A pesar de su escandalosa derrota ante Honduras en la última jornada de la fase de grupos, la selección cubana de fútbol logró el objetivo de mantenerse en el nivel A de la Liga de Naciones de CONCACAF.
A diferencia del primer cotejo entre ambas selecciones, en el que Cuba logró dejar la puerta inmaculada, el pasado domingo los dirigidos por Reinaldo Rueda sí pudieron patentar en la pizarra las enormes diferencias evidenciadas sobre el terreno de juego y —aprovechando su condición de local—endosaron un contundente 4-0 a Los Leones del Caribe.
Si bien esta derrota extirpó nuestras posibilidades de clasificar a la siguiente ronda, la victoria de Jamaica sobre Haití en otro de los partidos del grupo impidió que descendiéramos a la categoría B del torneo. De esta forma, Cuba finalizó su participación en la máxima categoría de la competición regional en la cuarta posición de su grupo con 5 puntos, obtenidos a base de una victoria, dos empates y un revés.
No obstante, el rendimiento mostrado por la escuadra antillana en esta Liga de Naciones dista mucho del que se espera de un equipo del Nivel A de este torneo. Los caribeños fueron ampliamente superados sobre la cancha en 3 de los 4 partidos disputados, mostrando limitaciones en su capacidad asociativa que no son normales para un conjunto que compite en estas instancias.
En los 3 primeros desafíos se vio una selección más ordenada defensivamente, peor durante todo el torneo se evidenciaron notables dificultades para circular el balón, hacer posesiones largas y ejecutar transiciones con frecuencia y efectividad. Incluso, podríamos decir que, salvo en el partido ante Surimam, el cuadro cubano mostró limitaciones hasta para algo tan básico como eslabonar varios pases de forma consecutiva.
Todo esto se tradujo en enormes carencias a nivel ofensivo, anulando casi por completo la capacidad para generar llegadas claras al arco rival y finalizar las acciones, haciendo que los pupilos del estratega espirituano Yunielis Castillo solo pudieran conseguir un gol en los cuatro partidos que disputó en la fase grupos.
Esto, en alguna medida, puede achacarse a las ausencias de varios jugadores importantes que, hasta ahora, habían sustentado el peso ofensivo del equipo. Y no estamos hablando solo de Onel Hernández, Luis Paradela y Dairon Reyes; pues incluso la no convocatoria de un goleador histórico como Maykel Reyes se sintió a la hora de hacer los cambios.
¿Qué esperar de la selección cubana ante Honduras en Liga de Naciones?
Asimismo, podríamos hablar de la ausencia de Karel Espino, que si bien no tiene una responsabilidad estrictamente ofensiva dentro del plantel, sí ofrece un notable equilibro en el centro del campo que permite controlar esa zona con mayor efectividad y conectar con los jugadores de mayor vocación generativa.
Sin embargo, reducir la explicación solamente a las ausencias sería demasiado simplista e ignoraría otras tantas variables que influyeron en la pobre producción futbolística de la absoluta. La misma implementación de un sistema de juego con tan pocos efectivos en el frente de ataque, aunque es entendible teniendo en cuenta las diferencias futbolísticas con el rival, limita nuestras posibilidades ofensivas desde la misma planificación del partido.
Lo que sí queda claro es que el nivel de juego de la selección es ligeramente mejorable en la medida en que se reincorporen todos o algunos de estos futbolistas y se implemente un cambio en el sistema de juego más acorde al nuevo escenario.
Eso sí, tampoco podemos pensar que veremos grandes diferencias o que estaremos en capacidad de controlar los partidos contra rivales de este calibre. Caer en ese discurso sería desconocer una realidad que nos viene golpeando cada vez que chocamos con rivales de cierta entidad en el área: este es nuestro nivel y toca asumirlo. Basta observar los clubes y ligas en que militan nuestros adversarios para darnos cuenta de que seguimos muy lejos del primer nivel del fútbol de nuestra confederación.
Lo que sí está en nuestras manos es optimizar las convocatorias. Y esto se logra haciendo llamados que estén más comprometidos con lograr un equipo verdaderamente competitivo; haciendo convocatorias que realmente incluyan a los mejores jugadores disponibles en cada demarcación y no forzando una “invasión” de la última selección Sub-20 a la absoluta.
Porque si importante es recuperar a nuestros titulares, no menos urgente se hace reforzar la banca. Un equipo es tan grande como sus suplentes. Ellos no solo permiten mirar al banquillo con seguridad a la hora de hacer los cambios, sino que aumentan la competencia interna por un puesto en la titularidad.
Sin embargo, en nuestro caso, cada vez se hace más común ver en las convocatorias nombres que, al menos por el momento, no se encuentran al nivel de una selección nacional. Y si bien acumular internacionalidades es un plus para la inserción del atleta en el mercado de fichajes, esto debe hacerse de forma gradual y en partidos amistosos, no en torneos oficiales. La selección no es una organización caritativa.