VILLA CLARA.- En el lejano center field del estadio Augusto César Sandino casi se confunde en las penumbras. Sus movimientos son intensos fuera del bullpen, donde trabaja con un pañuelo blanco que castiga una y otra vez a modo de rectas al aire. Pero los fanáticos se concentran en evadir el intenso sol que cubre cada rincón del escenario donde se escenificará el cuarto duelo de la gran final de la pelota cubana y apenas perciben su estampa.
Tal vez pasa inadvertido porque no es un pitcher físicamente impresionante, no es el típico hombre que sobrepasa los seis pies de estatura, y tampoco es tan expresivo ni popular, de hecho, rara vez los reflectores se centran en su figura, al menos hasta que se encarama en el box, donde se transforma en un verdadero demonio para los toleteros rivales.
“No siento presión”, asegura, como casi todos, previo al desafío entre los Cocodrilos de Víctor Mesa y las Naranjas de Villa Clara. La diferencia es que a Freddy Asiel Álvarez realmente no lo domina la tensión, no habla por hablar, pues sabe de sus condiciones, aún cuando está alejado del ojo del huracán mediático.
Cuántos ceros más colgarás hoy -le pregunto-, pero se queda en blanco, casi le cuesta recordar que durante la postemporada de la 52 Serie Nacional de Béisbol acumula 33 escones consecutivos, marca absoluta para estas instancias.
Entonces frunce el ceño y después sonríe. “No me preocupo por eso, en cualquier momento me pueden hacer una carrera porque la pelota es una mezcla de circunstancias y a veces, aunque lo estés haciendo perfecto, te anotan por el mínimo fallo. Yo solo me concentro en sacar bateador por bateador, escoger bien los lanzamientos que emplearé según la situación y las características del hombre en turno”, acota antes de entrar al bullpen, donde el astro rey calienta y simula con lujo de detalles al infierno.
Pero allí el diestro de Sierra Morena es amo y señor, un ente diabólico que siente como nadie el fuego del partido, lo disfruta, sobre todo cuando toca atravesar la pradera central hasta el montículo, donde se apresta a encender el interruptor de ‘dominio total’.
El precedente de los 33 ceros consecutivos es la comidilla y en su feudo casi todos esperan que durante el cuarto asalto de la discusión del cetro el hechizo se mantenga, aunque Matanzas salta al ruedo inspirado por la victoria sabatina, la primera de Víctor Mesa como mentor en finales.
Comienza lento, abusando de lanzamientos alejados de la zona, pero enrumba rápido, en parte gracias a un toque de sacrificio en la misma primera entrada que le facilitó la faena, sin obviar el trabajo de su defensa que facturó un out en la goma.
Más tarde, ni siquiera requiere de eso, su curva pronunciada se hunde por debajo de los bates de los contrarios y con excelsa precisión aumenta la diferencia de velocidad entre su recta y los lanzamientos rompientes, un contraste insalvable para la tanda yumurina, que solo pudo anotarle una sucia para dejar en 40 y dos tercios su cadena de escones consecutivos. “Fue todo como te decía, dominar uno a uno, sin presión. Este es un paso importante para ganar el título, pero todavía falta una victoria.
El resto del staff está preparado para conseguirla, pero si me llega la oportunidad trataré de hacer lo mejor, ya sin pensar en la cadena de ceros, yo sabía que eso en algún momento se rompería por el error más inesperado”, confesó tras el desafío que terminó 4-1 gracias, además, a la fenomenal producción del antesalista Yeniet Pérez, quien remolcó todas las anotaciones naranjas.
Tras este triunfo, Villa Clara se coloca a un paso de obtener su quinto cetro nacional y quebrar el maleficio de 18 años sin levantar la corona. De conseguirlo, sería la primera vez que los Naranjas se titulan sin Víctor Mesa en sus filas, pues en 1984, 1993, 1994 y 1995 el espectacular center field siempre se incluyó en la nómina.