“No, no, no puede ser. Murió el Diego”, exclamó sin despegar los ojos de su celular el muchacho que iba sentado a dos asientos de mi en una guagua que transitaba por las calles de Buenos Aires. Pensé que era un familiar del chico pero una señora a mi lado enseguida saltó y exclamó: “Ay, Maradona”.
En efecto, no era una fake news como esa que lo dio por muerto en medio del Mundial de Rusia en 2018. Diego Armando Maradona ha muerto. El fútbol está de luto. El más grande ídolo popular, no solo de la Argentina sino de muchas partes del mundo, falleció de un paro cardiaco al filo del mediodía hora local.
Miles de personas, en diferentes puntos del planeta, despiden al astro del fútbol mundial. Físicamente, la gente se reúne en todos los puntos cardinales: desde Villa Fiorito, donde nació, hasta Nápoles, Italia, donde Diego dejó una marca imborrable. También el homenaje se hizo sentir desde temprano en las redes sociales. A menos de una hora de conocerse la noticia, ya se habían publicado más de tres millones de tweets despidiéndolo.
En las calles de Buenos Aires, se respira un aire de pesadumbre. La desolación solo es alterada por las bocinas de los autos. Ya se erigen altares al histórico 10 de la selección argentina en lugares icónicos de su carrera: en la cancha de Argentinos Junior, donde debutó siendo un adolescente; en la mítica Bombonera donde a golpes, gambetas y goles se convirtió en referente de uno de clubs más importantes del mundo, como también en el famoso Obelisco, ese epicentro de tantos dolores y alegrías para este país. Otro de los puntos clave es Plaza de Mayo, donde está la Casa Rosada, sede del Gobierno y donde serán las honras fúnebres que se prevé duren tres días.
Aún no tenemos dimensión de esta dolorosa noticia, de esta historia que no termina… hoy la certeza que tenemos es que D10S era humano.