudo, pero vimos entonces a provincia Habana en el partido siguiente y ganamos 1-0. A partir de ahí concretamos seis victorias seguidas, que fue lo que nos llevó a la obtención del título”, rememora.
De esa temporada, afirma que nunca va a olvidar la solidez que consiguieron como grupo, esencial junto a otros factores para materializar el objetivo final. “Era un buen equipo, muy unido. Teníamos cinco años jugando juntos, nos llevábamos muy bien. El director técnico había salido de las filas el año anterior y nos dio la confianza; siempre nos respaldaba. Creo que el apoyo del Inder ese año fue fundamental, contamos con la atención de muchos directivos.
“Ese título de campeón nacional en mi carrera deportiva es de las cosas importantes que me pasó. Era la única vez que Holguín había podido ganar un campeonato nacional y ser parte de ese equipo es algo especial en mi vida”.
Otro pasaje relevante en tu carrera fueron los Juegos Panamericanos de Río 2007, donde Cuba fue sexta…
“Era la primera vez que convocaban al equipo de futsal a unos juegos múltiples. Clasificamos porque habíamos estado en el Mundial anterior, entonces participamos por Concacaf.
“Aquella inauguración… ¡Ufff! En el Maracaná de Río de Janeiro… Algo lindo, muy vistoso en colores, en luces, en representaciones. Lo otro fue estar en una villa y coincidir con muchas de las estrellas del momento en algunos deportes. Vimos a Giba del voleibol, a Marta [Vieira da Silva], la futbolista, a Falcão, nadadores. Una experiencia muy bonita la de los Juegos Panamericanos; las instalaciones estaban a tremendo nivel… Era algo que deslumbraba la vista, ya que nunca habíamos tenido el privilegio de ver hasta entonces”.
Aunque deportivamente fuera de la región a Cuba se le complicaban mucho los choques contra equipos de primer nivel, en 2008 aprovecharon la fase de grupos para conseguir la primera victoria del país en un Campeonato del Mundo. La víctima en suelo brasileño fue Islas Salomón, que recibió una goleada de 10-2. Diez goles, y lo curioso es que Chapman se fue sin ninguno.
“Ya muchos teníamos la experiencia del Mundial anterior. Resultó un motivo de orgullo estar en la única victoria de Cuba en un evento de este nivel. Sí se me quedó la espinita esa de no poder marcar un gol en ese partido y también el no haber marcado en ninguno de mis dos Mundiales. Aunque tuve oportunidades, no las anoté y queda el mal sabor de haber participado pero no haber logrado por lo menos un gol.”
¿Cómo recuerdas aquel enfrentamiento contra un equipo de Brasil, que era local, y estaba plagado de estrellas?
“Era la segunda vez que nos enfrentábamos a Brasil, pues en el Panamericano del año anterior habíamos estado en su grupo también. Ese primer partido contra ellos en el Panamericano nos cogió nerviosos, ya que era la primera vez que enfrentábamos al mejor equipo del mundo en ese momento. En el Mundial le plantamos un poquito más de cara, pero igual nos dominaron. No haber participado en competencias internacionales a ese nivel creo que nos pasó factura, porque aunque uno no lo cree, mentalmente te choca”.
Aparte de esas experiencias internacionales, llegaste a ser subcampeón nacional y participaste en varios campeonatos. ¿Crees que la atención y las condiciones de estos torneos estuvo en correspondencia con los resultados que alcanza el deporte?
“Para nada, los campeonatos nacionales de futsal en Cuba no tenían ni las más mínimas condiciones para efectuarse. Participé en 11 o 12 ediciones y siempre fueron torneos de una semana, durmiendo en albergues. Llegar a las once y pico de la noche y bañarte con agua fría para levantarte temprano al día siguiente y volver a jugar, porque se jugaba todos los días sin descanso. No eran condiciones favorables para dar buen resultado. Todos los campeonatos fueron así.
“Creo que nunca le dieron al futsal el valor que debería tener un deporte que hasta ese momento había participado en cuatro Mundiales. En Concacaf nos respetaban, entonces creo que los campeonatos debieron tener un poquito más de condiciones y de duración para que muchos jugadores se vieran y así poder fomentar desarrollo del deporte en Cuba”.
Hablando de fomentar, ¿qué piensas de la decisión de hacer desaparecer la sala Kid Chocolate?
Creo que no fue una buena decisión. Era la mayor plaza de futsal en Cuba. Es como decir el Pedro Marrero del fútbol once. Todo jugador quería jugar ahí, en la Kid Chocolate; donde me encantaba salir a la cancha. Fíjate, a muchos compañeros míos no les gustaba, porque al aficionado habanero, cuando tú no eres de La Habana, no se te arrima, y le gusta decir groserías y cosas feas, sin embargo, a mí me encantaba jugar ahí, me apoyaban mucho.
***
A los 34 años las lesiones en los tobillos marcaron el fin de su trayectoria en el fútbol once. Solo le quedaba el espacio reducido del tabloncillo de futsal para entregarle los últimos años que le quedaban en activo. No obstante, los planes cambiaron y en 2016, tras ser campeón del Caribe y MVP (Most Valuable Player, en inglés) del evento, debió escoger entre luchar por ir a su tercer mundial o reunirse con su familia en Estados Unidos.
“No quería terminar siendo solamente campeón del Caribe. Esperaba jugar el Premundial y clasificar. Fue una decisión un poco difícil. Simple y llanamente me llegó una noticia y me tocó tomar esa decisión de dejar el futsal”, cuenta Chapman, aún con la espina de no haber contribuido al regreso de Cuba a un mundial, tras la ausencia en la edición de 2012.
Ahora vive otra vida, una que quizás no lograba vislumbrar cuando solo pensaba ser futbolista en Holguín. Sus sueños ligados a goles tienen en esta nueva existencia un aire distinto, marcado por nexos familiares mancillados por la distancia.
Su historia también es un pequeño testimonio de Cuba y de todos esos hijos que inevitablemente han tenido que renunciar a lo que un día fue su mundo ideal.
¿Por qué decides irte de Cuba?
Ya tenía 36 años cuando tomé la decisión y creo que mi carrera estaba terminando. En Cuba, por desgracia, la vida es bastante dura y mientras viajaba podía ayudar a la familia, tener un poquito más de desahogo monetario y conseguir algunas cosas, pero ya después que eso se acabara, iba a ser más complicado.
“Terminaría siendo un entrenador de provincia nada más y por eso lo decidí. Además, tenía que ayudar a mi familia. Tocaba dar el paso al frente, mi hija iba a cumplir 15 años y no iba a poder celebrarlos.
¿Viajar te fue cambiando la forma de ver la vida y el deporte?
La verdad no. Sí veía que teníamos problemas. En esas etapas del futsal como equipo nacional pasamos mucho trabajo. Nosotros teníamos que ir en botella a entrenar, porque no teníamos un medio de transporte nos llevara. Debíamos esperar a que el balonmano terminara para poder practicar.
Pero ya te digo, teníamos en mente participar en el equipo nacional, era el sueño más grande, entonces la vida la veía igual. Por eso me quedé ahí y representé a Cuba por 14 años.
¿Qué es lo que más extrañas?
El fútbol, mi familia, mis amistades. Aunque vivo aquí con mi papá y mi esposa, allá tengo familia. Extraño mucho a mi hijo, a mi mamá, a mi hermana… Eso es lo que más echo de menos y las tardes que iba a jugar.
¿Cuáles fueron los momentos más felices de tu carrera?
Tengo dos: haber ido a un Mundial. La primera vez que participé, en 2004. Eso fue algo grande; representar a Cuba en un Mundial es lo que desea cualquier deportista, sea cual sea su modalidad.
El otro, ser campeón nacional dos años después con el equipo de Holguín.
¿Quién es el mejor jugador de la historia del futsal cubano?
Para mí se llama Wilfredo Carbó. Escogí un portero y cualquiera diría que el mejor debería ser un jugador de campo, pero es que él era nuestra bandera. Cuando nosotros salíamos internacionalmente, a Carbó lo apodaron La Roca Negra y no era por gusto. Él era el 70 % de nuestro equipo.
¿Te gustaría regresar a Cuba?
¿A qué cubano no?
Qué placer leer esta entrevista a este campeón que entrené con el y compartí cancha equipo y me tocó enfrentarlo, un gran amigo y estelar futbolista, Fernando el mañi Chapman